martes, 4 de abril de 2017

Santoral Franciscano: Septiembre

Septiembre 1: Beato Juan Francisco Burté. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1740‑1792). Beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Juan Francisco Burté nació el 21 de junio de 1740 en Rambervillers, Lorena, hijo de Juan Bautista y Ana María Colot. A los 16 años solicitó ingresar entre los Hermanos Menores Conventuales en el convento de Nancy. Inició el noviciado el 24 de mayo de 1757, y después de un año totalmente consagrado al Señor, hizo la profesión. En el mismo convento continuó sus estudios. Había allí numerosos religiosos preparados en las diversas disciplinas. Cuando en Nancy se instituyó la facultad teológica, buen número de Hermanos Menores Conventuales fueron llamados a enseñar. Juan Francisco, que se había distinguido por el aprovechamiento en los estudios, con apenas cuatro años de sacerdocio fue llamado a enseñar teología, primero en el convento, y luego en la facultad diocesana, después de un brillante examen.
En 1775 fue nombrado guardián de su convento. Después de tres años fue encargado de representar a su Provincia religiosa en la sede de París. Fue escogido como predicador del rey, porque todos lo consideraban religioso docto, piadoso, elocuente y modesto. Por su destacada cultura, le encomendaron el trabajo de Bibliotecario en el gran convento de París, donde fue nombrado guardián de más de 60 religiosos.
En 1789 vino el desastre de la revolución francesa. En 1790 fueron suprimidas las órdenes religiosas, y los edificios eclesiásticos declarados propiedad del Estado y en venta. Pronto se pasó a la lucha abierta, a la oposición, a la dispersión y al asesinato. Juan Francisco y sus religiosos manifestaron su adhesión a la fe, rechazando el juramento de la ley emanada del Estado contra la Iglesia.
El 12 de agosto de 1792 Juan Francisco, junto con sus religiosos, fue arrestado, conducido al convento de los carmelitas, interrogado, investigado. Se mostró en estas terribles situaciones siempre como auténtico sacerdote, franciscano genuino, rico en celo y caridad, sobre todo con los sacerdotes perseguidos. La iglesia de los carmelitas estaba rebosante de prisioneros, pero no se oía un lamento, la misa estaba prohibida y los detenidos se unían en constante oración alrededor del altar mayor. Entre los prisioneros había también tres obispos. Se preparaba una gran carnicería. La guillotina parecía demasiado lenta para cortar quinientas o seiscientas cabezas por día...
Era el domingo 2 de septiembre de 1792. Una veintena de sicarios con picas, sables, hachas, y fusiles se abalanzaron sobre Juan y los 180 sacerdotes prisioneros. Fueron despedazados salvajemente. Las víctimas serenamente oraban o realizaban actos de heroísmo. Y así inmolaron heroicamente su vida en la profesión de la fe. En el momento del martirio tenía 52 años. Con él fueron beatificados por Pío XI 190 de entre los “mártires de septiembre”.
Septiembre 2: Beato Severino (Jorge) Girault. Sacerdote mártir, de la Tercera Orden Regular (1728‑1792) Fue beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Entre los numerosos mártires de la revolución francesa, se recuerdan en especial algunos brillantes campeones de la fe y del sacerdocio católico, hijos de la Orden Franciscana martirizados el 2 de septiembre de 1792, entre ellos Severino Girault, de la Tercera Orden Regular.
Nació en Rouen el 14 de enero de 1728 y en el bautismo fue llamado Jorge, pero al entrar en el convento de la Tercera Orden Regular de San Francisco de la misma ciudad, lo cambió por el de Fray Severino. En 1750 hizo su profesión religiosa; trasladado a Saint‑Ló, recibió las órdenes sagradas en París, ordenado sacerdote en 1754. En 1773 fue llamado a París para ejercer el oficio de secretario general. Antes había sido Visitador de la Provincia de Normandía.
En París residió en el convento de Notre Dame de Nazareth, donde también era bibliotecario. Al estallar la revolución francesa era confesor de las hermanas Franciscanas de Santa Isabel, puestas bajo la dirección de la Tercera Orden y al mismo tiempo primer asistente del Vicario general. Cuando en 1790 los religiosos fueron invitados a declarar si querían continuar viviendo en la casa y bajo la regla de la Orden, todos decidieron permanecer. Con igual firmeza se comportaron las religiosas confiadas a sus cuidados. El convento de Santa Isabel siguió funcionando hasta el 20 de agosto de 1792, mientras el de Notre Dame de Nazareth fue evacuado en abril de ese mismo año y sus religiosos fueron unidos a los de la calle Picpus.
No se sabe dónde fue arrestado Fray Severino. En todo caso estaba en el convento de los Carmelitas antes del 2 de septiembre y fue el primero en ser asesinado en la masacre. Bardez, testigo ocular refiere su final. “La primera víctima fue el bienaventurado Severino Girault, director de las Hermanas de Santa Isabel, quien recitaba el oficio divino junto a la fuente. Yo lo vi herido a sablazos en la cabeza y, en cuanto cayó, dos revolucionarios armados de pica lo traspasaron”.
Severino Girault, quien en el momento del martirio tenía 64 años, se distinguió por su celo sacerdotal, su caridad para con los perseguidos, y por la heroica fortaleza con que sufrió el martirio dando un maravilloso testimonio de su fe.
Septiembre 3: Beato Apolinar de Posat. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1739‑1792) Beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Apolinar Morel nació el 12 de junio de 1739 en Prez‑vers‑Noréaz, cerca de Friburgo, de padres suizos, oriundos de Posat; en el bautismo fue llamado Juan Jacobo. Pasó su primera juventud en el colegio de los jesuitas, fundado por San Pedro Canisio en Friburgo, distinguiéndose por su inteligencia, aprovechamiento en los estudios y fervor religioso. A los 23 años entró en el noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos de Zug y fue ordenado sacerdote en 1764.
Se dedicó con celo a las misiones populares. Sus virtudes y en particular su rectitud de intención en las actividades pastorales, las instrucciones catequéticas y la confesiones, brilló mayormente en la dolorosa prueba que le fue causada por calumnias e incomprensiones de algunos malévolos.
Enseñó filosofía y teología, fue superior en algunos conventos y prefecto en el gimnasio de Stans. Al presentarse la ocasión propicia, pidió permiso para ir como misionero al Oriente, pero antes de ir al nuevo campo de trabajo debía ir a París para estudiar las lenguas orientales en la escuela abierta para esta finalidad.
En la capital francesa mientras se prodigaba en la asistencia espiritual de los muchos alemanes que vivían allí, fue acusado ante los superiores y sus conacionales de haber suscrito el juramento impuesto al clero por la Asamblea Nacional. Apolinar se defendió por escrito en los diarios en 1791. No contento con esto, y deseoso de disipar todo equívoco, se presentó a los comisarios de la revolución y declaró que no había suscrito el juramento y que tenía la intención de permanecer fiel a la Iglesia católica y a la Santa Sede.
Arrestado, fue conducido al convento de los carmelitas transformado en cárcel, donde se encontraban obispos y sacerdotes condenados a muerte. Durante los días de la prisión, Apolinar se convirtió en el animador de una espera gozosa, en coherencia con sus sentimientos expresados en la carta a un superior suyo: “Como hombre, tiemblo, como religioso me alegro, como pastor estoy exultante! Abrazo a todos mis enemigos, les perdono y los amo como mis más grandes bienhechores. Pronto Francia, impregnada en la sangre de tantos mártires, verá florecer de nuevo en su suelo la religión”.
Tuvo el honor del martirio el 2 de septiembre de 1792, junto con otros 180 compañeros en la cárcel de los Carmelitas, asesinado bárbaramente por sicarios. Tenía 53 años de edad. Pío XI, al proponer a la veneración la gloriosa “masa purpúrea”, el 27 de octubre de 1926, inscribió a Apolinar entre los Beatos Mártires.
Septiembre 4: Santa Rosa de Viterbo. Virgen de la Tercera Orden (1234‑ 1252). Canonizada por Calixto III en 1457.
Se recuerda con admiración y simpatía a esta muchacha, aunque no es un personaje de envergadura en la historia universal, aparece como una santa de extraordinaria precocidad en la gracia.
Nació en Viterbo, ciudad del Lacio, en 1234, hija de Juan y Catalina; no tenía sino tres años cuando, según la tradición, hizo su primer milagro, resucitando a una tía materna. A los ocho años tuvo el don de éxtasis. La Virgen le ordenó a los diez años tomar el hábito de la Tercera Orden Franciscana. Y a aquella edad Rosa emprendió su primera misión contra el emperador hereje Federico II, enemigo del Papa, quien ilícitamente había ocupado la ciudad. La niña predicaba por las calles y en las plazas de Viterbo, llevando en sus manos una pequeña cruz y un libro, enseñando el catecismo a los niños y recordando a los adultos la doctrina cristiana y los deberes morales, haciendo además ruidosos milagros. Nadie se atrevía a tocar a la misionerita que tenía que subirse en alguna piedra para hacerse ver de sus oyentes. Y las piedras se crecían bajo sus pies para mantenerla en alto.
A los 15 años, considerada peligrosa para el orden público, fue expulsada de su ciudad junto con su familia. Se trasladó a Soriano, donde continuó su misión de instrucción religiosa y su cruzada contra el emperador hereje, hasta que, una mañana, después de haber orado en la iglesia, anunció que Federico II había muerto, noticia que sólo al siguiente día fue confirmada por los mensajeros.
De Soriano, Rosa pasó a Vitorchiano, donde un hombre que se decía mago tenía embaucado a todo el pueblo. La jovencita hizo encender en la plaza del lugar un montón de leña, subió sobre la hoguera, donde permaneció por tres horas entre las llamas. Cuando bajó de allí ilesa, sin siquiera chamuscarse un cabello, el presunto mago se arrojó a sus pies.
Volvió a Viterbo ya de 16 años, y quiso ingresar en el convento para pasar en oración el resto de su vida. Pero no fue aceptada por las monjas de Santa María de las Rosas, desconcertadas por aquella adolescente terrible en su clamorosa santidad. Rosa aceptó el rechazo con tranquilidad y paciencia; luego, dijo sonriendo: “Ustedes no me aceptaron viva, pero estarán muy contentas cuando me acojan muerta”. Continuó durante dos años su apostolado como simple terciaria franciscana, quemando sus juveniles energías en el ejercicio de la más ardiente caridad. Murió en 1253 a los 18 años, y, como había predicho, el papa Alejandro IV, hallándose en Viterbo, por tres veces tuvo la visión de la joven muerta. Entonces en 1258 hizo colocar su cuerpo en la iglesia de Santa María de las Rosas. La solemne traslación tuvo lugar el 4 de septiembre, fecha que se conservó como día de la conmemoración de Santa Rosa de Viterbo, cuyo cuerpo, todavía incorrupto después de más de siete siglos, se conserva en aquella iglesia rodeado de la afectuosa y festiva veneración de sus conciudadanos.
Septiembre 5: Beato Gentil de Matelica. Sacerdote y mártir de la Primera Orden († 1340). Pío VI concedió en su honor oficio y misa.
Gentil nació en Matelica, en las Marcas, de la noble familia Finiguerra. Pronto decidió consagrarse a Dios ingresando entre los Hermanos Menores en el convento de Matelica. Deseoso de mayor soledad, se fue al Santuario de la Verna. Allí permaneció largos años santificando aquel lugar con la oración, la penitencia y la íntima unión con Dios. Inclusive fue nombrado guardián.
Después de esta intensa preparación espiritual se dirigió a tierras de misión. Llegó a Egipto y permaneció en El Cairo para aprender la difícil lengua árabe. A pesar de su intensa consagración, las dificultades parecían insuperables, hasta que el Señor le ayudó en forma sorprendente, pues llegó a hablar el árabe y también las lenguas de las naciones vecinas. Además de Egipto recorrió evangelizando el Asia Menor, Armenia y Persia.
En el lapso de pocos años llegó a los centros más importantes de Persia. Fray Gentil trabajó intensamente en medio de dificultades de viajes y de adaptación a las diversas poblaciones. Saliendo de los límites de Persia llegó a Erzerum, ciudad completamente musulmana. La tradicional hostilidad de los seguidores de Mahoma se manifestó de repente. Sin embargo logró algunas conversiones. De Erzerum por la vía de las caravanas se dirigió a Trebisonda, puerto importantísimo. Los testimonios que quedaron de su apostolado son significativos.
En efecto, durante siglos los fieles de Trebisonda se llamaron los “cristianos de Fray Gentil”. El Espíritu Santo había actuado en aquel país por medio de Fray Gentil. De Trebisonda pasó a Crimea, donde trabajaron misioneros franciscanos y dominicanos. Su presencia y su predicación despertaron en aquellas poblaciones nuevo entusiasmo. De Crimea regresó a Persia, donde permaneció en Salmestre cerca de Tabriz. Ya las prolongadas fatigas apostólicas iban minando su fuerte fibra y lo preparaban para su encuentro con Cristo. Mientras estaba catequizando a un grupo de neoconversos fue violentamente apresado por algunos sectarios que en nombre de la autoridad musulmana lo condujeron ante el Gobernador, quien lo condenó a la pena capital. Atado a un palo y con un violento golpe de cimitarra lo decapitaron. Esto sucedió en Tabriz el 5 de septiembre de 1340. Su cuerpo reposa en la iglesia de los Frailes en Venecia.
Septiembre 6: Beato Liberato de Loro Piceno. Sacerdote de la Primera Orden (1214‑1258). Pío IX el 26 de septiembre de 1868 concedió oficio y misa en su honor.
Liberato nació en Loro Piceno, provincia de Macerata, en las Marcas. Pertenecía a la familia Brunforte. Vistió el hábito franciscano en Soffiano, lugar solitario en los alrededores de Sarnano, donde todavía hoy se ven los restos de un antiguo pequeño convento.
