Septiembre 1: Beato
Juan Francisco Burté. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1740‑1792).
Beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Juan Francisco Burté nació el 21 de junio
de 1740 en Rambervillers, Lorena, hijo de Juan Bautista y Ana María Colot. A
los 16 años solicitó ingresar entre los Hermanos Menores Conventuales en el
convento de Nancy. Inició el noviciado el 24 de mayo de 1757, y después de un
año totalmente consagrado al Señor, hizo la profesión. En el mismo convento
continuó sus estudios. Había allí numerosos religiosos preparados en las
diversas disciplinas. Cuando en Nancy se instituyó la facultad teológica, buen
número de Hermanos Menores Conventuales fueron llamados a enseñar. Juan
Francisco, que se había distinguido por el aprovechamiento en los estudios, con
apenas cuatro años de sacerdocio fue llamado a enseñar teología, primero en el
convento, y luego en la facultad diocesana, después de un brillante examen.
En 1775 fue nombrado guardián de su
convento. Después de tres años fue encargado de representar a su Provincia
religiosa en la sede de París. Fue escogido como predicador del rey, porque
todos lo consideraban religioso docto, piadoso, elocuente y modesto. Por su
destacada cultura, le encomendaron el trabajo de Bibliotecario en el gran
convento de París, donde fue nombrado guardián de más de 60 religiosos.
En 1789 vino el desastre de la revolución
francesa. En 1790 fueron suprimidas las órdenes religiosas, y los edificios
eclesiásticos declarados propiedad del Estado y en venta. Pronto se pasó a la
lucha abierta, a la oposición, a la dispersión y al asesinato. Juan Francisco y
sus religiosos manifestaron su adhesión a la fe, rechazando el juramento de la
ley emanada del Estado contra la Iglesia.
El 12 de agosto de 1792 Juan Francisco,
junto con sus religiosos, fue arrestado, conducido al convento de los
carmelitas, interrogado, investigado. Se mostró en estas terribles situaciones
siempre como auténtico sacerdote, franciscano genuino, rico en celo y caridad,
sobre todo con los sacerdotes perseguidos. La iglesia de los carmelitas estaba
rebosante de prisioneros, pero no se oía un lamento, la misa estaba prohibida y
los detenidos se unían en constante oración alrededor del altar mayor. Entre
los prisioneros había también tres obispos. Se preparaba una gran carnicería.
La guillotina parecía demasiado lenta para cortar quinientas o seiscientas
cabezas por día...
Era el domingo 2 de septiembre de 1792. Una veintena de sicarios con
picas, sables, hachas, y fusiles se abalanzaron sobre Juan y los 180 sacerdotes
prisioneros. Fueron despedazados salvajemente. Las víctimas serenamente oraban
o realizaban actos de heroísmo. Y así inmolaron heroicamente su vida en la
profesión de la fe. En el momento del martirio tenía 52 años. Con él fueron
beatificados por Pío XI 190 de entre los “mártires de septiembre”.
Septiembre 2: Beato
Severino (Jorge) Girault. Sacerdote mártir, de la Tercera Orden Regular
(1728‑1792) Fue beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Entre los numerosos mártires de la
revolución francesa, se recuerdan en especial algunos brillantes campeones de
la fe y del sacerdocio católico, hijos de la Orden Franciscana martirizados el
2 de septiembre de 1792, entre ellos Severino Girault, de la Tercera Orden
Regular.
Nació en Rouen el 14 de enero de 1728 y en
el bautismo fue llamado Jorge, pero al entrar en el convento de la Tercera
Orden Regular de San Francisco de la misma ciudad, lo cambió por el de
Fray Severino. En 1750 hizo su profesión religiosa; trasladado a Saint‑Ló,
recibió las órdenes sagradas en París, ordenado sacerdote en 1754. En 1773 fue
llamado a París para ejercer el oficio de secretario general. Antes había sido
Visitador de la Provincia de Normandía.
En París residió en el convento de Notre
Dame de Nazareth, donde también era bibliotecario. Al estallar la revolución
francesa era confesor de las hermanas Franciscanas de Santa Isabel, puestas bajo
la dirección de la Tercera Orden y al mismo tiempo primer asistente del Vicario
general. Cuando en 1790 los religiosos fueron invitados a declarar si querían
continuar viviendo en la casa y bajo la regla de la Orden, todos decidieron
permanecer. Con igual firmeza se comportaron las religiosas confiadas a sus
cuidados. El convento de Santa Isabel siguió funcionando hasta el 20 de agosto
de 1792, mientras el de Notre Dame de Nazareth fue evacuado en abril de ese
mismo año y sus religiosos fueron unidos a los de la calle Picpus.
No se sabe dónde fue arrestado Fray
Severino. En todo caso estaba en el convento de los Carmelitas antes del 2 de
septiembre y fue el primero en ser asesinado en la masacre. Bardez, testigo
ocular refiere su final. “La primera víctima fue el bienaventurado Severino
Girault, director de las Hermanas de Santa Isabel, quien recitaba el oficio
divino junto a la fuente. Yo lo vi herido a sablazos en la cabeza y, en cuanto
cayó, dos revolucionarios armados de pica lo traspasaron”.
Severino Girault, quien en el momento del martirio tenía 64 años, se
distinguió por su celo sacerdotal, su caridad para con los perseguidos, y por
la heroica fortaleza con que sufrió el martirio dando un maravilloso testimonio
de su fe.
Septiembre 3: Beato
Apolinar de Posat. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1739‑1792)
Beatificado por Pío XI el 27 de octubre de 1926.
Apolinar Morel nació el 12 de junio de 1739
en Prez‑vers‑Noréaz, cerca de Friburgo, de padres suizos, oriundos de Posat; en
el bautismo fue llamado Juan Jacobo. Pasó su primera juventud en el colegio de
los jesuitas, fundado por San Pedro Canisio en Friburgo, distinguiéndose
por su inteligencia, aprovechamiento en los estudios y fervor religioso. A los
23 años entró en el noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos de Zug y fue
ordenado sacerdote en 1764.
Se dedicó con celo a las misiones
populares. Sus virtudes y en particular su rectitud de intención en las
actividades pastorales, las instrucciones catequéticas y la confesiones, brilló
mayormente en la dolorosa prueba que le fue causada por calumnias e
incomprensiones de algunos malévolos.
Enseñó filosofía y teología, fue superior
en algunos conventos y prefecto en el gimnasio de Stans. Al presentarse la
ocasión propicia, pidió permiso para ir como misionero al Oriente, pero antes
de ir al nuevo campo de trabajo debía ir a París para estudiar las lenguas
orientales en la escuela abierta para esta finalidad.
En la capital francesa mientras se
prodigaba en la asistencia espiritual de los muchos alemanes que vivían allí,
fue acusado ante los superiores y sus conacionales de haber suscrito el
juramento impuesto al clero por la Asamblea Nacional. Apolinar se defendió por
escrito en los diarios en 1791. No contento con esto, y deseoso de disipar todo
equívoco, se presentó a los comisarios de la revolución y declaró que no había
suscrito el juramento y que tenía la intención de permanecer fiel a la Iglesia
católica y a la Santa Sede.
Arrestado, fue conducido al convento de los
carmelitas transformado en cárcel, donde se encontraban obispos y sacerdotes
condenados a muerte. Durante los días de la prisión, Apolinar se convirtió en
el animador de una espera gozosa, en coherencia con sus sentimientos expresados
en la carta a un superior suyo: “Como hombre, tiemblo, como religioso me
alegro, como pastor estoy exultante! Abrazo a todos mis enemigos, les perdono y
los amo como mis más grandes bienhechores. Pronto Francia, impregnada en la
sangre de tantos mártires, verá florecer de nuevo en su suelo la religión”.
Tuvo el honor del martirio el 2 de septiembre de 1792, junto con otros
180 compañeros en la cárcel de los Carmelitas, asesinado bárbaramente por
sicarios. Tenía 53 años de edad. Pío XI, al proponer a la veneración la
gloriosa “masa purpúrea”, el 27 de octubre de 1926, inscribió a Apolinar entre
los Beatos Mártires.
Septiembre 4: Santa
Rosa de Viterbo. Virgen de la Tercera Orden (1234‑ 1252). Canonizada
por Calixto III en 1457.
Se recuerda con admiración y simpatía a
esta muchacha, aunque no es un personaje de envergadura en la historia
universal, aparece como una santa de extraordinaria precocidad en la gracia.
Nació en Viterbo, ciudad del Lacio, en
1234, hija de Juan y Catalina; no tenía sino tres años cuando, según la
tradición, hizo su primer milagro, resucitando a una tía materna. A los ocho
años tuvo el don de éxtasis. La Virgen le ordenó a los diez años tomar el
hábito de la Tercera Orden Franciscana. Y a aquella edad Rosa emprendió su
primera misión contra el emperador hereje Federico II, enemigo del Papa, quien
ilícitamente había ocupado la ciudad. La niña predicaba por las calles y en las
plazas de Viterbo, llevando en sus manos una pequeña cruz y un libro, enseñando
el catecismo a los niños y recordando a los adultos la doctrina cristiana y los
deberes morales, haciendo además ruidosos milagros. Nadie se atrevía a tocar a
la misionerita que tenía que subirse en alguna piedra para hacerse ver de sus
oyentes. Y las piedras se crecían bajo sus pies para mantenerla en alto.
A los 15 años, considerada peligrosa para
el orden público, fue expulsada de su ciudad junto con su familia. Se trasladó
a Soriano, donde continuó su misión de instrucción religiosa y su cruzada
contra el emperador hereje, hasta que, una mañana, después de haber orado en la
iglesia, anunció que Federico II había muerto, noticia que sólo al siguiente
día fue confirmada por los mensajeros.
De Soriano, Rosa pasó a Vitorchiano, donde
un hombre que se decía mago tenía embaucado a todo el pueblo. La jovencita hizo
encender en la plaza del lugar un montón de leña, subió sobre la hoguera, donde
permaneció por tres horas entre las llamas. Cuando bajó de allí ilesa, sin
siquiera chamuscarse un cabello, el presunto mago se arrojó a sus pies.
Volvió a Viterbo ya de 16 años, y quiso ingresar en el convento para
pasar en oración el resto de su vida. Pero no fue aceptada por las monjas de
Santa María de las Rosas, desconcertadas por aquella adolescente terrible en su
clamorosa santidad. Rosa aceptó el rechazo con tranquilidad y paciencia; luego,
dijo sonriendo: “Ustedes no me aceptaron viva, pero estarán muy contentas
cuando me acojan muerta”. Continuó durante dos años su apostolado como simple
terciaria franciscana, quemando sus juveniles energías en el ejercicio de la
más ardiente caridad. Murió en 1253 a los 18 años, y, como había predicho, el
papa Alejandro IV, hallándose en Viterbo, por tres veces tuvo la visión de la
joven muerta. Entonces en 1258 hizo colocar su cuerpo en la iglesia de Santa
María de las Rosas. La solemne traslación tuvo lugar el 4 de septiembre, fecha
que se conservó como día de la conmemoración de Santa Rosa de Viterbo, cuyo
cuerpo, todavía incorrupto después de más de siete siglos, se conserva en
aquella iglesia rodeado de la afectuosa y festiva veneración de sus
conciudadanos.
Septiembre 5: Beato
Gentil de Matelica. Sacerdote y mártir de la Primera Orden
(† 1340). Pío VI concedió en su honor oficio y misa.
Gentil nació en Matelica, en las Marcas, de
la noble familia Finiguerra. Pronto decidió consagrarse a Dios ingresando entre
los Hermanos Menores en el convento de Matelica. Deseoso de mayor soledad, se
fue al Santuario de la Verna. Allí permaneció largos años santificando aquel
lugar con la oración, la penitencia y la íntima unión con Dios. Inclusive fue
nombrado guardián.
Después de esta intensa preparación
espiritual se dirigió a tierras de misión. Llegó a Egipto y permaneció en El
Cairo para aprender la difícil lengua árabe. A pesar de su intensa
consagración, las dificultades parecían insuperables, hasta que el Señor le ayudó
en forma sorprendente, pues llegó a hablar el árabe y también las lenguas de
las naciones vecinas. Además de Egipto recorrió evangelizando el Asia Menor,
Armenia y Persia.
En el lapso de pocos años llegó a los
centros más importantes de Persia. Fray Gentil trabajó intensamente en medio de
dificultades de viajes y de adaptación a las diversas poblaciones. Saliendo de
los límites de Persia llegó a Erzerum, ciudad completamente musulmana. La
tradicional hostilidad de los seguidores de Mahoma se manifestó de repente. Sin
embargo logró algunas conversiones. De Erzerum por la vía de las caravanas se
dirigió a Trebisonda, puerto importantísimo. Los testimonios que quedaron de su
apostolado son significativos.
En efecto, durante siglos los fieles de Trebisonda se llamaron los
“cristianos de Fray Gentil”. El Espíritu Santo había actuado en aquel país por
medio de Fray Gentil. De Trebisonda pasó a Crimea, donde trabajaron misioneros
franciscanos y dominicanos. Su presencia y su predicación despertaron en
aquellas poblaciones nuevo entusiasmo. De Crimea regresó a Persia, donde
permaneció en Salmestre cerca de Tabriz. Ya las prolongadas fatigas apostólicas
iban minando su fuerte fibra y lo preparaban para su encuentro con Cristo.
Mientras estaba catequizando a un grupo de neoconversos fue violentamente
apresado por algunos sectarios que en nombre de la autoridad musulmana lo
condujeron ante el Gobernador, quien lo condenó a la pena capital. Atado a un
palo y con un violento golpe de cimitarra lo decapitaron. Esto sucedió en
Tabriz el 5 de septiembre de 1340. Su cuerpo reposa en la iglesia de los
Frailes en Venecia.
Septiembre 6: Beato
Liberato de Loro Piceno. Sacerdote de la Primera Orden (1214‑1258). Pío IX el 26 de septiembre de
1868 concedió oficio y misa en su honor.
Liberato nació en Loro Piceno, provincia de
Macerata, en las Marcas. Pertenecía a la familia Brunforte. Vistió el hábito
franciscano en Soffiano, lugar solitario en los alrededores de Sarnano, donde
todavía hoy se ven los restos de un antiguo pequeño convento.
Hacia 1234 el joven Liberato guiado por el
Espíritu Santo, renunció al condado que le había sido asignado por su tío
Fidesmido y lo traspasó a su hermano Gualterio, y escogió para vivir el
convento de Roccabruna, en la arquidiócesis de Urbino. Consagrado sacerdote y
deseoso de consagrar la vida a la penitencia y a la contemplación se retiró al
eremitorio de Soffiano, no lejos del castillo de Brunforte, donde su vida fue
más celestial que terrena.
