Junio 1: Sagrado
Corazón de Jesús
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es
complemento de la del Cuerpo y Sangre de Cristo, reuniendo todos los misterios
de Jesús en uno solo, que materialmente es el corazón de carne de Jesús,
espiritualmente quiere expresar los infinitos tesoros de su amor. Es la fiesta
del amor de Dios por nosotros, un amor totalmente gratuito, un amor que no
busca en el hombre méritos, sino sólo que se lo acoja disponiendo la propia
vida como respuesta de amor. Es la respuesta que nos ha indicado Juan:
“Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios: el que ama es
engendrado por Dios y conoce a Dios; quien está en el amor permanece en Dios y
Dios habita en él”.
“Uno de los soldados traspasó con la lanza
el costado de Jesús y al punto brotó sangre y agua. El que lo vio da testimonio
y su testimonio es veraz. Sabe que dice la verdad, para que también vosotros
creáis. En efecto, esto sucedió para que se cumpliera la escritura que dice:
mirarán al que traspasaron”. (Jn 19,34‑37).
El Corazón de Jesús, traspasado por la
lanza del soldado, es símbolo de la bondad y de la misericordia de Dios, que
nos dio su Hijo para que nos salvara del pecado, mediante su muerte y
resurrección. La devoción al Corazón de Jesús nos estimula a la confianza y al
amor hacia el Padre.
Jesús levantado en la cruz, en su amor sin
límites, dio la vida por nosotros, y de la herida de su costado derramó sangre
y agua, símbolo de los sacramentos de la Iglesia, para que todos los hombres,
atraídos al Corazón del Salvador, llegaran gozosos a la fuente perenne de la
salvación.
Dios, con aceite de júbilo consagró
Sacerdote eterno y Rey del universo a su único Hijo, Jesucristo, nuestro Señor,
para que sacrificándose a sí mismo, y sometidas a su poder todas las criaturas,
ofreciera a su majestad infinita el reino eterno y universal: reino de santidad
y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz.
Nosotros ponemos nuestra confianza en Jesús
y a él nos entregamos incondicionalmente durante nuestra vida y a la hora de
nuestra muerte, que tendrá su culminación en la bienaventuranza eterna.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue
siempre cara a los franciscanos, a ejemplo de San Francisco de Asís,
inflamado de seráfico amor hacia Jesús. Su corazón ardía de caridad hacia el
Corazón del Mártir Crucificado. Jesús mismo así lo presenta a su confidente
Santa Margarita María de Alacoque: “He aquí el Santo que más ha amado a mi
Corazón. Tómalo como modelo”.
Escribieron y hablaron del Corazón de Jesús San Buenaventura,
San Antonio de Padua, San Bernardino de Siena y muchos otros Santos
franciscanos.
Junio 2: Beato Juan
Pelingotto. Penitente de la Tercera Orden (1240‑1304). Aprobó su culto
Bendedicto XV el 13 de noviembre de 1918.
Juan Pelingotto nació en Urbino en 1240,
hijo de un rico mercader de telas que bien pronto, si bien de mala gana, hubo
de permitirle dedicarse libremente a los ejercicios de piedad. A los once años
ya lo había iniciado en el comercio.
Vistió el hábito de la Tercera Orden de la
penitencia en la iglesia de Santa María de los Angeles, la primera iglesia
franciscana de Urbino, y como fiel imitador del Seráfico Padre, vivía
austeramente. El amor por los pobres lo movía a privarse aun de lo necesario
para socorrerlos; humildísimo, al caer en la cuenta de que sus conciudadanos lo
tenían en grande estima, para despistarlos se hizo el loco, pero mientras más
procuraba ocultarse, más manifiestas hacía Dios sus virtudes.
En 1300 fue a Roma para ganar el jubileo
decretado por Bonifacio VIII. Era la primera vez que iba a la ciudad eterna y
no era conocido por nadie; sin embargo, un desconocido al encontrarse con él,
lo señaló a sus compañeros diciendo: “¿No es este aquel santo hombre de
Urbino?”. Otros varios hechos manifestaron claramente que el Señor quería hacer
conocer su santidad. De regreso a su ciudad natal, intensificó su vida
espiritual deseando ardientemente la patria celestial. Fue atacado por una
gravísima enfermedad que lo redujo pronto a las últimas, y lo hizo perder hasta
el habla, que recuperó completamente sólo en los últimos días de su vida
terrena. Supo ser imitador del Seráfico Padre incluso en el dolor. El demonio
no cesaba de molestar con horribles tentaciones a este terciario penitente que
siempre había guardado intacta la pureza de su alma. Andaba repitiendo: “¿Por
qué me molestas? ¿Por qué me echas en cara cosas que nunca he cometido y en las
cuales nunca he consentido?”. Y abandonándose confiado en los brazos de la
misericordia divina, con voz fuerte dijo: “Y ahora, vamos con toda confianza!”.
Uno de los presentes dijo: “Padre, ¿a dónde vas?”. “Al Paraíso!”, respondió.
Dicho esto, su rostro se puso bellísimo, sus miembros se distensionaron y, poco
después expiró serenamente. Era el primero de junio de 1304; tenía 64 años de
edad.
Juan había pedido que se le sepultara en la iglesia de
San Francisco, pero en un primer tiempo no se cumplió su voluntad: tuvo
solemnes funerales y fue sepultado en el cementerio franciscano, en el claustro
del convento. Dios glorificó bien pronto a su fiel servidor. Tantas fueron las
gracias que se decían obtenidas por su intercesión, tanto era el concurso de
los fieles a su sepulcro, que los hermanos exhumaron sus restos y los llevaron
a la iglesia de San Francisco. Aumentándose los prodigios se erigió un
altar sobre su tumba, donde se celebraron misas en su honor. Su culto continuó
a través de los siglos.
Junio 3: Beato
Andrés de Spello, Sacerdote y discípulo de San Francisco, de la
Primera Orden (1194‑1254). Aprobó su culto clemente XII el 25 de julio de 1738.
Andrés Caccioli nació en Spello, Umbría, en
1194. Pronto abrazó la vida eclesiástica y llegó a ser sacerdote. En 1223 quiso
seguir a San Francisco y se hizo discípulo suyo ingresando en la Orden de
los Hermanos Menores. De San Francisco imitó especialmente el espíritu de
pobreza, y el 3 de octubre de 1226 tuvo la dicha de asistir al glorioso
tránsito del Seráfico Pobrecillo. En 1233 estaba en España, donde tomó parte en
el Capítulo de Soria y obtuvo con sus oraciones una lluvia providencial para
aquella tierra afectada por una prolongada sequía. Igual milagro hizo en
Spello.
Vivió también en el eremitorio de Las
Cárceles en Asís, en gran penitencia y austeridad. Atendía sólo a la
contemplación de las cosas del cielo, al cual se sentía ya cercano. Las horas
libres de los actos comunes las pasaba en una gruta separado del resto del
mundo, únicamente dedicado a la oración ferviente. Varias veces fue favorecido
con celestiales apariciones y su espíritu probó dulzuras indescriptibles. Un
día Jesús se le apareció en forma de niño, resplandeciente de belleza. Estaban
en dulces conversaciones cuando sonó la campana que llamaba a los religiosos al
coro para la recitación de Vísperas. Andrés, por espíritu de obediencia,
suspendió la conversación para unirse a sus cohermanos. Terminadas vísperas,
regresó a su retiro y con gran alegría encontró al niño Jesús, el cual le dijo:
“Hiciste bien al obedecer: pronto te llamaré a mí!”. Era el feliz anuncio de su
próxima muerte.
En 1248 volvió al convento de
San Andrés, de Spello, donde fue encargado de la dirección espiritual de
las Clarisas. Obtuvo de Santa Clara que fuera enviada como abadesa de Spello la
Beata Pacífica Guelfuccio, tía y una de las primeras y más ilustres discípulas
de Santa Clara. Con la ayuda y el consejo del Beato Andrés la comunidad de las
Damas Pobres de la Dama Pobreza aumentó en número y fervor, renunció a la regla
mitigada del Cardenal Hugolino para seguir la compuesta por San Francisco
para las primeras religiosas amantes de la pobreza. De esta manera el
monasterio de Spello vino a ser pronto una de las casas más florecientes de la
Orden.
En Spello Andrés esperó sereno la invitación para volar a la patria
celestial. Rico de méritos y glorioso por su ardiente apostolado en medio del
pueblo, realizado por medio de la predicación de muchos años, recibió con
edificante piedad los últimos sacramentos, y se durmió plácidamente en el Señor
el 3 de junio de 1254; tenía 60 años de edad. Las antiguas crónicas
franciscanas lo llaman máximo predicador y taumaturgo, recuerdan su caridad y
obediencia ejemplares. Se distinguió por su fervor eucarístico, una tierna
devoción a la Santísima Virgen y la contemplación de la Pasión y muerte de
Jesús. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Andrés, en Spello. Fue elegido
co‑patrono de su ciudad en 1360.
Junio 4: Beato
Pacífico de Cerano. Sacerdote de la Primera Orden (1424‑1482). Aprobó
su culto Benedicto XIV el 7 de julio de 1745.
Pacífico nació en Cerano, poblado de la
diócesis de Novara, de la familia Ramati. Desde tierna edad quedó huérfano de
sus padres y fue educado en la piedad y el estudio por el superior de los
Benedictinos del monasterio de San Lorenzo de Novara.
Pacífico prefirió el convento de
San Nazzaro de la Costa, de la Orden de los Hermanos Menores, hecho
ilustre por San Juan de Capistrano y San Bernardino de Siena. En
1444, año de la muerte de San Bernardino, tomaba el hábito franciscano.
Hecho sacerdote, fue enviado por los superiores a la Sorbona de París, de donde
regresó a Italia con el título de doctor. Se dedicó a la predicación, que
realizó en diversas regiones, especialmente en el Piamonte y en Lombardía, con
tal éxito que se le consideraba “un nuevo San Bernardino” y se le llamó
“orador apostólico famosísimo”. Se había propuesto combatir la ignorancia
religiosa tanto en el laicado como en el clero, especialmente en relación con
el sacramento de la Penitencia. No se contentó con predicar, sino que escribió
con competencia y claridad singulares una “Suma Pacífica”, compuesta en 1473,
que los estudiosos de la teología moral reconocen como un tratado muy
importante.
A menudo regresó a Cerano, donde hizo
erigir una capilla en honor de la Virgen para acrecentar entre sus
conciudadanos la devoción a la Madre de Dios. Sixto IV lo envió por primera vez
a Cerdeña con una misión especial en 1471, y una segunda vez en el tiempo de la
invasión de Mohamed II en 1480, con el cargo de Nuncio apostólico contra los turcos.
Los comienzos de la nueva misión en la isla fueron prometedores.
Sin embargo, su principal ocupación fue,
como dijimos, la predicación, en la cual tuvo grandes éxitos. Puede decirse que
este piamontés de palabras sobrias reverdeció, a pocos decenios de distancia,
los laureles de otro santo franciscano, Bernardino de Siena, el mayor
predicador del siglo. En el siglo XV la Orden franciscana conoció una
maravillosa florescencia de Santos y una amplia difusión. Los conventos se
multiplicaron, sencillos y devotos, no solamente en la península sino también
en Sicilia y Cerdeña. Como visitador y comisario general de la Orden, el Beato
Pacífico tuvo el oficio de visitar todos los conventos, mientras como
predicador convincente para el auditorio, el Papa lo encargaba de predicar una
cruzada contra el Sultán Mohamed II.
Giróvago por obediencia, Pacífico pasó por todas las regiones de Italia
predicando la paz y el Evangelio de Cristo. Agotado por las fatigas
apostólicas, murió a los 58 años, en Sassari, el 4 de junio de 1482, lejos de
su verde Piamonte, a donde sin embargo retornaron sus restos, en la iglesia
franciscana de Cerano, por expreso deseo del teólogo de la pacífica conciencia.
Bascapè lo proclama “insigne por su doctrina y santidad, consuelo y protector
de su patria”.