Hacia 1234 el joven Liberato guiado por el Espíritu Santo, renunció al condado que le había sido asignado por su tío Fidesmido y lo traspasó a su hermano Gualterio, y escogió para vivir el convento de Roccabruna, en la arquidiócesis de Urbino. Consagrado sacerdote y deseoso de consagrar la vida a la penitencia y a la contemplación se retiró al eremitorio de Soffiano, no lejos del castillo de Brunforte, donde su vida fue más celestial que terrena.
Las “Florecillas de San Francisco” nos refieren algunos detalles de su vida: “En el eremitorio de Soffiano hubo antiguamente un hermano menor (Liberato de Loro Piceno) de tan gran santidad y gracia, que parecía totalmente endiosado; frecuentemente estaba arrobado en Dios. Y sucedía que, mientras se hallaba todo elevado en Dios, porque poseía en grado notable la gracia de la contemplación, venían a él los pájaros de toda especie y se posaban confiadamente en sus hombros, cabeza, brazos y manos, poniéndose a cantar maravillosamente. El era muy amante de la soledad y raras veces hablaba; pero, cuando le preguntaban alguna cosa, respondía con tal gracia y sabiduría, que más parecía ángel que hombre; y vivía muy entregado a la oración y a la contemplación. Los hermanos le profesaban gran reverencia.
Al final de su virtuosa vida, tenía unos 45 años, este hermano cayó enfermo de muerte por divina disposición, hasta el punto de no poder tomar nada; por otro lado, él rehusaba recibir medicina alguna terrena, y ponía toda su confianza en el médico celestial, Jesucristo bendito, y en su bendita Madre, de la cual mereció, por la divina clemencia, ser milagrosamente visitado y consolado. Porque, hallándose en cama, preparándose para la muerte con todo el corazón y con la mayor devoción, se le apareció la gloriosa Virgen María, rodeada de gran muchedumbre de ángeles y de santas vírgenes, en medio de maravilloso resplandor, y se acercó a su cama. Al verla, él experimentó gran consuelo y alegría de alma y de cuerpo, y comenzó a suplicarle humildemente que rogara a su amado Hijo que, por sus méritos, lo sacara de la prisión de esta carne miserable. Y como prosiguiera en esta súplica con muchas lágrimas, le respondió la Virgen María llamándolo con su nombre: ‘No temas, hijo, que tu oración ha sido escuchada, y yo he venido para confortarte antes de tu partida de esta vida’”. El 6 de septiembre de 1258 serenamente pasó de esta vida a la eterna bienaventuranza.
Septiembre 7: Beato Peregrino de Falerone. Religioso y discípulo de San Francisco, de la Primera Orden. († 1233). Aprobó su culto Pío VII el 31 de julio de 1821.
Peregrino no era ciertamente un ignorante. Hijo de una familia noble y rica, oriundo de Falerone, diócesis de Fermo, hoy provincia de Ascoli Piceno; una ciudad de las Marcas que trae el nombre de la destruida ciudad romana Faleria, en el valle de Tenna, entre Amandola y Monte Giorgio. En Bolonia había estudiado filosofía y derecho canónico, y era profundamente versado en las ciencias sagradas y  profanas. Sin embargo, cuando Peregrino se presentó a San Francisco, oyó que le decía: “Tú servirás a Dios en la humilde condición de hermano religioso y te aplicarás sobre todo a la práctica de la humildad”.
Peregrino tomó la profecía de San Francisco como un mandato, y durante toda su vida quiso permanecer en la modesta condición de religioso hermano, entregado a los servicios más humildes y a menudo oculto en los conventos más pobres y escondidos. Según decir de Fray Bernardo de Quintaval, fue, entre los primeros discípulos de San Francisco, uno de los religiosos más ejemplares.
Inflamado en sagrado fervor, buscó el martirio a manos de los infieles, y como el mismo San Francisco, pasó el mar para ir a Tierra Santa en medio de los musulmanes. El martirio a manos de los mahometanos, considerados entonces como los “matacristianos” por antonomasia, era con frecuencia la devota aspiración de muchos hermanos. En realidad y en circunstancias normales los árabes, especialmente en Tierra Santa, eran tolerantes y respetuosos para con los huéspedes cristianos, y más con los misioneros.
En el caso de Peregrino, más bien faltó poco para que naciera a su alrededor la veneración precisamente por parte de los musulmanes. Y no podía ser de otro modo, frente a aquel frailecito descalzo que visitaba los lugares santos con el libro de los evangelios en la mano, esparciendo en todas partes a raudales lágrimas de compasión y piedad.
Vuelto a Italia, Peregrino de Falerone volvió a esconderse en los lugares más ocultos y en los conventos más alejados. Pero por más que se hiciera pequeño y humilde, la luz de su santidad resplandecía aun desde debajo del celemín y destellaba en el brillo de los milagros que se le atribuyeron en vida. En los últimos años de su vida, todavía joven, vivió en el convento de San Severino Marcas y allí murió en 1233. Sepultado en la iglesia de los Cistercienses, La Madonna de las Luces. Nuevos milagros acaecidos en su sepulcro, hicieron aún más amado y venerado su recuerdo.
Septiembre 8: Beata Serafina Sforza Viuda y religiosa de la Segunda Orden (1434‑1478). Benedicto XIV aprobó su culto el 17 de julio de 1754.
Serafina Sforza pertenece a la ilustre familia de los condes de Montefeltro. Nació en Urbino hacia 1434, última hija de Guido Antonio y Catalina Colonna, sobrina del Papa Martín V. En 1438 murió su madre y cinco años más tarde también su padre. Permaneció por un tiempo en Urbino, primero bajo la tutela de su hermano Odantonio, y después de la trágica muerte de éste, bajo la de su hermanastro Federico.
En marzo de 1446 abandonó su ciudad natal y por un año vivió en Roma, al lado de su tío el cardenal Próspero Colonna, quien organizó el matrimonio de su muy joven sobrina con un cuarentón, Alejandro Sforza, señor de Pésaro, con quien Serafina casó el 9 de enero de 1448.
Al quedar muy pronto sola por la partida de su esposo llamado por sus compromisos militares a la guerra de Lombardía, Serafina debió sufrir enormes dificultades a causa de desconfianzas y calumnias propaladas contra ella. Alejandro Sforza en un cierto momento quiso desembarazarse de ella intentando varias veces envenenarla; una noche inclusive trató de estrangularla. De nada valió la defensa que sus parientes hicieron de ella, fue obligada por su marido y su cuñado el Duque de Milán, a ingresar en el convento del Corpus Christi de las clarisas, en Pésaro, donde, obtenida la necesaria dispensa del Papa Calixto III, hizo su profesión religiosa a fines de agosto de 1457, tomando el nombre de Sor Serafina.
En el monasterio del Corpus Christi pasó veintiún años, durante los cuales fue de edificación para sus cohermanas en la práctica de las virtudes cristianas, en la caridad para con Dios y el prójimo, en la humildad, en la asistencia a las enfermas y en la rígida pobreza. En 1475, por voto unánime, fue elegida abadesa. En los últimos años de su vida tuvo la inmensa alegría de ver la conversión de su marido. Este, arrepentido de sus descarríos y de cuanto la había hecho sufrir, le pidió humildemente perdón de todo, reconociendo sus errores. En los varios encuentros con ella en el monasterio, echó las bases de una nueva vida verdaderamente cristiana, en la oración, en la íntima unión con Dios, en el cumplimiento de sus deberes. Serafina sobrevivió a su marido cinco años. El 8 de septiembre de 1478 murió ella en su monasterio de Pésaro a la edad de 44 años. Fue llorada por sus clarisas y por toda la ciudad, que la tuvieron y veneraron como santa.

Septiembre 8: Hermanos Menores Mártires de Valencia (Guerra civil española). Su fiesta: septiembre 22.
Beato Pascual Fortuño Almela, sacerdote, mártir, Primera Orden (1886-1936). Nació enVillarreal (Castellón), el 5 de marzo de 1886, hijo de Joaquín Fortuño y María Gracia Almela, familia piadosa, laboriosa y acomodada. Estudante dedicado, aunque no sobresaliente, primero en el Seminario de la Provincia de Cataluña, despedido con todo su grupo. Al regresar a casa colaboró en los trabajos del campo, y luego ingresó en el Seminario franciscano de la Provincia de Valencia. Hizo el noviciado en 1905, estudió la filosofía y la teología en Onteniente (Valencia). Ordenado sacerdote en Teruel, el 15 de agosto de 1913. Trabajó cuatro años en el seminario franciscano, luego en la Custodia de San Antonio, que la Provincia tenía en Argentina, cinco años. Al regresar trabajó nuevamente en el seminario franciscano y en diversas casas. Cuando estalló la revolución era Vicario en el Convento-Noviciado de Santo Espíritu del Monte, en Gilet-Valencia. Director espiritual, asiduo confesor, predicador de Ejercicios y pláticas espirituales, que preparaba con esmero (se conservan 35 cuadernos de sus apuntes). Devoto del Santísimo Sacramento, de la Sma. Virgen, del Víacrucis. Inculcaba a sus alumnos las virtudes cristianas y religiosas.
Cuando estalló el “Alzamiento Nacional”, los religiosos tuvieron que abandonar sus conventos, que fueron saqueados, e incendiadas las iglesias. El P. Pascual se refugió en casa de sus familiares, primero en la ciudad, luego en una casa de campo, y finalmente en casa de su hermana, donde fue detenido el 7 de septiembre de 1936. Ante la proximidad de la muerte su expresión fue: “Que se cumpla la voluntad de Dios”. Al despedirse de su madre para irse a casa de su hermana, le dijo: “No llores, madre, pues cuando me maten tendrás un hijo en el cielo... Me voy al cielo”. En la madrugada del 8  fue ejecutado, en la carretera entre Castellón y Benicásin. En vista de que los tiros de fusil le rebotaban en el cuerpo, tuvieron que matarlo con arma blanca. Esto produjo gran impresión en sus asesinos.  Enterrado en el cementerio de Castellón.
Beato Plácido (Miguel) García, sacerdote de la Primera Orden (1895-1936).  Nació en Benitachell, Alicante, el 1 de enero de 1895, hijo de Miguel García y Josefa Antonia Gilabert. Se destacaba por sus dotes naturales, su inteligencia y bondad. Estudió en el seminario menor franciscano. Hizo el noviciado en 1910. Fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1918 en Segorbe. Destinado a la formación de los jóvenes seminaristas franciscanos, fue también Rector del Colegio “La Concepción”, de Onteniente.  Predicador, confesor y director espiritual reconocido, maestro de Estudiantes franciscanos en Cocentaina (Alicante). En Roma obtuvo el grado de Lector General, Summa cum laude. Fervoroso, recto, humilde y caritativo, devoto del Santísimo Sacramento, de la Sma. Virgen María, del Vía Crucis. Al iniciarse la guerra civil, el 18 de julio de 1936, él estaba viviendo en el Colegio  “La Concepción” de Onteniente. El 21 de julio todos los religiosos fueron obligados a dispersarse. El se refugió entre sus familiares, en Benitachell,  y allí, al ser buscado, se presentó voluntariamente, detenido el 15 de agosto de 1936, fue asesinado en la madrugada del día siguiente, en La Plana; su cadáver apareció mutilado y con señales de tortura.
Beato Alfredo (Jaime) Pellicer (1914-1936), religioso clérigo y mártir, Primera Orden. Nacido el 10 de abril de 1914, en Bellreguart, hijo de Francisco Vicente Pellicer y Erundina Muñoz. Estudió en el seminario menor franciscano. Ingresó al Noviciado el 25 de agosto de 1930. Hubo de terminarlo en Pego, a causa de las revueltas republicanas. Ya para profesar estuvo a punto de retirarse, por una crisis vocacional que superó a última hora. Profesión solemne en Onteniente, el 5 de julio de 1936. Buen compañero, alegre, festivo, desprendido, sencillo, caritativo, respetuoso con los demás. El 21 de julio los religiosos tuvieron que dispersarse, y él se fue a casa de sus familiares, donde fue detenido el 4 de octubre de 1936, y asesinado en la tarde del mismo día, en la “Pedrera” de Gandía, en cuyo cementerio fue sepultado. Terminada la guerra civil, sus restos fueron trasladados al cementerio de su pueblo natal.
Beato Salvador (Bautista) Mollar, religioso mártir, Primera Orden (1896-1936). Nacido en Manises, Valencia, el 27 de marzo de 1896, hijo de  Bautista Mollar y María Muñoz, muy pobres pero piadosos. De niño y joven se distinguió por su piedad, organizó la Asociación del Rosario en su barrio, formó parte de la Adoración Nocturna y la Conferencia de San Vicente de Paúl y enseñaba el catecismo a los niños. Hizo el noviciado en 1921 y la Profesión solemne el 25 de enero de 1925. Alegre, jovial y optimista. Limpio y ordenado, devoto de la Santísima Virgen. Al iniciarse la guerra civil, en 1936, era sacristán en el convento de Benisa. Al dispersarse los religiosos, se refugió primero donde unos bienhechores, y luego, para no comprometerlos, se fue a su familia, donde fue detenido y encarcelado a finales de octubre, y fusilado el 27 del mismo mes y año, en el “Picadero de Paterna”, y enterrado en Valencia. Su cadáver mostraba signos de tortura.
Septiembre 9: Beato Jerónimo Torres. Sacerdote de la Primera Orden y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1632). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Jerónimo Torres de la Cruz nació en Nagasaki. Habiendo podido allegarse a los Franciscanos, que lo admitieron en la Tercera Orden, fue enviado por ellos al convento de Manila, donde se dedicó a los estudios, fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores y fue ordenado sacerdote. Por varios años se ocupó en la conversión de sus compatriotas japoneses desterrados en Filipinas o residentes en aquella nación por motivos de comercio. El trabajo que desarrolló en medio de ellos fue bendecido por Dios con numerosas conversiones a la fe cristiana.
Jerónimo amaba con un intenso amor a su patria y rogaba intensamente al Señor que finalizaran las furiosas persecuciones y se llegase a un período de paz, y que la sangre de tantos mártires fuera semilla de ayuda a sus cohermanos perseguidos, en un momento crucial en que las filas de los misioneros, diezmadas por la persecución, disminuían cada vez más en al Iglesia católica del Japón.
