martes, 4 de abril de 2017

Santoral Franciscano: Junio

Junio 1: Sagrado Corazón de Jesús
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es complemento de la del Cuerpo y Sangre de Cristo, reuniendo todos los misterios de Jesús en uno solo, que materialmente es el corazón de carne de Jesús, espiritualmente quiere expresar los infinitos tesoros de su amor. Es la fiesta del amor de Dios por nosotros, un amor totalmente gratuito, un amor que no busca en el hombre méritos, sino sólo que se lo acoja disponiendo la propia vida como respuesta de amor. Es la respuesta que nos ha indicado Juan: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios: el que ama es engendrado por Dios y conoce a Dios; quien está en el amor permanece en Dios y Dios habita en él”.
“Uno de los soldados traspasó con la lanza el costado de Jesús y al punto brotó sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es veraz. Sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. En efecto, esto sucedió para que se cumpliera la escritura que dice: mirarán al que traspasaron”. (Jn 19,34‑37).
El Corazón de Jesús, traspasado por la lanza del soldado, es símbolo de la bondad y de la misericordia de Dios, que nos dio su Hijo para que nos salvara del pecado, mediante su muerte y resurrección. La devoción al Corazón de Jesús nos estimula a la confianza y al amor hacia el Padre.
Jesús levantado en la cruz, en su amor sin límites, dio la vida por nosotros, y de la herida de su costado derramó sangre y agua, símbolo de los sacramentos de la Iglesia, para que todos los hombres, atraídos al Corazón del Salvador, llegaran gozosos a la fuente perenne de la salvación.
Dios, con aceite de júbilo consagró Sacerdote eterno y Rey del universo a su único Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, para que sacrificándose a sí mismo, y sometidas a su poder todas las criaturas, ofreciera a su majestad infinita el reino eterno y universal: reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz.
Nosotros ponemos nuestra confianza en Jesús y a él nos entregamos incondicionalmente durante nuestra vida y a la hora de nuestra muerte, que tendrá su culminación en la bienaventuranza eterna.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue siempre cara a los franciscanos, a ejemplo de San Francisco de Asís, inflamado de seráfico amor hacia Jesús. Su corazón ardía de caridad hacia el Corazón del Mártir Crucificado. Jesús mismo así lo presenta a su confidente Santa Margarita María de Alacoque: “He aquí el Santo que más ha amado a mi Corazón. Tómalo como modelo”.
Escribieron y hablaron del Corazón de Jesús San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Bernardino de Siena y muchos otros Santos franciscanos.
Junio 2: Beato Juan Pelingotto. Penitente de la Tercera Orden (1240‑1304). Aprobó su culto Bendedicto XV el 13 de noviembre de 1918.
Juan Pelingotto nació en Urbino en 1240, hijo de un rico mercader de telas que bien pronto, si bien de mala gana, hubo de permitirle dedicarse libremente a los ejercicios de piedad. A los once años ya lo había iniciado en el comercio.
Vistió el hábito de la Tercera Orden de la penitencia en la iglesia de Santa María de los Angeles, la primera iglesia franciscana de Urbino, y como fiel imitador del Seráfico Padre, vivía austeramente. El amor por los pobres lo movía a privarse aun de lo necesario para socorrerlos; humildísimo, al caer en la cuenta de que sus conciudadanos lo tenían en grande estima, para despistarlos se hizo el loco, pero mientras más procuraba ocultarse, más manifiestas hacía Dios sus virtudes.