Junio 5: Santa
María de Jesús Sacramentado (María Natividad) Venegas, TOF, Fundadora
del Instituto Hijas del Sagrado Corazón (1868‑1959). Canonización: el 21 de
mayo de 2000 por Juan Pablo II.
María Natividad Venegas, nació en La Tapona, Zapotlanejo, Jalisco,
México el 8 de septiembre de 1868. A los 19 años quedó huérfana de padre y
madre, ingresó en la Asociación de Hijas de María. El 8 de diciembre de 1905,
habiendo decidido hacerse religiosa, ingresó al grupo de Hijas del Sagrado
Corazón, para el servicio del Hospital del Sagrado Corazón, fundado el 2 de
febrero de 1886, bajo el patrocinio del canónigo Antenógenes Silva. En este
Hospital vivió desde 1905 hasta su muerte. Humilde, sencilla, caritativa con
todos: sus religiosas, los enfermos, los pobres, etc., se esmeró en difundir la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Respetuosa y servicial con los Obispos y
sacerdotes. En 1912 fue nombrada Vicaria general de su Instituto, que todavía
no poseía aprobación ni siquiera diocesana. El 25 de enero de 1921 fue elegida
Superiora General, cargo que desempeñó con verdadera prudencia y tino hasta el
12 de septiembre de 1954, tiempo en el cual hizo las Constituciones del
Instituto, las cuales fueron aprobadas por el Arzobispo don Francisco Orozco y Jiménez.
Murió el 30 de julio de 1959.
Junio 6: Beato
Lorenzo de Villamagna. Sacerdote de la Primera Orden (1476‑1535).
Aprobó su culto Pío XI el 28 de febrero de 1923.
Lorenzo nació en Villamagna, provincia de
Chieti, hijo de Silverio de Masculis y de Pippa D’Eletto, el 12 de mayo de
1476. Ingresó muy joven en la Orden de los Hermanos Menores, donde se
distinguió por la asiduidad en la oración, su amor a la pobreza y a la
obediencia, su devoción a la Eucaristía y por el amor divino del cual estaba
inflamado: desarrolló un intenso apostolado, fue muchas veces solicitado en las
principales ciudades de Italia por su santidad y su profunda doctrina. Fue
favorecido por Dios con el don de milagros y profecía.
El siglo XV es el siglo de oro del
franciscanismo. Los numerosos conventos, esparcidos un poco por todas partes,
también en el fuerte y gentil Abruzzo, parecían colmenas, ricos en santos
religiosos y ardientes apóstoles. En este feliz período Lorenzo plasmó su
eximia virtud, tanto que emulaba a sus grandes cohermanos, el primero de todos
San Juan de Capistrano, la gloria más brillante del Abruzzo, el incansable
apóstol de Europa. La vida sacerdotal de Lorenzo duró 35 años y puede resumirse
en estas pocas y sencillas palabras: predicó, enseñó, exhortó y pacificó
pueblos. Fue un profundo teólogo y famoso predicador. Su palabra parecía la de
un profeta, conmovía hasta el llanto. Las conversiones eran frecuentes. No
subía nunca al púlpito sin someterse antes a ásperas flagelaciones, consciente
de que la penitencia atrae las divinas misericordias. Para responder a las
frecuentes solicitudes de predicación que le venían de todas partes de Italia,
debía emprender largos y difíciles viajes. Caminaba siempre a pie descalzo. Su
comportamiento era ya una de sus convincentes predicaciones.
En 1535 los habitantes de Ortona a Mare,
deseosos de escuchar la palabra de Lorenzo le pidieron predicar la cuaresma,
pero la fibra del infatigable apóstol, se había reducido a un estado
lamentable, a causa de las largas fatigas, las ásperas penitencias y los largos
viajes. La cuaresma de aquel año marcó la extinción de una llama. El bien
obrado entre los ortoneses fue extraordinario. Cuando lo veían subir al púlpito
se sentían conmovidos hasta las lágrimas, cuando bajaba de él le besaban las
manos y la túnica. Todos le demostraron reconocimiento por el gran bien
realizado en medio de ellos. Un día, mientras predicaba, inspirado por el Señor
exclamó con espíritu profético: “Dentro de quince días estaré en la eternidad
yo en primer lugar y después me seguirán otros de ustedes”.
Efectivamente después de unos días fue atacado por un fuerte acceso de
gota que lo obligó a suspender la predicación y reducirse al lecho. Purificado
por el dolor soportado con gran resignación, expiraba serenamente el 6 de junio
de 1535, a la edad de 59 años, en Ortona a Mare. Su cuerpo después de algunos
años fue encontrado incorrupto. En 1829 fue colocado bajo el altar mayor en la
iglesia franciscana de Santa María delle Grazie del lugar.
Junio 7: Beato
Diego Oddi. Religioso de la Primera Orden (1839‑1919). Beatificado por
Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.(Fiesta: junio 6).
Es una bella y simpática figura de humilde
Hermano Menor que, en el pesado quehacer cotidiano o en la petición de limosna
ejercida como una continua predicación por cerca de 48 años, dio un espléndido
testimonio de fidelidad al Señor. Auténtico contemplativo itinerante, Fray
Diego centró su alta y sencilla espiritualidad en una robusta piedad
cristológica y mariana. La misma simplicidad de sus modales escondía un
vigoroso y constante encuentro con Dios a quien él supo descubrir en los
hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. Esto explica también cómo
una verdadera multitud de toda clase y condición social desease encontrarse con
él, y cómo de él “hombre todo de Dios”, se difundieron paz y serenidad capaces
de resucitar en el corazón de muchos la alegría y la esperanza.
Nacido en Vallinfreda, provincia de Roma,
diócesis de Tívoli, el 6 de junio de 1839, hijo de Vicenzo Oddi y Bernardina
Pasquali, pobres campesinos pero fervientes cristianos (“los únicos devotos”,
los llamaban los campesinos), recibió en el bautismo el nombre de José. Sabía
poco leer y poco escribir, pero era el primero en el estudio de la doctrina
cristiana. Bien pronto sintió la vocación a la vida religiosa franciscana; pero
ante la oposición de sus padres, que tenían necesidad de su único hijo varón
por las penurias familiares, José renunció a entrar en el convento. En
Bellegra, en 1872, finalmente, a los 33 años fue recibido como “Terciario
Oblato”. En 1877 los frailes fueron expulsados de su querido “Retiro” y
forzados a vivir en casa de algunos bienhechores. Pero Fray José continuó
ocupánddose del cuidado del huerto del convento, que había sido confiado a un
amigo de los frailes. Con el regreso de los frailes a su convento (1878) y la
subsiguiente reapertura del noviciado (1884), Fray José fue admitido a la
prueba canónica (12 de febrero de 1884), tomando también el nuevo nombre
religioso de Fray Diego. Hecha la primera profesión el 14 de febrero de 1886 y
la solemne el 16 de mayo de 1889, permanecerá en el Retiro de Bellegra, célebre
por la presencia de otros auténticos santos como el fundador, Santo Tomás de
Cori, San Teófilo de Corte, el venerable Franceschino da Ghisoni y el
Beato Mariano da Roccacasale. Permaneció allí hasta el día de su muerte,
ocupándose primero del cuidado del bosque y del huerto y luego ejerciendo el
oficio de “limosnero” hasta los últimos años de su vida. Fue verdadero ángel de
consuelo para toda la vasta zona del Sublacense, del Tiburtino, del Carseolano
y del Veliterno.
Apóstol del buen ejemplo y verdadero testigo de la caridad de Cristo,
rodeado de universal fama de santidad. Digno sucesor de los santos que
habitaron el sacro Retiro de Bellegra, Fray Diego fue perfecto imitador del
Seráfico Padre particularmente en la penitencia, en la humildad y en el
espíritu de oración, al cual consagraba muchas horas del día y de la noche.
Cantando las alabanzas a María y en espíritu de obediencia al Guardián, Fray
Diego se durmió en la paz de los justos el 3 de junio de 1919. Entre los
admiradores de Fray Diego y de su estupenda simplicidad podemos enumerar al
Papa Juan XXIII quien fue a visitar el Retiro y los recuerdos de Fray Diego en
1959 y, feliz coincidencia, pasó a la patria eterna el mismo día que Fray
Diego: el 3 de junio de 1963. Los restos mortales del querido apóstol
“itinerante” son guardados con viva piedad en su querido Retiro de Bellegra,
meta de numerosas peregrinaciones.
Junio 8: Beato
Nicolás de Gésturi, religioso de la Primera Orden (1882‑ 1958).
Beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.
Juan Medda, en religión “Fray Nicolás”,
nació en Gésturi, su provincia de Cagliari y arquidiócesis de Oristano, Italia,
el 5 de agosto de 1882, en una familia de humilde condición social, muy honrada
y religiosa. Bautizado al día siguiente de nacer, en la iglesia parroquial de
Santa Teresa de Avila. El 2 de junio de 1886 recibió el sacramento de la
confirmación. Muy pronto quedó huérfano de padre y madre, fue acogido en la
casa de su hermana mayor, ya casada. Terminados los estudios primarios comenzó
a trabajar en el campo. En 1896 recibió la primera comunión.
Desde muy joven sintió la vocación
religiosa, pero no pudo realizarla por la pobreza familiar. La curación de una
dolorosa enfermedad reumática le dio la ocasión para poder hacer realidad ese
sueño. En 1911, a los 29 años, animado por el párroco de Gésturi, entró como
terciario oblato en el convento capuchino de San Antonio de Cagliari. El
30 de octubre de 1913 vistió el hábito y tomó el nombre de Fray Nicolás.
Terminado el año de noviciado, emitió la primera profesión el 1 de noviembre de
1914, y el 16 de febrero de 1919 hizo la profesión solemne. Sus diez primeros
años de vida religiosa los pasó en distintos conventos de Cerdeña, en los que
desempeñó principalmente el oficio de cocinero. En 1924 fue trasladado a
Cagliari, donde permaneció 34 años, cumpliendo el oficio de “limosnero”.
Muchísimos, al encontrarse con él, le hacían confidencias, le pedían consejo y
oraciones para conseguir favores espirituales o materiales; nació así la
costumbre de llamarlo junto al lecho de los enfermos, tanto en casa como en los
hospitales.
Sucedieron curaciones extraordinarias, que
mostraban la mano de Dios a través del pobre hermano. Se extendió rápidamente
su fama de santidad y su poder taumatúrgico. Su vida constituía para todos una
llamada a la conversión, a la oración, al amor y al servicio del Señor y de los
hermanos.
Fray Nicolás se caracterizó por el
silencio, la fidelidad inquebrantable, la piedad, el celo por las almas y la
caridad hacia los necesitados que encontraba en su itinerario diario al pedir
la limosna.
Supo afrontar todas las dificultades con admirable paciencia y caridad,
actuando con rectitud, valor y perseverancia. El eje fundamental de su
personalidad moral y espiritual era su profundo espíritu de oración, que se
manifestaba en su actitud contemplativa habitual, incluso en medio de las
ocupaciones diarias. En su comportamiento reflejaba la presencia de Dios y una
constante unión con el Señor. Cada uno de sus actos y palabras se transformaba
en oración ardiente y continua. Murió el 8 de junio de 1958, a los 76 años de
edad, tras varios días de enfermedad.
Junio 9: San Cornelio
Wican. Religioso y mártir en Gorcum, de la Primera Orden († 1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Cornelio Wican nació en Dorestt, no lejos
de Utrecht. Todavía joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores como
religioso no clérigo. Después del noviciado y la profesión religiosa se puso a
disposición de la comunidad para los servicios humildes del convento. Se
distinguió siempre por su amable simplicidad y por la obediencia pronta y
alegre. Los cohermanos veían en él un retrato de los primeros seguidores del
Seráfico Patriarca, los doce discípulos, caballeros de la mesa redonda. Varias
anécdotas de su vida son dignas de insertarse en el libro de las florecillas de
San Francisco. Una vez, mientras vivía en el convento de Bois‑le‑Duc el
padre guardián le ordenó irse inmediatamente al convento de Utrecht. El piadoso
hermano inclinó la cabeza en señal de obediencia y se puso en camino. Al llegar
a Utrecht el superior de allí le preguntó la razón de su viaje. Fray Cornelio
le respondió humildemente que el superior lo había mandado y él había
obedecido. Entonces el superior de Utrecht, para poner más a prueba la heroica
obediencia del virtuoso hermano, le ordenó nuevamente por santa obediencia que
regresara a Bois‑le‑Duc para preguntar a su padre guardián las razones de su
traslado y luego regresar nuevamente a Utrecht. El heroico hermano cumplió el
mandato con diligencia y prontitud, dando pruebas de una obediencia realmente
admirable.