Las “Florecillas de San Francisco” nos
refieren algunos detalles de su vida: “En el eremitorio de Soffiano hubo
antiguamente un hermano menor (Liberato de Loro Piceno) de tan gran santidad y
gracia, que parecía totalmente endiosado; frecuentemente estaba arrobado en
Dios. Y sucedía que, mientras se hallaba todo elevado en Dios, porque poseía en
grado notable la gracia de la contemplación, venían a él los pájaros de toda
especie y se posaban confiadamente en sus hombros, cabeza, brazos y manos,
poniéndose a cantar maravillosamente. El era muy amante de la soledad y raras
veces hablaba; pero, cuando le preguntaban alguna cosa, respondía con tal
gracia y sabiduría, que más parecía ángel que hombre; y vivía muy entregado a
la oración y a la contemplación. Los hermanos le profesaban gran reverencia.
Al final de su virtuosa
vida, tenía unos 45 años, este hermano cayó enfermo de muerte por divina
disposición, hasta el punto de no poder tomar nada; por otro lado, él rehusaba
recibir medicina alguna terrena, y ponía toda su confianza en el médico
celestial, Jesucristo bendito, y en su bendita Madre, de la cual mereció, por
la divina clemencia, ser milagrosamente visitado y consolado. Porque,
hallándose en cama, preparándose para la muerte con todo el corazón y con la
mayor devoción, se le apareció la gloriosa Virgen María, rodeada de gran
muchedumbre de ángeles y de santas vírgenes, en medio de maravilloso
resplandor, y se acercó a su cama. Al verla, él experimentó gran consuelo y
alegría de alma y de cuerpo, y comenzó a suplicarle humildemente que rogara a
su amado Hijo que, por sus méritos, lo sacara de la prisión de esta carne
miserable. Y como prosiguiera en esta súplica con muchas lágrimas, le respondió
la Virgen María llamándolo con su nombre: ‘No temas, hijo, que tu oración ha
sido escuchada, y yo he venido para confortarte antes de tu partida de esta
vida’”. El 6 de septiembre de 1258 serenamente pasó de esta vida a la eterna
bienaventuranza.
Septiembre 7: Beato
Peregrino de Falerone. Religioso y discípulo de San Francisco, de
la Primera Orden. († 1233). Aprobó su culto Pío VII el 31 de julio de
1821.
Peregrino no era ciertamente un ignorante.
Hijo de una familia noble y rica, oriundo de Falerone, diócesis de Fermo, hoy
provincia de Ascoli Piceno; una ciudad de las Marcas que trae el nombre de la
destruida ciudad romana Faleria, en el valle de Tenna, entre Amandola y Monte
Giorgio. En Bolonia había estudiado filosofía y derecho canónico, y era
profundamente versado en las ciencias sagradas y profanas. Sin embargo,
cuando Peregrino se presentó a San Francisco, oyó que le decía: “Tú
servirás a Dios en la humilde condición de hermano religioso y te aplicarás
sobre todo a la práctica de la humildad”.
Peregrino tomó la profecía de
San Francisco como un mandato, y durante toda su vida quiso permanecer en
la modesta condición de religioso hermano, entregado a los servicios más
humildes y a menudo oculto en los conventos más pobres y escondidos. Según
decir de Fray Bernardo de Quintaval, fue, entre los primeros discípulos de
San Francisco, uno de los religiosos más ejemplares.
Inflamado en sagrado fervor, buscó el
martirio a manos de los infieles, y como el mismo San Francisco, pasó el
mar para ir a Tierra Santa en medio de los musulmanes. El martirio a manos de
los mahometanos, considerados entonces como los “matacristianos” por
antonomasia, era con frecuencia la devota aspiración de muchos hermanos. En
realidad y en circunstancias normales los árabes, especialmente en Tierra
Santa, eran tolerantes y respetuosos para con los huéspedes cristianos, y más
con los misioneros.
En el caso de Peregrino, más bien faltó
poco para que naciera a su alrededor la veneración precisamente por parte de
los musulmanes. Y no podía ser de otro modo, frente a aquel frailecito descalzo
que visitaba los lugares santos con el libro de los evangelios en la mano,
esparciendo en todas partes a raudales lágrimas de compasión y piedad.
Vuelto a Italia, Peregrino de Falerone volvió a esconderse en los
lugares más ocultos y en los conventos más alejados. Pero por más que se
hiciera pequeño y humilde, la luz de su santidad resplandecía aun desde debajo
del celemín y destellaba en el brillo de los milagros que se le atribuyeron en
vida. En los últimos años de su vida, todavía joven, vivió en el convento de
San Severino Marcas y allí murió en 1233. Sepultado en la iglesia de los
Cistercienses, La Madonna de las Luces. Nuevos milagros acaecidos en su
sepulcro, hicieron aún más amado y venerado su recuerdo.
Septiembre 8: Beata
Serafina Sforza Viuda y religiosa de la Segunda Orden (1434‑1478).
Benedicto XIV aprobó su culto el 17 de julio de 1754.
Serafina Sforza pertenece a la ilustre
familia de los condes de Montefeltro. Nació en Urbino hacia 1434, última hija
de Guido Antonio y Catalina Colonna, sobrina del Papa Martín V. En 1438 murió
su madre y cinco años más tarde también su padre. Permaneció por un tiempo en
Urbino, primero bajo la tutela de su hermano Odantonio, y después de la trágica
muerte de éste, bajo la de su hermanastro Federico.
En marzo de 1446 abandonó su ciudad natal y
por un año vivió en Roma, al lado de su tío el cardenal Próspero Colonna, quien
organizó el matrimonio de su muy joven sobrina con un cuarentón, Alejandro
Sforza, señor de Pésaro, con quien Serafina casó el 9 de enero de 1448.
Al quedar muy pronto sola por la partida de
su esposo llamado por sus compromisos militares a la guerra de Lombardía,
Serafina debió sufrir enormes dificultades a causa de desconfianzas y calumnias
propaladas contra ella. Alejandro Sforza en un cierto momento quiso
desembarazarse de ella intentando varias veces envenenarla; una noche inclusive
trató de estrangularla. De nada valió la defensa que sus parientes hicieron de
ella, fue obligada por su marido y su cuñado el Duque de Milán, a ingresar en
el convento del Corpus Christi de las clarisas, en Pésaro, donde, obtenida la
necesaria dispensa del Papa Calixto III, hizo su profesión religiosa a fines de
agosto de 1457, tomando el nombre de Sor Serafina.
En el monasterio del Corpus Christi pasó
veintiún años, durante los cuales fue de edificación para sus cohermanas en la
práctica de las virtudes cristianas, en la caridad para con Dios y el prójimo,
en la humildad, en la asistencia a las enfermas y en la rígida pobreza. En
1475, por voto unánime, fue elegida abadesa. En los últimos años de su vida
tuvo la inmensa alegría de ver la conversión de su marido. Este, arrepentido de
sus descarríos y de cuanto la había hecho sufrir, le pidió humildemente perdón
de todo, reconociendo sus errores. En los varios encuentros con ella en el
monasterio, echó las bases de una nueva vida verdaderamente cristiana, en la
oración, en la íntima unión con Dios, en el cumplimiento de sus deberes.
Serafina sobrevivió a su marido cinco años. El 8 de septiembre de 1478 murió
ella en su monasterio de Pésaro a la edad de 44 años. Fue llorada por sus clarisas
y por toda la ciudad, que la tuvieron y veneraron como santa.
Septiembre 8: Hermanos Menores Mártires
de Valencia (Guerra civil española). Su fiesta: septiembre 22.
Beato Pascual Fortuño
Almela, sacerdote, mártir, Primera Orden
(1886-1936). Nació enVillarreal (Castellón), el 5 de marzo de 1886, hijo de
Joaquín Fortuño y María Gracia Almela, familia piadosa, laboriosa y acomodada.
Estudante dedicado, aunque no sobresaliente, primero en el Seminario de la
Provincia de Cataluña, despedido con todo su grupo. Al regresar a casa colaboró
en los trabajos del campo, y luego ingresó en el Seminario franciscano de la
Provincia de Valencia. Hizo el noviciado en 1905, estudió la filosofía y la
teología en Onteniente (Valencia). Ordenado sacerdote en Teruel, el 15 de
agosto de 1913. Trabajó cuatro años en el seminario franciscano, luego en la
Custodia de San Antonio, que la Provincia tenía en Argentina, cinco años. Al
regresar trabajó nuevamente en el seminario franciscano y en diversas casas.
Cuando estalló la revolución era Vicario en el Convento-Noviciado de Santo
Espíritu del Monte, en Gilet-Valencia. Director espiritual, asiduo confesor,
predicador de Ejercicios y pláticas espirituales, que preparaba con esmero (se
conservan 35 cuadernos de sus apuntes). Devoto del Santísimo Sacramento, de la
Sma. Virgen, del Víacrucis. Inculcaba a sus alumnos las virtudes cristianas y
religiosas.
Cuando estalló el “Alzamiento Nacional”,
los religiosos tuvieron que abandonar sus conventos, que fueron saqueados, e
incendiadas las iglesias. El P. Pascual se refugió en casa de sus familiares,
primero en la ciudad, luego en una casa de campo, y finalmente en casa de su
hermana, donde fue detenido el 7 de septiembre de 1936. Ante la proximidad de
la muerte su expresión fue: “Que se cumpla la voluntad de Dios”. Al despedirse
de su madre para irse a casa de su hermana, le dijo: “No llores, madre, pues
cuando me maten tendrás un hijo en el cielo... Me voy al cielo”. En la
madrugada del 8 fue ejecutado, en la carretera entre Castellón y
Benicásin. En vista de que los tiros de fusil le rebotaban en el cuerpo,
tuvieron que matarlo con arma blanca. Esto produjo gran impresión en sus
asesinos. Enterrado en el cementerio de Castellón.
Beato Plácido (Miguel)
García, sacerdote de la Primera Orden
(1895-1936). Nació en Benitachell, Alicante, el 1 de enero de 1895, hijo
de Miguel García y Josefa Antonia Gilabert. Se destacaba por sus dotes
naturales, su inteligencia y bondad. Estudió en el seminario menor franciscano.
Hizo el noviciado en 1910. Fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1918
en Segorbe. Destinado a la formación de los jóvenes seminaristas franciscanos,
fue también Rector del Colegio “La Concepción”, de Onteniente.
Predicador, confesor y director espiritual reconocido, maestro de Estudiantes
franciscanos en Cocentaina (Alicante). En Roma obtuvo el grado de Lector
General, Summa cum laude. Fervoroso, recto, humilde y caritativo, devoto del
Santísimo Sacramento, de la Sma. Virgen María, del Vía Crucis. Al iniciarse la
guerra civil, el 18 de julio de 1936, él estaba viviendo en el Colegio
“La Concepción” de Onteniente. El 21 de julio todos los religiosos fueron
obligados a dispersarse. El se refugió entre sus familiares, en
Benitachell, y allí, al ser buscado, se presentó voluntariamente,
detenido el 15 de agosto de 1936, fue asesinado en la madrugada del día
siguiente, en La Plana; su cadáver apareció mutilado y con señales de tortura.
Beato Alfredo (Jaime)
Pellicer (1914-1936), religioso clérigo y mártir,
Primera Orden. Nacido el 10 de abril de 1914, en Bellreguart, hijo de Francisco
Vicente Pellicer y Erundina Muñoz. Estudió en el seminario menor franciscano.
Ingresó al Noviciado el 25 de agosto de 1930. Hubo de terminarlo en Pego, a
causa de las revueltas republicanas. Ya para profesar estuvo a punto de
retirarse, por una crisis vocacional que superó a última hora. Profesión
solemne en Onteniente, el 5 de julio de 1936. Buen compañero, alegre, festivo,
desprendido, sencillo, caritativo, respetuoso con los demás. El 21 de julio los
religiosos tuvieron que dispersarse, y él se fue a casa de sus familiares,
donde fue detenido el 4 de octubre de 1936, y asesinado en la tarde del mismo
día, en la “Pedrera” de Gandía, en cuyo cementerio fue sepultado. Terminada la
guerra civil, sus restos fueron trasladados al cementerio de su pueblo natal.
Beato Salvador (Bautista) Mollar,
religioso mártir, Primera Orden (1896-1936). Nacido en Manises, Valencia, el 27
de marzo de 1896, hijo de Bautista Mollar y María Muñoz, muy pobres pero
piadosos. De niño y joven se distinguió por su piedad, organizó la Asociación
del Rosario en su barrio, formó parte de la Adoración Nocturna y la Conferencia
de San Vicente de Paúl y enseñaba el catecismo a los niños. Hizo el noviciado
en 1921 y la Profesión solemne el 25 de enero de 1925. Alegre, jovial y
optimista. Limpio y ordenado, devoto de la Santísima Virgen. Al iniciarse la
guerra civil, en 1936, era sacristán en el convento de Benisa. Al dispersarse
los religiosos, se refugió primero donde unos bienhechores, y luego, para no
comprometerlos, se fue a su familia, donde fue detenido y encarcelado a finales
de octubre, y fusilado el 27 del mismo mes y año, en el “Picadero de Paterna”,
y enterrado en Valencia. Su cadáver mostraba signos de tortura.
Septiembre 9: Beato
Jerónimo Torres. Sacerdote de la Primera Orden y mártir en el Japón, de
la Primera Orden († 1632). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Jerónimo Torres de la Cruz nació en
Nagasaki. Habiendo podido allegarse a los Franciscanos, que lo admitieron en la
Tercera Orden, fue enviado por ellos al convento de Manila, donde se dedicó a
los estudios, fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores y fue ordenado
sacerdote. Por varios años se ocupó en la conversión de sus compatriotas
japoneses desterrados en Filipinas o residentes en aquella nación por motivos
de comercio. El trabajo que desarrolló en medio de ellos fue bendecido por Dios
con numerosas conversiones a la fe cristiana.
Jerónimo amaba con un intenso amor a su
patria y rogaba intensamente al Señor que finalizaran las furiosas
persecuciones y se llegase a un período de paz, y que la sangre de tantos
mártires fuera semilla de ayuda a sus cohermanos perseguidos, en un momento
crucial en que las filas de los misioneros, diezmadas por la persecución,
disminuían cada vez más en al Iglesia católica del Japón.