En 1300 fue a Roma para ganar el jubileo decretado por Bonifacio VIII. Era la primera vez que iba a la ciudad eterna y no era conocido por nadie; sin embargo, un desconocido al encontrarse con él, lo señaló a sus compañeros diciendo: “¿No es este aquel santo hombre de Urbino?”. Otros varios hechos manifestaron claramente que el Señor quería hacer conocer su santidad. De regreso a su ciudad natal, intensificó su vida espiritual deseando ardientemente la patria celestial. Fue atacado por una gravísima enfermedad que lo redujo pronto a las últimas, y lo hizo perder hasta el habla, que recuperó completamente sólo en los últimos días de su vida terrena. Supo ser imitador del Seráfico Padre incluso en el dolor. El demonio no cesaba de molestar con horribles tentaciones a este terciario penitente que siempre había guardado intacta la pureza de su alma. Andaba repitiendo: “¿Por qué me molestas? ¿Por qué me echas en cara cosas que nunca he cometido y en las cuales nunca he consentido?”. Y abandonándose confiado en los brazos de la misericordia divina, con voz fuerte dijo: “Y ahora, vamos con toda confianza!”. Uno de los presentes dijo: “Padre, ¿a dónde vas?”. “Al Paraíso!”, respondió. Dicho esto, su rostro se puso bellísimo, sus miembros se distensionaron y, poco después expiró serenamente. Era el primero de junio de 1304; tenía 64 años de edad.
Juan había pedido que se le sepultara en la iglesia de San Francisco, pero en un primer tiempo no se cumplió su voluntad: tuvo solemnes funerales y fue sepultado en el cementerio franciscano, en el claustro del convento. Dios glorificó bien pronto a su fiel servidor. Tantas fueron las gracias que se decían obtenidas por su intercesión, tanto era el concurso de los fieles a su sepulcro, que los hermanos exhumaron sus restos y los llevaron a la iglesia de San Francisco. Aumentándose los prodigios se erigió un altar sobre su tumba, donde se celebraron misas en su honor. Su culto continuó a través de los siglos.
Junio 3: Beato Andrés de Spello, Sacerdote y discípulo de San Francisco, de la Primera Orden (1194‑1254). Aprobó su culto clemente XII el 25 de julio de 1738.
Andrés Caccioli nació en Spello, Umbría, en 1194. Pronto abrazó la vida eclesiástica y llegó a ser sacerdote. En 1223 quiso seguir a San Francisco y se hizo discípulo suyo ingresando en la Orden de los Hermanos Menores. De San Francisco imitó especialmente el espíritu de pobreza, y el 3 de octubre de 1226 tuvo la dicha de asistir al glorioso tránsito del Seráfico Pobrecillo. En 1233 estaba en España, donde tomó parte en el Capítulo de Soria y obtuvo con sus oraciones una lluvia providencial para aquella tierra afectada por una prolongada sequía. Igual milagro hizo en Spello.
Vivió también en el eremitorio de Las Cárceles en Asís, en gran penitencia y austeridad. Atendía sólo a la contemplación de las cosas del cielo, al cual se sentía ya cercano. Las horas libres de los actos comunes las pasaba en una gruta separado del resto del mundo, únicamente dedicado a la oración ferviente. Varias veces fue favorecido con celestiales apariciones y su espíritu probó dulzuras indescriptibles. Un día Jesús se le apareció en forma de niño, resplandeciente de belleza. Estaban en dulces conversaciones cuando sonó la campana que llamaba a los religiosos al coro para la recitación de Vísperas. Andrés, por espíritu de obediencia, suspendió la conversación para unirse a sus cohermanos. Terminadas vísperas, regresó a su retiro y con gran alegría encontró al niño Jesús, el cual le dijo: “Hiciste bien al obedecer: pronto te llamaré a mí!”. Era el feliz anuncio de su próxima muerte.
En 1248 volvió al convento de San Andrés, de Spello, donde fue encargado de la dirección espiritual de las Clarisas. Obtuvo de Santa Clara que fuera enviada como abadesa de Spello la Beata Pacífica Guelfuccio, tía y una de las primeras y más ilustres discípulas de Santa Clara. Con la ayuda y el consejo del Beato Andrés la comunidad de las Damas Pobres de la Dama Pobreza aumentó en número y fervor, renunció a la regla mitigada del Cardenal Hugolino para seguir la compuesta por San Francisco para las primeras religiosas amantes de la pobreza. De esta manera el monasterio de Spello vino a ser pronto una de las casas más florecientes de la Orden.