Otro hecho digno de anotar, que proyecta
mucha luz sobre nuestro mártir, es la respuesta que dio el día mismo de su
martirio, al feroz Lunay, que quería confundirlo y hacerlo apostatar de la fe.
Respondió resueltamente: “Yo creo y profeso todo lo que cree y profesa y tantas
veces me ha enseñado mi padre guardián. Por esta fe en Jesucristo, en la
Iglesia y en el Romano Pontífice estoy listo a dar mi sangre”. Simple y sublime
profesión de fe que le aseguró la gracia del martirio y la gloria eterna de los
Santos.
En junio de 1572 los calvinistas se apoderaron de la ciudad de Gorcum,
apresaron a los Hermanos Menores de aquel convento, los llevaron por muchos
poblados exponiéndolos a las burlas de la población. Los llevaron prisioneros a
Brielle, torturándolos de mil maneras, para que renunciaran a la fe católica en
la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice. Pero ellos permanecieron
firmes en la fe. El 9 de julio de 1572 los once franciscanos, felices
enfrentaron la muerte para atestiguar la doble presencia de Cristo en la
tierra: su presencia invisible en el sacramento del altar y la visible en la
persona de su Vicario, el Sumo Pontífice. Sufrieron el martirio despedazados en
el patíbulo.
Junio 10: San Pedro
de Assche. Religioso y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1530‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Pedro nació en 1530 en Assche, pequeña
ciudad de Bélgica, en el territorio de Bruselas. De joven pidió y obtuvo el
ingreso en la Orden de los Hermanos Menores en el estado de hermano no clérigo.
Siempre vivió en Gorcum, donde a la fatiga diaria de los trabajos que le
encomendaban los superiores, unía un singular amor a la oración, a la soledad y
a la penitencia. Se propuso la imitación de los grandes Santos que vivieron
como él en la condición de hermanos no clérigos: espíritu de obediencia pronta
y alegre, prontitud para los actos de comunidad, apostolado del buen ejemplo y
la buena palabra, íntima unión con Dios en todos los oficios que se le
confiaban: cocinero, portero, sacristán, hortelano, limosnero de puerta en
puerta para recoger las ofrendas para los pobres y para la comunidad religiosa.
Virtudes que lo hicieron digno de ser asociado a los otros cohermanos de su
convento en el supremo sacrificio de la vida enfrentado con valor por amor de
Dios que exalta a los humildes y siempre está cerca de sus hijos en los duros
momentos de la tribulación.
En junio de 1572, los calvinistas se
apoderaron de la ciudad de Gorcum, apresaron a los franciscanos de aquel
convento con los demás sacerdotes y los llevaron por muchos poblados
exponiéndolos a las burlas del pueblo. Después condujeron a los prisioneros a
Brielle, torturándolos de mil maneras para que renunciaran a la fe católica en
la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice. Ellos permanecieron firmes
en al fe y por eso fueron asesinados el 9 de julio de 1572.
A las 2 de la mañana, Omal y sus esbirros
condujeron fuera de la prisión a los condenados y los llevaron al lugar del
suplicio. Dieron orden de que primero fuera estrangulado el superior del
convento, San Nicolás Pick. Este, después de haber dirigido a sus
cohermanos una conmovida exhortación digna de los primeros mártires cristianos,
subió la escala del patíbulo y no dejó de bendecir a Dios y de exhortar a sus
cohermanos hasta que el lazo le quitó la voz destrozándole la garganta.
El segundo fue el vicario, San Jerónimo de Werten, el cual subió a
su vez la escala invocando a la Santísima Virgen. Luego uno tras otro los
confesores de la fe fueron colgados al patíbulo. El bárbaro suplicio se
prolongó grandemente. Alegres y serenos los invictos héroes subieron al
patíbulo iluminados por la visión del cielo mientras Ormal y sus satélites,
llenos de satánica alegría, no cesaban de vomitar blasfemias e insultos.
San Pedro de Assche en el momento del martirio tenía 42 años de edad.
Junio 11: Beato Guido
de Cortona. Sacerdote de la Primera Orden (1190‑1250). Su culto
y misa fueron concedidos por Gregorio XIII en 1583.
Guido, compañero de San Francisco,
nació en Cortona hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Pasó su juventud
adquiriendo una buena cultura que le permitió llegar a ser sacerdote, y dado a
la oración, la mortificación y el trabajo en ayuda de los pobres.
En 1211 el Poverello de Asís fue huésped
suyo. Comieron juntos y cuando tomaban el postre, le confió al Santo con gran
sencillez su deseo de hacerse discípulo suyo. Preguntó qué debía hacer y la
respuesta fue breve. Dar todo a los pobres, renunciando a todos los bienes
terrenos. Guido no perdió tiempo. Siguió con tanta rapidez el consejo del
Pobrecillo, que al otro día, arreglados todos sus asuntos, pudo recibir el
hábito y ceñir la cuerda de la penitencia franciscana. Cortona tuvo así en las
afueras de los muros su conventillo de Hermanos Menores, del cual Guido fue el
alma y guía. Fue sacerdote y hermano, sin faltar en nada a la humildad franciscana
y a la perfecta modestia. El Santo de Asís lo amó sinceramente y lo estimó como
a pocos otros discípulos. Pero lo quiso particularmente el pueblo de Cortona,
del cual el Beato fue un gran bienhechor. La devoción popular le atribuye
clamorosos milagros, como el del agua convertida en vino, de la harina
prodigiosamente multiplicada, de la curación de un paralítico y sobre todo el
de volver a la vida a una muchacha caída en un pozo. Entre los milagros y las
muchas buenas obras, la oración y la penitencia, las prácticas religiosas y el
cuidado del convento transcurrió serena y luminosa la vida de Guido.
Con el Seráfico Padre se retiró por algún
tiempo a un lugar solitario a un kilómetro de Cortona, llamado el conventico de
Las Celdas, que se considera uno de los primeros construidos en la Orden, y
cultivó más intensamente la vida de piedad y de mortificación. Más tarde visitó
a San Francisco de Asís y obtuvo el permiso de la predicación, con la
cual, como con sus milagros, recogió abundantes frutos de bien. Al volver
Francisco a Cortona, fue nuevamente a donde él, y recibió del mismo un gran
elogio delante de los cortoneses, que obtuvieron la seguridad de la poderosa
intercesión que él siempre había ejercitado en su favor, predicción que no
quedó sin cumplirse.
Un día el Patriarca de Asís, muerto hacía cerca de veinte años, se
apareció al fraile cortonés anunciándole la hora de la recompensa. Cuando ésta
llegó, pareció que Guido partiera para un viaje largamente ansiado, en compañía
de la persona más amada: “He aquí a mi querido San Francisco, exclamó
agonizando. Todos de pies! Vamos tras él”. A los 60 años de edad, voló su alma
de la tierra al cielo en junio de 1250. Su cuerpo permaneció donde vivió y
murió, en Cortona, que así vino a ser la ciudad del Beato Guido, antes de ser,
unos decenios después, la ciudad de Santa Margarita, la mujer apasionada,
después del hombre generoso y bienhechor.
Junio 12: Beata
Yolanda, Duquesa de Polonia. Viuda, religiosa de la Segunda Orden (1235‑1298).
Aprobó su culto León XII el 26 de septiembre de 1827.
Yolanda, princesa de Polonia, nació en
1235, hija de Bela IV rey de Hungría y de María Lascaris, de la casa imperial
griega. Fue hermana de Cunegunda, venerada también como santa. También su padre
era Terciario franciscano. Su familia hundía sus raíces en la santidad de Santa
Eduviges, San Esteban rey y San Ladislao. Lateralmente estaba
emparentada con Santa Margarita, reina de Suecia.
Siendo aún niña, Yolanda fue encomendada a
su hermana Cunegunda, que se había casado con el rey de Polonia, en todo digno
de su esposa, tanto que era llamado Boleslao el Casto. Yolanda al crecer
también encontró esposo en el país adoptivo de su hermana. Era otro Boleslao,
duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Así la hija del rey de Hungría, que
había crecido en Bohemia y desposada con un noble polaco, fue considerada y
amada allí como en su propia patria.
El reinado de Yolanda y Boleslao no tuvo
larga duración. Pronto murió el esposo de Yolanda. Ella había tenido tres
hijas: colocó dos con digno matrimonio, y junto con la tercera hija, que
aspiraba a la vida religiosa, se retiró entre las clarisas de Sandeck. En aquel
modesto convento vivía ya su hermana, la viuda reina Cunegunda, fundadora del
mismo. El silencio del claustro escondió así por muchos años las virtudes de
las tres mujeres, excepcionales por nacimiento y por vocación. En 1292 murió
Cunegunda. Yolanda, para huir a las incursiones de los bárbaros, dejó aquel
monasterio y pasó a otro más al occidente, el convento de las clarisas de
Gniezno. Era un convento fundado por su esposo Boleslao el Pío, sin pensar él
que más tarde su propia esposa se ocultaría entre aquellas hijas de Santa Clara
bajo el hábito franciscano. A pesar de ser la superiora, actuaba como si fuera
inferior a todas: practicó intensamente las virtudes cristianas y religiosas,
especialmente la humildad, la oración y la meditación de la pasión de Cristo.
Se dice inclusive que tuvo revelaciones y apariciones de Jesús crucificado.
Supo conducir a sus cohermanas por la vida
de las más heroicas virtudes, precediéndolas en la práctica de la penitencia y
de la contemplación con una generosidad constante que era alimentada por la
meditación diaria de la Pasión de Cristo. El Esposo celestial la recompensó
apareciéndosele varias veces y embriagándola con las delicias de su amor. La
soledad no le impidió ocuparse de los pobres, a quienes daba alegremente
alimento y generosas ofrendas.
En 1298 enfermó gravemente y predijo la hora de su muerte. Mientras sus
cohermanas lloraban alrededor de su lecho de enferma, las exhortó a la
fidelidad en la observancia de la regla y a la perseverancia en el desprecio de
las cosas terrenas. Luego habló con ellas de la magnífica recompensa que la
esperaba en el cielo. Fortalecida con los últimos sacramentos, se durmió
dulcemente en el Señor. Era el 11 de junio de 1298. Tenía 63 años de edad.
Junio 13: San Antonio
de Padua. Sacerdote, doctor evangélico de la Primera Orden (1191‑1231).
Canonizado por Gregorio IX el 30 de mayo de 1232.
San Antonio nació en Lisboa en 1191,
de familia de la pequeña nobleza, y en el bautismo recibió el nombre de
Fernando, hijo de Martín d’Alfonso y María Taveira. Educado en la escuela de la
catedral pasó la adolescencia en la inocencia de costumbres. Entró luego en el
Monasterio de San Vicente de los Canónigos Regulares de San Agustín,
dos años después se trasladó al de Santa Cruz, de Coimbra, donde en nueve años
completó su formación científica y teológica y fue consagrado sacerdote.
Impresionado por la vista de los restos de los cinco protomártires
franciscanos, muertos por la fe en Marruecos el 16 de enero de 1220, pidió
ingreso a la Orden de los Hermanos Menores para predicar el evangelio a los
sarracenos y morir mártir, y tomó elnombre de Antonio. En el otoño de 1220 partió
para Marruecos, donde enfermó y tuvo que emprender el regreso a su patria. Los
vientos desviaron la nave de modo que la llevaron a las costas de Sicilia. De
allí fue a Asís al capítulo de Pentecostés de 1221, donde se encontró con
San Francisco. Fray Graciano, Ministro provincial de la Romaña, lo asignó
al eremitorio de Montepaolo, donde vivió vida ascética y penitente. En ocasión
de una ordenación en Forlì, al faltar el predicador, se le pidió que predicara,
y entonces reveló el tesoro de su gran doctrina. Desde entonces fue destinado a
la vida activa y apostólica, que desarrolló en la predicación, en la enseñanza,
en el gobierno de sus cohermanos como Ministro provincial, y en la composición
de sus escritos. Predica en Rimini, donde convierte al hereje Bonilio, realiza
el milagro de la mula, que ayuna tres días y se arrodilla delante de la
Eucaristía; predica a los peces en el litoral Adriático. Es el primero entre
los Hermanos Menores, que en Bolonia, enseña teología a los cohermanos, por
encargo de San Francisco, quien en una carta lo llama su Obispo.