En 1628 finalmente pudo regresar a su
patria, pero su apostolado fue de breve duración, porque la persecución cobró
todavía muchas víctimas.
En 1631 fue arrestado y llevado a la
prisión de Omura junto con otros cohermanos. Después fue conducido a Nagasaki
para ser allí torturado e inmolado con otros religiosos y cristianos. Soportó
los tormentos con gran fortaleza.
Durante el viaje de Omura a Nagasaki no cesó de alabar al Señor y de
predicar la palabra de Dios. Al llegar a la santa colina o Monte de los
Mártires, fue derecho al poste en que habría de ser atado. Se arrodilló y oró
fervorosamente. Cuando sus cohermanos fueron atados a sus postes, Jerónimo se
entregó en manos del verdugo. Encendido el fuego de todas las hogueras,
mientras sus cuerpos se iban quemando, los gloriosos mártires volaban al cielo
para recibir la palma de la inmortalidad. Esta inmolación fue acompañada de
prodigios: sobre los mártires brilló una luz vivísima y una paloma voló sobre
sus restos mortales.
Septiembre 10: Beato
Apolinar Franco. Sacerdote y mártir en Japón, de la Primera Orden
(† 1622). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Apolinar Franco, nació en Aguilar del
Campo, en Castilla la Vieja, de padres nobles y virtuosos. Completó
sus estudios en la célebre universidad de Salamanca, donde recibió el grado de
doctor, y después tomó el hábito franciscano entre los Hermanos Menores. Fue
religioso austero y de alta contemplación. Era el predicador más renombrado en
Castilla la Vieja, cuando en 1600 obtuvo de sus superiores licencia para partir
a las misiones de Filipinas junto con 50 cohermanos suyos. De allí pasó al
Japón, donde su celo y su santidad produjeron abundantes frutos apostólicos.
En 1614 salió el edicto de persecución
contra los cristianos, pero él permaneció en su puesto, es más, fue nombrado
Ministro Provincial del Japón. En 1617 estaba en Nagasaki y supo que en el
reino de Omura no había quedado ni un sacerdote, los cristianos eran numerosos
y la persecución violentísima. Sin embargo decidió ir entre ellos. Partió
vestido con su hábito religioso; a lo largo del viaje predicó públicamente y
convirtió a uno de los verdugos del Beato Pedro de la Asunción. Los bonzos,
irritados contra el apóstol de Jesús, lo denunciaron al Gobernador quien el 7
de julio de 1617 lo hizo arrestar y poner en prisión en Omura junto con algunos
cristianos japoneses. En aquella prisión pasó cinco años, pero tuvo la fortuna
de encontrar carceleros benévolos que le permitieron el contacto con los
cristianos. Entre los prisioneros se encontraba uno de sus catequistas,
Francisco, quien al saber del arresto del Padre Apolinar, había ido ante el
gobernador para reprocharle su crueldad. El gobernador, irritado, lo hizo meter
a la cárcel. Allí Fray Apolinar lo recibió como novicio clérigo con el nombre
de Fray Francisco de San Buenaventura. Otro cristiano, Pablo, recibió el
hábito con el nombre de Fray Pablo de Santa Clara; otros fueron admitidos a la
Tercera Orden Franciscana. La prisión para Fray Apolinar se había convertido en
convento, donde se practicaba la vida religiosa.
Era esta una verdadera fraternidad en donde se oraba y se elevaban
continuamente las alabanzas a Dios. En los primeros días de septiembre de 1622
los Santos Mártires prisioneros de Omura debieron separarse: veinte fueron
enviados a Nagasaki para consumar allí su inmolación con el martirio; ocho
permanecieron en Omura junto con el Beato Apolinar Franco. Condenados a ser
quemados vivos, fueron ejecutados el 12 de septiembre de 1622.
Septiembre 11: Beato
Buenaventura de Barcelona. Religioso de la Primera Orden (1620‑1684).
Beatificado por San Pío X el 10 de junio de 1906.
Buenaventura de Barcelona nació en
Ruidorms, Tarragona, España el 24 de noviembre de 1620 de una familia de
humilde condición pero profundamente religiosa. A causa de la penuria familiar
debió abandonar los estudios por el trabajo en el campo y el cuidado del
rebaño. A los 18 años su padre quiso que se casara, a pesar de que él había
decidido abrazar el estado religioso. Los dos cónyuges, de común acuerdo,
vivieron como hermano y hermana. Después de dieciséis meses de matrimonio,
murió la mujer y e1 14 de julio de 1640 tomó el hábito de los Hermanos Menores
en el convento de retiro de Escornalbou. Un año después emitió la profesión;
durante 17 años vivió en Cataluña en diversos conventos, donde ejerció los
oficios de cocinero, portero y limosnero.
En 1658 fue a Italia. Visitó los santuarios
de Loreto y de Asís, y estando en oración en San Damián, sintió que se le
repetía el mandato ya recibido en España, de ir a Roma para emprender una
reforma en la Orden Franciscana. En el convento generalicio de Aracoeli pasó
los primeros dos meses, luego fue trasladado a otros conventos del Lacio.
La verdadera misión de Fray Buenaventura
fue la de fundar conventos de retiro en la Provincia romana. A tal fin escribió
personalmente al papa Alejandro VII, por quien fue recibido varias veces en
audiencia. En 1662 obtuvo la erección del retiro de Ponticelli, de Montorio
Romano, de Vicovaro y de San Buenaventura en el Palatino de Roma. Estos
conventos en 1845 fueron erigidos en custodia autónoma. Buenaventura debió
vencer grandes dificultades para realizar su sueño. Siendo religioso no clérigo
fue varias veces superior de los conventos de Ponticelli, y de
San Buenaventura en el Palatino. Para estas casas compiló estatutos que
tuvieron aprobación pontificia. Alejandro VII, Clemente IX, Clemente X e
Inocencio XI lo honraron con su amistad.
Se distinguió por su extraordinaria caridad para con los pobres, por la
humildad y la pobreza más austera. Fue enriquecido por Dios con especiales
dones como la intuición de los corazones, la contemplación y el éxtasis. En sus
escritos se destaca su espiritualidad de carácter práctico. Realizó muchos
prodigios en vida y después de muerto. Murió en Roma el 11 de septiembre de
1684, a los 64 años.
Septiembre 12: Beato
Francisco de Calderola. Sacerdote de la Primera Orden (1430‑1507).
Aprobó su culto Gregorio XVI el 1 de septiembre de 1843.
Francisco de Calderola fue gran colaborador
de su cohermano Fray Bernardino de Feltre en la fundación y propagación de los
Montes de Piedad en favor de los pobres y contra la usura. Ingresó muy joven en
la Orden Franciscana. Aún antes de ser ordenado sacerdote fundó la Cofradía de
María Santísima del Monte, con la finalidad de dirigir la marcha y la
administración del hospital cívico y de los Montes de Piedad en contra de la
usura y la explotación. El municipio, reconociendo la utilidad de la obra
y las buenas dotes adminsitrativas de Francisco, aprobó la iniciativa.
Provenía de una región de economía
predominantemente agrícola, y conocía bien las miserias de los labradores de
aquellos campos, forzados a endeudarse pesadamente, hasta convertirse en
verdaderos esclavos de los usureros y víctimas del capitalismo. Pero el
espíritu de caridad de Francisco no se agotó en la fundación de Montes de
Piedad, sino que se reveló y brilló aun más en la predicación de la paz, en las
regiones de su tierra, divididas por las luchas violentas entre facciones
ambiciosas y familias poderosas. El secreto del éxito del predicador de paz era
simple: hablar al pueblo de día y pasar la noche en oración. De la continua e
infatigable oración las palabras del predicador tomaban fuerza y valor, y se
hacían capaces de tocar las almas, aplacar los resentimientos y exhortar al
bien.
Francisco se esforzaba siempre por
progresar en la ciencia y la virtud. Ardiente sacerdote de Cristo estaba
inflamado en el fuego de la caridad. De su predicación cosechó abundantes
frutos, especialmente en su tierra natal, Calderola. En efecto no sólo logró
reformar las costumbres de los habitantes, sino que también promovió su
bienestar social con el apaciguamiento de los odios, la conciliación de las
discordias públicas, y la fundación de los Montes de Piedad.
Después de una larga vida empeñada generosamente al servicio de Dios
como predicador fervoroso con un lenguaje adaptado a la capacidad del pueblo
sencillo y humilde, y en la realización de obras útiles y santas a favor del
prójimo, murió en el convento de Colfano, donde había pasado la mayor parte de
su vida religiosa, el 12 de septiembre de 1507 a la edad de 77 años. Después de
su muerte realizó numerosos milagros y su culto está documentado desde 1511.
Septiembre 13: Beato
Gabriel de la Magdalena. Religioso y mártir en el Japón, de la
Primera Orden († 1632). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Gabriel de la Magdalena es uno de los
grandes apóstoles del Japón. Nació en Fonseca, en Castilla la Nueva, España.
Después de haber estudiado medicina, a la edad de 30 años ingresó en la Orden
de los Hermanos Menores en calidad de religioso no clérigo. Alcanzó una tal
perfección que el Señor lo favoreció con éxtasis y visiones. En las diversas
tareas que realizó revivió el espíritu y las virtudes de San Diego y de
San Pascual: fue portero, cocinero, enfermero y limosnero. Tuvo una
aspiración, la de ir como misionero al extremo Oriente para conquistar almas
para Dios.
En 1612 llegó a las costas del Japón, que
por veinte años debía ser el campo de sus fatigas apostólicas y el testigo de
sus prodigios. Su apostolado fue maravillosamente fecundo en frutos por el
celo, la santidad de su vida, el esplendor de las curaciones que obtuvo del
Señor. Difícil resulta calcular el número de paganos que bautizó en 20 años de
apostolado.
Las curaciones obtenidas por él a favor de
paganos y de cristianos y de familiares de la corte, le ganaron popularidad en
todo el Japón, por lo cual en la furia de la persecución los gobernadores no se
atrevieron a poner mano en él, y, dada la popularidad de que gozaba, le
permitieron ir donde fuera llamado por los enfermos. Varias veces fue arrestado
junto con otros cristianos, pero en cuanto lo reconocían, lo ponían en
libertad. Alentado por la confianza que le concedían, prosiguió su trabajo en
favor de los enfermos, cristianos y paganos.
Gabriel anhelaba inmolar su vida por la fe junto con sus demás
cohermanos. El Señor escuchó su deseo. El 20 de marzo de 1630 fue arrestado
junto con otros religiosos y encarcelado en las prisiones de Omura. Cuando supo
que había llegado la hora del último sacrificio, sintió una inmensa alegría y
quedó absorto en prolongada oración. Numerosas instancias llegaron al emperador
para pedir su liberación, pero tales peticiones del pueblo no fueron
escuchadas. Solamente los príncipes obtuvieron que el Beato pudiera ir con una
buena escolta al palacio para curar a los miembros de la familia. En efecto la
sobrina del gobernador estaba muy enferma. Gabriel le alcanzó la curación y le
administró el bautismo. En cuanto el gobernador supo de la conversión de su
sobrina, se enfureció contra Fray Gabriel y la sobrina. Este hecho en realidad
agravó su situación. Después del suplicio de las aguas sulfurosas del monte
Ungen fue conducido a Nagasaki a la santa colina donde, de rodillas ante el
poste que le estaba reservado, oró fervorosamente, luego fue atado al poste y
quemado vivo. Así consumó su glorioso martirio.
Septiembre 14: Beato
Luis Sasanda. Sacerdote y mártir en el Japón, de la Primera Orden
(† 1624). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Luis Sasanda, mártir en el Japón, nació de
una familia cristiana japonesa. Su padre, Miguel, fue martirizado en Yendo a
causa de su fe católica.
Desde 1603, por la santidad de su vida y
sobre todo por su excepcional piedad, fue uno de los discípulos predilectos del
franciscano Luis Sotelo, a quien siguió en sus numerosas peregrinaciones. En
1613 viajó con él a España donde fue recibido en la Orden de los Hermanos
Menores, después fue también a Italia.
Después de haber visitado a Roma,
grandemente impresionado en su visita a las grandes basílicas de
San Pedro, San Pablo, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor,
las Catacumbas, el Coliseo y los demás monumentos de la cristiandad, partió
nuevamente para el Japón con el Beato Luis Sotelo y Luis Baba. Durante la
permanencia en Manila, Filipinas, recibió la ordenación sacerdotal.
En 1622 se embarcó junto con el Beato Luis
Sotelo para el Japón en una nave japonesa que se dirigía a Nagasaki. Los
marineros de la nave temiendo ser acusados por transportar misioneros (lo cual
castigaban severamente las leyes de la persecución vigentes desde 1614), los
denunciaron a las autoridades de Nagasaki. Estas los pusieron presos en la
cárcel de Omura, donde sufrieron por cerca de dos años, ya por lo estrecho del
espacio y la exposición a la intemperie, como por la escasez y mala calidad de
la comida y las pésimas condiciones higiénicas. En la misma celda fueron
recluidos después Pedro Vásquez y Miguel Carvalho.
Durante la prisión Luis Sasanda fue
sometido varias veces a fuertes presiones para que renunciase a la fe, pero a
pesar de las lisonjeras promesas, permaneció firme en la fidelidad a Cristo.
El 24 de agosto de 1624 le fue comunicada
la condena a muerte a fuego lento. La mañana siguiente, con una soga atada al
cuello fue trasladado en una barca que lo llevó a Focó, cerca de Scimbara; allí
fue atado al poste con lazos flojos de modo que si se arrepentía pudiera
soltarse.
El fuego ardió muy lentamente aumentando el dolor físico del mártir, de
cuya boca salían invocaciones y oraciones. Sus cenizas fueron dispersadas en el
mar.
Septiembre 15: Beato
Antonio de San Buenaventura. Sacerdote y mártir en Japón, de la
Primera Orden (1588‑1628). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
Fray Antonio de San Buenaventura,
mártir en el Japón, nació en Tui en Galicia, España, en 1588. Realizados los
estudios de filosofía en la universidad de Salamanca, en esta ciudad fue
recibido en la Orden de los Hermanos Menores, e hizo la profesión el 14 de
julio de 1605.
El mismo año partió con 59 compañeros para
las Filipinas, y prosiguió los estudios teológicos, luego fue ordenado
sacerdote y se dedicó con tanto celo al sagrado ministerio que los superiores
lo consideraron idóneo para la peligrosa misión del Japón (1618). Su apostolado
en los 10 años que lo separaron del martirio, fue resumido así por el comisario
general de la Orden de los Hermanos Menores en aquella tierra.