En 1628 finalmente pudo regresar a su patria, pero su apostolado fue de breve duración, porque la persecución cobró todavía muchas víctimas.
En 1631 fue arrestado y llevado a la prisión de Omura junto con otros cohermanos. Después fue conducido a Nagasaki para ser allí torturado e inmolado con otros religiosos y cristianos. Soportó los tormentos con gran fortaleza.
Durante el viaje de Omura a Nagasaki no cesó de alabar al Señor y de predicar la palabra de Dios. Al llegar a la santa colina o Monte de los Mártires, fue derecho al poste en que habría de ser atado. Se arrodilló y oró fervorosamente. Cuando sus cohermanos fueron atados a sus postes, Jerónimo se entregó en manos del verdugo. Encendido el fuego de todas las hogueras, mientras sus cuerpos se iban quemando, los gloriosos mártires volaban al cielo para recibir la palma de la inmortalidad. Esta inmolación fue acompañada de prodigios: sobre los mártires brilló una luz vivísima y una paloma voló sobre sus restos mortales.
Septiembre 10: Beato Apolinar Franco. Sacerdote y mártir en Japón, de la Primera Orden († 1622). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Apolinar Franco, nació en Aguilar del Campo, en Castilla la Vieja,   de padres nobles y virtuosos. Completó sus estudios en la célebre universidad de Salamanca, donde recibió el grado de doctor, y después tomó el hábito franciscano entre los Hermanos Menores. Fue religioso austero y de alta contemplación. Era el predicador más renombrado en Castilla la Vieja, cuando en 1600 obtuvo de sus superiores licencia para partir a las misiones de Filipinas junto con 50 cohermanos suyos. De allí pasó al Japón, donde su celo y su santidad produjeron abundantes frutos apostólicos.
En 1614 salió el edicto de persecución contra los cristianos, pero él permaneció en su puesto, es más, fue nombrado Ministro Provincial del Japón. En 1617 estaba en Nagasaki y supo que en el reino de Omura no había quedado ni un sacerdote, los cristianos eran numerosos y la persecución violentísima. Sin embargo decidió ir entre ellos. Partió vestido con su hábito religioso; a lo largo del viaje predicó públicamente y convirtió a uno de los verdugos del Beato Pedro de la Asunción. Los bonzos, irritados contra el apóstol de Jesús, lo denunciaron al Gobernador quien el 7 de julio de 1617 lo hizo arrestar y poner en prisión en Omura junto con algunos cristianos japoneses. En aquella prisión pasó cinco años, pero tuvo la fortuna de encontrar carceleros benévolos que le permitieron el contacto con los cristianos. Entre los prisioneros se encontraba uno de sus catequistas, Francisco, quien al saber del arresto del Padre Apolinar, había ido ante el gobernador para reprocharle su crueldad. El gobernador, irritado, lo hizo meter a la cárcel. Allí Fray Apolinar lo recibió como novicio clérigo con el nombre de Fray Francisco de San Buenaventura. Otro cristiano, Pablo, recibió el hábito con el nombre de Fray Pablo de Santa Clara; otros fueron admitidos a la Tercera Orden Franciscana. La prisión para Fray Apolinar se había convertido en convento, donde se practicaba la vida religiosa.
Era esta una verdadera fraternidad en donde se oraba y se elevaban continuamente las alabanzas a Dios. En los primeros días de septiembre de 1622 los Santos Mártires prisioneros de Omura debieron separarse: veinte fueron enviados a Nagasaki para consumar allí su inmolación con el martirio; ocho permanecieron en Omura junto con el Beato Apolinar Franco. Condenados a ser quemados vivos, fueron ejecutados el 12 de septiembre de 1622.
Septiembre 11: Beato Buenaventura de Barcelona. Religioso de la Primera Orden (1620‑1684). Beatificado por San Pío X el 10 de junio de 1906.
Buenaventura de Barcelona nació en Ruidorms, Tarragona, España el 24 de noviembre de 1620 de una familia de humilde condición pero profundamente religiosa. A causa de la penuria familiar debió abandonar los estudios por el trabajo en el campo y el cuidado del rebaño. A los 18 años su padre quiso que se casara, a pesar de que él había decidido abrazar el estado religioso. Los dos cónyuges, de común acuerdo, vivieron como hermano y hermana. Después de dieciséis meses de matrimonio, murió la mujer y e1 14 de julio de 1640 tomó el hábito de los Hermanos Menores en el convento de retiro de Escornalbou. Un año después emitió la profesión; durante 17 años vivió en Cataluña en diversos conventos, donde ejerció los oficios de cocinero, portero y limosnero.
En 1658 fue a Italia. Visitó los santuarios de Loreto y de Asís, y estando en oración en San Damián, sintió que se le repetía el mandato ya recibido en España, de ir a Roma para emprender una reforma en la Orden Franciscana. En el convento generalicio de Aracoeli pasó los primeros dos meses, luego fue trasladado a otros conventos del Lacio.
La verdadera misión de Fray Buenaventura fue la de fundar conventos de retiro en la Provincia romana. A tal fin escribió personalmente al papa Alejandro VII, por quien fue recibido varias veces en audiencia. En 1662 obtuvo la erección del retiro de Ponticelli, de Montorio Romano, de Vicovaro y de San Buenaventura en el Palatino de Roma. Estos conventos en 1845 fueron erigidos en custodia autónoma. Buenaventura debió vencer grandes dificultades para realizar su sueño. Siendo religioso no clérigo fue varias veces superior de los conventos de Ponticelli, y de San Buenaventura en el Palatino. Para estas casas compiló estatutos que tuvieron aprobación pontificia. Alejandro VII, Clemente IX, Clemente X e Inocencio XI lo honraron con su amistad.
Se distinguió por su extraordinaria caridad para con los pobres, por la humildad y la pobreza más austera. Fue enriquecido por Dios con especiales dones como la intuición de los corazones, la contemplación y el éxtasis. En sus escritos se destaca su espiritualidad de carácter práctico. Realizó muchos prodigios en vida y después de muerto. Murió en Roma el 11 de septiembre de 1684, a los 64 años.
Septiembre 12: Beato Francisco de Calderola. Sacerdote de la Primera Orden (1430‑1507). Aprobó su culto Gregorio XVI el 1 de septiembre de 1843.
Francisco de Calderola fue gran colaborador de su cohermano Fray Bernardino de Feltre en la fundación y propagación de los Montes de Piedad en favor de los pobres y contra la usura. Ingresó muy joven en la Orden Franciscana. Aún antes de ser ordenado sacerdote fundó la Cofradía de María Santísima del Monte, con la finalidad de dirigir la marcha y la administración del hospital cívico y de los Montes de Piedad en contra de la usura y la explotación. El municipio, reconociendo la utilidad de la obra  y las buenas dotes adminsitrativas de Francisco, aprobó la iniciativa.
Provenía de una región de economía predominantemente agrícola, y conocía bien las miserias de los labradores de aquellos campos, forzados a endeudarse pesadamente, hasta convertirse en verdaderos esclavos de los usureros y víctimas del capitalismo. Pero el espíritu de caridad de Francisco no se agotó en la fundación de Montes de Piedad, sino que se reveló y brilló aun más en la predicación de la paz, en las regiones de su tierra, divididas por las luchas violentas entre facciones ambiciosas y familias poderosas. El secreto del éxito del predicador de paz era simple: hablar al pueblo de día y pasar la noche en oración. De la continua e infatigable oración las palabras del predicador tomaban fuerza y valor, y se hacían capaces de tocar las almas, aplacar los resentimientos y exhortar al bien.
Francisco se esforzaba siempre por progresar en la ciencia y la virtud. Ardiente sacerdote de Cristo estaba inflamado en el fuego de la caridad. De su predicación cosechó abundantes frutos, especialmente en su tierra natal, Calderola. En efecto no sólo logró reformar las costumbres de los habitantes, sino que también promovió su bienestar social con el apaciguamiento de los odios, la conciliación de las discordias públicas, y la fundación de los Montes de Piedad.
Después de una larga vida empeñada generosamente al servicio de Dios como predicador fervoroso con un lenguaje adaptado a la capacidad del pueblo sencillo y humilde, y en la realización de obras útiles y santas a favor del prójimo, murió en el convento de Colfano, donde había pasado la mayor parte de su vida religiosa, el 12 de septiembre de 1507 a la edad de 77 años. Después de su muerte realizó numerosos milagros y su culto está documentado desde 1511.
Septiembre 13: Beato Gabriel de la Magdalena. Religioso y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1632). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Gabriel de la Magdalena es uno de los grandes apóstoles del Japón. Nació en Fonseca, en Castilla la Nueva, España. Después de haber estudiado medicina, a la edad de 30 años ingresó en la Orden de los Hermanos Menores en calidad de religioso no clérigo. Alcanzó una tal perfección que el Señor lo favoreció con éxtasis y visiones. En las diversas tareas que realizó revivió el espíritu y las virtudes de San Diego y de San Pascual: fue portero, cocinero, enfermero y limosnero. Tuvo una aspiración, la de ir como misionero al extremo Oriente para conquistar almas para Dios.
En 1612 llegó a las costas del Japón, que por veinte años debía ser el campo de sus fatigas apostólicas y el testigo de sus prodigios. Su apostolado fue maravillosamente fecundo en frutos por el celo, la santidad de su vida, el esplendor de las curaciones que obtuvo del Señor. Difícil resulta calcular el número de paganos que bautizó en 20 años de apostolado.
Las curaciones obtenidas por él a favor de paganos y de cristianos y de familiares de la corte, le ganaron popularidad en todo el Japón, por lo cual en la furia de la persecución los gobernadores no se atrevieron a poner mano en él, y, dada la popularidad de que gozaba, le permitieron ir donde fuera llamado por los enfermos. Varias veces fue arrestado junto con otros cristianos, pero en cuanto lo reconocían, lo ponían en libertad. Alentado por la confianza que le concedían, prosiguió su trabajo en favor de los enfermos, cristianos y paganos.
Gabriel anhelaba inmolar su vida por la fe junto con sus demás cohermanos. El Señor escuchó su deseo. El 20 de marzo de 1630 fue arrestado junto con otros religiosos y encarcelado en las prisiones de Omura. Cuando supo que había llegado la hora del último sacrificio, sintió una inmensa alegría y quedó absorto en prolongada oración. Numerosas instancias llegaron al emperador para pedir su liberación, pero tales peticiones del pueblo no fueron escuchadas. Solamente los príncipes obtuvieron que el Beato pudiera ir con una buena escolta al palacio para curar a los miembros de la familia. En efecto la sobrina del gobernador estaba muy enferma. Gabriel le alcanzó la curación y le administró el bautismo. En cuanto el gobernador supo de la conversión de su sobrina, se enfureció contra Fray Gabriel y la sobrina. Este hecho en realidad agravó su situación. Después del suplicio de las aguas sulfurosas del monte Ungen fue conducido a Nagasaki a la santa colina donde, de rodillas ante el poste que le estaba reservado, oró fervorosamente, luego fue atado al poste y quemado vivo. Así consumó su glorioso martirio.
Septiembre 14: Beato Luis Sasanda. Sacerdote y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1624). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Luis Sasanda, mártir en el Japón, nació de una familia cristiana japonesa. Su padre, Miguel, fue martirizado en Yendo a causa de su fe católica.
Desde 1603, por la santidad de su vida y sobre todo por su excepcional piedad, fue uno de los discípulos predilectos del franciscano Luis Sotelo, a quien siguió en sus numerosas peregrinaciones. En 1613 viajó con él a España donde fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, después fue también a Italia.
Después de haber visitado a Roma, grandemente impresionado en su visita a las grandes basílicas de San Pedro, San Pablo, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, las Catacumbas, el Coliseo y los demás monumentos de la cristiandad, partió nuevamente para el Japón con el Beato Luis Sotelo y Luis Baba. Durante la permanencia en Manila, Filipinas, recibió la ordenación sacerdotal.
En 1622 se embarcó junto con el Beato Luis Sotelo para el Japón en una nave japonesa que se dirigía a Nagasaki. Los marineros de la nave temiendo ser acusados por transportar misioneros (lo cual castigaban severamente las leyes de la persecución vigentes desde 1614), los denunciaron a las autoridades de Nagasaki. Estas los pusieron presos en la cárcel de Omura, donde sufrieron por cerca de dos años, ya por lo estrecho del espacio y la exposición a la intemperie, como por la escasez y mala calidad de la comida y las pésimas condiciones higiénicas. En la misma celda fueron recluidos después Pedro Vásquez y Miguel Carvalho.
Durante la prisión Luis Sasanda fue sometido varias veces a fuertes presiones para que renunciase a la fe, pero a pesar de las lisonjeras promesas, permaneció firme en la fidelidad a Cristo.
El 24 de agosto de 1624 le fue comunicada la condena a muerte a fuego lento. La mañana siguiente, con una soga atada al cuello fue trasladado en una barca que lo llevó a Focó, cerca de Scimbara; allí fue atado al poste con lazos flojos de modo que si se arrepentía pudiera soltarse.
El fuego ardió muy lentamente aumentando el dolor físico del mártir, de cuya boca salían invocaciones y oraciones. Sus cenizas fueron dispersadas en el mar.
Septiembre 15: Beato Antonio de San Buenaventura. Sacerdote y mártir en Japón, de la Primera Orden (1588‑1628). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Fray Antonio de San Buenaventura, mártir en el Japón, nació en Tui en Galicia, España, en 1588. Realizados los estudios de filosofía en la universidad de Salamanca, en esta ciudad fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, e hizo la profesión el 14 de julio de 1605.
El mismo año partió con 59 compañeros para las Filipinas, y prosiguió los estudios teológicos, luego fue ordenado sacerdote y se dedicó con tanto celo al sagrado ministerio que los superiores lo consideraron idóneo para la peligrosa misión del Japón (1618). Su apostolado en los 10 años que lo separaron del martirio, fue resumido así por el comisario general de la Orden de los Hermanos Menores en aquella tierra.