Hacia 1225 se traslada a Francia
Meridional, predica en varias ciudades, entre ellas Bourges y Limoges, enseña
en Montpellier, en Tolosa y en Puy‑en‑Velay. Después de la Pascua de 1227
regresa a Italia, en el Capítulo General de aquel año es elegido Ministro
provincial de Italia septentrional, visita a sus religiosos, predica y escribe
sus “Sermones Dominicales”. Hacia la Pascua de 1228 predica en presencia de
cardenales y del papa Gregorio IX, el cual lo llama “Arca del Testamento y Arca
de las Sagradas Escrituras”. En 1230, exonerado del oficio de Ministro
Provincial, con mayor disponibilidad se dedica al ministerio de la
evangelización y compone los “Sermones de Sanctis”, en el monte de la Verna.
El año 1231 marca el apogeo del apostolado de San Antonio, que tuvo
un carácter social. Predica la cuaresma, con fuerza ante Ezcelino da Romano se
interesa por la liberación del conde de san Bonifacio y de otros jefes güelfos.
Se retira a Camposampiero donde su amigo Tiso. Luego, mientras es llevado a
Padua, con un ataque de hidropesía, el 13 de junio de 1231 a los 40 años de
edad muere santamente en Arcella, consolado con celestes visiones y asistido
por su discípulo Fr. Lucas Belludi. Once meses después es canonizado por
Gregorio IX en Espoleto. Pío XII el 16 de enero de 1946 lo declara doctor
evangélico. Padua le erigió un templo que es una obra maestra de la
arquitectura.
Junio 14: San Francisco
de Bruselas. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1548‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Francisco Rhodes nació en 1548 en Bruselas,
capital de Bélgica. Muy joven entró en la Orden de los Hermanos Menores.
Después del noviciado, y la profesión realizó provechosamente sus estudios
literarios, filosóficos y teológicos y fue ordenado sacerdote después de una
intensa preparación espiritual. Se propuso un amplio programa de apostolado en
la enseñanza, en la predicación de la palabra divina, sobre todo entre la
población infestada por el calvinismo y en el cuidado de los enfermos, pero su
apostolado solamente duró dos años.
Religioso de costumbres sin mancha y de
ingenio versátil, tenía un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura.
Apenas ordenado ministro del Señor, se asoció a su cohermano San Antonio
Hoornaert para evangelizar la población rural. El porvenir les sonreía pleno de
esperanzas, cuando la persecución calvinista cortó esta lozana flor.
En junio de 1572 los calvinistas de Gorcum,
después de ocupar el convento retuvieron a los religiosos franciscanos junto
con otros sacerdotes y religiosos, y los llevaron por muchos poblados
exponiéndolos a la burla de la población. Los condujeron prisioneros a Brielle
y los torturaron de mil maneras para obtener que renunciaran a la fe católica en
la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice, pero ellos permanecieron
firmes en la fe y por esto fueron asesinados el 9 de julio de 1572.
A las dos de la mañana de aquel día, Omal y sus esbirros sacaron de la
cárcel a los confesores de la fe y los llevaron al lugar del suplicio. Primero
fue inmolado el superior de las franciscanos, San Nicolás Pick. El heroico
religioso dirigió a sus cohermanos una cálida exhortación a la perseverancia en
la profesión de la fe y al martirio, luego subió la escala y prosiguió
bendiciendo al Señor y exhortando, hasta que la soga le cortó la voz.
San Jerónimo de Werten, vicario del convento, fue el segundo en subir la
escala fatal, murió invocando a la Virgen María. Luego uno tras otro los
confesores de la fe fueron suspendidos en las vigas del patíbulo y quedaron
horrendamente destrozados. El cruel suplicio se prolongó grandemente mientras
Ormal y los calvinistas llenos de alegría satánica vomitaban blasfemias contra
las inermes víctimas. Los cuerpos de los mártires fueron ignominiosamente
mutilados y luego sepultados en dos fosas. El Señor los glorificó con
estupendos milagros. En 1616 sus cuerpos fueron transportados a la iglesia de
los franciscanos de Bruselas. San Francisco Rhodes tenía apenas 24 años
cuando sufrió el martirio y junto con los otros cohermanos.
Junio 15: San Antonio
de Hoornaert. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden
(† 1572) Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Hoornaert, región del territorio de Gorcum,
en Holanda, fue la patria chica del glorioso mártir San Antonio. Sus
padres eran muy pobres de bienes de fortuna, pero ricos de virtudes, honestos y
muy aferrados a la fe católica.
Recibido entre los Hermanos Menores del
convento de Gorcum, terminado el noviciado, hecha la profesión, después de los
estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado sacerdote y de inmediato se
dedicó a la evangelización de la gente del campo, recorriendo parroquias y
pequeños poblados se ocupaba en la predicación, instrucción, confesión y
atención a los enfermos. Su palabra ardiente y el ejemplo de una vida
auténticamente franciscana contribuyeron a preservar muchas familias de los
errores calvinistas. Las ininterrumpidas correrías apostólicas, los sacrificios
enfrentados con evangélica serenidad, lo hicieron apreciado y popular entre las
poblaciones del campo y mucho más grato al Señor, quien le preparaba en el
cielo un lugar, la corona y el triunfo eterno de los santos mártires.
Fue arrestado con los demás cohermanos y
conducido a la cárcel, donde pasó días de dolor, pero dando pruebas de gran
confianza y fortaleza en los sacrificios. A las dos de la mañana del 9 de julio
de 1572, Omal y sus secuaces sacaron de la prisión a las víctimas y los
llevaron al lugar del suplicio, dando orden de que el primer inmolado fuera el
superior, San Nicolás Pick. El heroico franciscano dirigió a sus
cohermanos estas exhortaciones: “Queridos hijos, amados compañeros de
sufrimiento, escuchad a quien es vuestro padre y hermano, copartícipe de los
mismos padecimientos por la defensa de la inmaculada esposa de Cristo la
Iglesia Católica, apostólica y romana. En el momento de separarnos os suplico y
os conjuro a perseverar con valor y constancia hasta el fin, por nuestra santa
fe. Ninguno de vosotros se aparte de sus cohermanos en la hora misma de la
victoria. Levantad la mirada al cielo, llevando en vuestras manos la palmas de
nuestro holocausto, prontos a introducirnos hacia el trono del Cordero sin
mancha, Jesús, quien fue el primero en derramar su sangre por la salvación de la
humanidad. Valor, hermanos y compañeros queridos, que ninguno de nosotros
rehúse la preciosa corona, estad prontos a dar la vida por aquel que primero
sacrificó su propia vida por nosotros. Yo estoy a punto de daros ejemplo, os
precedo en el camino que conduce a la gloria. Seguidme con firmeza. Nos
encontraremos nuevamente felices e inmortales en la ciudad de los elegidos”.
Todos perseveraron firmes en la fe católica, por lo cual fueron
asesinados el 9 de julio de 1572.
Junio 16: San Antonio
de Werten. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1522‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Antonio nació en 1522 en la pequeña ciudad
de Werten, en la región de Horn, en Holanda septentrional, de familia acomodada
y católica. Dotado de ingenio vivaz, de corazón generoso, de carácter
extrovertido, de espíritu franco y magnánimo, pidió y obtuvo ser admitido en la
Orden de los Hermanos Menores. Después del noviciado, la profesión religiosa y
los estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado sacerdote. Junto con su
paisano San Jerónimo de Werten trabajó intensamente para ser útil a sus
conacionales. Fue eficaz predicador de la palabra de Dios y desarrolló este
ministerio, no solamente en las iglesias, sino también en las plazas públicas,
en las calles, en las aldeas y en las casas privadas, yendo de puerta en
puerta, para refutar los errores que en aquellos días se difundían en su
patria, para fortalecer a sus conacionales en la fe, tan amenazada por los
calvinistas. El objetivo de su predicación era la auténtica exposición del
evangelio según las directivas de la Iglesia católica y del Romano Pontífice.
En uno de sus últimos discursos pronunció
estas solemnes palabras: “Hermanos míos, perseverad constantes en la oración
junto con María, la Madre de Jesús. Amad a la Iglesia una, santa, católica,
apostólica, romana, que nunca ha tenido tanta necesidad de las oraciones de sus
hijos como hoy. Estad en vela y permaneced firmes en la fe. La persecución se
avecina y subvertirá, arruinará y desolará nuestros campos”. Fue un verdadero
profeta.
Era lema de los mártires de Gorcum este:
“El Papa es la piedra angular, la roca sobre la cual está construida la Iglesia
de Cristo; separarse del Papa es separarse de la Iglesia, renunciar a la
Iglesia es renunciar a Jesucristo, de quien es esposa la Iglesia”. Este acto de
fe con firme convicción fue repetido por los mártires. Una vez fue enviado a
ellos en la cárcel un tal Juan Omal, sacerdote católico y canónigo de la
catedral de Lieja, luego apóstata y fanático calvinista. Sus palabras no
lograron remover a los heroicos confesores de la fe. Omal, lleno de furor,
saliendo, gritó: “Muy bien, vilísimos papistas, preparaos para la más
despiadada e infame muerte!, malditos, os arrepentiréis de vuestra
obstinación!”.
En los Países Bajos la rebelión protestante
tuvo también el carácter de lucha nacionalista contra los Aubsburgo, y lanzó a
los Gueusos contra los religiosos católicos. En 1572, en Gorcum, los gueusos
del mar, verdaderos piratas, ahorcaron a un dominicano, un agustino, cuatro
sacerdotes seculares, once Hermanos Menores, entre ellos San Antonio de
Werten, quien, torturado muchas veces, sostuvo a sus cohermanos hasta el final,
y bajo la tortura agradecía al verdugo. Atormentados de mil modos para que renunciaran
a la fe católica, en la eucaristía y en el primado del Romano Pontífice; todos
permanecieron firmes en la fe y por eso fueron asesinados el 9 de julio de
1572. San Antonio de Werten tenía 50 años.
Junio 17: Beato
Pedro Gambacorta, Ermitaño de la Tercera Orden Regular (1355‑1435)
Fundador de la Orden de los Girolamini. Aprobó su culto Inocencio XII el 9 de
diciembre de 1693.
Pedro Gambacorta nació el 15 de febrero de
1355 en Pisa. Vino al mundo precisamente cuando su familia, venida a menos
políticamente, era vencida por sus enemigos. Pedro tenía tres meses cuando
debió partir al destierro con sus padres. Creció fiero y soberbio, digno
heredero de una familia que aun en el exilio conservaba intacta su ambición,
unida todavía a un inolvidable poderío político. Cuando su hermana Tora huyó de
la casa para convertirse en la Hermana Clara, también él se unió a su hermano
mayor, Andrés, para forzar la puerta del convento y traer nuevamente a casa a
la muchacha, pero inútilmente, el comportamiento de su hermana lo impresionó
profundamente y mucho más lo conmovió la muerte de su hermano y de su madre.
Entonces, abandonando las ambiciones de poder, se aisló en la soledad, cerca de
Urbino, en un lugar silvestre llamado Montebello, donde tomó el hábito de la
Tercera Orden de San Francisco y vivió de limosnas llegando a construir
una iglesita y un minúsculo monasterio.
Sus primeros compañeros fueron algunos
malvivientes convertidos por él y transformados en devotos ermitaños. Para
ellos dictó una regla penitente y meditativa, dando vida a una Congregación que
fue llamada de los Pobres Ermitaños de San Jerónimo y después de su muerte
se llamó del Beato Pedro de Pisa, o de los Girolamini.