“Antonio de San Buenaventura fue
obrero incansable y ganó para Dios una multitud de almas. Noche y día velaba,
confesando, bautizando, catequizando, levantando a los que habían caído por
temor a la persecución, de los cuales en poco tiempo recondujo a la fe a más de
2.000, muchos de los cuales fueron constantes hasta el martirio. En tiempos tan
difíciles en que el cristianismo era perseguido, bautizó a más de mil paganos y
en los diez años que duró su ministerio, nada pudo frenar el ardor apostólico
de su celo”.
Denunciado el 21 de enero de 1628 por un
falso amigo, fue recluido en la terrible prisión de Omura, donde tuvo la
posibilidad de prepararse con muchos compañeros al martirio, al cual miraba
como una fiesta. Escribía en efecto desde la prisión el 6 de septiembre al
padre Pedro Matías, comisario de Filipinas: “Estoy tan sorprendido cuando me
veo donde estoy y pienso que desde hace dieciséis días están listos los postes
y la leña para ser quemado vivo, que todavía dudo si se trata de mí
precisamente. Oh misericordia de Dios, tan misericordioso que pagas tan
generosamente a quien tan mal te ha servido!”.
Fray Antonio pasó veinte meses en la
prisión, y sin embargo no se desalentó; el deseo del martirio irradiaba toda su
vida. Trasladado a Nagasaki en la Santa Colina o Monte de los Mártires, fue
quemado vivo en medio de terribles sufrimientos soportados con heroica
fortaleza. Era el 8 de septiembre de 1628. Tenía 40 años.
= Septiembre 15: Santa Catalina de
Génova, Viuda de la Tercera Orden Franciscana (1447‑1510). Canonizada
por Clemente XII el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 22 de marzo.
Cuando nació Catalina, muchos nobles
italianos patrocinaban a los artistas y escritores del renacimiento. Las
necesidades de los pobres y enfermos a menudo eran opacadas por un afán de lujo
y autosatisfacción.
Los padres de Catalina, Giacomo Fiesch,
virrey de Nápoles, y Francisca di Negro, eran miembros de la nobleza en
Génova. A los 13 años quiso ser religiosa, pero no pudo a causa de su edad. A
los 16 casó con Julián Adorno, un noble egoísta e incrédulo. Vivió cinco años
de encierro en profundo sufrimiento y depresión. Por otros cinco años, movida
por sus amistades, intentó adormecer su depresión y aislamiento con una vida
mundana y egoísta en los ambientes ded la aristocracia, sin muchas
preocupaciones morales.
Sintiendo la necesidad de recuperar la paz
interior, acudió donde su hermana monja para exponerle sus cruces y ansiedades,
y por toda respuesta recibió la invitación a reiniciar su vida cristiana
mediante la frecuencia de los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía.
Al confesarse (marzo 22 de 1473) tuvo una vívida conciencia de sus pecados y de
lo mucho que Dios la había amado. Reformó su vida, comulgaba diariamente, cosa
insólita en aquella época, hacía grandes penitencias y obras de caridad al
servicio de los enfermos en sus casas y en los hospitales, sin rehuir los
servicios más humildes. Con su buen ejemplo también Julián se convirtió de su
egocentrismo y disipación, y ambos ingresaron a la Tercera Orden
Franciscana. En 1493, asistiendo a los enfermos se contagió de la peste, pero
al recobrar la salud continuó al servicio de los necesitados.
Sin embargo, los despilfarros de Julián los
habían arruinado. El y Catalina decidieron vivir en el Pammatone, un gran
hospital en Génova, y dedicarse allí a obras de caridad. Después de la muerte
de Julián, en 1497, Catalina se hizo cargo de la dirección del hospital.
Escribió acerca del purgatorio, que, según ella, comienza aquí en la tierra, y
sobre otros temas de espiritualidad. La vida con Dios en el cielo es una
continuación y perfeccionamiento de la vida con Dios sobre la tierra.
Agotada por su vida de sacrificio, murió el
15 de septiembre de 1510.
Septiembre 16: Beato
Antonio de San Francisco. Religioso y mártir en Japón, de la
Primera Orden († 1627). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.
El mártir Fray Antonio de
San Francisco era japonés de nacimiento y de nacionalidad. Era catequista
del Padre Francisco de Santa María y terciario franciscano. Desarrolló
incesantes obras de caridad entre los cristianos y los paganos de Nagasaki: los
visitaba y asistía al Padre Francisco en su laborioso ministerio apostólico.
No estaba presente cuando fue apresado el
misionero en la casa del Beato Gaspar Vaz, pero avisado, corrió a donde el
gobernador para enfrentarlo, gritándole: “Tú tienes una multitud de espías y
verdugos. Considerables son las recompensas prometidas a los delatores. Pues
bien, aquí delante de ti tienes un delator que viene a denunciar a un adorador
de Cristo. Ese adorador soy yo, que hace muchos años me ocupo sin descanso en
apoyar a los fieles y convertir a los paganos, muchos de los cuales han sido
conducidos a la fe. Quiero que me des la recompensa por mi delación; quiero ser
asociado a mi querido padre y maestro y a mis queridos cohermanos en la
prisión, en los padecimientos y en la muerte.
Antonio fue escuchado de inmediato, y en la
prisión vio realizado otro ardentísimo deseo suyo, el de ser recibido en la
Orden de los Hermanos Menores. Con vivísima alegría fue admitido al noviciado,
cumplido el cual hizo la profesión en manos de su “padre y maestro de
novicios”, P. Francisco de Santa María, en la Primera Orden en calidad de
religioso no clérigo. En la historia de la Orden Franciscana quizás es de los
pocos casos de una admisión, un año de noviciado y una profesión cumplidos en
la cárcel.
Este valeroso cristiano, fiel catequista y
ardiente franciscano, junto con otros dos religiosos y quien lo hospedaba, el
Beato Gaspar Vaz consumó su martirio en el fuego, mientras María Vaz y otros
cinco terciarios fueron decapitados. La constancia de estos intrépidos atletas
dio un solemne testimonio de la fe y dejó pasmados a los mismos paganos.
En esta misma ocasión fueron muertos por odio a la fe algunos niños de
tres y de cinco años, hijos de Gaspar y María Vaz. Sus nombres no aparecen en
el decreto de beatificación. Su martirio tuvo lugar en Nagasaki en la Santa
Colina o Monte de los Mártires, consagrado ya con la sangre de una multitud de
mártires. Antonio de San Francisco sufrió el martirio el 17 de agosto de
1627.
Septiembre 17: Impresión
de las Llagas del Seráfico Padre San Francisco de Asís. Sagrado Monte Alvernia, 1224.
Se celebra hoy la memoria del inaudito
prodigio y don concedido por Dios a San Francisco en el monte de la Verna.
Los Estigmas son el sello divino de aquel empeño de imitación de Cristo que él
buscaba con todas sus fuerzas desde el día de su conversión. Dios lo presenta
al mundo como ejemplo de vida cristiana, como invitación a seguir el Evangelio.
Francisco tenía a Cristo en el corazón, en los miembros y en los labios, y
Cristo le imprimió el último sello también en sus miembros.
Era la madrugada del 14 de septiembre de
1224, fiesta de la Exaltación de la Cruz, y San Francisco oraba con un
ímpetu nuevo: “Oh Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido que me hagas antes
de que muera: la primera, sentir en mi alma y en mi cuerpo cuanto es posible el
dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la
segunda, sentir en mi corazón cuanto es posible, aquel extraordinario amor del
cual tú, Hijo de Dios, estabas inflamado hasta soportar gustoso una pasión tan
grande por nosotros pecadores”.
Desde la profundidad del cielo
deslumbrante, San Francisco vio venir un Serafín con seis alas de llamas:
dos que iban unidas a su cabeza, dos cubrían todo su cuerpo, y dos se abrían
para volar. En aquel Serafín alado destellaba la felicidad de ver al Señor y el
dolor de verlo crucificado, un admirable ardor devoró su alma e invadió su
cuerpo, quedando con dolorosas heridas en los pies, las manos, el costado,
mientras una voz le decía: “¿Sabes lo que te he hecho? Te he dado los Estigmas
que son los signos de mi Pasión, para que tú seas mi adalid”.
El Serafín alado desapareció, el dolor cesó y cuando después de mucho
rato San Francisco volvió en sí, sintió las manos bañadas y un riachuelo
cálido le corría por el costado izquierdo. Miró: era sangre. Trató de
levantarse, pero los pies no lo sostenían. Sentado en tierra bajo el abrazo
verde de los árboles, se miró las manos, se miró los pies, y los vio
traspasados por clavos de carne, negros como el hierro, con gruesas cabezas
redondas que sobresalían en las palmas de las manos y en las plantas de los
pies. Se abrió la túnica, miró el pecho al lado izquierdo, donde sentía un dolor
que le llegaba al corazón, y descubrió una herida como de una lanza, roja y
sangrante. Eran las llagas de que había hablado el Serafín. Por lo tanto había
sido escuchado! El amor lo había transformado en el Amado, porque uno se
convierte en aquello que ama. Mientras el Serafín se aparecía a Francisco, una
luz brillante aureolaba la cima de la Verna, iluminando los montes y valles de
alrededor.
Septiembre 18: San José
de Cupertino. Sacerdote de la Primera Orden (1603‑1663). Canonizado por
Clemente XIII el 16 de julio de 1767.
José nació en Cupertino (Lecce), en la
Apulia, el 17 de junio de 1603, hijo de Félix Desa y Franceschina Panaca. Su
familia era humilde, pobre y honrada. Fue educado por su madre y creció en un
ambiente sano. Curado milagrosamente por intercesión de la Virgen de una grave
y prolongada enfermedad, se consagró por entero a la piedad y a la virtud. Para
mejor unirse a Dios pidió ser admitido entre los Hermanos Menores Conventuales.
Rechazado una primera vez porque era “bueno para nada”, intentó entre los
Capuchinos con igual resultado. Preocupaba su poquedad intelectual y su extraña
vida espiritual salpicada de éxtasis y fenómenos extraordinarios. Tanto
insistió, que finalmente fue readmitido entre los Hermanos Menores Conventuales
como hermano no clérigo. Pero pronto se hicieron evidentes en él los dones de
gracia y profunda penetración de los misterios de Dios, y así, en pocos años se
planteó el sacerdocio. Fray José quería ser sacerdote. Con gran insistencia
convenció a los superiores para que lo admitieran en el seminario. Estudió con
empeño durante años, pero al final, de la Sagrada Escritura sabía comentar sólo
una frase. En el examen de diácono el obispo abrió el libro del Evangelio y
leyó precisamente aquella frase, a la cual respondió con soltura, y fue
promovido. Quedaba otro examen mucho más exigente, para el sacerdocio. Los
compañeros que lo precedieron respondieron tan bien, que el obispo los promovió
a todos en masa.
De sacerdote creció su devoción. Su vida
cambió radicalmente: piedad, mortificaciones y penitencias, rigurosos y
prolongados ayunos, obediencia ciega, leía en lo íntimo de los corazones. Su
Misa era el encuentro de una importancia extraordinaria con el Señor. Entre la
gente era inagotable su caridad y su consejo era buscado por muchos. Cultivó la
pureza y la devoción a la Santísima Virgen. Por sus frecuentes éxtasis con el
fenómenod e la levitación, fue llamado “el Santo de los vuelos”. Precisamente
este don sobrenatural fue para él fuente de infinitos sufrimientos por parte de
cohermanos y eclesiásticos: cambios de residencia, prohibiciones, sospechas.
Citado por la Inquisición a Nápoles, sorprendió a los inquisidores del Santo
Oficio por la firmeza de su fe y la seguridad de su doctrina, y delante de los
mismos se repitieron sus éxtasis y sus vuelos. Se concluyó que no había ninguna
clase de simulación, y se reconoció un signo claro de la intervención divina.
Varias veces demostró su humildad y obediencia heroicas. El ministro general de
la Orden, antes desconfiado, quedó conquistado por él. Cuando lo presentó al
papa Urbano VIII, el Santo se sumió en un profundo éxtasis, lo cual impresionó
grandemente a toda la corte pontificia. Pero para evitar fantismos populares,
fue trasladado al Sacro Convento de Asís, donde permaneció 14 años, y se
siguieron sucediendo los éxtasis y levitaciones. Después de un breve período de
aislamiento en un convento de los capuchinos, por intervención de Alejandro VII
fue enviado nuevamente entre sus cohermanos al convento de Osimo (Ancona),
donde murió.
Se distinguió por una gran austeridad de
vida e intenso espíritu de oración. Su vida está marcada por extraordinarios
éxtasis. Por la exuberancia de los carismas celestiales, a menudo debió cambiar
de convento para evitar los fanatismos populares, pero siempre brillaron en él
la humildad y la obediencia incondicional.
A lo largo de toda su vida pasó de un lugar a otro: Roma, Asís,
Fossombrone, Pietrarubbia... Cuando querían volverlo a trasladar a Asís, el
Papa se opuso: “Para Asís basta San Francisco!”. Es llamado “el Santo de
los vuelos”, porque con frecuencia se le vio elevado en éxtasis. Murió en Osimo
en las Marcas el 18 de septiembre de 1663, a los 60 años de edad. Los
estudiantes lo invocan como benévolo protector en los estudios y en los
exámenes.
Septiembre 19: Beato
Francisco de Santa Marta. Sacerdote y mártir en el Japón, de la Primera
Orden († 1627). Beatificado el 7 de julio de 1867 por Pío IX.
Francisco de Santa Marta, mártir en el
Japón, es nativo de Alvernajo, cerca de Toledo, España. Siendo joven fue
admitido en la Orden de los Hermanos Menores, donde fue admirado por sus
cohermanos a causa de sus virtudes y su inteligencia. El amor de Dios y de las
almas lo movió a ofrecerse como misionero para dedicar su vida a la conversión de
los infieles. En 1623 junto con el franciscano mejicano Bartolomé Laurel llegó
al Japón, donde desarrolló una dinámica actividad apostólica. Tuvo la fortuna
de encontrar un óptimo catequista a quien en la cárcel podría luego recibir en
la Orden de los Hermanos Menores en calidad de hermano, y que luego también lo
acompañaría en el martirio: el Beato Antonio de San Francisco.
Francisco de Santa Marta pudo realizar un
inmenso trabajo con su valeroso catequista, siempre lleno de celo, de valor y
de espléndidas iniciativas, asiduo en la asistencia a los enfermos. Con otros
terciarios bien formados espiritualmente, tuvo la alegría de bautizar muchos
paganos.