“Antonio de San Buenaventura fue obrero incansable y ganó para Dios una multitud de almas. Noche y día velaba, confesando, bautizando, catequizando, levantando a los que habían caído por temor a la persecución, de los cuales en poco tiempo recondujo a la fe a más de 2.000, muchos de los cuales fueron constantes hasta el martirio. En tiempos tan difíciles en que el cristianismo era perseguido, bautizó a más de mil paganos y en los diez años que duró su ministerio, nada pudo frenar el ardor apostólico de su celo”.
Denunciado el 21 de enero de 1628 por un falso amigo, fue recluido en la terrible prisión de Omura, donde tuvo la posibilidad de prepararse con muchos compañeros al martirio, al cual miraba como una fiesta. Escribía en efecto desde la prisión el 6 de septiembre al padre Pedro Matías, comisario de Filipinas: “Estoy tan sorprendido cuando me veo donde estoy y pienso que desde hace dieciséis días están listos los postes y la leña para ser quemado vivo, que todavía dudo si se trata de mí precisamente. Oh misericordia de Dios, tan misericordioso que pagas tan generosamente a quien tan mal te ha servido!”.
Fray Antonio pasó veinte meses en la prisión, y sin embargo no se desalentó; el deseo del martirio irradiaba toda su vida. Trasladado a Nagasaki en la Santa Colina o Monte de los Mártires, fue quemado vivo en medio de terribles sufrimientos soportados con heroica fortaleza. Era el 8 de septiembre de 1628. Tenía 40 años.
= Septiembre 15: Santa Catalina de Génova, Viuda de la Tercera Orden Franciscana (1447‑1510). Canonizada por Clemente XII el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 22 de marzo.
Cuando nació Catalina, muchos nobles italianos patrocinaban a los artistas y escritores del renacimiento. Las necesidades de los pobres y enfermos a menudo eran opacadas por un afán de lujo y autosatisfacción.
Los padres de Catalina, Giacomo Fiesch, virrey de Nápoles,  y Francisca di Negro, eran miembros de la nobleza en Génova. A los 13 años quiso ser religiosa, pero no pudo a causa de su edad. A los 16 casó con Julián Adorno, un noble egoísta e incrédulo. Vivió cinco años de encierro en profundo sufrimiento y depresión. Por otros cinco años, movida por sus amistades, intentó adormecer su depresión y aislamiento con una vida mundana y egoísta en los ambientes ded la aristocracia, sin muchas preocupaciones morales. 
Sintiendo la necesidad de recuperar la paz interior, acudió donde su hermana monja para exponerle sus cruces y ansiedades, y por toda respuesta recibió la invitación a reiniciar su vida cristiana mediante la frecuencia de los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía. Al confesarse (marzo 22 de 1473) tuvo una vívida conciencia de sus pecados y de lo mucho que Dios la había amado. Reformó su vida, comulgaba diariamente, cosa insólita en aquella época, hacía grandes penitencias y obras de caridad al servicio de los enfermos en sus casas y en los hospitales, sin rehuir los servicios más humildes. Con su buen ejemplo también Julián se convirtió de su egocentrismo y disipación, y ambos ingresaron a la  Tercera Orden Franciscana. En 1493, asistiendo a los enfermos se contagió de la peste, pero al recobrar la salud continuó al servicio de los necesitados.
Sin embargo, los despilfarros de Julián los habían arruinado. El y Catalina decidieron vivir en el Pammatone, un gran hospital en Génova, y dedicarse allí a obras de caridad. Después de la muerte de Julián, en 1497, Catalina se hizo cargo de la dirección del hospital. Escribió acerca del purgatorio, que, según ella, comienza aquí en la tierra, y sobre otros temas de espiritualidad. La vida con Dios en el cielo es una continuación y perfeccionamiento de la vida con Dios sobre la tierra.
Agotada por su vida de sacrificio, murió el 15 de septiembre de 1510.

Septiembre 16: Beato Antonio de San Francisco. Religioso y mártir en Japón, de la Primera Orden († 1627). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
El mártir Fray Antonio de San Francisco era japonés de nacimiento y de nacionalidad. Era catequista del Padre Francisco de Santa María y terciario franciscano. Desarrolló incesantes obras de caridad entre los cristianos y los paganos de Nagasaki: los visitaba y asistía al Padre Francisco en su laborioso ministerio apostólico.
No estaba presente cuando fue apresado el misionero en la casa del Beato Gaspar Vaz, pero avisado, corrió a donde el gobernador para enfrentarlo, gritándole: “Tú tienes una multitud de espías y verdugos. Considerables son las recompensas prometidas a los delatores. Pues bien, aquí delante de ti tienes un delator que viene a denunciar a un adorador de Cristo. Ese adorador soy yo, que hace muchos años me ocupo sin descanso en apoyar a los fieles y convertir a los paganos, muchos de los cuales han sido conducidos a la fe. Quiero que me des la recompensa por mi delación; quiero ser asociado a mi querido padre y maestro y a mis queridos cohermanos en la prisión, en los padecimientos y en la muerte.
Antonio fue escuchado de inmediato, y en la prisión vio realizado otro ardentísimo deseo suyo, el de ser recibido en la Orden de los Hermanos Menores. Con vivísima alegría fue admitido al noviciado, cumplido el cual hizo la profesión en manos de su “padre y maestro de novicios”, P. Francisco de Santa María, en la Primera Orden en calidad de religioso no clérigo. En la historia de la Orden Franciscana quizás es de los pocos casos de una admisión, un año de noviciado y una profesión cumplidos en la cárcel.
Este valeroso cristiano, fiel catequista y ardiente franciscano, junto con otros dos religiosos y quien lo hospedaba, el Beato Gaspar Vaz consumó su martirio en el fuego, mientras María Vaz y otros cinco terciarios fueron decapitados. La constancia de estos intrépidos atletas dio un solemne testimonio de la fe y dejó pasmados a los mismos paganos.
En esta misma ocasión fueron muertos por odio a la fe algunos niños de tres y de cinco años, hijos de Gaspar y María Vaz. Sus nombres no aparecen en el decreto de beatificación. Su martirio tuvo lugar en Nagasaki en la Santa Colina o Monte de los Mártires, consagrado ya con la sangre de una multitud de mártires. Antonio de San Francisco sufrió el martirio el 17 de agosto de 1627.
Septiembre 17: Impresión de las Llagas del Seráfico Padre San Francisco de Asís. Sagrado Monte Alvernia, 1224.
Se celebra hoy la memoria del inaudito prodigio y don concedido por Dios a San Francisco en el monte de la Verna. Los Estigmas son el sello divino de aquel empeño de imitación de Cristo que él buscaba con todas sus fuerzas desde el día de su conversión. Dios lo presenta al mundo como ejemplo de vida cristiana, como invitación a seguir el Evangelio. Francisco tenía a Cristo en el corazón, en los miembros y en los labios, y Cristo le imprimió el último sello también en sus miembros.
Era la madrugada del 14 de septiembre de 1224, fiesta de la Exaltación de la Cruz, y San Francisco oraba con un ímpetu nuevo: “Oh Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido que me hagas antes de que muera: la primera, sentir en mi alma y en mi cuerpo cuanto es posible el dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, sentir en mi corazón cuanto es posible, aquel extraordinario amor del cual tú, Hijo de Dios, estabas inflamado hasta soportar gustoso una pasión tan grande por nosotros pecadores”.
Desde la profundidad del cielo deslumbrante, San Francisco vio venir un Serafín con seis alas de llamas: dos que iban unidas a su cabeza, dos cubrían todo su cuerpo, y dos se abrían para volar. En aquel Serafín alado destellaba la felicidad de ver al Señor y el dolor de verlo crucificado, un admirable ardor devoró su alma e invadió su cuerpo, quedando con dolorosas heridas en los pies, las manos, el costado, mientras una voz le decía: “¿Sabes lo que te he hecho? Te he dado los Estigmas que son los signos de mi Pasión, para que tú seas mi adalid”.
El Serafín alado desapareció, el dolor cesó y cuando después de mucho rato San Francisco volvió en sí, sintió las manos bañadas y un riachuelo cálido le corría por el costado izquierdo. Miró: era sangre. Trató de levantarse, pero los pies no lo sostenían. Sentado en tierra bajo el abrazo verde de los árboles, se miró las manos, se miró los pies, y los vio traspasados por clavos de carne, negros como el hierro, con gruesas cabezas redondas que sobresalían en las palmas de las manos y en las plantas de los pies. Se abrió la túnica, miró el pecho al lado izquierdo, donde sentía un dolor que le llegaba al corazón, y descubrió una herida como de una lanza, roja y sangrante. Eran las llagas de que había hablado el Serafín. Por lo tanto había sido escuchado! El amor lo había transformado en el Amado, porque uno se convierte en aquello que ama. Mientras el Serafín se aparecía a Francisco, una luz brillante aureolaba la cima de la Verna, iluminando los montes y valles de alrededor.
Septiembre 18: San José de Cupertino. Sacerdote de la Primera Orden (1603‑1663). Canonizado por Clemente XIII el 16 de julio de 1767.
José nació en Cupertino (Lecce), en la Apulia, el 17 de junio de 1603, hijo de Félix Desa y Franceschina Panaca. Su familia era humilde, pobre y honrada. Fue educado por su madre y creció en un ambiente sano. Curado milagrosamente por intercesión de la Virgen de una grave y prolongada enfermedad, se consagró por entero a la piedad y a la virtud. Para mejor unirse a Dios pidió ser admitido entre los Hermanos Menores Conventuales. Rechazado una primera vez porque era “bueno para nada”, intentó entre los Capuchinos con igual resultado. Preocupaba su poquedad intelectual y su extraña vida espiritual salpicada de éxtasis y fenómenos extraordinarios. Tanto insistió, que finalmente fue readmitido entre los Hermanos Menores Conventuales como hermano no clérigo. Pero pronto se hicieron evidentes en él los dones de gracia y profunda penetración de los misterios de Dios, y así, en pocos años se planteó el sacerdocio. Fray José quería ser sacerdote. Con gran insistencia convenció a los superiores para que lo admitieran en el seminario. Estudió con empeño durante años, pero al final, de la Sagrada Escritura sabía comentar sólo una frase. En el examen de diácono el obispo abrió el libro del Evangelio y leyó precisamente aquella frase, a la cual respondió con soltura, y fue promovido. Quedaba otro examen mucho más exigente, para el sacerdocio. Los compañeros que lo precedieron respondieron tan bien, que el obispo los promovió a todos en masa.
De sacerdote creció su devoción. Su vida cambió radicalmente: piedad, mortificaciones y penitencias, rigurosos y prolongados ayunos, obediencia ciega, leía en lo íntimo de los corazones. Su Misa era el encuentro de una importancia extraordinaria con el Señor. Entre la gente era inagotable su caridad y su consejo era buscado por muchos. Cultivó la pureza y la devoción a la Santísima Virgen. Por sus frecuentes éxtasis con el fenómenod e la levitación, fue llamado “el Santo de los vuelos”. Precisamente este don sobrenatural fue para él fuente de infinitos sufrimientos por parte de cohermanos y eclesiásticos: cambios de residencia, prohibiciones, sospechas. Citado por la Inquisición a Nápoles, sorprendió a los inquisidores del Santo Oficio por la firmeza de su fe y la seguridad de su doctrina, y delante de los mismos se repitieron sus éxtasis y sus vuelos. Se concluyó que no había ninguna clase de simulación, y se reconoció un signo claro de la intervención divina. Varias veces demostró su humildad y obediencia heroicas. El ministro general de la Orden, antes desconfiado, quedó conquistado por él. Cuando lo presentó al papa Urbano VIII, el Santo se sumió en un profundo éxtasis, lo cual impresionó grandemente a toda la corte pontificia. Pero para evitar fantismos populares, fue trasladado al Sacro Convento de Asís, donde permaneció 14 años, y se siguieron sucediendo los éxtasis y levitaciones. Después de un breve período de aislamiento en un convento de los capuchinos, por intervención de Alejandro VII fue enviado nuevamente entre sus cohermanos al convento de Osimo (Ancona), donde murió.
Se distinguió por una gran austeridad de vida e intenso espíritu de oración. Su vida está marcada por extraordinarios éxtasis. Por la exuberancia de los carismas celestiales, a menudo debió cambiar de convento para evitar los fanatismos populares, pero siempre brillaron en él la humildad y la obediencia incondicional.
A lo largo de toda su vida pasó de un lugar a otro: Roma, Asís, Fossombrone, Pietrarubbia... Cuando querían volverlo a trasladar a Asís, el Papa se opuso: “Para Asís basta San Francisco!”. Es llamado “el Santo de los vuelos”, porque con frecuencia se le vio elevado en éxtasis. Murió en Osimo en las Marcas el 18 de septiembre de 1663, a los 60 años de edad. Los estudiantes lo invocan como benévolo protector en los estudios y en los exámenes.
Septiembre 19: Beato Francisco de Santa Marta. Sacerdote y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1627). Beatificado el 7 de julio de 1867 por Pío IX.
Francisco de Santa Marta, mártir en el Japón, es nativo de Alvernajo, cerca de Toledo, España. Siendo joven fue admitido en la Orden de los Hermanos Menores, donde fue admirado por sus cohermanos a causa de sus virtudes y su inteligencia. El amor de Dios y de las almas lo movió a ofrecerse como misionero para dedicar su vida a la conversión de los infieles. En 1623 junto con el franciscano mejicano Bartolomé Laurel llegó al Japón, donde desarrolló una dinámica actividad apostólica. Tuvo la fortuna de encontrar un óptimo catequista a quien en la cárcel podría luego recibir en la Orden de los Hermanos Menores en calidad de hermano, y que luego también lo acompañaría en el martirio: el Beato Antonio de San Francisco.