La gran prueba para él, que se creía ya del
todo desprendido de su viejo mundo, llegó en 1393, cuando supo que su padre
había sido asesinado por instigación de un adversario, después de que allí
mismo habían muerto misteriosamente tres hermanos suyos. La antigua sangre
Gambacorta hervía en él con el deseo ardiente de la venganza, que solamente con
un esfuerzo tenaz de su voluntad logró dominar y perdonar, recobrando la paz de
su alma.
En los decenios siguientes Pedro Gambacorta
multiplicó las fundaciones de la congregación, en Urbino, en Fano, en Pésaro,
en Treviso, Padua, Roma y sobre todo en Venecia, donde los ermitaños de
San Jerónimo se fundieron con un grupo de terciarios franciscanos,
fundando un hospital y un monasterio.
Pedro iba a menudo a los diversos
eremitorios donde era necesaria u oportuna su presencia para formar y confirmar
con el ejemplo o la palabra en la vida eremítica y cenobítica a sus cada vez
más numerosos discípulos. Pero su residencia ordinaria era en Montebello, donde
con mayor facilidad podía gustar la más íntima unión con Dios en la oración
común y privada, en la recitación y el canto de los salmos, en la contemplación
de las verdades de la fe, en el estudio y en el trabajo, en una vida heroica de
penitencia y mortificación, en todo regulada por sabias ordenaciones. Estas
constituciones produjeron frutos de verdadera santidad: son diecisiete los
Beatos venerados en los altares y muchos los venerables y religiosos muertos
con fama de santidad.
Pedro murió en Venecia el 17 de junio de 1435 a la edad de ochenta años,
después de haber visto aprobada por Martín V y Eugenio IV su Congregación de
los Girolamini.
Junio 18: San Godofredo
de Merville. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1512‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Godofredo nació en 1512 en Merville, ciudad
de Francia septentrional en la orilla izquierda del río Lys. Siendo joven
abrazó la vida franciscana en la Orden de los Hermanos Menores. Hecho el
noviciado y cumplido el proceso formativo requerido, fue ordenado sacerdote.
Ejerció el ministerio sacerdotal con celo y fervor. Fue luego enviado al
convento de Gorcum, donde dedicó su vida al ministerio de la penitencia. Eran
muchos los que acudían a él en plan de conversión, para todos tenía una palabra
de aliento, de exhortación y de perdón. Especialmente los pecadores conmovidos
por sus paternales exhortaciones, pudieron iniciar su conversión y su retorno a
Dios. Fue también sacristán y cuidó el culto divino y la devoción sobre todo a
la Eucaristía y a la Virgen María. Otra cosa digna de observar en la vida de
san Godofredo era su amor por la pintura. De su pincel salieron numerosas
imágenes sagradas que él regalaba a las familias pobres, para que tuvieran
siempre ante los ojos los ejemplos de Jesús, de María y de los Santos, para que
fueran intercesores ante Dios y para que pudieran imitar sus virtudes. Fue este
un precioso y fecundo apostolado en medio de un pueblo devastado por los
calvinistas. Las imágenes sagradas siempre han ejercido gran influjo en el
espíritu religioso y han llevado a la devoción cristiana. Más tarde otros pintores
reproducirían su imagen con la aureola de los mártires de Cristo.
En 1572 las herejías de Lutero y de Calvino
habían apartado de la Iglesia católica a gran parte de Europa. En los Países
Bajos los calvinistas poco a poco habían conquistado el poder y perseguían
ferozmente a los católicos.
En el mes de junio de 1572 los calvinistas, después de apoderarse de la
ciudad de Gorcum, apresaron a San Godofredo de Merville y a los demás
cohermanos del convento franciscano, los llevaron por muchos lugares exponiéndolos
a las burlas de la población. Después los condujeron presos a Brielle,
torturándolos de mil maneras, para que renunciaran a la fe católica en la
Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice, pero ellos permanecieron
firmes en la fe, y fueron asesinados el 9 de julio de 1572. San Godofredo
de Merville tenía 60 años cuando sufrió el martirio.
Junio 19: Beata
Miguelina de Pésaro. Viuda de la Tercera Orden (1300‑1356). Aprobó su
culto Clemente XII el 24 de abril de 1737.
Miguelina nació en Pésaro en 1300. Su
padre, Antonio dei Pardi, era de condición muy acomodada. Su madre no lo era
menos. Apenas cumplidos los doce años fue dada por sus padres como esposa a un
noble Malatesta, el cual murió después de ocho años de matrimonio, dejándola
con un único hijo: Pardino.
Por aquel tiempo llegó a Pésaro, procedente
de Siria, una santa mujer llamada Sor Soriana, porque vestía como una
religiosa. Miguelina, fascinada por sus virtudes, quiso tenerla como huésped en
su casa y con el paso de los días sintió nacer en su ánimo el deseo de
practicar la perfección evangélica; pero el apego a sus riquezas, el amor a su
único hijo y la vanidad femenina todavía se lo impedían. Un día Soriana,
encontrándose junto con Miguelina en la iglesia de San Francisco, arrobada
en éxtasis, sintió una voz que le aseguraba que pronto Miguelina la seguiría
por el mismo camino. Posteriormente ambas recibieron una confirmación de esto
mientras estaban en oración ante el Crucifijo. Después una misteriosa
coincidencia pareció confirmar aquella voz: el pequeño Pardino, atacado de
epilepsia murió en poco tiempo.
Ahora necesitaba liberarse de las riquezas
y renunciar a las vanidades del mundo: aconsejada por Soriana entró en la
Tercera Orden Franciscana e hizo voto a Dios de vivir en obediencia, pobreza y
castidad, llevando así por primera vez a Pésaro la Tercera Orden. Después de
este importante paso, Soriana desapareció de la escena. Miguelina avanzando en
el camino de la santidad, decidió vivir a la letra las palabras del Evangelio:
vendió todos sus bienes y sus joyas y el dinero recabado lo distribuyó entre
los pobres.
La devoción a la Pasión de Jesús, objeto continuo de sus meditaciones,
la movió a visitar los Santos Lugares y logró cumplir su deseo con una
peregrinación a Palestina. Visitó uno por uno los lugares santificados por la
presencia de Jesús, de María y de los Apóstoles. Es más fácil imaginar que
describir los consuelos espirituales que saboreó en esta peregrinación. El
lugar preferido de Miguelina durante su permanencia en Jerusalén fue la
Basílica del Santo Sepulcro y el Monte Calvario. Un día, mientras oraba en este
santuario fue arrobada en éxtasis; el Salvador, apareciéndosele, la iluminó y
la consoló de modo tan maravilloso, que, volviendo en sí, habló con tal ardor
de la Pasión de Cristo, que conmovió a cuantos la escuchaban. Regresó a Italia
llevando consigo los más dulces recuerdos de aquella inolvidable peregrinación.
A los 56 años de edad, recibido el santo viático, murió el 19 de junio de 1356,
fiesta de la Santísima Trinidad.
Junio 20: San Willehad
de Dinamarca. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1482‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Willehad de Dinamarca nació en 1482, tenía
90 años cuando sufrió el martirio, después de haber huido una primera vez a la
persecución de los luteranos en Dinamarca. Siendo muy joven se consagró al
servicio del Señor tomando el hábito y siguiendo la regla de San Francisco
de Asís en la Orden de los Hermanos Menores. Pronto fue un auténtico religioso
que se distinguió por su santidad.
En el siglo XVI los Hermanos Menores de
Dinamarca tenían 15 conventos y numerosos hermanos. El Protestantismo se abatió
como un rayo sobre los católicos y en parte sobre el Clero. Los Franciscanos
defendieron valientemente la fe católica, algunos de ellos sufrieron
persecuciones y cárcel, otros afrontaron el martirio, otros en cambio fueron
expulsados brutalmente de sus conventos y debieron tomar el camino del
destierro, y llegaron a Noruega, Suecia, Finlandia, Laponia y otras regiones
nórdicas, donde ejercieron un ministerio apostólico difícil.
Willehad se refugió en Holanda, donde Dios
lo preparaba para un nuevo campo de batalla y le reservaba la palma del
martirio. Fue acogido en el convento de Gorcum, en este seráfico asilo el prófugo
dio ejemplos de virtudes eminentes: pobrísimo, poseía sólo el breviario para
rezar el oficio divino; penitente, no dormía nunca en el lecho, sino
directamente sobre el duro suelo; ayunaba varias veces a la semana, a pan y
agua; sometía su cuerpo a frecuentes flagelaciones. Su rostro aparecía tan
demacrado que daba la impresión de tener solamente huesos y piel. Todos lo
llamaban “el padre penitente”. Fue religioso humilde de corazón, obediente,
devoto, asiduo en la oración. Dios lo glorificó con especiales carismas.
Aprisionado por los Geusos, en la cárcel siempre se le vio de rodillas; junto
con su cohermano San Nicasio siempre era asiduo en la oración. Para él la
cárcel, más que una celda, era un templo.
Los gueusos no respetaron su venerable canicie, más bien lo maltrataron
más que a los demás. De los labios del santo anciano salía solamente esta
invocación: “Deo gratias!”, frase que él pronunció también antes de ofrecer su
cuello a la soga. Así quiso agradecer a Dios por el gran don del martirio. También
oró por los mismos verdugos y les agradeció porque le apresuraban la entrada a
la patria celestial. San Willehad de Dinamarca era el más anciano del
grupo de mártires.
Junio 21: San Nicasio
Jonson, sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1522‑1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Nicasio Jonson nació en el castillo de
Heeze en 1522. Su padre, Adriano, era ilustre por su honestidad de vida y sobre
todo por su inflexible fe. Nicasio fue enviado por él una vez terminados sus
estudios y alcanzada la edad, a la célebre universidad de Lovaina, donde por
sus rápidos progresos en el estudio, obtuvo el bachillerato en filosofía y
teología.
Después de haber meditado seriamente sobre
sus posibilidades una vez laureado, decidió hacerse religioso. Ingresó en la
Orden de los Hermanos Menores, donde se distinguió por su piedad y
mortificación. Consagrado sacerdote, se dedicó al apostolado de la
evangelización y de la enseñanza. Severa austeridad, continuos ayunos, asidua
oración, éxtasis dichosos, dulces coloquios con el Señor fueron la síntesis de
su vida.
Fue predicador persuasivo y asiduo, sus
explicaciones bíblicas las hacía con expresiones fáciles y profundas, adaptadas
a la mentalidad de los oyentes. Parecía que el Espíritu Santo lo inspiraba. Con
inmensa tristeza veía expandirse el calvinismo, con la difusión de libelos
difamatorios contra la Iglesia católica, contra el Papa, contra el dogma de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía. Para atacar estos errores decidió
divulgar la buena prensa. Reunió libros de devoción y de catequesis, compuso
otros él mismo, otros los tradujo al holandés. Ayudado por la caridad de
bienhechores los imprimió y divulgó ampliamente entre las familias y el pueblo,
con inmenso provecho espiritual de muchos, que abjuraban de los errores y
retornaban a la Iglesia.
Nicasio también tuvo el don de profecía. En efecto, varias veces predijo
graves calamidades que habían de golpear a su patria. Predijo la feroz
persecución de los calvinistas contra sacerdotes, religiosos y fieles. Nadie
podría sustraerse a ella sin renegar de su fe. A los débiles en la fe les
sugería ocultarse o en sus propias casas o en los bosques. En cambio él, fuerte
en la fe y confiado en la ayuda divina, no pensó ni en huir ni en ocultarse. Fue
arrestado por los gueusos y llevado junto con los otros cohermanos al martirio,
que para él se prolongó por varias horas. El verdugo llevó a cabo la infame
ejecución en medio de la noche. El lazo mortal, en vez de apretarle la
garganta, se le enredó en la cabeza, y el mártir tuvo que sufrir por largas
horas el espantoso suplicio. Tenía 50 años de edad.
Junio 22: Beata
Florida Cevoli (Lucrecia Elena), Virgen de la Segunda Orden. (1685‑1767).
Beatificada por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.(Fiesta: junio 12).