En Spello Andrés esperó sereno la invitación para volar a la patria celestial. Rico de méritos y glorioso por su ardiente apostolado en medio del pueblo, realizado por medio de la predicación de muchos años, recibió con edificante piedad los últimos sacramentos, y se durmió plácidamente en el Señor el 3 de junio de 1254; tenía 60 años de edad. Las antiguas crónicas franciscanas lo llaman máximo predicador y taumaturgo, recuerdan su caridad y obediencia ejemplares. Se distinguió por su fervor eucarístico, una tierna devoción a la Santísima Virgen y la contemplación de la Pasión y muerte de Jesús. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Andrés, en Spello. Fue elegido co‑patrono de su ciudad en 1360.
Junio 4: Beato Pacífico de Cerano. Sacerdote de la Primera Orden (1424‑1482). Aprobó su culto Benedicto XIV el 7 de julio de 1745.
Pacífico nació en Cerano, poblado de la diócesis de Novara, de la familia Ramati. Desde tierna edad quedó huérfano de sus padres y fue educado en la piedad y el estudio por el superior de los Benedictinos del monasterio de San Lorenzo de Novara.
Pacífico prefirió el convento de San Nazzaro de la Costa, de la Orden de los Hermanos Menores, hecho ilustre por San Juan de Capistrano y San Bernardino de Siena. En 1444, año de la muerte de San Bernardino, tomaba el hábito franciscano. Hecho sacerdote, fue enviado por los superiores a la Sorbona de París, de donde regresó a Italia con el título de doctor. Se dedicó a la predicación, que realizó en diversas regiones, especialmente en el Piamonte y en Lombardía, con tal éxito que se le consideraba “un nuevo San Bernardino” y se le llamó “orador apostólico famosísimo”. Se había propuesto combatir la ignorancia religiosa tanto en el laicado como en el clero, especialmente en relación con el sacramento de la Penitencia. No se contentó con predicar, sino que escribió con competencia y claridad singulares una “Suma Pacífica”, compuesta en 1473, que los estudiosos de la teología moral reconocen como un tratado muy importante.
A menudo regresó a Cerano, donde hizo erigir una capilla en honor de la Virgen para acrecentar entre sus conciudadanos la devoción a la Madre de Dios. Sixto IV lo envió por primera vez a Cerdeña con una misión especial en 1471, y una segunda vez en el tiempo de la invasión de Mohamed II en 1480, con el cargo de Nuncio apostólico contra los turcos. Los comienzos de la nueva misión en la isla fueron prometedores.
Sin embargo, su principal ocupación fue, como dijimos, la predicación, en la cual tuvo grandes éxitos. Puede decirse que este piamontés de palabras sobrias reverdeció, a pocos decenios de distancia, los laureles de otro santo franciscano, Bernardino de Siena, el mayor predicador del siglo. En el siglo XV la Orden franciscana conoció una maravillosa florescencia de Santos y una amplia difusión. Los conventos se multiplicaron, sencillos y devotos, no solamente en la península sino también en Sicilia y Cerdeña. Como visitador y comisario general de la Orden, el Beato Pacífico tuvo el oficio de visitar todos los conventos, mientras como predicador convincente para el auditorio, el Papa lo encargaba de predicar una cruzada contra el Sultán Mohamed II.
Giróvago por obediencia, Pacífico pasó por todas las regiones de Italia predicando la paz y el Evangelio de Cristo. Agotado por las fatigas apostólicas, murió a los 58 años, en Sassari, el 4 de junio de 1482, lejos de su verde Piamonte, a donde sin embargo retornaron sus restos, en la iglesia franciscana de Cerano, por expreso deseo del teólogo de la pacífica conciencia. Bascapè lo proclama “insigne por su doctrina y santidad, consuelo y protector de su patria”.
Junio 5: Santa María de Jesús Sacramentado (María Natividad) Venegas, TOF, Fundadora del Instituto Hijas del Sagrado Corazón (1868‑1959). Canonización: el 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II.