Francisco de Santa Marta pudo realizar un inmenso trabajo con su valeroso catequista, siempre lleno de celo, de valor y de espléndidas iniciativas, asiduo en la asistencia a los enfermos. Con otros terciarios bien formados espiritualmente, tuvo la alegría de bautizar muchos paganos.
Un día en Nagasaki era huésped del terciario Gaspar Vaz junto con el Fray Bartolomé Laurel y algunos terciarios, cuando un grupo de guardias irrumpieron en la casa y arrestaron a los dos religiosos, seis terciarios, a Gaspar Vaz y María su mujer.
Mientras eran conducidos a la prisión encadenados, un joven japonés se enfrentó con valor al gobernador para reprocharle su crueldad y ofrecerse a morir con su maestro, fue recibido por éste en la Primera Orden y alcanzó da gracia del martirio: Fray Antonio de San Francisco.
El Beato Francisco, después de indecibles sufrimientos, sostenido e iluminado por la fe y la esperanza del cielo, fue quemado vivo el 16 de agosto de 1627 en Nagasaki, en la Santa Colina.
Septiembre 20: San Francisco María de Camporosso. Religioso de la Primera Orden (1804‑1866). Canonizado por Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
Francisco María nació en Camporosso, pequeño poblado del interior de Liguria, en la diócesis de Albenga, el 27 de diciembre de 1804 hijo de Anselmo Croce y María Antonia Gazzo. Pastor, agricultor, un día escuchó la invitación de un fraile e ingresó en el convento en Sestro Ponente, donde tomó el hábito de terciario. Pero no se sentía satisfecho y una voz interior no le daba tregua hasta que por fin tuvo la alegría de vestir el hábito religioso entre los Hermanos Menores Capuchinos. Hechos el noviciado y la profesión en el convento de San Bernabé, inmediatamente fue asignado al convento de la Santísima Concepción en Génova, donde permaneció hasta su muerte.
Destinado a los humildes oficios de ayudante de cocina y de enfermero, se hizo notar por una especial fidelidad a su deber y por una generosidad sin límites. Los superiores creyeron bien encomendarle el oficio de limosnero, que lo obligaba a recorrer todos los días las angostas calles de la ciudad, que transformó en un lugar de incesante coloquio con Dios. Su ejemplo pronto fue motivo de atracción irresistible porque sus palabras sencillas y espontáneas tenían el secreto para aliviar todos los dolores. Cuando la gente llegaba con problemas graves y difíciles, les decía: “Anda donde la Virgen y dile que te manda fray Francisco”.
Francisco María no olvidó su antiguo oficio de pastor. Sólo que desde este momento el rebaño por él guiado y atendido era el de los más miserables y desheredados pobladores de Génova y los potreros eran las calles que subían y bajaban en la Soberbia y sobre todo las “barriadas” de la ciudad vieja y del puerto. Allí el capuchino de Camporosso, limosnero del convento, se convirtió en el “Padre Santo”, como era comúnmente llamado por sus insólitos y a menudo poco recomendables “parroquianos” habitantes de los bajos fondos y frecuentadores de los ambientes más equívocos.
Sereno en todas partes, en la iglesia lo mismo que en las tabernas con olor a humo y vino, siempre igualmente afectuoso, con los cohermanos y con los muchachos, con los braceros del puerto y con los ex presidiarios, el padre santo en sus incesantes giros por la ciudad se esforzaba por realizar una doble tarea: la de pedir la limosna diaria y la otra, más importante y delicada, la de buscar y acercar a Dios a cuantos encontraba en su camino. Poco importaba que los encuentros fueran no raras veces violentos, con personas prontas a la cólera y a las injurias.
Estas dificultades ambientales no disminuían la transparente bondad del fraile capuchino a quien todos, tarde o temprano terminaban queriendo. En 1866 durante una epidemia se ofreció en sacrificio por la incolumidad de los demás.  Su plegaria fue: “Señor, tómame a mí y perdona a Génova”. El mal lo agotó en pocos días, mientras la epidemia disminuía en la ciudad. Murió a los 62 años de edad el 17 de septiembre de 1866.
Septiembre 21: Beata Delfina de Glandèves. Virgen de la Tercera Orden (1284‑1358). Concedió oficio y misa en su honor Inocencio XII el 24 de julio de 1694.
Delfina de Signe, nació hacia 1284 en Puy‑Michel en los montes del Luberón, Francia, de la noble familia Glandèves. Una encantadora figura de mujer, que pasa por el mundo llevando a todas partes la luz de su gracia, el perfume de la virtud, el calor de su afecto. No era una santidad ruidosa, que haya marcado la historia de su tiempo, sino una santidad delicadamente femenina que se difundió a su alrededor como linfa silenciosa y generosa para alimentar en el bien a cuantos estuvieron a su alrededor a lo largo de su vida.
Desde niña su presencia fue luz y consuelo para su familia. A los 12 años ya estaba prometida a un joven no inferior a ella por su gentileza, nobleza de sangre y belleza de alma. Elzeario, el novio, era hijo del Señor de Sabran y conde de Ariano en el reino de Nápoles. Desde el nacimiento su madre lo había ofrecido en espíritu a Dios y más tarde un austero tío lo había educado en un monasterio. Las bodas tuvieron lugar cuatro años más tarde. Fue un matrimonio “blanco”, porque los dos jóvenes esposos escogieron la castidad, un medio de perfección espiritual más alto y arduo. En el castillo de Ansouis, los dos nobles cónyuges vivieron no como castellanos sino como penitentes; no como señores feudales sino como ascetas dignos de los tiempos heroicos de la primitiva Iglesia.
Pasados al castillo de Puy‑Michel, entraron a la Tercera Orden Franciscana. Su vida interior se enriqueció con una nueva dimensión, la de la caridad, mediante la cual ellos, ricos por su condición, se hicieron humildes y pobres para socorrer a los pobres. Delfina y su esposo a más  de las penitencias, oraciones y mortificaciones, se dedicaron a todas las obras de misericordia, destacándose en todas.
Cuando Elzeario fue enviado a su ducado de Ariano como embajador en el reino de Nápoles, la actividad benéfica de los dos esposos continuó en un ambiente todavía más difícil. En medio de tumultos y rebeliones, los dos Santos fueron embajadores de concordia, de caridad, de oración. Continuaron sus buenas obras multiplicando sus propios esfuerzos y sacrificios hasta conquistarse la admiración del pueblo.
Elzeario murió poco después en París. Delfina en cambio le sobrevivió largo tiempo y honró la memoria de su esposo del mejor modo posible continuando las buenas obras e imitando sus virtudes. Tuvo la alegría de ver a su esposo colocado por la Iglesia en el número de los Santos. Ella, a los 74 años pudo reclinar su cabeza serena y feliz para el eterno descanso. Murió en Calfières, el 26 de noviembre de 1358.
Septiembre 22: Beatos Mártires Capuchinos Mártires de la Guerra civil española. Beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
B. Aurelio de Vinalesa (José Ample Alcaide) Sacerdote. Vinalesa, 3 febrero 1896. Hizo el noviciado en 1912. Ordenado sacerdote el 26 de marzo de 1921. Maestro de los Clérigos en Orihuela (Alicante). Antes de ser asesinado alentó a sus cohermanos a afrontar la muerte, les dio la absolución y los invitó a proclamar: Viva Cristo Rey!. Asesinado en Barranco de Carraixet, el 28 de agosto de 1936.
B. Ambrosio de Benaguasil (Luis Valls Matamales), Sacerdote. Benaguasil, 3 mayo 1870. Ingresó al noviciado en 1890. Ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1894. Muy modesto, su apostolado principalmente fue la predicación, la confesión, la dirección espiritual.  Devoto de la Sma. Virgen.  Sereno y valiente frente al martirio. Asesinado en la Carretera de Valencia a Barcelona, 24 agosto 1936.
B. Pedro de Benisa (Alejandro Mas Ginestar), sacerdote. Benisa, Alicante, 11 de diciembre  1876. Hizo el noviciado en 1893, ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1900. Su apostolado principal lo desempeñó entre los jóvenes y en la catequesis. Bondadoso y conciliador. “Si vienen por mí, ya estoy a punto”, había repetido a su hermana para expresar su aceptación del martirio. Asesinado en la Alberca de Denia, Alicante, 26 agosto 1936.
B. Joaquín de Albocácer (José Ferrer Adell), sacerdote. Albocácer (Castellón) 23 abril 1879. Hizo el noviciado en 1896. Ordenado sacerdote en 1903 trabajó en Colombia, donde fue Superior Regular. Luego en España fue director del Colegio seráfico. Después de haber puesto a salvo a sus seminaristas, se refugió en Rafelbuñol. Apresado el 30 de agosto de 1936, fue asesinado en la Carretera de Puebla Tornesa a Villafamés, Castellón, el 30 de agosto de 1936.
B. Modesto de Albocácer (Modesto García Martí), sacerdote (Albocácer, Castellón, 18 enero 1880. Hizo el noviciado en 1896. Ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903. Misionero en Colombia la mayor parte de su vida sacerdotal. Sus principales apostolados fueron la predicación, ejercicios espirituales, dirección espiritual. Religioso amable y cumplidor. Era guardián en Ollería y fue apresado en una finca de sus familia, a donde había buscado refugio. Aceptó el martirio con total entrega. Asesinado entre Albocácer y la finca de la Masá, cerca de ésta, el 13 de agosto 1936.
B. Germán de Carcagente (Jorge María Garrigues Hernández) sacerdote. Carcaixent, 12 febrero Noviciado, en 1911, Ordenado el 9 de febrero de 1919. Vicemaestro de novicios y profesor en una escuela primaria en Alcira. Ejerció su apostolado en el confesionario, la atención a los enfermos y la catequesis. Fervoroso y caritativo. Se refugió en la casa paterna, donde fue detenido el 9 de agosto de 1936, asesinado en la noche del mismo día en Carcaixent, junto al puente del Júcar.
B. Buenaventura de Puzol (Julio Esteve Flors), sacerdote.  Puzol, 9 de octubre 1897.  Hizo el noviciado en llería, en 1913. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Gregoriana, ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1921. Profesor de Filosofía y Derecho Canónico en el teologado de Orihuela. Predicador, conferencista, director espiritual. Pacífico, inteligente y listo, muy educado y correcto. Refugiado en la casa paterna, fue requerido para unas declaraciones y retenido el 24 de septiembre de 1936, y asesinado en el cementerio de Gilet, el 26 de septiembre 1936.
B. Santiago de Rafelbuñol (Santiago Mestre Iborra) sacerdote. Rafelbuñol (Valencia), 10 abril 1909. Ingresó al noviciado en 1924, en Ollería. Ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1932.  Doctorado en teología por la Universidad Gregoriana, vice-director del Colegio Seráfico de Massamagrell Sencillo, obediente, devoto de la Sma.Virgen. Bondadoso y vivaz. Ayudó a poner a salvo a los seminaristas y se refugió en su pueblo de Rafelbuñol, donde el comité local lo puso  a trabajar en obras públicas del pueblo. Detenidos sus compañeros de comunidad, intentó entregarse en lugar de ellos, y fue detenido el 26 de septiembre de 1936, y con ellos asesinado la noche entre el 28 y el 29, en el cementerio de Massamagrell, al grito de “Viva Cristo Rey”.
B. Enrique de Alzamora (Enrique García Beltrán), Diácono. Almazora, Castellón, 16 marzo 1913. Ingresó al noviciado en Ollería en 1928. Era diácono y se preparaba para la ordenación sacerdotal. Jovial y dócil. Piadoso, muy devoto de San José. Estudioso de la música. Refugiado en su casa paterna, se preparó serenamente para el martirio que aceptó generosamente. Fue asesinado en la Pedrera de Castellón, el 16 de agosto de 1936.
B. Fidel de Puzol (Mariano Climennt Sanchis), Hermano. Puzol, Valencia, 8 enero 1856. Prestado el servicio militar, ingresó como novicio capuchino en 1884.  Sirvió en Barcelona, Totana, Orihuela, Massamagrell y Valencia, como portero, cocinero, ayudante del Colegio seráfico. socio del P. Provincial. Tranquilo y apacible, siempre sonriente, hombre de oración.  Se refugió en Puzol, en casa de familiares, dada su avanzada edad, 82 años, y su escasa visión, no salía de casa, donde fue detenido el 27 de septiembre y asesinado en la carretera hacia Sagunto, Valencia, el 27 de septiembre de 1936.
B. Berardo de Lugar Nuevo de Fenollet (José Bleda Grau). Hermano. Lloch Nou de Fenollet, 23 de julio de 1867. Hizo el noviciado en 1900. Sirvió en Orihuela, Alicante, como limosnero y sastre, Era bondadoso, humilde, orante, caritativo y paciente. Se refugió entre sus familiares y casi ciego, fue apresado el 30 de agosto de 1936, y asesinado en Genovés, el 4 de septiembre de 1936.
B. Pacífico de Valencia (Pedro Salcedo Puchades), Hermano. Castellar, 24 de febrero 1874. Ingresó al noviciado en 1899. Fue limosnero en Massamagrell durante 37 años. Sencillo y tranquilo, humilde y cumplidor de sus compromisos religiosos. Se refugió en casa de un hermano suyo, donde fue detenido y asesinado en  Monteolivete, el 12 de octubre de 1936.
Hermanas Clarisas Capuchinas Mártires de la Guerra civil española:   Beatificadas el 11 de marzo de 2001.
Las 3 primeras, del Monasterio de Agullent, hermanas carnales. En su vida religiosa fueron sólidamente piadosas, plenamente integradas en su comunidad, sin distinciones especiales entre ellas y respecto a las demás. En 1931 al llegar la República, debieron permanecer en su casa dos meses. Regresaron al monasterio hasta la revolución de 1936, cuando nuevamente se refugiaron en su casa de Algemesí, hasta que fueron detenidas el 19 de octubre de 1936 junto con su anciana madre, B. María Teresa Ferragud Roig –83 años- y otra hija suya religiosa agustina, B. Josefa Massiá, estuvieron en prisión en el convento de Fons Salutis), y fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936, día de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Asesinadas en Cruz Cubierta de Alzira.