Un día en Nagasaki era huésped del
terciario Gaspar Vaz junto con el Fray Bartolomé Laurel y algunos terciarios,
cuando un grupo de guardias irrumpieron en la casa y arrestaron a los dos
religiosos, seis terciarios, a Gaspar Vaz y María su mujer.
Mientras eran conducidos a la prisión
encadenados, un joven japonés se enfrentó con valor al gobernador para reprocharle
su crueldad y ofrecerse a morir con su maestro, fue recibido por éste en la
Primera Orden y alcanzó da gracia del martirio: Fray Antonio de San Francisco.
El Beato Francisco, después de indecibles sufrimientos, sostenido e
iluminado por la fe y la esperanza del cielo, fue quemado vivo el 16 de agosto
de 1627 en Nagasaki, en la Santa Colina.
Septiembre 20: San Francisco
María de Camporosso. Religioso de la Primera Orden (1804‑1866).
Canonizado por Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
Francisco María nació en Camporosso,
pequeño poblado del interior de Liguria, en la diócesis de Albenga, el 27 de
diciembre de 1804 hijo de Anselmo Croce y María Antonia Gazzo. Pastor,
agricultor, un día escuchó la invitación de un fraile e ingresó en el convento
en Sestro Ponente, donde tomó el hábito de terciario. Pero no se sentía
satisfecho y una voz interior no le daba tregua hasta que por fin tuvo la
alegría de vestir el hábito religioso entre los Hermanos Menores Capuchinos.
Hechos el noviciado y la profesión en el convento de San Bernabé,
inmediatamente fue asignado al convento de la Santísima Concepción en Génova,
donde permaneció hasta su muerte.
Destinado a los humildes oficios de
ayudante de cocina y de enfermero, se hizo notar por una especial fidelidad a
su deber y por una generosidad sin límites. Los superiores creyeron bien
encomendarle el oficio de limosnero, que lo obligaba a recorrer todos los días
las angostas calles de la ciudad, que transformó en un lugar de incesante
coloquio con Dios. Su ejemplo pronto fue motivo de atracción irresistible
porque sus palabras sencillas y espontáneas tenían el secreto para aliviar
todos los dolores. Cuando la gente llegaba con problemas graves y difíciles,
les decía: “Anda donde la Virgen y dile que te manda fray Francisco”.
Francisco María no olvidó su antiguo oficio
de pastor. Sólo que desde este momento el rebaño por él guiado y atendido era
el de los más miserables y desheredados pobladores de Génova y los potreros
eran las calles que subían y bajaban en la Soberbia y sobre todo las
“barriadas” de la ciudad vieja y del puerto. Allí el capuchino de Camporosso,
limosnero del convento, se convirtió en el “Padre Santo”, como era comúnmente
llamado por sus insólitos y a menudo poco recomendables “parroquianos”
habitantes de los bajos fondos y frecuentadores de los ambientes más equívocos.
Sereno en todas partes, en la iglesia lo
mismo que en las tabernas con olor a humo y vino, siempre igualmente afectuoso,
con los cohermanos y con los muchachos, con los braceros del puerto y con los
ex presidiarios, el padre santo en sus incesantes giros por la ciudad se
esforzaba por realizar una doble tarea: la de pedir la limosna diaria y la
otra, más importante y delicada, la de buscar y acercar a Dios a cuantos
encontraba en su camino. Poco importaba que los encuentros fueran no raras
veces violentos, con personas prontas a la cólera y a las injurias.
Estas dificultades ambientales no disminuían la transparente bondad del
fraile capuchino a quien todos, tarde o temprano terminaban queriendo. En 1866
durante una epidemia se ofreció en sacrificio por la incolumidad de los
demás. Su plegaria fue: “Señor, tómame a mí y perdona a Génova”. El mal
lo agotó en pocos días, mientras la epidemia disminuía en la ciudad. Murió a
los 62 años de edad el 17 de septiembre de 1866.
Septiembre 21: Beata
Delfina de Glandèves. Virgen de la Tercera Orden (1284‑1358). Concedió
oficio y misa en su honor Inocencio XII el 24 de julio de 1694.
Delfina de Signe, nació hacia 1284 en Puy‑Michel
en los montes del Luberón, Francia, de la noble familia Glandèves. Una
encantadora figura de mujer, que pasa por el mundo llevando a todas partes la
luz de su gracia, el perfume de la virtud, el calor de su afecto. No era una
santidad ruidosa, que haya marcado la historia de su tiempo, sino una santidad
delicadamente femenina que se difundió a su alrededor como linfa silenciosa y
generosa para alimentar en el bien a cuantos estuvieron a su alrededor a lo
largo de su vida.
Desde niña su presencia fue luz y consuelo
para su familia. A los 12 años ya estaba prometida a un joven no inferior a
ella por su gentileza, nobleza de sangre y belleza de alma. Elzeario, el novio,
era hijo del Señor de Sabran y conde de Ariano en el reino de Nápoles. Desde el
nacimiento su madre lo había ofrecido en espíritu a Dios y más tarde un austero
tío lo había educado en un monasterio. Las bodas tuvieron lugar cuatro años más
tarde. Fue un matrimonio “blanco”, porque los dos jóvenes esposos escogieron la
castidad, un medio de perfección espiritual más alto y arduo. En el castillo de
Ansouis, los dos nobles cónyuges vivieron no como castellanos sino como
penitentes; no como señores feudales sino como ascetas dignos de los tiempos
heroicos de la primitiva Iglesia.
Pasados al castillo de Puy‑Michel, entraron
a la Tercera Orden Franciscana. Su vida interior se enriqueció con una nueva
dimensión, la de la caridad, mediante la cual ellos, ricos por su condición, se
hicieron humildes y pobres para socorrer a los pobres. Delfina y su esposo a
más de las penitencias, oraciones y mortificaciones, se dedicaron a todas
las obras de misericordia, destacándose en todas.
Cuando Elzeario fue enviado a su ducado de
Ariano como embajador en el reino de Nápoles, la actividad benéfica de los dos
esposos continuó en un ambiente todavía más difícil. En medio de tumultos y
rebeliones, los dos Santos fueron embajadores de concordia, de caridad, de
oración. Continuaron sus buenas obras multiplicando sus propios esfuerzos y
sacrificios hasta conquistarse la admiración del pueblo.
Elzeario murió poco después en París. Delfina en cambio le sobrevivió
largo tiempo y honró la memoria de su esposo del mejor modo posible continuando
las buenas obras e imitando sus virtudes. Tuvo la alegría de ver a su esposo
colocado por la Iglesia en el número de los Santos. Ella, a los 74 años pudo
reclinar su cabeza serena y feliz para el eterno descanso. Murió en Calfières,
el 26 de noviembre de 1358.
Septiembre 22: Beatos
Mártires Capuchinos Mártires de la Guerra civil española. Beatificados por Juan
Pablo II el 11 de marzo de 2001.
B. Aurelio de Vinalesa (José Ample Alcaide) Sacerdote. Vinalesa, 3 febrero 1896. Hizo el noviciado en 1912.
Ordenado sacerdote el 26 de marzo de 1921. Maestro de los Clérigos en Orihuela
(Alicante). Antes de ser asesinado alentó a sus cohermanos a afrontar la
muerte, les dio la absolución y los invitó a proclamar: Viva Cristo Rey!.
Asesinado en Barranco de Carraixet, el 28 de agosto de 1936.
B. Ambrosio de Benaguasil (Luis Valls Matamales), Sacerdote. Benaguasil, 3 mayo 1870. Ingresó al noviciado en 1890.
Ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1894. Muy modesto, su apostolado
principalmente fue la predicación, la confesión, la dirección espiritual.
Devoto de la Sma. Virgen. Sereno y valiente frente al martirio. Asesinado
en la Carretera de Valencia a Barcelona, 24 agosto 1936.
B. Pedro de Benisa (Alejandro Mas
Ginestar), sacerdote. Benisa, Alicante, 11 de
diciembre 1876. Hizo el noviciado en 1893, ordenado sacerdote el 22 de
diciembre de 1900. Su apostolado principal lo desempeñó entre los jóvenes y en
la catequesis. Bondadoso y conciliador. “Si vienen por mí, ya estoy a punto”,
había repetido a su hermana para expresar su aceptación del martirio. Asesinado
en la Alberca de Denia, Alicante, 26 agosto 1936.
B. Joaquín de Albocácer (José Ferrer
Adell), sacerdote. Albocácer (Castellón) 23 abril 1879. Hizo el noviciado en
1896. Ordenado sacerdote en 1903 trabajó en Colombia, donde fue Superior
Regular. Luego en España fue director del Colegio seráfico. Después de haber
puesto a salvo a sus seminaristas, se refugió en Rafelbuñol. Apresado el 30 de
agosto de 1936, fue asesinado en la Carretera de Puebla Tornesa a Villafamés,
Castellón, el 30 de agosto de 1936.
B. Modesto de Albocácer (Modesto García
Martí), sacerdote (Albocácer, Castellón, 18 enero 1880. Hizo el noviciado en
1896. Ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903. Misionero en Colombia la
mayor parte de su vida sacerdotal. Sus principales apostolados fueron la
predicación, ejercicios espirituales, dirección espiritual. Religioso amable y
cumplidor. Era guardián en Ollería y fue apresado en una finca de sus familia,
a donde había buscado refugio. Aceptó el martirio con total entrega. Asesinado
entre Albocácer y la finca de la Masá, cerca de ésta, el 13 de agosto 1936.
B. Germán de Carcagente (Jorge María
Garrigues Hernández) sacerdote. Carcaixent,
12 febrero Noviciado, en 1911, Ordenado el 9 de febrero de 1919. Vicemaestro de
novicios y profesor en una escuela primaria en Alcira. Ejerció su apostolado en
el confesionario, la atención a los enfermos y la catequesis. Fervoroso y
caritativo. Se refugió en la casa paterna, donde fue detenido el 9 de agosto de
1936, asesinado en la noche del mismo día en Carcaixent, junto al puente del
Júcar.
B. Buenaventura de Puzol (Julio Esteve
Flors), sacerdote. Puzol, 9 de octubre 1897. Hizo el noviciado en
llería, en 1913. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Gregoriana, ordenado
sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1921. Profesor de Filosofía y Derecho
Canónico en el teologado de Orihuela. Predicador, conferencista, director
espiritual. Pacífico, inteligente y listo, muy educado y correcto. Refugiado en
la casa paterna, fue requerido para unas declaraciones y retenido el 24 de
septiembre de 1936, y asesinado en el cementerio de Gilet, el 26 de septiembre
1936.
B. Santiago de Rafelbuñol (Santiago Mestre
Iborra) sacerdote. Rafelbuñol (Valencia), 10 abril 1909. Ingresó al noviciado
en 1924, en Ollería. Ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1932.
Doctorado en teología por la Universidad Gregoriana, vice-director del Colegio
Seráfico de Massamagrell Sencillo, obediente, devoto de la Sma.Virgen.
Bondadoso y vivaz. Ayudó a poner a salvo a los seminaristas y se refugió en su
pueblo de Rafelbuñol, donde el comité local lo puso a trabajar en obras
públicas del pueblo. Detenidos sus compañeros de comunidad, intentó entregarse
en lugar de ellos, y fue detenido el 26 de septiembre de 1936, y con ellos
asesinado la noche entre el 28 y el 29, en el cementerio de Massamagrell, al
grito de “Viva Cristo Rey”.
B. Enrique de Alzamora (Enrique García
Beltrán), Diácono. Almazora, Castellón, 16 marzo 1913. Ingresó al noviciado en
Ollería en 1928. Era diácono y se preparaba para la ordenación sacerdotal.
Jovial y dócil. Piadoso, muy devoto de San José. Estudioso de la música.
Refugiado en su casa paterna, se preparó serenamente para el martirio que
aceptó generosamente. Fue asesinado en la Pedrera de Castellón, el 16 de agosto
de 1936.
B. Fidel de Puzol (Mariano Climennt
Sanchis), Hermano. Puzol, Valencia, 8 enero 1856. Prestado el servicio militar,
ingresó como novicio capuchino en 1884. Sirvió en Barcelona, Totana,
Orihuela, Massamagrell y Valencia, como portero, cocinero, ayudante del Colegio
seráfico. socio del P. Provincial. Tranquilo y apacible, siempre sonriente,
hombre de oración. Se refugió en Puzol, en casa de familiares, dada su
avanzada edad, 82 años, y su escasa visión, no salía de casa, donde fue
detenido el 27 de septiembre y asesinado en la carretera hacia Sagunto,
Valencia, el 27 de septiembre de 1936.
B. Berardo de Lugar Nuevo de Fenollet (José
Bleda Grau). Hermano. Lloch Nou de Fenollet, 23 de
julio de 1867. Hizo el noviciado en 1900. Sirvió en Orihuela, Alicante, como
limosnero y sastre, Era bondadoso, humilde, orante, caritativo y paciente. Se
refugió entre sus familiares y casi ciego, fue apresado el 30 de agosto de
1936, y asesinado en Genovés, el 4 de septiembre de 1936.
B. Pacífico de Valencia (Pedro Salcedo
Puchades), Hermano. Castellar, 24 de febrero 1874.
Ingresó al noviciado en 1899. Fue limosnero en Massamagrell durante 37 años.
Sencillo y tranquilo, humilde y cumplidor de sus compromisos religiosos. Se
refugió en casa de un hermano suyo, donde fue detenido y asesinado en
Monteolivete, el 12 de octubre de 1936.
Hermanas Clarisas
Capuchinas Mártires de la Guerra civil española: Beatificadas el
11 de marzo de 2001.
Las 3 primeras, del Monasterio de Agullent, hermanas carnales. En su
vida religiosa fueron sólidamente piadosas, plenamente integradas en su
comunidad, sin distinciones especiales entre ellas y respecto a las demás. En
1931 al llegar la República, debieron permanecer en su casa dos meses.
Regresaron al monasterio hasta la revolución de 1936, cuando nuevamente se
refugiaron en su casa de Algemesí, hasta que fueron detenidas el 19 de octubre
de 1936 junto con su anciana madre, B. María Teresa Ferragud Roig –83 años- y
otra hija suya religiosa agustina, B. Josefa Massiá, estuvieron en prisión en
el convento de Fons Salutis), y fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936, día
de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y
quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Asesinadas en
Cruz Cubierta de Alzira.