Nació en Pisa el 11 de diciembre de 1685, hija del Conde Curzio Cevoli y
la condesa Laura della Seta. Encomendada para su educación a las monjas de S.
Martín de Pisa, siente cada vez más fuerte la vocación a la vida religiosa y
entra en el monasterio de las Clarisas capuchinas en Città di Castello, Perusa,
Umbría, el 3 de junio de 1703, con el nombre de Sor Florida. Educada por Santa
Verónica de Giuliani, maestra de novicias, una y otra ardían en el mismo deseo
de conformarse completamente a Cristo Crucificado. Desempeñó todos los oficios
del monasterio, desde cocinera, maestra de novicias, hasta el de abadesa, con
gran espíritu de servicio, y el carisma de gobierno. Movía a la observancia con
el ejemplo de su propia vida. Sus devociones especiales fueron, la Eucaristía,
Cristo Crucificado y la Virgen Dolorosa. Socorría solícitamente a los pobres y
se preocupaba por que a los trabajadores del convento se les tratara con toda
justicia. Con los trabajos del monasterio procuraba ayudar a las iglesias pobres.
Inculcaba siempre la oración por la difusión de la fe y por los bienhechores.
Murió el 12 de junio de 1767, a los 82 años de edad.
Junio 23: San José
Cafasso. Sacerdote de la Tercera Orden (1811‑1860). Fue canonizado por
Pío XII el 22 de junio de 1947.
San José Cafasso nació el 15 de enero
de 1811 en Castelnuovo de Asti. Fue maestro de Don Bosco, fue sacerdote modelo,
guía del clero turinés, mejor, “perla del clero italiano”. Fue un nuevo
San Luis Gonzaga por la inocencia y pureza, un San Vicente de Paúl
por su gran caridad para con todos, especialmente los encarcelados y los
condenados a muerte, un San Carlos Borromeo por la austeridad de su vida y
por la reforma de la Iglesia. Un San Alfonso de Ligorio por el estudio de
la moral, un San Francisco de Sales por su dulzura y bondad.
Al verlo, era un padrecito debilucho y
pálido, con la columna vertebral desviada, lo que lo hacía caminar gacho, “una
media criatura”, como él mismo se definía con agudeza. Y sin embargo en su
breve vida de 49 años el padrecito enfermizo y frágil llevó a cabo una mole de
trabajos de una amplitud y profundidad increíbles, recogiendo una grande y
difícil cosecha de almas.
Nacido, al igual que don Bosco, de familia
campesina, modesta pero profundamente religiosa, no deseó sino el sacerdocio,
entendido como total consagración a Jesús y al bien de las almas. En 1832 fue
ordenado sacerdote, luego continuó en Turín los estudios teológicos. Pocos años
después, ya era asistente del teólogo Guala, y cuando éste se retiró, su
delicado cargo pasó al muy joven maestro. Cafasso fue hábil maestro de retórica
y luminoso docente de teología. Seguía las ideas y el ejemplo de
San Alfonso de Ligorio. Su escuela, a más de instruir la inteligencia,
formaba el alma, comunicando a su alrededor el calor de una fe y de un
entusiasmo insólitos. Se hizo hijo de San Francisco inscribiéndose en la
Tercera Orden Franciscana, como lo hicieron sus ilustres cohermanos
San Juan Bosco y San José Benito Cottolengo. Fue rector del
convictorio eclesástico de Turín, pero su actividad no se limitó a las
lecciones y a los estudiantes. Permanecía en el confesionario durante horas,
asediado por una turba de penitentes, de dudosos, a menudo escarnecedores y
provocadores. Para todos, inclusive para los incrédulos, un encuentro con
Cafasso marcaba un vuelco en la vida, a menudo decisivo. En el confesionario y
en las visitas a los enfermos, obró innumerables conversiones.
También fue capellán de las cárceles de Turín y logró dedicar a esta
misión un tiempo y una actividad prodigiosa. En las celdas de los encarcelados
pasaba como un ángel sereno, tenía una palabra buena para todos. Se hizo
hermano, confidente y consuelo de los delincuentes más endurecidos. En las
ejecuciones capitales, seguía al condenado en el lúgubre cortejo para hablarle
y subir con él al patíbulo, abrazarlo y ser abrazado por él, antes de hacerlo
besar el crucifijo. Por esto fue llamado el Santo de los condenados a muerte o
el Santo de la horca. El 23 de junio de 1860 a los 49 años de edad, moría
serenamente el que había sido maestro y bienhechor, sabio docente, director
espiritual, confesor paternal, patrono de las cárceles y de los condenados a
muerte.
Junio 24: Santa
Vicenta Gerosa. Virgen de la Tercera Orden (1784‑1847). Fundadora de
las Hermanas de la Niña María. Canonizada por Pío XII el 18 de mayo de 1950 (Su
fiesta junio 29).
Vicenta Gerosa nació en Lovere, sobre el
lago de Isso (Lombardía) de familia de comerciantes acomodados y prósperos. Su
infancia transcurrió parte en el colegio, incomodada por varios lutos y
vicisitudes políticas. Debió también acostumbrarse al trabajo, pero su
ocupación preferida era recoger a otras jóvenes para adiestrarlas en varios
trabajos domésticos y estar juntas en oración. Era de gran provecho para su
alma la presencia de dos sacerdotes santos, deseosos de desarrollar las obras
de caridad. Le llegó un nuevo impulso con la llegada de Bartolomea Capitanio.
Pronto Vicenta fue atraída por su entusiasmo, y aceptó fundar con ella una
Congregación consagrada a la caridad para con los necesitados y particularmente
los enfermos. Con anterioridad se había inscrito en la Tercera Orden
franciscana, y del franciscanismo había aprendido un espíritu profundamente
evangélico.
Con sólo 26 años en 1833 muere Bartolomea
Capitaneo: su muerte pareció comprometerlo todo; pero Vicenta recibió consejos
para continuar y fue así como superando una a una las dificultades de las
diversas aprobaciones del gobierno austríaco y de la Iglesia, el 25 de marzo de
1835 se pudo proceder a la vestición en el nuevo Instituto. Desde entonces el
Instituto se difundía y las casas se multiplicaban. La gran prueba del cólera
en 1836 reveló al pueblo a aquellas nuevas hermanas como verdaderos ángeles de
caridad. Sólo en 1841 pudo tener lugar la ceremonia de la profesión religiosa.
Vicenta Gerosa viene a ser al primera en la
Congregación de las Hermanas de la Niña María. No quiso asumir el título de
superiora, sino de hermana mayor. Redactó con particular sabiduría las
Constituciones del Instituto pensando en la formación espiritual e intelectual
de las nuevas hermanas. Sin grandes dotes de ingenio, sin gran cultura, Sor
Vicenta Gerosa fue una maravillosa directora de espíritu y una hábil
organizadora.
Ella conocía al Crucificado, es decir,
conocía el secreto del sacrificio, de la paciencia, por lo cual la serenidad y
la confianza la acompañaban constantemente.
En 1840 una carta apostólica de Gregorio XVI aprobaba el Instituto de
Lovere. A la muerte de la hermana mayor, a los 63 años de edad el 20 de junio
de 1847, ya se contaban 24 casas de las Hermanas de la Niña María esparcidas
por todo el mundo, desde Palestina hasta América. También esto movió a Pío XII
a la canonización de Santa Vicenta el 18 de mayo de 1950.
Junio 25: Santos
Juan ZhangHuan, Patricio Dong Bodi, Felipe Zhang Zihe, Juan Zhang
Jingguang, y Juan Wang Rui, Seminaristas mártires de Tayuenfu.
(† 9 de julio de 1900). Canonización: octubre 1 de 2000. Su fiesta el 8 de
julio.
Con los misioneros, las hermanas y los
empleados de la misión de Tai‑yuen‑fu, también fueron apresados siete
seminaristas que decidieron no separarse de los obispos y de sus misioneros. A
las propuestas de renegar de la fe, que les hacía el mandarín, respondieron con
un firme «no». También los obispos y los misioneros los exhortaron a ponerse a
salvo, pero ellos les suplicaron que los dejaran participar de la gloria del
martirio. Los seminaristas mártires, por razones ajenas a su voluntad, fueron
sólo cinco:
Juan ZhangHuan (1882‑1900), Hijo de Chang Te‑chuen y María Lu, nacido en Pin‑yao. Había
entrado en el seminario a los once años de edad “Estudiaba con mucha diligencia
y cumplidor de su deber. De carácter muy vivo, pero ejemplar entre sus
compañeros. Había progresado mucho en el estudio del chino. Había recibido ya
las órdenes menores. Primero había estado en Kolao‑ku, y luego había pasado a
Ta‑yuen‑fu, había iniciado la teología y se había hecho terciario franciscano.
De carácter inquieto debió imponerse fuertes renuncias para vencerse. Muy
devoto, de misa, comunión, rosario y viacrucis diarios. Pudiendo librarse del
martirio rechazó resueltamente la propuesta que le hicieron en tal sentido.
Patricio Dong Bodi (1862‑1900)
Seminarista. Nació en Ku‑tchen‑in, China, en 1882. Tenía
doce años cuando fue aceptado en el seminario menor de Tong‑el‑kou. Pasó al
seminario mayor de Tai‑yuen‑fu y se hizo terciario franciscano. El obispo
Francisco Fogolla fue su rector. Y premió la bondad del joven escogiéndolo como
compañero de viaje a Italia, con ocasión de la Exposición Misionera Mundial de
Turín de 1898. Con él y otros chinos fue a Francia, Bélgica e Inglaterra,
dejando en todas partes óptimas impresiones de alma cándida y privilegiada. A
su regreso de Italia expresó su gran deseo de hacerse Hermano Menor. Estando a
punto de entrar al noviciado se desencadenó la persecución religiosa de los
boxers. De Patricio se recuerda esta anécdota: Mientras estaba en la cárcel,
obtuvo permiso para volver al seminario por un objeto que apreciaba mucho y
para saludar a los papás, familiares y amigos. Todos lo apremiaban y sus padres
lo hacían con llanto, para que no volviera a la cárcel sino que se pusiera a
salvo. El rehusó enérgicamente todas las propuestas. Temiendo perder la ocasión
del martirio, que todo hacía prever próximo, volvió pronto a la cárcel. Tenía 18
años.
Felipe Zhang Zihe (1880‑1900).
Seminarista. Nació en 1880 en Sinsian, Shansi, hijo de fervorosos
cristianos. Otros dos hermanos suyos murieron mártires por la fe. A los
dieciséis años sintió en forma irresistible la voz del Señor que lo llamaba al
sacerdocio, entró en el seminario donde se mostró dócil, manso, y sobre todo
devoto. Tardo de ingenio, tuvo que enfrentar muchas dificultades en el estudio
y sobre todo en la lengua latina, dificultad que él supo superar con esfuerzo
de voluntad, con empeño asiduo, propios de almas generosas y nobles que saben
hacer frente a todo para realizar su propio ideal.
Los superiores y compañeros lo amaban y
admiraban porque era bueno y caritativo, firme y generoso para secundar nobles
iniciativas. Hacía poco había sido trasladado del seminario menor al mayor de
Tai‑yuen‑fu, donde con el estudio, la oración y la disciplina se preparaba para
ser un digno sacerdote de Cristo, continuador entre su pueblo de la obra
evangelizadora de los misioneros. Se hizo terciario franciscano, y la
espiritualidad franciscana le ayudó mucho en la elevación de su alma a Dios. La
persecución de Yusien le dio la oportunidad de dar su vida por Cristo de
acuerdo con sus anhelos y plegarias. Sereno y decidido subió a su Calvario,
donde fue decapitado cuando apenas tenía 20 años, el 9 de julio de 1900.Un
compañero de seminario que no tuvo la misma suerte, trazó de él esta
descripción: “Felipe, de índole buena, era cordial y gentil con todos. Calmado
y pacífico, observaba escrupulosamente el reglamento del seminario. Amaba la
oración, el estudio, la meditación y era muy devoto”.