B. María Jesús (María Vicenta Massiá Ferragud), Algemesí, 12 enero 1882. Hizo el noviciado en 1900 y la profesión el 16 de enero de 1902.
B. María Verónica (María Joaquina Massiá Ferragud) Algemesí 15 junio 1884. Noviciado  en 1904, profesión solemne en 1907.
B. María Felicidad (María Felicidad Masiá Ferragud). Algemesí, 28 agosto 1890. Noviciado en 1910, profesión perpetua en 26 de abril de 1913.
B. Isabel Calduch Rovira, Alcalá de Chivert, Castellón, 9 de mayo 1882. Hizo el noviciado en 1900, y la profesión solemne el 30 de mayo de 1904. Pacífica y amable,  Fue maestra de novicias, y reelegida para otro trienio, que no desempeñó por la llegada de la revolución; entonces se refugió en su pueblo, en casa de un hermano suyo sacerdote. Detenida el 13 de abril de 1937, fue asesinada en Cuevas de Vinromá, Castellón,  el 14 de abril de 1937. Del Monasterio de Castellón de la Plana.
B. Milagros Ortells Gimeno, Valencia, 29 noviembre 1882. Ingresó al monasterio en 1902, en Valencia. Allí fue enfermera, refitolera, tornera, sacristana y Maestra de novicias. Caritativa, servicial, piadosa, sacrificada. Al estallar la revolución se refugió en casa de su hermana María, en Valencia, y luego en otra casa donde estaban otras religiosas de la Doctrina cristiana. Detenida el 20 de noviembre de 1936 y asesinada con otras 17 religiosas de la Doctrina Cristiana en Picadero de Paterna, el mismo 20 de noviembre 1936. Del Monasterio de Capuchinas de Calle Ruzafa, Valencia.
Septiembre 22: Beato Ignacio de Santhia’. Sacerdote de la Primera Orden (1686‑1770). Beatificado por Pablo VI el 17 de abril de 1968.
Nació en Santhia’, diócesis de Vercelli, Piamonte, el 5 de junio de 1686, hijo de Pier Paolo Belvisotti y María Isabel Balocco. En el bautismo le impusieron el nombre de Lorenzo Mauricio, que luego, al hacerse religioso, cambió por el de Ignacio.
Desde su niñez quedó huérfano de padre y fue educado cristianamente bajo la guía de un piadoso sacerdote. Pronto se distinguió por la integridad de costumbres, por su aprovechamiento en los estudios y por la predilección en el servicio litúrgico como seminarista de la colegiata.
Ordenado sacerdote fue nombrado canónigo de la iglesia colegiata de Santhia’. También le fue ofrecido el oficio de párroco, pero él, contra el parecer de sus parientes, que se prometían para él una brillante carrera eclesiástica, renunció. Poco después, anhelando mayor perfección, dijo adiós a todas las cosas terrenas venciendo toda clase de dificultades, ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde en 1717 emitió sus votos religiosos.
Durante 25 años fue confesor asiduo y muy buscado por personas de toda clase, pasaba muchas horas del día en la dirección espiritual y abría a los pecadores los caminos misteriosos de la bondad de Dios. Fue maestro de novicios en el convento del Monte de Turín, haciéndose modelo de todas las virtudes, supo dirigir a los jóvenes franciscanos hacia la perfección seráfica.
En 1743 estalló la guerra y él se distinguió ejemplarmente en la asistencia a los soldados hospitalizados, y en aquel período borrascoso supo ser consuelo y ayuda para cuantos recurrían a él. El resto de su vida lo pasó en la enseñanza del catecismo a los niños y a los adultos con una competencia, diligencia y aprovechamiento realmente singulares. Hizo cursos de ejercicios espirituales especialmente a religiosos, a quienes con la palabra y con el ejemplo supo llevar a la más alta espiritualidad cristiana y franciscana. De él nos quedan las “Meditaciones para un curso de ejercicios espirituales”, que fueron impresas en Roma por primera vez en 1912. A los 84 años, agotado por el intenso trabajo apostólico desempeñado con sencillez y humildad, deseaba retornar a Dios y el 22 de septiembre de 1770 su alma voló de la tierra al cielo.
Septiembre 22: Beatos Mártires Capuchinos Mártires de la Guerra civil española. Beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
B. Aurelio de Vinalesa (José Ample Alcaide) Sacerdote. Vinalesa, 3 febrero 1896. Hizo el noviciado en 1912. Ordenado sacerdote el 26 de marzo de 1921. Maestro de los Clérigos en Orihuela (Alicante). Antes de ser asesinado alentó a sus cohermanos a afrontar la muerte, les dio la absolución y los invitó a proclamar: Viva Cristo Rey!. Asesinado en Barranco de Carraixet, el 28 de agosto de 1936.
B. Ambrosio de Benaguasil (Luis Valls Matamales), Sacerdote. Benaguasil, 3 mayo 1870. Ingresó al noviciado en 1890. Ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1894. Muy modesto, su apostolado principalmente fue la predicación, la confesión, la dirección espiritual.  Devoto de la Sma. Virgen.  Sereno y valiente frente al martirio. Asesinado en la Carretera de Valencia a Barcelona, 24 agosto 1936.
B. Pedro de Benisa (Alejandro Mas Ginestar), sacerdote. Benisa, Alicante, 11 de diciembre  1876. Hizo el noviciado en 1893, ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1900. Su apostolado principal lo desempeñó entre los jóvenes y en la catequesis. Bondadoso y conciliador. “Si vienen por mí, ya estoy a punto”, había repetido a su hermana para expresar su aceptación del martirio. Asesinado en la Alberca de Denia, Alicante, 26 agosto 1936.
B. Joaquín de Albocácer (José Ferrer Adell), sacerdote. Albocácer (Castellón) 23 abril 1879. Hizo el noviciado en 1896. Ordenado sacerdote en 1903 trabajó en Colombia, donde fue Superior Regular. Luego en España fue director del Colegio seráfico. Después de haber puesto a salvo a sus seminaristas, se refugió en Rafelbuñol. Apresado el 30 de agosto de 1936, fue asesinado en la Carretera de Puebla Tornesa a Villafamés, Castellón, el 30 de agosto de 1936.
B. Modesto de Albocácer (Modesto García Martí), sacerdote (Albocácer, Castellón, 18 enero 1880. Hizo el noviciado en 1896. Ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903. Misionero en Colombia la mayor parte de su vida sacerdotal. Sus principales apostolados fueron la predicación, ejercicios espirituales, dirección espiritual. Religioso amable y cumplidor. Era guardián en Ollería y fue apresado en una finca de sus familia, a donde había buscado refugio. Aceptó el martirio con total entrega. Asesinado entre Albocácer y la finca de la Masá, cerca de ésta, el 13 de agosto 1936.
B. Germán de Carcagente (Jorge María Garrigues Hernández) sacerdote. Carcaixent, 12 febrero Noviciado, en 1911, Ordenado el 9 de febrero de 1919. Vicemaestro de novicios y profesor en una escuela primaria en Alcira. Ejerció su apostolado en el confesionario, la atención a los enfermos y la catequesis. Fervoroso y caritativo. Se refugió en la casa paterna, donde fue detenido el 9 de agosto de 1936, asesinado en la noche del mismo día en Carcaixent, junto al puente del Júcar.
B. Buenaventura de Puzol (Julio Esteve Flors), sacerdote.  Puzol, 9 de octubre 1897.  Hizo el noviciado en llería, en 1913. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Gregoriana, ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1921. Profesor de Filosofía y Derecho Canónico en el teologado de Orihuela. Predicador, conferencista, director espiritual. Pacífico, inteligente y listo, muy educado y correcto. Refugiado en la casa paterna, fue requerido para unas declaraciones y retenido el 24 de septiembre de 1936, y asesinado en el cementerio de Gilet, el 26 de septiembre 1936.
B. Santiago de Rafelbuñol (Santiago Mestre Iborra) sacerdote. Rafelbuñol (Valencia), 10 abril 1909. Ingresó al noviciado en 1924, en Ollería. Ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1932.  Doctorado en teología por la Universidad Gregoriana, vice-director del Colegio Seráfico de Massamagrell Sencillo, obediente, devoto de la Sma.Virgen. Bondadoso y vivaz. Ayudó a poner a salvo a los seminaristas y se refugió en su pueblo de Rafelbuñol, donde el comité local lo puso  a trabajar en obras públicas del pueblo. Detenidos sus compañeros de comunidad, intentó entregarse en lugar de ellos, y fue detenido el 26 de septiembre de 1936, y con ellos asesinado la noche entre el 28 y el 29, en el cementerio de Massamagrell, al grito de “Viva Cristo Rey”.
B. Enrique de Alzamora (Enrique García Beltrán), Diácono. Almazora, Castellón, 16 marzo 1913. Ingresó al noviciado en Ollería en 1928. Era diácono y se preparaba para la ordenación sacerdotal. Jovial y dócil. Piadoso, muy devoto de San José. Estudioso de la música. Refugiado en su casa paterna, se preparó serenamente para el martirio que aceptó generosamente. Fue asesinado en la Pedrera de Castellón, el 16 de agosto de 1936.
B. Fidel de Puzol (Mariano Climennt Sanchis), Hermano. Puzol, Valencia, 8 enero 1856. Prestado el servicio militar, ingresó como novicio capuchino en 1884.  Sirvió en Barcelona, Totana, Orihuela, Massamagrell y Valencia, como portero, cocinero, ayudante del Colegio seráfico. socio del P. Provincial. Tranquilo y apacible, siempre sonriente, hombre de oración.  Se refugió en Puzol, en casa de familiares, dada su avanzada edad, 82 años, y su escasa visión, no salía de casa, donde fue detenido el 27 de septiembre y asesinado en la carretera hacia Sagunto, Valencia, el 27 de septiembre de 1936.
B. Berardo de Lugar Nuevo de Fenollet (José Bleda Grau). Hermano. Lloch Nou de Fenollet, 23 de julio de 1867. Hizo el noviciado en 1900. Sirvió en Orihuela, Alicante, como limosnero y sastre, Era bondadoso, humilde, orante, caritativo y paciente. Se refugió entre sus familiares y casi ciego, fue apresado el 30 de agosto de 1936, y asesinado en Genovés, el 4 de septiembre de 1936.
B. Pacífico de Valencia (Pedro Salcedo Puchades), Hermano. Castellar, 24 de febrero 1874. Ingresó al noviciado en 1899. Fue limosnero en Massamagrell durante 37 años. Sencillo y tranquilo, humilde y cumplidor de sus compromisos religiosos. Se refugió en casa de un hermano suyo, donde fue detenido y asesinado en  Monteolivete, el 12 de octubre de 1936.
Hermanas Clarisas Capuchinas Mártires de la Guerra civil española:   Beatificadas el 11 de marzo de 2001.
Las 3 primeras, del Monasterio de Agullent, hermanas carnales. En su vida religiosa fueron sólidamente piadosas, plenamente integradas en su comunidad, sin distinciones especiales entre ellas y respecto a las demás. En 1931 al llegar la República, debieron permanecer en su casa dos meses. Regresaron al monasterio hasta la revolución de 1936, cuando nuevamente se refugiaron en su casa de Algemesí, hasta que fueron detenidas el 19 de octubre de 1936 junto con su anciana madre, B. María Teresa Ferragud Roig –83 años- y otra hija suya religiosa agustina, B. Josefa Massiá, estuvieron en prisión en el convento de Fons Salutis), y fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936, día de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Asesinadas en Cruz Cubierta de Alzira.
B. María Jesús (María Vicenta Massiá Ferragud), Algemesí, 12 enero 1882. Hizo el noviciado en 1900 y la profesión el 16 de enero de 1902.
B. María Verónica (María Joaquina Massiá Ferragud) Algemesí 15 junio 1884. Noviciado  en 1904, profesión solemne en 1907.
B. María Felicidad (María Felicidad Masiá Ferragud). Algemesí, 28 agosto 1890. Noviciado en 1910, profesión perpetua en 26 de abril de 1913.
B. Isabel Calduch Rovira, Alcalá de Chivert, Castellón, 9 de mayo 1882. Hizo el noviciado en 1900, y la profesión solemne el 30 de mayo de 1904. Pacífica y amable,  Fue maestra de novicias, y reelegida para otro trienio, que no desempeñó por la llegada de la revolución; entonces se refugió en su pueblo, en casa de un hermano suyo sacerdote. Detenida el 13 de abril de 1937, fue asesinada en Cuevas de Vinromá, Castellón,  el 14 de abril de 1937. Del Monasterio de Castellón de la Plana.
B. Milagros Ortells Gimeno, Valencia, 29 noviembre 1882. Ingresó al monasterio en 1902, en Valencia. Allí fue enfermera, refitolera, tornera, sacristana y Maestra de novicias. Caritativa, servicial, piadosa, sacrificada. Al estallar la revolución se refugió en casa de su hermana María, en Valencia, y luego en otra casa donde estaban otras religiosas de la Doctrina cristiana. Detenida el 20 de noviembre de 1936 y asesinada con otras 17 religiosas de la Doctrina Cristiana en Picadero de Paterna, el mismo 20 de noviembre 1936. Del Monasterio de Capuchinas de Calle Ruzafa, Valencia.
Septiembre 23: Beato Pío de Pietralcina. Sacerdote de la Primera Orden (1887‑1968). Beatificado por Juan Pablo II en 1999.
El Padre Pío nació en Pietralcina, pequeña localidad de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887, hijo de Gracio y María Josefa Forgione. En el bautismo recibió el nombre de Francisco. Desde los primeros años sintió fuertemente la vocación de consagrarse al Señor y fue favorecido por Dios con celestes visiones. A los cuatro años, en la iglesia de Santa Ana, se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, que lo invitó a acercarse al altar. El 6 de enero de 1903 entró como clérigo en el noviciado del convento de los Hermanos Menores Capuchinos de Morcone (Benevento) y se distinguió por el espíritu de mortificación y amor a la Pasión de Jesús, en la cual meditaba asiduamente, derramando copiosas lágrimas. Ordenado sacerdote en la catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910, ejerció los primeros años de sacerdocio en su pueblo natal, donde permaneció hasta 1916 por motivos de salud. El 17 de febrero del mismo año regresó entre sus cohermanos del convento de Santa Ana en Foggia.