B. María Jesús (María Vicenta Massiá Ferragud), Algemesí, 12 enero 1882. Hizo el noviciado en 1900 y la profesión el
16 de enero de 1902.
B. María Verónica (María Joaquina Massiá Ferragud) Algemesí 15 junio 1884. Noviciado en 1904, profesión solemne en
1907.
B. María Felicidad (María Felicidad Masiá
Ferragud). Algemesí, 28 agosto 1890. Noviciado en
1910, profesión perpetua en 26 de abril de 1913.
B. Isabel Calduch Rovira, Alcalá de Chivert, Castellón, 9 de mayo 1882. Hizo el noviciado en
1900, y la profesión solemne el 30 de mayo de 1904. Pacífica y amable,
Fue maestra de novicias, y reelegida para otro trienio, que no desempeñó por la
llegada de la revolución; entonces se refugió en su pueblo, en casa de un
hermano suyo sacerdote. Detenida el 13 de abril de 1937, fue asesinada en
Cuevas de Vinromá, Castellón, el 14 de abril de 1937. Del Monasterio de
Castellón de la Plana.
B. Milagros Ortells Gimeno, Valencia, 29 noviembre 1882. Ingresó al monasterio en 1902, en
Valencia. Allí fue enfermera, refitolera, tornera, sacristana y Maestra de
novicias. Caritativa, servicial, piadosa, sacrificada. Al estallar la
revolución se refugió en casa de su hermana María, en Valencia, y luego en otra
casa donde estaban otras religiosas de la Doctrina cristiana. Detenida el 20 de
noviembre de 1936 y asesinada con otras 17 religiosas de la Doctrina Cristiana
en Picadero de Paterna, el mismo 20 de noviembre 1936. Del Monasterio de
Capuchinas de Calle Ruzafa, Valencia.
Septiembre 22: Beato
Ignacio de Santhia’. Sacerdote de la Primera Orden (1686‑1770).
Beatificado por Pablo VI el 17 de abril de 1968.
Nació en Santhia’, diócesis de Vercelli,
Piamonte, el 5 de junio de 1686, hijo de Pier Paolo Belvisotti y María Isabel
Balocco. En el bautismo le impusieron el nombre de Lorenzo Mauricio, que luego,
al hacerse religioso, cambió por el de Ignacio.
Desde su niñez quedó huérfano de padre y
fue educado cristianamente bajo la guía de un piadoso sacerdote. Pronto se
distinguió por la integridad de costumbres, por su aprovechamiento en los
estudios y por la predilección en el servicio litúrgico como seminarista de la
colegiata.
Ordenado sacerdote fue nombrado canónigo de
la iglesia colegiata de Santhia’. También le fue ofrecido el oficio de párroco,
pero él, contra el parecer de sus parientes, que se prometían para él una
brillante carrera eclesiástica, renunció. Poco después, anhelando mayor
perfección, dijo adiós a todas las cosas terrenas venciendo toda clase de
dificultades, ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde en
1717 emitió sus votos religiosos.
Durante 25 años fue confesor asiduo y muy
buscado por personas de toda clase, pasaba muchas horas del día en la dirección
espiritual y abría a los pecadores los caminos misteriosos de la bondad de
Dios. Fue maestro de novicios en el convento del Monte de Turín, haciéndose
modelo de todas las virtudes, supo dirigir a los jóvenes franciscanos hacia la
perfección seráfica.
En 1743 estalló la guerra y él se
distinguió ejemplarmente en la asistencia a los soldados hospitalizados, y en
aquel período borrascoso supo ser consuelo y ayuda para cuantos recurrían a él.
El resto de su vida lo pasó en la enseñanza del catecismo a los niños y a los
adultos con una competencia, diligencia y aprovechamiento realmente singulares.
Hizo cursos de ejercicios espirituales especialmente a religiosos, a quienes con
la palabra y con el ejemplo supo llevar a la más alta espiritualidad cristiana
y franciscana. De él nos quedan las “Meditaciones para un curso de ejercicios
espirituales”, que fueron impresas en Roma por primera vez en 1912. A los 84
años, agotado por el intenso trabajo apostólico desempeñado con sencillez y
humildad, deseaba retornar a Dios y el 22 de septiembre de 1770 su alma voló de
la tierra al cielo.
Septiembre 22: Beatos
Mártires Capuchinos Mártires de la Guerra civil española. Beatificados por Juan
Pablo II el 11 de marzo de 2001.
B. Aurelio de Vinalesa (José Ample Alcaide) Sacerdote. Vinalesa, 3 febrero 1896. Hizo el noviciado en 1912.
Ordenado sacerdote el 26 de marzo de 1921. Maestro de los Clérigos en Orihuela
(Alicante). Antes de ser asesinado alentó a sus cohermanos a afrontar la
muerte, les dio la absolución y los invitó a proclamar: Viva Cristo Rey!.
Asesinado en Barranco de Carraixet, el 28 de agosto de 1936.
B. Ambrosio de Benaguasil (Luis Valls Matamales), Sacerdote. Benaguasil, 3 mayo 1870. Ingresó al noviciado en 1890.
Ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1894. Muy modesto, su apostolado
principalmente fue la predicación, la confesión, la dirección espiritual.
Devoto de la Sma. Virgen. Sereno y valiente frente al martirio. Asesinado
en la Carretera de Valencia a Barcelona, 24 agosto 1936.
B. Pedro de Benisa (Alejandro Mas
Ginestar), sacerdote. Benisa, Alicante, 11 de
diciembre 1876. Hizo el noviciado en 1893, ordenado sacerdote el 22 de
diciembre de 1900. Su apostolado principal lo desempeñó entre los jóvenes y en
la catequesis. Bondadoso y conciliador. “Si vienen por mí, ya estoy a punto”,
había repetido a su hermana para expresar su aceptación del martirio. Asesinado
en la Alberca de Denia, Alicante, 26 agosto 1936.
B. Joaquín de Albocácer (José Ferrer
Adell), sacerdote. Albocácer (Castellón) 23 abril 1879. Hizo el noviciado en
1896. Ordenado sacerdote en 1903 trabajó en Colombia, donde fue Superior
Regular. Luego en España fue director del Colegio seráfico. Después de haber
puesto a salvo a sus seminaristas, se refugió en Rafelbuñol. Apresado el 30 de
agosto de 1936, fue asesinado en la Carretera de Puebla Tornesa a Villafamés,
Castellón, el 30 de agosto de 1936.
B. Modesto de Albocácer (Modesto García
Martí), sacerdote (Albocácer, Castellón, 18 enero 1880. Hizo el noviciado en
1896. Ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903. Misionero en Colombia la
mayor parte de su vida sacerdotal. Sus principales apostolados fueron la
predicación, ejercicios espirituales, dirección espiritual. Religioso amable y
cumplidor. Era guardián en Ollería y fue apresado en una finca de sus familia,
a donde había buscado refugio. Aceptó el martirio con total entrega. Asesinado
entre Albocácer y la finca de la Masá, cerca de ésta, el 13 de agosto 1936.
B. Germán de Carcagente (Jorge María
Garrigues Hernández) sacerdote. Carcaixent,
12 febrero Noviciado, en 1911, Ordenado el 9 de febrero de 1919. Vicemaestro de
novicios y profesor en una escuela primaria en Alcira. Ejerció su apostolado en
el confesionario, la atención a los enfermos y la catequesis. Fervoroso y
caritativo. Se refugió en la casa paterna, donde fue detenido el 9 de agosto de
1936, asesinado en la noche del mismo día en Carcaixent, junto al puente del
Júcar.
B. Buenaventura de Puzol (Julio Esteve
Flors), sacerdote. Puzol, 9 de octubre 1897. Hizo el noviciado en
llería, en 1913. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Gregoriana, ordenado
sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1921. Profesor de Filosofía y Derecho
Canónico en el teologado de Orihuela. Predicador, conferencista, director
espiritual. Pacífico, inteligente y listo, muy educado y correcto. Refugiado en
la casa paterna, fue requerido para unas declaraciones y retenido el 24 de
septiembre de 1936, y asesinado en el cementerio de Gilet, el 26 de septiembre
1936.
B. Santiago de Rafelbuñol (Santiago Mestre
Iborra) sacerdote. Rafelbuñol (Valencia), 10 abril 1909. Ingresó al noviciado
en 1924, en Ollería. Ordenado sacerdote en Roma el 26 de marzo de 1932.
Doctorado en teología por la Universidad Gregoriana, vice-director del Colegio
Seráfico de Massamagrell Sencillo, obediente, devoto de la Sma.Virgen.
Bondadoso y vivaz. Ayudó a poner a salvo a los seminaristas y se refugió en su
pueblo de Rafelbuñol, donde el comité local lo puso a trabajar en obras
públicas del pueblo. Detenidos sus compañeros de comunidad, intentó entregarse
en lugar de ellos, y fue detenido el 26 de septiembre de 1936, y con ellos
asesinado la noche entre el 28 y el 29, en el cementerio de Massamagrell, al
grito de “Viva Cristo Rey”.
B. Enrique de Alzamora (Enrique García
Beltrán), Diácono. Almazora, Castellón, 16 marzo 1913. Ingresó al noviciado en
Ollería en 1928. Era diácono y se preparaba para la ordenación sacerdotal.
Jovial y dócil. Piadoso, muy devoto de San José. Estudioso de la música.
Refugiado en su casa paterna, se preparó serenamente para el martirio que
aceptó generosamente. Fue asesinado en la Pedrera de Castellón, el 16 de agosto
de 1936.
B. Fidel de Puzol (Mariano Climennt
Sanchis), Hermano. Puzol, Valencia, 8 enero 1856. Prestado el servicio militar,
ingresó como novicio capuchino en 1884. Sirvió en Barcelona, Totana,
Orihuela, Massamagrell y Valencia, como portero, cocinero, ayudante del Colegio
seráfico. socio del P. Provincial. Tranquilo y apacible, siempre sonriente,
hombre de oración. Se refugió en Puzol, en casa de familiares, dada su
avanzada edad, 82 años, y su escasa visión, no salía de casa, donde fue
detenido el 27 de septiembre y asesinado en la carretera hacia Sagunto,
Valencia, el 27 de septiembre de 1936.
B. Berardo de Lugar Nuevo de Fenollet (José
Bleda Grau). Hermano. Lloch Nou de Fenollet, 23 de
julio de 1867. Hizo el noviciado en 1900. Sirvió en Orihuela, Alicante, como
limosnero y sastre, Era bondadoso, humilde, orante, caritativo y paciente. Se
refugió entre sus familiares y casi ciego, fue apresado el 30 de agosto de
1936, y asesinado en Genovés, el 4 de septiembre de 1936.
B. Pacífico de Valencia (Pedro Salcedo
Puchades), Hermano. Castellar, 24 de febrero 1874.
Ingresó al noviciado en 1899. Fue limosnero en Massamagrell durante 37 años.
Sencillo y tranquilo, humilde y cumplidor de sus compromisos religiosos. Se
refugió en casa de un hermano suyo, donde fue detenido y asesinado en
Monteolivete, el 12 de octubre de 1936.
Hermanas Clarisas
Capuchinas Mártires de la Guerra civil española: Beatificadas el
11 de marzo de 2001.
Las 3 primeras, del Monasterio de Agullent, hermanas carnales. En su
vida religiosa fueron sólidamente piadosas, plenamente integradas en su
comunidad, sin distinciones especiales entre ellas y respecto a las demás. En
1931 al llegar la República, debieron permanecer en su casa dos meses.
Regresaron al monasterio hasta la revolución de 1936, cuando nuevamente se
refugiaron en su casa de Algemesí, hasta que fueron detenidas el 19 de octubre
de 1936 junto con su anciana madre, B. María Teresa Ferragud Roig –83 años- y
otra hija suya religiosa agustina, B. Josefa Massiá, estuvieron en prisión en
el convento de Fons Salutis), y fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936, día
de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y
quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Asesinadas en
Cruz Cubierta de Alzira.
B. María Jesús (María Vicenta Massiá Ferragud), Algemesí, 12 enero 1882. Hizo el noviciado en 1900 y la profesión el
16 de enero de 1902.
B. María Verónica (María Joaquina Massiá Ferragud) Algemesí 15 junio 1884. Noviciado en 1904, profesión solemne en
1907.
B. María Felicidad (María Felicidad Masiá
Ferragud). Algemesí, 28 agosto 1890. Noviciado en
1910, profesión perpetua en 26 de abril de 1913.
B. Isabel Calduch Rovira, Alcalá de Chivert, Castellón, 9 de mayo 1882. Hizo el noviciado en
1900, y la profesión solemne el 30 de mayo de 1904. Pacífica y amable,
Fue maestra de novicias, y reelegida para otro trienio, que no desempeñó por la
llegada de la revolución; entonces se refugió en su pueblo, en casa de un
hermano suyo sacerdote. Detenida el 13 de abril de 1937, fue asesinada en
Cuevas de Vinromá, Castellón, el 14 de abril de 1937. Del Monasterio de
Castellón de la Plana.
B. Milagros Ortells
Gimeno, Valencia, 29 noviembre 1882. Ingresó al monasterio en 1902, en
Valencia. Allí fue enfermera, refitolera, tornera, sacristana y Maestra de
novicias. Caritativa, servicial, piadosa, sacrificada. Al estallar la
revolución se refugió en casa de su hermana María, en Valencia, y luego en otra
casa donde estaban otras religiosas de la Doctrina cristiana. Detenida el 20 de
noviembre de 1936 y asesinada con otras 17 religiosas de la Doctrina Cristiana
en Picadero de Paterna, el mismo 20 de noviembre 1936. Del Monasterio de
Capuchinas de Calle Ruzafa, Valencia.
Septiembre 23: Beato
Pío de Pietralcina. Sacerdote de la Primera Orden (1887‑1968).
Beatificado por Juan Pablo II en 1999.
El Padre Pío nació en Pietralcina, pequeña
localidad de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887, hijo de Gracio y
María Josefa Forgione. En el bautismo recibió el nombre de Francisco. Desde los
primeros años sintió fuertemente la vocación de consagrarse al Señor y fue
favorecido por Dios con celestes visiones. A los cuatro años, en la iglesia de
Santa Ana, se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, que lo invitó a
acercarse al altar. El 6 de enero de 1903 entró como clérigo en el noviciado
del convento de los Hermanos Menores Capuchinos de Morcone (Benevento) y se
distinguió por el espíritu de mortificación y amor a la Pasión de Jesús, en la
cual meditaba asiduamente, derramando copiosas lágrimas. Ordenado sacerdote en
la catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910, ejerció los primeros años de
sacerdocio en su pueblo natal, donde permaneció hasta 1916 por motivos de
salud. El 17 de febrero del mismo año regresó entre sus cohermanos del convento
de Santa Ana en Foggia.