María Natividad Venegas, nació en La Tapona, Zapotlanejo, Jalisco, México el 8 de septiembre de 1868. A los 19 años quedó huérfana de padre y madre, ingresó en la Asociación de Hijas de María. El 8 de diciembre de 1905, habiendo decidido hacerse religiosa, ingresó al grupo de Hijas del Sagrado Corazón, para el servicio del Hospital del Sagrado Corazón, fundado el 2 de febrero de 1886, bajo el patrocinio del canónigo Antenógenes Silva. En este Hospital vivió desde 1905 hasta su muerte. Humilde, sencilla, caritativa con todos: sus religiosas, los enfermos, los pobres, etc., se esmeró en difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Respetuosa y servicial con los Obispos y sacerdotes. En 1912 fue nombrada Vicaria general de su Instituto, que todavía no poseía aprobación ni siquiera diocesana. El 25 de enero de 1921 fue elegida Superiora General, cargo que desempeñó con verdadera prudencia y tino hasta el 12 de septiembre de 1954, tiempo en el cual hizo las Constituciones del Instituto, las cuales fueron aprobadas por el Arzobispo don Francisco Orozco y Jiménez. Murió el 30 de julio de 1959.
Junio 6: Beato Lorenzo de Villamagna. Sacerdote de la Primera Orden (1476‑1535). Aprobó su culto Pío XI el 28 de febrero de 1923.
Lorenzo nació en Villamagna, provincia de Chieti, hijo de Silverio de Masculis y de Pippa D’Eletto, el 12 de mayo de 1476. Ingresó muy joven en la Orden de los Hermanos Menores, donde se distinguió por la asiduidad en la oración, su amor a la pobreza y a la obediencia, su devoción a la Eucaristía y por el amor divino del cual estaba inflamado: desarrolló un intenso apostolado, fue muchas veces solicitado en las principales ciudades de Italia por su santidad y su profunda doctrina. Fue favorecido por Dios con el don de milagros y profecía.
El siglo XV es el siglo de oro del franciscanismo. Los numerosos conventos, esparcidos un poco por todas partes, también en el fuerte y gentil Abruzzo, parecían colmenas, ricos en santos religiosos y ardientes apóstoles. En este feliz período Lorenzo plasmó su eximia virtud, tanto que emulaba a sus grandes cohermanos, el primero de todos San Juan de Capistrano, la gloria más brillante del Abruzzo, el incansable apóstol de Europa. La vida sacerdotal de Lorenzo duró 35 años y puede resumirse en estas pocas y sencillas palabras: predicó, enseñó, exhortó y pacificó pueblos. Fue un profundo teólogo y famoso predicador. Su palabra parecía la de un profeta, conmovía hasta el llanto. Las conversiones eran frecuentes. No subía nunca al púlpito sin someterse antes a ásperas flagelaciones, consciente de que la penitencia atrae las divinas misericordias. Para responder a las frecuentes solicitudes de predicación que le venían de todas partes de Italia, debía emprender largos y difíciles viajes. Caminaba siempre a pie descalzo. Su comportamiento era ya una de sus convincentes predicaciones.
En 1535 los habitantes de Ortona a Mare, deseosos de escuchar la palabra de Lorenzo le pidieron predicar la cuaresma, pero la fibra del infatigable apóstol, se había reducido a un estado lamentable, a causa de las largas fatigas, las ásperas penitencias y los largos viajes. La cuaresma de aquel año marcó la extinción de una llama. El bien obrado entre los ortoneses fue extraordinario. Cuando lo veían subir al púlpito se sentían conmovidos hasta las lágrimas, cuando bajaba de él le besaban las manos y la túnica. Todos le demostraron reconocimiento por el gran bien realizado en medio de ellos. Un día, mientras predicaba, inspirado por el Señor exclamó con espíritu profético: “Dentro de quince días estaré en la eternidad yo en primer lugar y después me seguirán otros de ustedes”.