El 28 de julio de 1916 subió por primera vez al Gargano, al convento santuario de Santa María de las Gracias en San Giovanni Rotondo, donde, salvo pocas y breves interrupciones, debidas sobre todo al servicio militar, al cual fue llamado, permaneció hasta su muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1968. Fue favorecido por el Señor con carismas especiales: éxtasis, aromas, bilocación, introspección, transverberación del corazón, etc. El más insigne de ellos fue el de los estigmas, que recibió de un misterioso “personaje” en la mañana del viernes 20 de septiembre de 1918, mientras oraba ante el Crucifijo del coro en la vieja iglesita de Santa María de las Gracias. Llevó los estigmas por medio siglo, hasta su muerte, cuando desaparecieron misteriosamente sin dejar ninguna cicatriz. El Padre Pío es el primer sacerdote estigmatizado. Durante su vida atendió únicamente al desempeño de su ministerio sacerdotal, entregado a la oración, la celebración de la santa Misa, la administración de los sacramentos, la dirección espiritual, especialmente con la confesión y la correspondencia epistolar.
Inflamado en el amor a Dios y las almas, fundó dos grandes obras: una espiritual, los “Grupos de Oración”, la otra material: “La Casa Sollievo della Sofferenza” (alivio del sufrimiento), un moderno hospital que funciona sobre todo a favor de los pobladores del Gargano.
Innumerables gracias y milagros se atribuyen a su intercesión. Su fama de santidad se difundió en todo el mundo. Juan Pablo II el 1 de octubre de 1983, hablando a más de veinte mil miembros de los “Grupos de Oración” del Padre Pío dijo: “La presencia de ustedes y su compromiso cristiano están indisolublemente ligados a la personalidad y a la obra del Padre Pío de Pietralcina, el humilde fraile capuchino que por casi cincuenta años en el convento de San Govanni Rotondo vivió y realizó su consagración religiosa a Dios, casi exclusivamente en la continua, prolongada y fervorosa oración y en el ministerio de la reconciliación, guiando y dirigiendo a millares de fieles que buscaban el auténtico camino de la perfección y de la santidad cristiana.
El Padre Pío murió en septiembre de 1968, pero la fecundidad misteriosa de su larga vida sacerdotal y de religioso, hijo de San Francisco, continúa actuando todavía, podremos decir, en un visible crescendo, en especial con dos obras que son típicamente “suyas”, por haber nacido de su gran corazón, abierto al amor de Dios y de los hermanos: los “Grupos de Oración” y la “Casa Sollievo della Sofferenza”, universalmente conocida por sus méritos aun en el campo humanitario y social.
Septiembre 24: San Pacífico de San Severino. Sacerdote de la Primera Orden (1653‑1721). Canonizado por Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839.
Pacífico  (Bautizado como Carlos Antonio), nació en San Severino, Marcas, el 1 de marzo de 1653, hijo de Antonio María Divini y María Angela Bruni, último de 13 hijos. Después de la muerte de sus padres, fue acogido por el tío materno Luzizo Bruni, prior de la catedral de San Severino Marcas, culto y buen sacerdote pero muy austero. A los 17 años abrazó la vida religiosa entre los Hermanos Menores y el 28 de diciembre de 1671 fue admitido a la profesión religiosa, estudió luego filosofía y teología y el 4 de junio de 1678 fue ordenado sacerdote en Fossombrone.
En el convento del Crucifijo de Treia trabajó intensamente para prepararse al apostolado y a la enseñanza. El 25 de septiembre de 1681 fue nombrado predicador y lector. Por tres años enseñó filosofía y ejerció la predicación.
Durante 10 años recorrió muchas veces los caminos de las verdes Marcas, repetidamente anduvo por pueblos y ciudades; predicó en las iglesias, en las plazas, en los santuarios, incansable difusor de la verdad. Su palabra sacudió a los fieles; su celo conmovió a los tibios; su humildad mortificó a los soberbios. Se recordó mucho tiempo en las Marcas la predicación elevada y persuasiva del fraile franciscano, inclusive cuando las fatigas de su vida de predicador volante lo forzaron a retirarse inmóvil al convento de Forano, enfermo de las rodillas. No tenía sino 45 años y vivió hasta los 68, siempre más enfermo y siempre más severo consigo mismo, afligido por la incomprensión, y herido por la calumnia. Ante las injustas acusaciones, Pacífico no se defendió. Conservó en silencio aquella paz del alma laboriosamente conquistada con una vida de trabajo y sufrimiento.
Su salud cada vez empeoraba más. A la llaga de su pierna derecha, se añadieron la sordera y la ceguera progresiva, tanto que en los últimos años de su vida se le hizo imposible celebrar la Misa, escuchar las confesiones de los fieles y participar en la vida de la comunidad. Alejandro Calvi, obispo de San Severino el 11 de junio de 1721 fue a visitarlo y en aquella ocasión con estupor oyó que lo apostrofaba: “Excelencia, al Paraíso, al Paraíso, usted va primero y yo lo seguiré un poco después”. Esa misma tarde cayó enfermo el obispo y murió el 25 de julio. Poco más tarde lo seguiría Pacífico, a la edad de 68 años, el 24 de septiembre de 1721.


Septiembre 25: Beata Lucía de Caltagirone. Virgen religiosa de la Tercera Orden Regular (1360‑1400). León X concedió oficio y misa en su honor el 4 de junio de 1514.
Lucía nació en Caltagirone, Sicilia, hacia el año 1360. Sus padres la educaron en la piedad y ella supo maravillosamente corresponder a sus esperanzas. Ellos eran devotos de San Nicolás de Bari y experimentaron varias veces su protección. Un día en que Lucía se subió a una higuera para recoger frutas fue sorprendida por un furioso temporal con granizo y rayos. Un rayo cayó sobre el árbol donde estaba Lucía, la cual se precipitó a tierra medio muerta. En su mente vio perfilarse la figura de un santo anciano, San Nicolás de Bari, quien la tomaba de una mano y la entregaba de nuevo a la familia.
Hacia los 13 años abandonó su pueblo natal en Sicilia para seguir a una piadosa terciaria franciscana de Salerno. Al poco tiempo se le murió esta guía espiritual y Lucía entró en un convento salernitano de Hermanas que seguían la regla franciscana. Allí se distinguió por la fiel práctica de sus deberes y en especial por el amor a la penitencia, a la cual se había comprometido para expiar los pecados de la humanidad, y sobre todo por una más íntima participación en los dolores de Cristo. Por algún tiempo ejerció el oficio de maestra de novicias. La fama de su virtud se difundió. Muchos recurrían a ella para pedirle oraciones y consejo. Dedicaba mucho tiempo a la oración, a la meditación y a la contemplación de las cosas del cielo. A menudo flagelaba su cuerpo virginal; la desnuda tierra le servía de lecho; un poco de pan y agua eran su sustento diario. Los nobles acudían a ella, y ella consolaba a los afligidos, llamaba a penitencia a los pecadores, edificaba a los piadosos. Dios confirmó con prodigios su santidad.
Había llegado a los cuarenta años y ya estaba lista para el cielo. Su vida austera, los prolongados y dolorosos sufrimientos minaron su salud. A la invitación del esposo celestial, su alma gozosa voló al Paraíso para unirse al coro de las Vírgenes a las cuales ha sido dado seguir al Cordero divino. Lucía, terciaria regular, murió en Salerno el año 1400. Después de su muerte obró diversos prodigios. El culto y la veneración hacia ella siempre fue extendiéndose en el pueblo salernitano y en las regiones vecinas hasta que el Sumo Pontífice León X el 4 de junio de 1514 concedió en su honor el oficio y la misa.
Septiembre 26: San Elzeario de Sabran. Penitente de la Tercera Orden (1285‑1323). Canonizado por Urbano V el 5 de abril de 1369.
Elzeario nació en el castillo de Ansouis, pequeño poblado de la Provenza (Francia) hacia 1285. Su padre Ermangao de Sabran era conde de Ariano, en el reino de Nápoles. Su madre Lauduna d’Albe de Roquemartine era una mujer de gran piedad y caridad para con los pobres. Elzeario era el primogénito, la madre, después del bautismo lo ofreció al Señor diciendo que estaba dispuesta a entregárselo antes que su alma fuera manchada en su vida por el pecado mortal. El voto heroico de la madre fue escuchado. Tuvo óptima educación al lado de su tío Guillermo de Sabran, abad del renombrado monasterio benedictino de San Víctor. Todavía muy joven, por voluntad de Carlos de Anjou, se desposó en 1299 con Delfina de Signe. Elzeario, muy inclinado a la piedad, y Delfina, que no quería el matrimonio, de común acuerdo resolvieron guardad castidad aún después de las nupcias, y cumplieron su acuerdo.
Elzeario, a la muerte de su padre, habiendo heredado con los otros títulos nobiliarios también el de Conde de Ariano, fue a Italia para tomar posesión del condado, bajo la directa dependencia del rey. En aquella ocasión brillaron las virtudes de Elzeario. Por su ardiente caridad y el sentido de moderación en las contrariedades, logró conquistarse el amor del pueblo. Sus dotes lo hicieron apreciado y querido para el rey de Nápoles. En 1312, cuando Roma era asediada por el ejército del emperador Enrique VII de Luxemburgo, Roberto de Anjou encomendó al conde de Ariano el mando de sus soldados que acudían en ayuda del Papa. Elzeario aceptó la gravosa tarea con tal empeño que forzó a los imperiales a abandonar a Roma.
Después de cuatro años de permanencia en Italia, Elzeario regresó a Provenza. Este regreso fue motivo de gran alegría para Delfina, y para todas las poblaciones de la región. En este tiempo los dos esposos recibieron el hábito de la Tercera Orden de San Francisco de manos del Padre Juan Julián de Riez. Se obligaron a perseverar en la virginidad, es más, hicieron voto de perpetua castidad. Cada día rezaban el oficio de los terciarios y multiplicaban las obras de caridad y de penitencia. Su hábito franciscano consistía en una túnica de paño gris que bajaba hasta las rodillas, ceñida con el cordón. Se preocupó de que en sus territorios floreciera la vida cristiana, se mantuvieran las buenas costumbres, se administrara la justicia, se defendiera a los pobres contra la opresión de los ricos.
Estando en París, en misión encomendada por el rey de Nápoles, enfermó gravemente y en poco tiempo murió. El 27 de septiembre de 1323 fue el último día de su vida. Quiso tener a su lado al famoso padre teólogo Francisco Mairone con quien hizo la confesión general y de quien recibió el Viático. Luego serenamente su alma voló hacia su creador. Fue canonizado por Urbano V el 15 de abril de 1369. En su canonización estaba presente su esposa Delfina. En Ariano Irpino (Avellino) es venerado como copatrono de la ciudad.
Septiembre 27: Beato Domingo de San Francisco. Religioso y mártir en el Japón, de la Primera Orden († 1628). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Domingo de San Francisco, mártir japonés, nacido en Nagasaki, fue catequista y ayudante de Fray Antonio de San Buenaventura, que lo bautizó pocos días después de su llegada a Manila. Más tarde lo admitió a la Tercera Orden y lo escogió como compañero de ministerio.
Desde entonces durante 10 años, Domingo no abandonó más a su querido bienhechor sino que lo acompañó por todas partes, en medio de los peligros debido a la furia de la persecución. Se encontraba en su casa, al lado de su madre, viuda convertida por Antonio, cuando el 21 de enero de 1627 supo que el misionero había sido arrestado. Alegre con al noticia, al día siguiente, con sus mejores vestidos como si fuera para una fiesta, corrió derecho a los jueces pidiendo ser arrestado también él como hermano y siervo del misionero. Efectivamente pudo así volver a abrazarlo en la prisión de Omura. Con él había trabajado en el campo del Señor, con él deseaba asociarse al triunfo eterno.
Durante la prisión Domingo hizo al Padre Antonio una insistente petición. Hacía muchos años deseaba tomar el hábito de San Francisco, pero nunca había sido posible, ahora, pues, pedía humildemente hacer parte de la Primera Orden Franciscana. En la oscura prisión se celebró el rito de la vestición religiosa y fue admitido entre los religiosos hermanos con el nombre de Fray Domingo de San Francisco. Fray Antonio lo aceptó gustoso, hizo en la prisión el año de noviciado y la profesión de los votos de pobreza, obediencia y castidad. Esta breve vida franciscana concluiría en Nagasaki el 8 de septiembre de 1628 cuando maestro y discípulo subieron juntos a la Santa Colina de los mártires, fueron atados al poste, fue encendida la hoguera, y cantando alabanzas al Señor, volaron sus almas redimidas con la corona del martirio hacia la gloria del Paraíso
Septiembre 28: Beato Bernardino de Feltre. Sacerdote de la Primera Orden (1439‑1494). Aprobó su culto Inocencio X el 13 de abril de 1654.
Bernardino nació en Feltre en 1439, hijo primogénito de Donato Tomitano y de Corona Rambaldoni, prima del célebre educador Vittorino de Feltre, bautizado con el nombre de Martín. De ingenio precoz, ávido de lecturas, hizo rápidos progresos en los estudios humanísticos, tanto que a los 11 años leía y hablaba el latín con facilidad. Estudiante de derecho en Padua era admirado por todos a causa de la seriedad de su conducta y su inteligencia. El 14 de mayo de 1456 a los 17 años, ingresó a la Orden de los Hermanos Menores en Padua, en el conventito de Santa Úrsula. Terminado el curso de teología en Venecia fue ordenado sacerdote en 1463. Desde 1469 hasta su muerte no cesó de predicar y recorrió la Italia centro‑septentrional muchas veces a pie descalzo en medio de grandes dificultades.