Juan Zhang Jingguang, de Tai‑kuo
(1877‑1900). Seminarista. Era el primogénito entre cinco
hermanos, hijo de Simón y Ana U, fervientes católicos. Siendo niño todavía, murieron
sus padres. Estuvo primero en Kolao‑kou; hizo rápidos progresos en los
estudios, de modo que los superiores lo encargaron de enseñar las ceremonias,
el latín y otras materias escolares a los compañeros más lentos para el
aprendizaje. De carácter dinámico y muy irascible, cuando era vencido por su
carácter lo reconocía cándidamente ante su rector, el después obispo mártir
Francisco Fogolla. En 1897 recibió las órdenes menores, y por los mismos días
recibió el hábito de la Tercera Orden franciscana. Un compañero suyo que no
tuvo la gracia del martirio lo describió así: «Juan era modelo para todos
nosotros por su diligencia, empeño y constancia en el estudio. Era fervoroso en
la oración, se acercaba devotamente a la comunión, participaba activamente en la
santa Misa, y hacía largas meditaciones. Había logrado moderar su carácter
vivaz con una amable dulzura. Todos aprendimos de él». Al desatarse la
persecución fue hecho prisionero. Aunque tuvo la oportunidad, no quiso huir. Le
propusieron renegar de su fe y él lo rechazó enérgicamente. Tenía veintidós
años.
Juan Wang Rui (1885‑1900)
Seminarista. Nació en Wenshu, en Shansi, el 25 de
febrero de 1885, hijo de José y Cecilia Liu, cristianos. Su padre era
presidente de la comunidad cristiana del lugar. Juan recibió una buena
formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y
resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años
entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros cuatro compañeros para ir
a Italia para participar en la Exposición Misional de Turín, de donde
regresaron en 1899. Juan es el más joven del grupo. Apreciado por su piedad y
su carácter amable y jovial, era el benjamín del seminario. En Turín pronto se
convirtió en el ídolo de todos. Su pabellón siempre estaba atestado de
visitantes, que no se cansaban de admirar y oír orar en chino al pequeño
seminarista. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera
Orden Franciscana.
La Madre María de la Pasión, fundadora de
las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, escribe: “Juan Wang era un
pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos
de la música china. Sus serenatas eran un poco discutibles por la armonía, pero
no por ello eran menos curiosas e interesantes”. Durante el tiempo de prisión
Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini,
su rector, le parecía una ligereza, por lo cual un día lo llamó: “Juan, no es
tiempo para divertirse, ya se acerca el momento del martirio”. Juan sonriendo
le contestó: “Pero, Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Si nos matan
acaso no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres!”.
Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los
había visitado, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada,
oraban y seguían en sus juegos. Tenía 15 años y cuatro meses de edad.
Junio 27: (Mártires
polacos del Holocausto 2): Hermanos Menores: Beatos P. Cristian Gondek,
Fr. Marcin Oprzadek, P. Anastasio Pankiewicz, P.
Narciso Turchan, Fr. Bruno Zembol, Fr. Fidel Chojnacki,
Fr. Sinforiano Ducki, P. Aniceto Koplinski. P. Enrique
Krzysztofik, P. Florian Stepniak. Mártires de la Primera
Orden.
‑P. Cristian Gondek (1909‑1942).
Sacerdote profeso, ingresó en la Orden en 1928. Vicario del convento de
Wloclaweck. Arrestado el 26 de agosto de 1940, llevado sucesivamente a los
campos de Szczyglin, Sachsenhausen y Dachau, donde murió el 23 de julio de 1942
totalmente agotado por las condiciones inhumanas del campo. Se preparó muy
conscientemente para la muerte que veía llegar.
‑Fr. Marcin Oprzadek
(1884‑1942). Religioso profeso, ingresó a la edad de 28 años. Religioso de
intensa oración, humilde, paciente y confiado en la Providencia divina.
Arrestado el 26 de agosto de 1940 con el P. Gondek, el 18 de mayo de 1942 fue
sacado del campo y asesinado en la cámara de gas.
‑P. Anastasio Pankiewicz
(1882‑1942). Sacerdote de la Primera Orden. Había ingresado a los diecisiete
años de edad. Heroico pastor de almas, organizó el centro pastoral y escolar
del Barrio Doly en Lodz, fundador de las Hermanas Antonianas de Cristo Rey.
Arrestado el 10 de octubre de 1941, deportado al campo de Dachau, permaneció
allí hasta su muerte, asignado al “reparto de inválidos”, murió en la cámara de
gas el 20 de mayo de 1942. Consciente de su inminente muerte, se confesó y
luego dijo a su amigo: “Estoy tranquilo y listo para morir”.
‑P. Narciso Turchan (1879‑1942).
Sacerdote de la Primera Orden, menor, había ingresado en 1895. Guardián del
convento de Wloclawek. Celoso pastor, predicador, catequista. Arrestado el 6 de
noviembre de 1940, llevado al campo de concentración de Dachau, donde murió el
19 de marzo de 1942, agotado por las torturas.
‑Fr. Bruno Zembol (1905‑1942). Religioso profeso en la Orden de los Hermanos Menores desde 1922. Fiel
observante de la regla franciscana. Arrestado el 19 de noviembre de 1939,
llevado a la cárcel de Lublin y luego al campo de concentración de Sachenhausen
y finalmente a Dachau, donde murió el 21 de agosto de 1942 agotado por las
condiciones inhumanas del campo. Sus compañeros de prisión lo calificaron como
“un hombre de bondad angelical”.
Hermanos menores Capuchinos:
‑Fray
Fidel Chojnacki (1906‑1942). Religioso
profeso capuchino desde 1933. Estudiante de teología, arrestado el 25 de enero
de 1940. Murió el 9 de julio de 1942 en el campo de Dachau, agotado por los
malos tratos y la tuberculosis. Al ser transferido a la sección de los
“inválidos”, se despidió diciendo: “Alabado sea Jesucristo. Hasta que nos veamos
en el cielo!”.
‑Fr. Sinforiano Ducki (1888‑1942). Religioso capuchino profeso desde 1918. Vivía en el convento de
Varsovia. Arrestado el 26 de junio de 1941, detenido primero en Pwiak,
Varsovia, y luego transferido al campo de exterminio de Auschwitz, asesinado
por los guardias del campo el 11 de abril de 1942.
‑P. Aniceto Koplinski (1875‑1941).
Sacerdote profeso, capuchino desde los 18 años, ordenado sacerdote en 1900. En
Varsovia, donde vivió desde 1918, se hizo famoso como limosnero y protector de
los pobres, llamado el “san Francisco de Varsovia”. Arrestado en la noche entre
el 26 y el 27 de julio de 1941, junto con los 22 religiosos. No se valió de su
ascendencia alemana para salvarse de la muerte. El 4 de septiembre junto con
otros religiosos, fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz, donde
murió en la cámara de gas el 16 de octubre de 1941. En los interrogatorios
declaró: “Soy sacerdote y donde quiera que haya hombres, allí trabajo: sean
ellos hebreos o polacos, y más si sufren y son pobres”. Sus últimas palabras
fueron: “Debemos beber hasta el fondo este cáliz”.
‑P. Enrique Krzysztofik (1908‑1942).
Sacerdote capuchino, profeso desde 1927. Guardián y director de estudios del
convento de Lublin. De extraordinario celo, fe y entrega a la causa de Dios.
Arrestado el 25 de enero de 1940 y deportado al campo de Dachau. Sostén
espiritual de los que sufrían y de los moribundos. En su última carta a los
seminaristas les escribía: “Estoy pavorosamente flaco... Peso 35 kilos. Me
duelen todos los huesos. Estoy tirado en la cama como en la cruz con Cristo.
Pero estoy contento de estar y sufrir con él. Ruego y ofrezco a Dios estos mis
sufrimientos por ustedes”. Murió el 4 de agosto de 1942.
‑P. Florian Stepniak
(1912‑1942). Sacerdote profeso capuchino desde 1931.
Vivía en el convento de Lublin, hombre de singular fe y bondad. Arrestado el 25
de enero de 1940, deportado a Dachau, en los momentos de incertidumbre y
terror, sostenía el ánimo de sus compañeros de prisión, que lo llamaban “padre
espiritual” del bloque de los condenados, y “sol del campo”. El 12 de agosto de
1942 fue sacado del campo en el “reparto de inválidos” y asesinado en la cámara
de gas.
Junio 28: Santas
María Ermelina de Jesús, María de la Paz, María Clara, María de Santa Natalia,
María de San Justo, María Adolfina, María Amandina, Franciscanas
Misioneras de María, Mártires de Tai‑yuen‑fu († 9 de julio de 1900).
Canonización: Juan Pablo II, octubre 1 de 2000. (Su fiesta, el 8 de julio).
El 9 de julio de 1900, con los mártires
franciscanos de la Primera Orden dieron su vida siete Franciscanas Misioneras
de María, llevadas a China por Mons. Fogolla el 4 de mayo de 1899. Un soldado
pagano que presenció el martirio decía después: “Lo que más impresionaba era
ver estas vírgenes europeas que morían cantando y sonriendo. Verdaderamente es
grande la religión que sabe infundir tanta alegría ante la muerte”:
María Ermelina de Jesús (Irma Grivot). Nació el 28 de abril de 1866 en Baune (Dijon), Francia,
era la Superiora del grupo. Dotada de no común ingenio, unido a un carácter
firme y resuelto, había hecho brillantemente los estudios hasta obtener el
diploma de docente. Después de su consagración en el Instituto de María de la
Pasión en septiembre de 1896, fue un ejemplo constante de perfección hasta el
punto de que aun Mons. Fogolla quedó sorprendido de la prudencia no común de la
joven hermana. Solía repetir: “A pesar de nuestras preocupaciones sigo
tranquila y confiada. Somos todos hijos de Dios y nos entregamos a su Divina
Providencia. Lo que Dios cuida está bien cuidado”. Invitada a huir, Hermelina
protestó vivamente que había ido para dar la sangre por Jesucristo y quiso
seguir a los Obispos y Misioneros en la cárcel y a lo largo del suplicio. Vino
a ser protomártir de su instituto a los 34 años de edad.
María de la Paz (María Ana Giuliani) (1875‑1900), asistente de la superiora, es la más
joven de las protomártires. Nació en Bolsena (Viterbo) el 13 de diciembre de
1875. Ingresó en el Instituto en 1892. En Francia, Austria e Italia dejó en
todas partes el perfume de sus virtudes. Dios reservó a la joven hermana horas
de agonía dolorosa. Un año antes del martirio escribía: “La persecución
amenaza. Los chinos tienen sed de sangre de mártires. Se dice que estamos más
cerca del cielo y que para llegar allí sólo falta un paso”. Alma eminentemente
musical, María de la Paz, al aparecer los asesinos, entonó el triunfal “Te
Deum” que sus compañeras prosiguieron hasta el momento del martirio.
María Clara (Clelia Nanetti). Nació en 1872 en S. Maria Maddalena, diócesis de Adria‑Rovigo
de padres piadosos. A los 18 años en Roma ingresó en el Instituto. Tomó el
hábito en 1892. A los que la compadecían por su decisión de hacerse religiosa
les decía: “Cuando yo sea religiosa viviré como religiosa y no retrocederé. Mi
vida será toda del Señor y de los hermanos”. También en China hizo honor a su
programa de vida: “Las manos en el trabajo y el corazón en el cielo!”. Con una
vida de recogimiento, de trabajo y de intensa piedad, se preparó para el
martirio. Avanzó a la cabeza del grupo de hermanas hacia el lugar del suplicio
y fue la primera en ofrecer la cabeza a la espada.
María de Santa Natalia (Juana María Kerguin). Nació en Belle-Isle-en‑Terre, Francia, el 5 de
mayo de 1864. A los 24 años ingresó en la comunidad. Le gustaba llamarse “el
burrito de San Francisco”. “Estoy feliz en China porque siento que estoy
en mi vocación – escribía a la fundadora – y quiero ganar muchas almas para
Dios”. Es la mayor en edad del grupo, pero también la más sencilla y humilde.
El trabajo incansable realizado en la atmósfera sobrenatural de alegría
franciscana y el sufrimiento físico son las dos características suyas.