El 28 de julio de 1916 subió por primera
vez al Gargano, al convento santuario de Santa María de las Gracias en
San Giovanni Rotondo, donde, salvo pocas y breves interrupciones, debidas
sobre todo al servicio militar, al cual fue llamado, permaneció hasta su
muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1968. Fue favorecido por el Señor con
carismas especiales: éxtasis, aromas, bilocación, introspección,
transverberación del corazón, etc. El más insigne de ellos fue el de los
estigmas, que recibió de un misterioso “personaje” en la mañana del viernes 20
de septiembre de 1918, mientras oraba ante el Crucifijo del coro en la vieja
iglesita de Santa María de las Gracias. Llevó los estigmas por medio siglo,
hasta su muerte, cuando desaparecieron misteriosamente sin dejar ninguna
cicatriz. El Padre Pío es el primer sacerdote estigmatizado. Durante su vida
atendió únicamente al desempeño de su ministerio sacerdotal, entregado a la
oración, la celebración de la santa Misa, la administración de los sacramentos,
la dirección espiritual, especialmente con la confesión y la correspondencia
epistolar.
Inflamado en el amor a Dios y las almas,
fundó dos grandes obras: una espiritual, los “Grupos de Oración”, la otra
material: “La Casa Sollievo della Sofferenza” (alivio del sufrimiento), un
moderno hospital que funciona sobre todo a favor de los pobladores del Gargano.
Innumerables gracias y milagros se
atribuyen a su intercesión. Su fama de santidad se difundió en todo el mundo.
Juan Pablo II el 1 de octubre de 1983, hablando a más de veinte mil miembros de
los “Grupos de Oración” del Padre Pío dijo: “La presencia de ustedes y su
compromiso cristiano están indisolublemente ligados a la personalidad y a la
obra del Padre Pío de Pietralcina, el humilde fraile capuchino que por casi
cincuenta años en el convento de San Govanni Rotondo vivió y realizó su
consagración religiosa a Dios, casi exclusivamente en la continua, prolongada y
fervorosa oración y en el ministerio de la reconciliación, guiando y dirigiendo
a millares de fieles que buscaban el auténtico camino de la perfección y de la
santidad cristiana.
El Padre Pío murió en septiembre de 1968, pero la fecundidad misteriosa
de su larga vida sacerdotal y de religioso, hijo de San Francisco,
continúa actuando todavía, podremos decir, en un visible crescendo, en especial
con dos obras que son típicamente “suyas”, por haber nacido de su gran corazón,
abierto al amor de Dios y de los hermanos: los “Grupos de Oración” y la “Casa
Sollievo della Sofferenza”, universalmente conocida por sus méritos aun en el
campo humanitario y social.
Septiembre 24: San Pacífico
de San Severino. Sacerdote de la Primera Orden (1653‑1721).
Canonizado por Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839.
Pacífico (Bautizado como Carlos
Antonio), nació en San Severino, Marcas, el 1 de marzo de 1653, hijo de
Antonio María Divini y María Angela Bruni, último de 13 hijos. Después de la
muerte de sus padres, fue acogido por el tío materno Luzizo Bruni, prior de la
catedral de San Severino Marcas, culto y buen sacerdote pero muy austero.
A los 17 años abrazó la vida religiosa entre los Hermanos Menores y el 28 de
diciembre de 1671 fue admitido a la profesión religiosa, estudió luego
filosofía y teología y el 4 de junio de 1678 fue ordenado sacerdote en
Fossombrone.
En el convento del Crucifijo de Treia trabajó
intensamente para prepararse al apostolado y a la enseñanza. El 25 de
septiembre de 1681 fue nombrado predicador y lector. Por tres años enseñó
filosofía y ejerció la predicación.
Durante 10 años recorrió muchas veces los
caminos de las verdes Marcas, repetidamente anduvo por pueblos y ciudades;
predicó en las iglesias, en las plazas, en los santuarios, incansable difusor
de la verdad. Su palabra sacudió a los fieles; su celo conmovió a los tibios;
su humildad mortificó a los soberbios. Se recordó mucho tiempo en las Marcas la
predicación elevada y persuasiva del fraile franciscano, inclusive cuando las
fatigas de su vida de predicador volante lo forzaron a retirarse inmóvil al
convento de Forano, enfermo de las rodillas. No tenía sino 45 años y vivió hasta
los 68, siempre más enfermo y siempre más severo consigo mismo, afligido por la
incomprensión, y herido por la calumnia. Ante las injustas acusaciones,
Pacífico no se defendió. Conservó en silencio aquella paz del alma
laboriosamente conquistada con una vida de trabajo y sufrimiento.
Su salud cada vez empeoraba más. A la llaga de su pierna derecha, se
añadieron la sordera y la ceguera progresiva, tanto que en los últimos años de
su vida se le hizo imposible celebrar la Misa, escuchar las confesiones de los
fieles y participar en la vida de la comunidad. Alejandro Calvi, obispo de
San Severino el 11 de junio de 1721 fue a visitarlo y en aquella ocasión
con estupor oyó que lo apostrofaba: “Excelencia, al Paraíso, al Paraíso, usted
va primero y yo lo seguiré un poco después”. Esa misma tarde cayó enfermo el
obispo y murió el 25 de julio. Poco más tarde lo seguiría Pacífico, a la edad
de 68 años, el 24 de septiembre de 1721.
Septiembre 25: Beata Lucía de
Caltagirone. Virgen religiosa de la Tercera Orden Regular (1360‑1400).
León X concedió oficio y misa en su honor el 4 de junio de 1514.
Lucía nació en Caltagirone, Sicilia, hacia
el año 1360. Sus padres la educaron en la piedad y ella supo maravillosamente
corresponder a sus esperanzas. Ellos eran devotos de San Nicolás de Bari y
experimentaron varias veces su protección. Un día en que Lucía se subió a una
higuera para recoger frutas fue sorprendida por un furioso temporal con granizo
y rayos. Un rayo cayó sobre el árbol donde estaba Lucía, la cual se precipitó a
tierra medio muerta. En su mente vio perfilarse la figura de un santo anciano,
San Nicolás de Bari, quien la tomaba de una mano y la entregaba de nuevo a
la familia.
Hacia los 13 años abandonó su pueblo natal
en Sicilia para seguir a una piadosa terciaria franciscana de Salerno. Al poco
tiempo se le murió esta guía espiritual y Lucía entró en un convento
salernitano de Hermanas que seguían la regla franciscana. Allí se distinguió
por la fiel práctica de sus deberes y en especial por el amor a la penitencia,
a la cual se había comprometido para expiar los pecados de la humanidad, y
sobre todo por una más íntima participación en los dolores de Cristo. Por algún
tiempo ejerció el oficio de maestra de novicias. La fama de su virtud se
difundió. Muchos recurrían a ella para pedirle oraciones y consejo. Dedicaba
mucho tiempo a la oración, a la meditación y a la contemplación de las cosas
del cielo. A menudo flagelaba su cuerpo virginal; la desnuda tierra le servía
de lecho; un poco de pan y agua eran su sustento diario. Los nobles acudían a
ella, y ella consolaba a los afligidos, llamaba a penitencia a los pecadores,
edificaba a los piadosos. Dios confirmó con prodigios su santidad.
Había llegado a los cuarenta años y ya estaba lista para el cielo. Su
vida austera, los prolongados y dolorosos sufrimientos minaron su salud. A la
invitación del esposo celestial, su alma gozosa voló al Paraíso para unirse al
coro de las Vírgenes a las cuales ha sido dado seguir al Cordero divino. Lucía,
terciaria regular, murió en Salerno el año 1400. Después de su muerte obró
diversos prodigios. El culto y la veneración hacia ella siempre fue
extendiéndose en el pueblo salernitano y en las regiones vecinas hasta que el
Sumo Pontífice León X el 4 de junio de 1514 concedió en su honor el oficio y la
misa.
Septiembre 26: San Elzeario
de Sabran. Penitente de la Tercera Orden (1285‑1323). Canonizado por
Urbano V el 5 de abril de 1369.
Elzeario nació en el castillo de Ansouis,
pequeño poblado de la Provenza (Francia) hacia 1285. Su padre Ermangao de
Sabran era conde de Ariano, en el reino de Nápoles. Su madre Lauduna d’Albe de
Roquemartine era una mujer de gran piedad y caridad para con los pobres.
Elzeario era el primogénito, la madre, después del bautismo lo ofreció al Señor
diciendo que estaba dispuesta a entregárselo antes que su alma fuera manchada
en su vida por el pecado mortal. El voto heroico de la madre fue escuchado.
Tuvo óptima educación al lado de su tío Guillermo de Sabran, abad del
renombrado monasterio benedictino de San Víctor. Todavía muy joven, por
voluntad de Carlos de Anjou, se desposó en 1299 con Delfina de Signe. Elzeario,
muy inclinado a la piedad, y Delfina, que no quería el matrimonio, de común
acuerdo resolvieron guardad castidad aún después de las nupcias, y cumplieron
su acuerdo.
Elzeario, a la muerte de su padre, habiendo
heredado con los otros títulos nobiliarios también el de Conde de Ariano, fue a
Italia para tomar posesión del condado, bajo la directa dependencia del rey. En
aquella ocasión brillaron las virtudes de Elzeario. Por su ardiente caridad y
el sentido de moderación en las contrariedades, logró conquistarse el amor del
pueblo. Sus dotes lo hicieron apreciado y querido para el rey de Nápoles. En
1312, cuando Roma era asediada por el ejército del emperador Enrique VII de
Luxemburgo, Roberto de Anjou encomendó al conde de Ariano el mando de sus
soldados que acudían en ayuda del Papa. Elzeario aceptó la gravosa tarea con
tal empeño que forzó a los imperiales a abandonar a Roma.
Después de cuatro años de permanencia en
Italia, Elzeario regresó a Provenza. Este regreso fue motivo de gran alegría
para Delfina, y para todas las poblaciones de la región. En este tiempo los dos
esposos recibieron el hábito de la Tercera Orden de San Francisco de manos
del Padre Juan Julián de Riez. Se obligaron a perseverar en la virginidad, es
más, hicieron voto de perpetua castidad. Cada día rezaban el oficio de los
terciarios y multiplicaban las obras de caridad y de penitencia. Su hábito
franciscano consistía en una túnica de paño gris que bajaba hasta las rodillas,
ceñida con el cordón. Se preocupó de que en sus territorios floreciera la vida
cristiana, se mantuvieran las buenas costumbres, se administrara la justicia,
se defendiera a los pobres contra la opresión de los ricos.
Estando en París, en misión encomendada por el rey de Nápoles, enfermó
gravemente y en poco tiempo murió. El 27 de septiembre de 1323 fue el último
día de su vida. Quiso tener a su lado al famoso padre teólogo Francisco Mairone
con quien hizo la confesión general y de quien recibió el Viático. Luego
serenamente su alma voló hacia su creador. Fue canonizado por Urbano V el 15 de
abril de 1369. En su canonización estaba presente su esposa Delfina. En Ariano
Irpino (Avellino) es venerado como copatrono de la ciudad.
Septiembre 27: Beato
Domingo de San Francisco. Religioso y mártir en el Japón,
de la Primera Orden († 1628). Beatificado por Pío IX el 7 de julio de
1867.
Domingo de San Francisco, mártir
japonés, nacido en Nagasaki, fue catequista y ayudante de Fray Antonio de
San Buenaventura, que lo bautizó pocos días después de su llegada a
Manila. Más tarde lo admitió a la Tercera Orden y lo escogió como compañero de
ministerio.
Desde entonces durante 10 años, Domingo no
abandonó más a su querido bienhechor sino que lo acompañó por todas partes, en
medio de los peligros debido a la furia de la persecución. Se encontraba en su
casa, al lado de su madre, viuda convertida por Antonio, cuando el 21 de enero
de 1627 supo que el misionero había sido arrestado. Alegre con al noticia, al
día siguiente, con sus mejores vestidos como si fuera para una fiesta, corrió
derecho a los jueces pidiendo ser arrestado también él como hermano y siervo
del misionero. Efectivamente pudo así volver a abrazarlo en la prisión de Omura.
Con él había trabajado en el campo del Señor, con él deseaba asociarse al
triunfo eterno.
Durante la prisión Domingo hizo al Padre Antonio una insistente
petición. Hacía muchos años deseaba tomar el hábito de San Francisco, pero
nunca había sido posible, ahora, pues, pedía humildemente hacer parte de la
Primera Orden Franciscana. En la oscura prisión se celebró el rito de la
vestición religiosa y fue admitido entre los religiosos hermanos con el nombre
de Fray Domingo de San Francisco. Fray Antonio lo aceptó gustoso, hizo en
la prisión el año de noviciado y la profesión de los votos de pobreza,
obediencia y castidad. Esta breve vida franciscana concluiría en Nagasaki el 8
de septiembre de 1628 cuando maestro y discípulo subieron juntos a la Santa
Colina de los mártires, fueron atados al poste, fue encendida la hoguera, y
cantando alabanzas al Señor, volaron sus almas redimidas con la corona del
martirio hacia la gloria del Paraíso
Septiembre 28: Beato
Bernardino de Feltre. Sacerdote de la Primera Orden (1439‑1494). Aprobó
su culto Inocencio X el 13 de abril de 1654.
Bernardino nació en Feltre en 1439, hijo
primogénito de Donato Tomitano y de Corona Rambaldoni, prima del célebre
educador Vittorino de Feltre, bautizado con el nombre de Martín. De ingenio precoz,
ávido de lecturas, hizo rápidos progresos en los estudios humanísticos, tanto
que a los 11 años leía y hablaba el latín con facilidad. Estudiante de derecho
en Padua era admirado por todos a causa de la seriedad de su conducta y su
inteligencia. El 14 de mayo de 1456 a los 17 años, ingresó a la Orden de los
Hermanos Menores en Padua, en el conventito de Santa Úrsula. Terminado el curso
de teología en Venecia fue ordenado sacerdote en 1463. Desde 1469 hasta su
muerte no cesó de predicar y recorrió la Italia centro‑septentrional muchas
veces a pie descalzo en medio de grandes dificultades.