En una sociedad mercantil, en la cual muchos, a menudo con pocos escrúpulos, gozaban de riquezas y privilegios, una gran masa de abandonados vivía en la penuria, agravada por la gran plaga social llamada usura. los pobres no solamente eran explotados, sino que además eran despojados de sus magras ganancias por aquellos que, poseyendo capitales, prestaban con intereses exagerados. San Bernardino de Siena había entendido bien cómo la “caridad cristiana” se había vuelto “caridad inhumana”.
Por esto la usura fue el blanco de Fray Bernardino de Feltre: un blanco preciso contra el cual lanzó todas sus evangélicas y apostólicas flechas, suscitando primero el resentimiento, después inclusive el odio de aquellos que se sentían directamente aludidos. Por esto fue amenazado, atacado, y hubiera caído mártir de los usureros si muchas veces no hubieran llegado en su ayuda los hombres de armas enviados por las autoridades comunales. También él, como San Bernardino de Siena, era de baja estatura y débil constitución. Se firmaba con el adjetivo de “Piccolino”, pero cuando predicaba parecía un volcán. Se tiene cuenta de 23 cuaresmas predicadas, con sermones diarios. A sus prédicas acudían innumerables oyentes.
Pero no bastaba predicar, no era suficiente amonestar, había que ayudar a los pobres contra los explotadores. Fue así como el Beato Bernardino de Feltre propugnó los “Montes de Piedad”, una especie de organización bancaria para los pobres, para que no siguieran siendo estrangulados por los usureros, sino que se les prestara dinero contra una modesta prenda, con bajísimo interés. No era gran cosa, pero era importante como inicio de una ofensiva contra la usura, plaga dominante del tiempo. Los Montes de Piedad se difundieron rápidamente y si no extirparon la usura, por lo menos dieron un poco de alivio a los más marginados.
Fray Bernardino predicó 23 cuaresmas en las principales ciudades de Italia y muchísimas otras predicaciones en centros menores. Sus predicaciones atraían oyentes sin número y se lo peleaban las ciudades más ilustres recurriendo inclusive al Papa para tenerlo. Era predicador vivaz, que dialogaba con el pueblo, lanzaba chistes, ridiculizaba las costumbres de las mujeres, las injusticias de los abogados, las usuras de los explotadores, exhortaba a la práctica de los sacramentos y a la devoción a la Santísima Virgen. Bernardino se encontró sereno con la muerte en Pavía a los 55 años de edad el 28 de septiembre de 1494.
Septiembre 28: Beatas Protomártires Hermanas Terciarias Capuchinas: Beatificación: marzo 11 de 2001. Su fiesta: septiembre 22.
Beata Rosario de Soano (Petra María Victoria Quintana Argos) (1866-1936). RTC. Beatificación marzo 11.2001.  Nació el 13 de mayo de 1866, en Soano (Santander), hija de Antonio Quintana y Luisa Argos, de familia piadosa, creció ayudando a la familia en los trabajos del hogar y del campo. A los 14 años murió su madre y ella hubo de hacerse cargo de la casa, educar a sus hermanos y hermanas menores y ayudar a su padre. Se hizo terciaria franciscana y frecuentaba el convento capuchino de Montehano, donde, escuchando un sermón del P. Luis Amigó, decidió hacerse religiosa. El 8 de mayo de 1889, venciendo la oposición de su familia, ingresó en la Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en el Santuario de Montiel (España). Hizo su primera profesión en 1891. Adquirió los conocimientos que no había podido adquirir en su pueblo. Fue maestra de novicias, consejera y de 1914 a 1926, Superiora General.  Jovial, afable, de fácil relación, austera en su vida, muy sensible a las necesidades de los pobres, a quienes acogía y servía siempre con simplicidad y humildad. Se preocupó grandemente por la formación y el progreso espiritual de las religiosas. Como Vicaria general acompañó a las hermanas durante la guerra civil española, les buscó refugio y las animó a la perseverancia. Se distinguió en la práctica de la caridad, la fidelidad a Dios y al prójimo y su profunda devoción a la Eucaristía. Su último gesto fue un testimonio de fe: quitándose el anillo, signo de alianza perpetua con el Señor, lo entregó a su verdugo y le dijo: “Tómalo en señal de mi perdón”.
Beata Serafina de Ochovi (Manuela Justa Fernández Ibero) (1872-1936). Nacida el 6 de agosto de 1872 en Ochovi, Navarra, España, hija de Hilarión Fernández y Juana Francisca Ibero. De familia numerosa, profundamente cristiana y sencilla, pobre y trabajadora. Tuvo otros dos hermanos Capuchinos y dos Terciarias Capuchinas.  A los 15 años ingresó en la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas recién fundada por el P. Luis Amigó. Hizo su profesión temporal el 14 de mayo de 1891. Trabajó en la educación de las niñas huérfanas, en la recolección de limosnas para el  sostenimiento de las mismas, y los trabajos domésticos, fue superiora local y por treintaiséis años consejera general. Ejemplar en su consagración, paciente, comprensiva, humilde, amante de los pobres, siempre disponible para el servicio, justa, firme y sincera, muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando estalló la guerra civil vivía en Masamagrell. Organizó refugio seguro para las postulantes y novicias y luego, apresada con Sor Rosario, con ella sufrió el martirio.
Beata Francisca Javier de Rafelbuñol (María Fenollosa Alcaina) (1901-1936). Nació en Rafelbuñol, Valencia, España, el 24 de mayo de 1901, hija de José Fenollosa y María Rosa Alcaina, campesinos terciarios franciscanos. Eran 10 hijos, familia cristiana, piadosa. Devota de la Sma. Virgen, perteneció a la Asociación de las Hijas de María, a diario rezaba el Rosario y leía el Evangelio, en medio de sus ocupaciones domésticas. Para hacerse religiosa debió vencer la oposición de su madre, que la consideraba su brazo derecho en el hogar. Ingresó en la Congregación de Hermanas Terciarias Capcuhinas en 1921, profesó el 11 de mayo de 1924. Enseñaba música a las niñas de la casa-familia y al mismo tiempo era maestra de novicias. Afable, simpática, alegre y devota. Se distinguía por su prudencia, ecuanimidad, simplicidad y humildad. Respetuosa de todos y de iniciativa. Cuidadosa en el cumplimiento de sus deberes, dada a la oración silenciosa, devota de la Eucaristía y de la Sma. Virgen. Aprovechaba las vacaciones en familia para hacer algún apostolado entre los jóvenes.
Al estallar la guerra civil española el 18 de julio de 1936, las hermanas fueron obligadas a abandonar el convento y refugiarse en casas particulares. Sor Francisca, consciente del peligro manifestó a su madre el miedo a la muerte, y su misma madre la animó a ser fiel a Cristo, que seguramente le daría la fuerza para enfrentar lo que se presentara. Detenidas el 21 de agosto de 1936, fueron sometidas a trabajos forzados, malos tratos y vejaciones. Al día siguiente fueron fusiladas las hermanas Rosario y Serafina en la carretera de Puzol (Valencia). Sor Rosario le entregó al asesino el anillo de su profesión diciéndole: “Tómalo, te lo doy como señal de mi perdón”. Luego éste, impresionado, decía: “Matamos a una santa! Matamos a una santa!”.  Sor Francisca Javier, después de haber sido sometida a humillaciones y sufrimientos, detenida con su hermano José el 27 de septiembre,fue fusilada al día siguiente en el Cementerio de Gillet (Valencia). Antes de morir, dijo a sus asesinos: “Que Dios les perdone, como les perdono yo”. Y murió aclamando:  “Viva Cristo Rey!”. De esta manera la Congregación ofrecía a Dios sus primicias y recibía el bautismo de sangre.
Carmen García Moyon (1888-1936), nacida en Nantes (Francia) el 13 de septiembre de 1888. A principios de siglo se instala junto con su familia en Segorbe, Castellón. Ingresa en la Congregación de Terciarias Capuchinas el 11 de enero de 1918, pero concluidos sus votos se retira. En 1926 se encuentra en Torrent, donde da catequesis, arregla los ornamentos sagrados, hace el aseo de la iglesia, puso un taller de costura en su casa para enseñar a las jóvenes a coser, zurcir y bordar.   Catequista, cooperadora parroquial y trabajadora social. Fue asesinada a causa de sus convicciones religiosas el 30 de enero de 1937 en Barranc de les Canyes, camino de Monserrat. “Viva Cristo Rey”, fueron sus últimas palabras.

Septiembre 29: San Juan de Dukla. Sacerdote de la Primera Orden (1414‑1484). Canonizado por Juan Pablo II, el 10 de junio de 1997.
Juan nació en Dukla cerca de los montes Cárpatos en Polonia hacia 1414. De joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado sacerdote se distinguió por su celo y prudencia, tanto que mereció ser colocado en puestos de responsabilidad. Fue varias veces guardián y superior en Krosno y luego en Leópoli, donde también fue custodio de todos los conventos de aquella provincia, particularmente importante dada la vecindad con los territorios ortodoxos y dado el carácter misionero de estos conventos.
En aquellos tiempos los franciscanos polacos estaban unidos con los checos en una sola provincia. Por su inclinación a la vida contemplativa obtuvo de los superiores el permiso de vivir en conventos donde se observaba con mayor rigidez la regla franciscana. En el nuevo ambiente fue pronto uno de los más celosos religiosos, distinguiéndose en la vida de perfección, en el cuidado de las almas y en el trabajo misionero. Sectores especiales de su actividad fueron hasta el fin de su vida el confesionario y el púlpito. Al quedar ciego no pudiendo ya preparar las predicaciones, se servía de un novicio que le leía algunos textos sagrados sobre los cuales se preparaba. Soportó la ceguera y otros males que lo afligían sin lamentarse nunca y mostrando a todos una serenidad franciscana.
Fue fervoroso cumplidor de la regla profesada. Amaba y veneraba el pequeño código franciscano como si fuera el evangelio, lo leía frecuentemente, lo meditaba de continuo, para profundizar siempre más en el espíritu del Seráfico Patriarca. Cuando quedó ciego ya no podía leer la regla franciscana, se la hacía leer de algún novicio. Era llamado por sus cohermanos “Heraldo de la paz y de la unión fraterna”. Aborrecía a los murmuradores y sembradores de cizaña, los amonestaba y corregía. Su vida religiosa estuvo tejida de oración, penitencia y ardiente apostolado.
Había llegado a los 70 años cuando Dios lo quiso premiar con la gloria del cielo. Al sentir vecina la hora de la muerte recibió con edificante piedad los últimos sacramentos mientras los cohermanos lo rodeaban y lo asistían recitando salmos penitenciales, expiró plácidamente, el 29 de septiembre de 1484. En Leópoli su muerte fue llorada por toda la ciudad, los milagros y gracias obtenidas por su intercesión hicieron que se le tributara un culto siempre creciente, que el Papa Clemente XII aprobó el 21 de enero de 1733. En 1739 el mismo papa lo proclamó protector de Polonia y Lituania.
Septiembre 30: Beata Feliza Meda de Milán. Virgen religiosa de la Segunda Orden (1378‑1444). Aprobó su culto Pío VII el 2 de mayo de 1807.
Feliza Meda nació de la familia Meda en Milán en 1378. Fue santamente educada por sus padres. Desde niña mostró un ánimo viril e inclinado a la espiritualidad. Quedó huérfana junto con un hermano y una hermana a los cuales quería mucho. Cuando ella sintió la vocación al estado religioso, aconsejó también a su hermano y a su hermana a hacer lo mismo. Distribuyeron a los pobres parte de su herencia familiar y todos tres se consagraron al servicio de Dios. Su hermano se hizo Fraile Menor, mientras Feliza y su hermana entraron entre las Clarisas en el monasterio de Santa Ursula de Milán (1400).
El mejor testimonio de la santa vida de la Beata Feliza lo tenemos por el Ministro general de los Hermanos Menores, padre Guillermo de Casale, el cual en 1439, destinándola como abadesa en Pésaro por sugerencia de San Bernardino de Siena, hacía un preciso retrato de ella: “Me he informado plenamente por testigos dignos de fe, de tu laudable vida, de tu honestidad, celo, prudencia, vigilancia, ejemplaridad; en los ejercicios claustrales eres infatigable, en las obras espirituales incansable, en las oraciones, eficaz, en el proveer, diligente, moderada en las correcciones, atemperada en los mandatos, excelente en la comprensión, rigurosa en el silencio, prudente en el hablar, diestra en el conciliar y dotada por el Altísimo de muchas prerrogativas y de singulares carismas en todas las cosas que miran al buen gobierno. No solamente con la autoridad del oficio mío, sino también de la sede apostólica, y con el consejo y el consentimiento de muchos padres, maestros y prelados de la Orden, te instituyo abadesa y madre del monasterio de Pésaro”. Confirmación de este elogio fue el gran disgusto de los milaneses al verla partir.
La vida claustral de la Beata Feliza fue más celeste que terrena; su pureza germinó como lirio, ásperas sus penitencias, su ayuno riguroso, llevaba sobre la desnuda carne un áspero cilicio, a menudo se flagelaba con cadenillas de hierro en recuerdo de la pasión del Redentor, caminaba a pie descalzo.
El demonio a veces se le apareció, asumiendo diversas formas, ora de un horrible dragón, o de un monstruo espantoso, pero con la oración y el ayuno ella siempre salió vencedora de las insidias del maligno.

La Beata Feliza vivió sólo cuatro años en el monasterio de Pésaro, donde numerosas fueron las nuevas vocaciones. A su floreciente comunidad ella supo comunicarle su espíritu y su celo por la perfección seráfica. Atacada por grave enfermedad, recibió con gran fervor los últimos sacramentos, tuvo un breve discurso a sus cohermanas, arrodilladas alrededor de su lecho, las bendijo y expiró serenamente. Era el 30 de septiembre de 1444. Tenía 66 años. Fue clarisa desde 1400 y Abadesa, primero en el monasterio de Santa Ursula en Milán en los años 1425‑1439, después en el monasterio del Corpus Domini de Pésaro de 1439 a 1444. 

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