Efectivamente después de unos días fue atacado por un fuerte acceso de gota que lo obligó a suspender la predicación y reducirse al lecho. Purificado por el dolor soportado con gran resignación, expiraba serenamente el 6 de junio de 1535, a la edad de 59 años, en Ortona a Mare. Su cuerpo después de algunos años fue encontrado incorrupto. En 1829 fue colocado bajo el altar mayor en la iglesia franciscana de Santa María delle Grazie del lugar.
Junio 7: Beato Diego Oddi. Religioso de la Primera Orden (1839‑1919). Beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.(Fiesta: junio 6).
Es una bella y simpática figura de humilde Hermano Menor que, en el pesado quehacer cotidiano o en la petición de limosna ejercida como una continua predicación por cerca de 48 años, dio un espléndido testimonio de fidelidad al Señor. Auténtico contemplativo itinerante, Fray Diego centró su alta y sencilla espiritualidad en una robusta piedad cristológica y mariana. La misma simplicidad de sus modales escondía un vigoroso y constante encuentro con Dios a quien él supo descubrir en los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. Esto explica también cómo una verdadera multitud de toda clase y condición social desease encontrarse con él, y cómo de él “hombre todo de Dios”, se difundieron paz y serenidad capaces de resucitar en el corazón de muchos la alegría y la esperanza.
Nacido en Vallinfreda, provincia de Roma, diócesis de Tívoli, el 6 de junio de 1839, hijo de Vicenzo Oddi y Bernardina Pasquali, pobres campesinos pero fervientes cristianos (“los únicos devotos”, los llamaban los campesinos), recibió en el bautismo el nombre de José. Sabía poco leer y poco escribir, pero era el primero en el estudio de la doctrina cristiana. Bien pronto sintió la vocación a la vida religiosa franciscana; pero ante la oposición de sus padres, que tenían necesidad de su único hijo varón por las penurias familiares, José renunció a entrar en el convento. En Bellegra, en 1872, finalmente, a los 33 años fue recibido como “Terciario Oblato”. En 1877 los frailes fueron expulsados de su querido “Retiro” y forzados a vivir en casa de algunos bienhechores. Pero Fray José continuó ocupánddose del cuidado del huerto del convento, que había sido confiado a un amigo de los frailes. Con el regreso de los frailes a su convento (1878) y la subsiguiente reapertura del noviciado (1884), Fray José fue admitido a la prueba canónica (12 de febrero de 1884), tomando también el nuevo nombre religioso de Fray Diego. Hecha la primera profesión el 14 de febrero de 1886 y la solemne el 16 de mayo de 1889, permanecerá en el Retiro de Bellegra, célebre por la presencia de otros auténticos santos como el fundador, Santo Tomás de Cori, San Teófilo de Corte, el venerable Franceschino da Ghisoni y el Beato Mariano da Roccacasale. Permaneció allí hasta el día de su muerte, ocupándose primero del cuidado del bosque y del huerto y luego ejerciendo el oficio de “limosnero” hasta los últimos años de su vida. Fue verdadero ángel de consuelo para toda la vasta zona del Sublacense, del Tiburtino, del Carseolano y del Veliterno.
Apóstol del buen ejemplo y verdadero testigo de la caridad de Cristo, rodeado de universal fama de santidad. Digno sucesor de los santos que habitaron el sacro Retiro de Bellegra, Fray Diego fue perfecto imitador del Seráfico Padre particularmente en la penitencia, en la humildad y en el espíritu de oración, al cual consagraba muchas horas del día y de la noche. Cantando las alabanzas a María y en espíritu de obediencia al Guardián, Fray Diego se durmió en la paz de los justos el 3 de junio de 1919. Entre los admiradores de Fray Diego y de su estupenda simplicidad podemos enumerar al Papa Juan XXIII quien fue a visitar el Retiro y los recuerdos de Fray Diego en 1959 y, feliz coincidencia, pasó a la patria eterna el mismo día que Fray Diego: el 3 de junio de 1963. Los restos mortales del querido apóstol “itinerante” son guardados con viva piedad en su querido Retiro de Bellegra, meta de numerosas peregrinaciones.