María de San Justo (Ana Moreau) (1866‑1900). Nació en Rouen, Loira Inferior, el 9 de abril
de 1866. Su vocación misionera nació leyendo los Anales de la Propagación de la
Fe. “Ir a China, hacer algo grande y dar finalmente la vida por los pobres
chinos... Este es mi sueño!”. Ingresó a escondidas de la familia en la
comunidad en Chatelets; tomó el hábito el 23 de octubre de 1890. Fue un
verdadero modelo de actividad y piedad. Padeció grandes sufrimientos interiores
y su alma anhelaba las grandes cumbres místicas. En una de sus últimas cartas
escribió: “El buen Dios sigue haciéndome sufrir, pero al mismo tiempo me
socorre con su gracia... Pasaré gustosa días enteros a los pies del Santísimo
Sacramento; es tan dulce derramar el propio corazón en el del Maestro”. “Tengo
un solo deseo: el de ser una verdadera Franciscana Misionera de María. No
obstante la lejanía, quiero permanecer siempre apegada a mi instituto y
conservar su espíritu. En prueba de ello firmo esta hoja con mi propia sangre”.
María Adolfina (Ana Diericks) (1866‑1900). Nació en Ossendrecht, Holanda, el 8 de
marzo de 1866. El 19 de marzo de 1892 ingresó en la comunidad, en Amberes.
Siempre humilde y oculta, en el trabajo y en la oración, reservándose los
trabajos más duros con alegría y espontaneidad. El año que pasó en China lo
vivió en el fiel cumplimiento de sus compromisos religiosos, en obediencia,
prodigándose de la mañana a la tarde y con frecuencia también en las horas
silenciosas de la noche en el servicio a todos. Siempre había deseado y pedido
el martirio. “Si tengo la fortuna de ser mártir – decía un día a sus compañeras
– vendré, pasaré por todas las celdas y a cada una le daré un pedazo de mi
palma”. Supo confesar valientemente su fe ante el tirano.
María Amandina (Paulina Jeuris) (1872‑1900).
Amandina nació en Schakebroeck, Bélgica, el 28 de diciembre de 1872. Ingresó al
Instituto en Amberes, en 1895. En China fue encargada de la dirección del
dispensario donde los enfermos acudían en gran número y siempre encontraban a
la hermana sonriente y lista a darles con el remedio una buena palabra. Sor
Hermelina escribía de ella: “Es muy joven en edad, pero fuerte de carácter. Ríe
y canta todo el día; esto no está mal...” Y ella misma escribía: “Siempre estoy
contentísima y agradezco todos los días al buen Jesús por todas las gracias que
me ha dado al darme a mí y a mis tres hermanas un puesto en la vida religiosa.
Puedo afirmar con toda seguridad que estoy tan contenta como es posible estarlo
aquí”. Los Chinos la llamaban “la virgen europea que ríe siempre”, por su
inalterable serenidad. En el momento del martirio todavía no había cumplido los
28 años.
Junio 29: Santos
Pedro y Pablo Apóstoles.
La fiesta de hoy es antiquísima. Fue
incorporada al santoral romano mucho antes que la de Navidad. En el siglo
cuarto se celebraban ya tres misas: una en San Pedro en el Vaticano, otra
en San Pablo Extramuros. la tercera en las catacumbas de
San Sebastián, donde probablemente estuvieron ocultos por un tiempo los
cuerpos de los dos santos Apóstoles.
Simón era un pescador de Betsaida, que más
tarde se había establecido en Cafarnaum. Su hermano Andrés lo introduce al
seguimiento de Jesús: pero Simón quizás había sido preparado para este
encuentro por Juan el Bautista. Cristo le cambia el nombre y lo llama PEDRO,
de “piedra”, para realizar en su persona el tema de la piedra fundamental.
Pedro es uno de los primeros testigos que ve la tumba vacía y tiene una
especial aparición de Jesús resucitado. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia. He rogado por ti, para que nunca desfallezca tu fe. Y tú,
una vez confirmado en la fe, confirma a tus hermanos”.
Después de la Ascensión Pedro asume la
dirección de la comunidad cristiana, enuncia el esquema de la buena nueva y por
primera vez toma conciencia de abrir la Iglesia a los paganos. Pablo no duda en
contradecirlo en la famosa discusión de Antioquía. Cuando Pedro va a Roma, se convierte
en apóstol de todos. Entonces cumple plenamente su misión de “piedra angular”
reuniendo en un solo “edificio” a judíos y paganos y sella esta misión
derramando su sangre sobre la colina Vaticana en el martirio de la crucifixión.
PABLO,
después de su conversión en el camino de Damasco, recorre en cuatro o cinco
viajes los países del Mediterráneo. Hace el primer viaje con Bernabé. Parten de
Antioquía, se detienen en la isla de Chipre y luego recorren la actual Turquía.
Después de la reunión de los apóstoles en Jerusalén, Pablo inicia el segundo
viaje, expresamente “como enviado de los Doce”. Vuelve a atravesar a Turquía,
evangeliza a Frigia y Galacia. Pasa luego a Europa junto con Lucas y funda la
comunidad de Filipos. Después de un período de prisión, evangeliza a Grecia. En
Corinto funda una comunidad que le crea dificultades. Luego vuelve a Antioquía.
Un tercer viaje lo lleva a Turquía, a Efeso y a otras iglesias por él fundadas
en Grecia y en Corinto. Después de su regreso a Jerusalén, es arrestado por los
hebreos y metido en prisión. Siendo ciudadano romano, Pablo apela al César.
Emprende así el cuarto viaje y llega a Roma hacia el año 60. Dura en prisión
hasta el año 63 aproximadamente, entra en frecuente contacto con los cristianos
de esta ciudad. Escribe cartas a las diversas iglesias por él fundadas, en
total 14, escritas durante sus itinerarios apostólicos. En el 63 realiza
probablemente su quinto viaje, a España. Pablo sufre el martirio al ser
decapitado, en Roma, en las cercanías de la actual basílica de San Pablo
Extramuros, hacia el año 67.
Pedro y Pablo: dos nombres que a lo largo
de los siglos han personificado la Iglesia entera en su ininterrumpida
tradición. El Papa, el Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, con el
espíritu de los apóstoles, guía a través de los siglos infaliblemente a la
Iglesia de Cristo.
=Junio 29: Beato
Bienvenido de Gubbio. Religioso de la Primera Orden († 1232).
Gregorio IX e Inocencio XII en 1697 concedieron en su honor oficio y misa.
En 1222 San Francisco estaba en
Gubbio. Se le presentó Bienvenido, noble caballero, ilustre por su valor
militar, suplicándole con profunda humildad que lo admitiera en la Orden de los
hermanos Menores para combatir las santas batallas de la penitencia y de la
pobreza y llevar a todas partes la paz y el bien. San Francisco en otras
oportunidades, como había hecho con Angel Tancredo, había hecho discípulos
suyos a hombres que habían ejercido el duro oficio de las armas, porque veía en
la obediencia, en las fatigas, en las privaciones y en los peligros de la vida
militar una eficaz preparación para los sacrificios diarios de la vida
religiosa. Por lo mismo, acogió gustoso al nuevo aspirante, que fue
“bienvenido” entre sus discípulos.
Bienvenido escogió para sí los trabajos más
humildes y pesados, distinguiéndose por su pronta obediencia, una modestia
acorde con su santa vocación. Amante de la pobreza evangélica, se contentaba
con un hábito pobre, y a su cuerpo agobiado por las fatigas, le daba sólo el
alimento necesario. En poco tiempo alcanzó un alto nivel de experiencias
místicas, confirmadas entre otras por el don de lágrimas. Deploraba las culpas
de los pecadores y con la oración, la palabra y el llanto pedía su conversión.
La Eucaristía fue el centro irradiador de toda su vida. A veces Jesús se le
aparecía bajo la forma de niño, que desde la hostia santa descendía a sus
brazos, lo embriagaba de dulzura y en su alma le dejaba un aroma celestial.
San Francisco lo encargó del cuidado
de los leprosos en los hospitales. Este ejercicio de caridad lo llevó a una
alta perfección. En efecto, ante un mal tan repugnante, cada día debía vencerse
a sí mismo para superar la resistencia natural, y con heroico valor continuar
su trabajo. Los enfermos le quedaban agradecidos, y conmovidos por su santidad,
se encomendaban a sus oraciones.
Pero la austeridad de su vida y el apostolado en medio de los leprosos,
bien pronto debilitaron sus energías. Supo llevar el peso de largas y
graves enfermedades con paciencia y resignación. Así, en su propio dolor pudo
continuar el sacrificio de inmolación que había ofrecido al Señor en toda su
vida al servicio de los hermanos leprosos en los hospitales, llegando en este
arduo y asiduo ministerio a las cumbres de la santidad. La contemplación, el
amor a la Eucaristía, la devoción a la Virgen, la imitación del Seráfico Padre,
la paciencia en las enfermedades y sobre todo la inagotable caridad para con
los leprosos fueron las diversas etapas que lo llevaron a la santidad. El 27 de
junio de 1232 murió en Corneto, en la Apulia.
Junio 30: Beato
Raimundo Lulio, Mártir de la Tercera Orden (1235‑1316). Aprobó su culto
Clemente XIII el 19 de febrero de 1763.
Raimundo Lulio (o Ramón Lull), nació en
1235, de familia noble, en Mallorca, pocos años antes conquistada por Jaime I
de Aragón. Pasó su juventud como empleado en la corte de Aragón, entre la
alegría y los placeres de las fiestas, en las que desahogaba su maestría
tocando los instrumentos musicales, en la poesía y en los torneos de
caballeros. Se casó y habría continuado su vida licenciosa si una monición de
Dios no lo hubiera decidido a consagrar sus fuerzas a él. Una predicación sobre
el pobrecillo de Asís escuchada el día de su fiesta, lo hizo decidirse a
inscribirse en la Tercera Orden de la penitencia y a ponerse en marcha para
poner por obra la voluntad de Dios. Con el consentimiento de su mujer, después
de haber distribuido sus bienes entre los pobres, comenzó a prepararse para
emprender un profundo trabajo de evangelización, particularmente entre los
Sarracenos. De esta manera fue él quien ideó la obra que posteriormente se
llamó la Congregación de la propagación de la fe, con anticipaciones geniales
de métodos misionales.
A esta obra de sensibilización coronada con
la institución de los colegios correspondientes, unió varios viajes a tierras
de misión y la activa evangelización de los Moros en su isla. Estos trabajos no
le impidieron componer por lo menos 313 obras sobre todos los conocimientos
humanos posibles. Todavía hoy son interesantes sus escritos sobre los modos de evangelizar
a los Moros, a los Hebreos y a los diversos herejes. Sus obras científicas son
espectaculares, y sugestivas las de experiencia mística.
Puesto que los misioneros, caballeros de la
fe, debían encontrarse con los infieles Mahometanos, necesitaban una lanza de
combate, constituida por el conocimiento de la lengua árabe. Y el antiguo
trovador funda el colegio de Miramar en la isla de Mallorca para los
franciscanos destinados a misioneros entre los Islamitas, un colegio donde ante
todo se aprendía la lengua árabe. Como buen caballero, no podía concebir una
aventura sin el amor por una mujer, a saber, no podía concebir una misión sin
la devoción a María. En efecto, él fue uno de los primeros defensores de la
doctrina de la Inmaculada Concepción de María.
Visitó varias veces a Roma; en 1311
participó en el Concilio de Vienne (Francia), hablando ante los padres
conciliares en contra del averroísmo, que negaba la inmortalidad del alma y
afirmaba la eternidad del mundo, y en la promoción de sus grandes ideales.
Su sueño era morir mártir en tierra de
infieles. Fue escuchado. A los 81 años, todavía gallardo y batallador, fue
lapidado en Bugía, en la costa de Argelia después de haber soportado malos
tratos y cárcel, y haber sido apedreado. Dos mercaderes genoveses lo
encontraron herido y pensaron llevarlo a morir en la ciudad de ellos; pero una
borrasca empujó la nave hacia Mallorca, y así, moribundo, el poeta misionero,
el caballero de la Virgen, pudo volver a ver las costas de su patria antes de
expirar, mártir de la fe, “Doctor iluminado”, Raimundo Lulio, el 29 de junio de
1316.
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