En una sociedad mercantil, en la cual
muchos, a menudo con pocos escrúpulos, gozaban de riquezas y privilegios, una
gran masa de abandonados vivía en la penuria, agravada por la gran plaga social
llamada usura. los pobres no solamente eran explotados, sino que además eran
despojados de sus magras ganancias por aquellos que, poseyendo capitales,
prestaban con intereses exagerados. San Bernardino de Siena había entendido
bien cómo la “caridad cristiana” se había vuelto “caridad inhumana”.
Por esto la usura fue el blanco de Fray
Bernardino de Feltre: un blanco preciso contra el cual lanzó todas sus
evangélicas y apostólicas flechas, suscitando primero el resentimiento, después
inclusive el odio de aquellos que se sentían directamente aludidos. Por esto
fue amenazado, atacado, y hubiera caído mártir de los usureros si muchas veces
no hubieran llegado en su ayuda los hombres de armas enviados por las
autoridades comunales. También él, como San Bernardino de Siena, era de
baja estatura y débil constitución. Se firmaba con el adjetivo de “Piccolino”,
pero cuando predicaba parecía un volcán. Se tiene cuenta de 23 cuaresmas
predicadas, con sermones diarios. A sus prédicas acudían innumerables oyentes.
Pero no bastaba predicar, no era suficiente
amonestar, había que ayudar a los pobres contra los explotadores. Fue así como
el Beato Bernardino de Feltre propugnó los “Montes de Piedad”, una especie de
organización bancaria para los pobres, para que no siguieran siendo
estrangulados por los usureros, sino que se les prestara dinero contra una
modesta prenda, con bajísimo interés. No era gran cosa, pero era importante
como inicio de una ofensiva contra la usura, plaga dominante del tiempo. Los
Montes de Piedad se difundieron rápidamente y si no extirparon la usura, por lo
menos dieron un poco de alivio a los más marginados.
Fray Bernardino predicó 23 cuaresmas en las
principales ciudades de Italia y muchísimas otras predicaciones en centros
menores. Sus predicaciones atraían oyentes sin número y se lo peleaban las
ciudades más ilustres recurriendo inclusive al Papa para tenerlo. Era
predicador vivaz, que dialogaba con el pueblo, lanzaba chistes, ridiculizaba
las costumbres de las mujeres, las injusticias de los abogados, las usuras de
los explotadores, exhortaba a la práctica de los sacramentos y a la devoción a
la Santísima Virgen. Bernardino se encontró sereno con la muerte en Pavía a los
55 años de edad el 28 de septiembre de 1494.
Septiembre 28: Beatas
Protomártires Hermanas Terciarias Capuchinas: Beatificación: marzo 11 de 2001.
Su fiesta: septiembre 22.
Beata Rosario de Soano (Petra María
Victoria Quintana Argos) (1866-1936). RTC. Beatificación marzo
11.2001. Nació el 13 de mayo de 1866, en Soano (Santander), hija de
Antonio Quintana y Luisa Argos, de familia piadosa, creció ayudando a la
familia en los trabajos del hogar y del campo. A los 14 años murió su madre y
ella hubo de hacerse cargo de la casa, educar a sus hermanos y hermanas menores
y ayudar a su padre. Se hizo terciaria franciscana y frecuentaba el convento
capuchino de Montehano, donde, escuchando un sermón del P. Luis Amigó, decidió
hacerse religiosa. El 8 de mayo de 1889, venciendo la oposición de su familia,
ingresó en la Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada
Familia en el Santuario de Montiel (España). Hizo su primera profesión en 1891.
Adquirió los conocimientos que no había podido adquirir en su pueblo. Fue
maestra de novicias, consejera y de 1914 a 1926, Superiora General.
Jovial, afable, de fácil relación, austera en su vida, muy sensible a las
necesidades de los pobres, a quienes acogía y servía siempre con simplicidad y
humildad. Se preocupó grandemente por la formación y el progreso espiritual de
las religiosas. Como Vicaria general acompañó a las hermanas durante la guerra
civil española, les buscó refugio y las animó a la perseverancia. Se distinguió
en la práctica de la caridad, la fidelidad a Dios y al prójimo y su profunda
devoción a la Eucaristía. Su último gesto fue un testimonio de fe: quitándose
el anillo, signo de alianza perpetua con el Señor, lo entregó a su verdugo y le
dijo: “Tómalo en señal de mi perdón”.
Beata Serafina de Ochovi (Manuela Justa
Fernández Ibero) (1872-1936). Nacida el 6
de agosto de 1872 en Ochovi, Navarra, España, hija de Hilarión Fernández y
Juana Francisca Ibero. De familia numerosa, profundamente cristiana y sencilla,
pobre y trabajadora. Tuvo otros dos hermanos Capuchinos y dos Terciarias
Capuchinas. A los 15 años ingresó en la Congregación de Hermanas
Terciarias Capuchinas recién fundada por el P. Luis Amigó. Hizo su profesión
temporal el 14 de mayo de 1891. Trabajó en la educación de las niñas huérfanas,
en la recolección de limosnas para el sostenimiento de las mismas, y los
trabajos domésticos, fue superiora local y por treintaiséis años consejera
general. Ejemplar en su consagración, paciente, comprensiva, humilde, amante de
los pobres, siempre disponible para el servicio, justa, firme y sincera, muy
devota del Santísimo Sacramento. Cuando estalló la guerra civil vivía en
Masamagrell. Organizó refugio seguro para las postulantes y novicias y luego,
apresada con Sor Rosario, con ella sufrió el martirio.
Beata Francisca
Javier de Rafelbuñol (María Fenollosa Alcaina) (1901-1936). Nació en
Rafelbuñol, Valencia, España, el 24 de mayo de 1901, hija de José Fenollosa y
María Rosa Alcaina, campesinos terciarios franciscanos. Eran 10 hijos, familia
cristiana, piadosa. Devota de la Sma. Virgen, perteneció a la Asociación de las
Hijas de María, a diario rezaba el Rosario y leía el Evangelio, en medio de sus
ocupaciones domésticas. Para hacerse religiosa debió vencer la oposición de su
madre, que la consideraba su brazo derecho en el hogar. Ingresó en la Congregación
de Hermanas Terciarias Capcuhinas en 1921, profesó el 11 de mayo de 1924.
Enseñaba música a las niñas de la casa-familia y al mismo tiempo era maestra de
novicias. Afable, simpática, alegre y devota. Se distinguía por su prudencia,
ecuanimidad, simplicidad y humildad. Respetuosa de todos y de iniciativa.
Cuidadosa en el cumplimiento de sus deberes, dada a la oración silenciosa,
devota de la Eucaristía y de la Sma. Virgen. Aprovechaba las vacaciones en
familia para hacer algún apostolado entre los jóvenes.
Al estallar la guerra civil española el 18
de julio de 1936, las hermanas fueron obligadas a abandonar el convento y
refugiarse en casas particulares. Sor Francisca, consciente del peligro
manifestó a su madre el miedo a la muerte, y su misma madre la animó a ser fiel
a Cristo, que seguramente le daría la fuerza para enfrentar lo que se
presentara. Detenidas el 21 de agosto de 1936, fueron sometidas a trabajos
forzados, malos tratos y vejaciones. Al día siguiente fueron fusiladas las
hermanas Rosario y Serafina en la carretera de Puzol (Valencia). Sor Rosario le
entregó al asesino el anillo de su profesión diciéndole: “Tómalo, te lo doy
como señal de mi perdón”. Luego éste, impresionado, decía: “Matamos a una
santa! Matamos a una santa!”. Sor Francisca Javier, después de haber sido
sometida a humillaciones y sufrimientos, detenida con su hermano José el 27 de
septiembre,fue fusilada al día siguiente en el Cementerio de Gillet (Valencia).
Antes de morir, dijo a sus asesinos: “Que Dios les perdone, como les perdono
yo”. Y murió aclamando: “Viva Cristo Rey!”. De esta manera la
Congregación ofrecía a Dios sus primicias y recibía el bautismo de sangre.
Carmen García Moyon (1888-1936), nacida en Nantes (Francia) el 13 de septiembre de 1888. A
principios de siglo se instala junto con su familia en Segorbe, Castellón.
Ingresa en la Congregación de Terciarias Capuchinas el 11 de enero de 1918,
pero concluidos sus votos se retira. En 1926 se encuentra en Torrent, donde da
catequesis, arregla los ornamentos sagrados, hace el aseo de la iglesia, puso
un taller de costura en su casa para enseñar a las jóvenes a coser, zurcir y
bordar. Catequista, cooperadora parroquial y trabajadora social.
Fue asesinada a causa de sus convicciones religiosas el 30 de enero de 1937 en
Barranc de les Canyes, camino de Monserrat. “Viva Cristo Rey”, fueron sus
últimas palabras.
Septiembre 29: San Juan
de Dukla. Sacerdote de la Primera Orden (1414‑1484). Canonizado por
Juan Pablo II, el 10 de junio de 1997.
Juan nació en Dukla cerca de los montes
Cárpatos en Polonia hacia 1414. De joven ingresó en la Orden de los Hermanos
Menores. Ordenado sacerdote se distinguió por su celo y prudencia, tanto que
mereció ser colocado en puestos de responsabilidad. Fue varias veces guardián y
superior en Krosno y luego en Leópoli, donde también fue custodio de todos los
conventos de aquella provincia, particularmente importante dada la vecindad con
los territorios ortodoxos y dado el carácter misionero de estos conventos.
En aquellos tiempos los franciscanos
polacos estaban unidos con los checos en una sola provincia. Por su inclinación
a la vida contemplativa obtuvo de los superiores el permiso de vivir en
conventos donde se observaba con mayor rigidez la regla franciscana. En el
nuevo ambiente fue pronto uno de los más celosos religiosos, distinguiéndose en
la vida de perfección, en el cuidado de las almas y en el trabajo misionero.
Sectores especiales de su actividad fueron hasta el fin de su vida el
confesionario y el púlpito. Al quedar ciego no pudiendo ya preparar las
predicaciones, se servía de un novicio que le leía algunos textos sagrados
sobre los cuales se preparaba. Soportó la ceguera y otros males que lo afligían
sin lamentarse nunca y mostrando a todos una serenidad franciscana.
Fue fervoroso cumplidor de la regla
profesada. Amaba y veneraba el pequeño código franciscano como si fuera el
evangelio, lo leía frecuentemente, lo meditaba de continuo, para profundizar
siempre más en el espíritu del Seráfico Patriarca. Cuando quedó ciego ya no
podía leer la regla franciscana, se la hacía leer de algún novicio. Era llamado
por sus cohermanos “Heraldo de la paz y de la unión fraterna”. Aborrecía a los
murmuradores y sembradores de cizaña, los amonestaba y corregía. Su vida
religiosa estuvo tejida de oración, penitencia y ardiente apostolado.
Había llegado a los 70 años cuando Dios lo quiso premiar con la gloria
del cielo. Al sentir vecina la hora de la muerte recibió con edificante piedad
los últimos sacramentos mientras los cohermanos lo rodeaban y lo asistían
recitando salmos penitenciales, expiró plácidamente, el 29 de septiembre de
1484. En Leópoli su muerte fue llorada por toda la ciudad, los milagros y
gracias obtenidas por su intercesión hicieron que se le tributara un culto
siempre creciente, que el Papa Clemente XII aprobó el 21 de enero de 1733. En
1739 el mismo papa lo proclamó protector de Polonia y Lituania.
Septiembre 30: Beata
Feliza Meda de Milán. Virgen religiosa de la Segunda Orden (1378‑1444).
Aprobó su culto Pío VII el 2 de mayo de 1807.
Feliza Meda nació de la familia Meda en
Milán en 1378. Fue santamente educada por sus padres. Desde niña mostró un
ánimo viril e inclinado a la espiritualidad. Quedó huérfana junto con un
hermano y una hermana a los cuales quería mucho. Cuando ella sintió la vocación
al estado religioso, aconsejó también a su hermano y a su hermana a hacer lo
mismo. Distribuyeron a los pobres parte de su herencia familiar y todos tres se
consagraron al servicio de Dios. Su hermano se hizo Fraile Menor, mientras
Feliza y su hermana entraron entre las Clarisas en el monasterio de Santa
Ursula de Milán (1400).
El mejor testimonio de la santa vida de la
Beata Feliza lo tenemos por el Ministro general de los Hermanos Menores, padre
Guillermo de Casale, el cual en 1439, destinándola como abadesa en Pésaro por
sugerencia de San Bernardino de Siena, hacía un preciso retrato de ella:
“Me he informado plenamente por testigos dignos de fe, de tu laudable vida, de
tu honestidad, celo, prudencia, vigilancia, ejemplaridad; en los ejercicios
claustrales eres infatigable, en las obras espirituales incansable, en las
oraciones, eficaz, en el proveer, diligente, moderada en las correcciones,
atemperada en los mandatos, excelente en la comprensión, rigurosa en el
silencio, prudente en el hablar, diestra en el conciliar y dotada por el
Altísimo de muchas prerrogativas y de singulares carismas en todas las cosas
que miran al buen gobierno. No solamente con la autoridad del oficio mío, sino
también de la sede apostólica, y con el consejo y el consentimiento de muchos
padres, maestros y prelados de la Orden, te instituyo abadesa y madre del
monasterio de Pésaro”. Confirmación de este elogio fue el gran disgusto de los
milaneses al verla partir.
La vida claustral de la Beata Feliza fue
más celeste que terrena; su pureza germinó como lirio, ásperas sus penitencias,
su ayuno riguroso, llevaba sobre la desnuda carne un áspero cilicio, a menudo
se flagelaba con cadenillas de hierro en recuerdo de la pasión del Redentor,
caminaba a pie descalzo.
El demonio a veces se le apareció,
asumiendo diversas formas, ora de un horrible dragón, o de un monstruo
espantoso, pero con la oración y el ayuno ella siempre salió vencedora de las
insidias del maligno.
La Beata Feliza vivió sólo cuatro años en el monasterio de Pésaro, donde
numerosas fueron las nuevas vocaciones. A su floreciente comunidad ella supo
comunicarle su espíritu y su celo por la perfección seráfica. Atacada por grave
enfermedad, recibió con gran fervor los últimos sacramentos, tuvo un breve
discurso a sus cohermanas, arrodilladas alrededor de su lecho, las bendijo y
expiró serenamente. Era el 30 de septiembre de 1444. Tenía 66 años. Fue clarisa
desde 1400 y Abadesa, primero en el monasterio de Santa Ursula en Milán en los
años 1425‑1439, después en el monasterio del Corpus Domini de Pésaro de 1439 a
1444.
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