Junio 8: Beato Nicolás de Gésturi, religioso de la Primera Orden (1882‑ 1958). Beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.
Juan Medda, en religión “Fray Nicolás”, nació en Gésturi, su provincia de Cagliari y arquidiócesis de Oristano, Italia, el 5 de agosto de 1882, en una familia de humilde condición social, muy honrada y religiosa. Bautizado al día siguiente de nacer, en la iglesia parroquial de Santa Teresa de Avila. El 2 de junio de 1886 recibió el sacramento de la confirmación. Muy pronto quedó huérfano de padre y madre, fue acogido en la casa de su hermana mayor, ya casada. Terminados los estudios primarios comenzó a trabajar en el campo. En 1896 recibió la primera comunión.
Desde muy joven sintió la vocación religiosa, pero no pudo realizarla por la pobreza familiar. La curación de una dolorosa enfermedad reumática le dio la ocasión para poder hacer realidad ese sueño. En 1911, a los 29 años, animado por el párroco de Gésturi, entró como terciario oblato en el convento capuchino de San Antonio de Cagliari. El 30 de octubre de 1913 vistió el hábito y tomó el nombre de Fray Nicolás. Terminado el año de noviciado, emitió la primera profesión el 1 de noviembre de 1914, y el 16 de febrero de 1919 hizo la profesión solemne. Sus diez primeros años de vida religiosa los pasó en distintos conventos de Cerdeña, en los que desempeñó principalmente el oficio de cocinero. En 1924 fue trasladado a Cagliari, donde permaneció 34 años, cumpliendo el oficio de “limosnero”. Muchísimos, al encontrarse con él, le hacían confidencias, le pedían consejo y oraciones para conseguir favores espirituales o materiales; nació así la costumbre de llamarlo junto al lecho de los enfermos, tanto en casa como en los hospitales.
Sucedieron curaciones extraordinarias, que mostraban la mano de Dios a través del pobre hermano. Se extendió rápidamente su fama de santidad y su poder taumatúrgico. Su vida constituía para todos una llamada a la conversión, a la oración, al amor y al servicio del Señor y de los hermanos.
Fray Nicolás se caracterizó por el silencio, la fidelidad inquebrantable, la piedad, el celo por las almas y la caridad hacia los necesitados que encontraba en su itinerario diario al pedir la limosna.
Supo afrontar todas las dificultades con admirable paciencia y caridad, actuando con rectitud, valor y perseverancia. El eje fundamental de su personalidad moral y espiritual era su profundo espíritu de oración, que se manifestaba en su actitud contemplativa habitual, incluso en medio de las ocupaciones diarias. En su comportamiento reflejaba la presencia de Dios y una constante unión con el Señor. Cada uno de sus actos y palabras se transformaba en oración ardiente y continua. Murió el 8 de junio de 1958, a los 76 años de edad, tras varios días de enfermedad.
Junio 9: San Cornelio Wican. Religioso y mártir en Gorcum, de la Primera Orden († 1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Cornelio Wican nació en Dorestt, no lejos de Utrecht. Todavía joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores como religioso no clérigo. Después del noviciado y la profesión religiosa se puso a disposición de la comunidad para los servicios humildes del convento. Se distinguió siempre por su amable simplicidad y por la obediencia pronta y alegre. Los cohermanos veían en él un retrato de los primeros seguidores del Seráfico Patriarca, los doce discípulos, caballeros de la mesa redonda. Varias anécdotas de su vida son dignas de insertarse en el libro de las florecillas de San Francisco. Una vez, mientras vivía en el convento de Bois‑le‑Duc el padre guardián le ordenó irse inmediatamente al convento de Utrecht. El piadoso hermano inclinó la cabeza en señal de obediencia y se puso en camino. Al llegar a Utrecht el superior de allí le preguntó la razón de su viaje. Fray Cornelio le respondió humildemente que el superior lo había mandado y él había obedecido. Entonces el superior de Utrecht, para poner más a prueba la heroica obediencia del virtuoso hermano, le ordenó nuevamente por santa obediencia que regresara a Bois‑le‑Duc para preguntar a su padre guardián las razones de su traslado y luego regresar nuevamente a Utrecht. El heroico hermano cumplió el mandato con diligencia y prontitud, dando pruebas de una obediencia realmente admirable.
Otro hecho digno de anotar, que proyecta mucha luz sobre nuestro mártir, es la respuesta que dio el día mismo de su martirio, al feroz Lunay, que quería confundirlo y hacerlo apostatar de la fe. Respondió resueltamente: “Yo creo y profeso todo lo que cree y profesa y tantas veces me ha enseñado mi padre guardián. Por esta fe en Jesucristo, en la Iglesia y en el Romano Pontífice estoy listo a dar mi sangre”. Simple y sublime profesión de fe que le aseguró la gracia del martirio y la gloria eterna de los Santos.
En junio de 1572 los calvinistas se apoderaron de la ciudad de Gorcum, apresaron a los Hermanos Menores de aquel convento, los llevaron por muchos poblados exponiéndolos a las burlas de la población. Los llevaron prisioneros a Brielle, torturándolos de mil maneras, para que renunciaran a la fe católica en la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice. Pero ellos permanecieron firmes en la fe. El 9 de julio de 1572 los once franciscanos, felices enfrentaron la muerte para atestiguar la doble presencia de Cristo en la tierra: su presencia invisible en el sacramento del altar y la visible en la persona de su Vicario, el Sumo Pontífice. Sufrieron el martirio despedazados en el patíbulo.
Junio 10: San Pedro de Assche. Religioso y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1530‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Pedro nació en 1530 en Assche, pequeña ciudad de Bélgica, en el territorio de Bruselas. De joven pidió y obtuvo el ingreso en la Orden de los Hermanos Menores en el estado de hermano no clérigo. Siempre vivió en Gorcum, donde a la fatiga diaria de los trabajos que le encomendaban los superiores, unía un singular amor a la oración, a la soledad y a la penitencia. Se propuso la imitación de los grandes Santos que vivieron como él en la condición de hermanos no clérigos: espíritu de obediencia pronta y alegre, prontitud para los actos de comunidad, apostolado del buen ejemplo y la buena palabra, íntima unión con Dios en todos los oficios que se le confiaban: cocinero, portero, sacristán, hortelano, limosnero de puerta en puerta para recoger las ofrendas para los pobres y para la comunidad religiosa. Virtudes que lo hicieron digno de ser asociado a los otros cohermanos de su convento en el supremo sacrificio de la vida enfrentado con valor por amor de Dios que exalta a los humildes y siempre está cerca de sus hijos en los duros momentos de la tribulación.
En junio de 1572, los calvinistas se apoderaron de la ciudad de Gorcum, apresaron a los franciscanos de aquel convento con los demás sacerdotes y los llevaron por muchos poblados exponiéndolos a las burlas del pueblo. Después condujeron a los prisioneros a Brielle, torturándolos de mil maneras para que renunciaran a la fe católica en la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice. Ellos permanecieron firmes en al fe y por eso fueron asesinados el 9 de julio de 1572.
A las 2 de la mañana, Omal y sus esbirros condujeron fuera de la prisión a los condenados y los llevaron al lugar del suplicio. Dieron orden de que primero fuera estrangulado el superior del convento, San Nicolás Pick. Este, después de haber dirigido a sus cohermanos una conmovida exhortación digna de los primeros mártires cristianos, subió la escala del patíbulo y no dejó de bendecir a Dios y de exhortar a sus cohermanos hasta que el lazo le quitó la voz destrozándole la garganta.
El segundo fue el vicario, San Jerónimo de Werten, el cual subió a su vez la escala invocando a la Santísima Virgen. Luego uno tras otro los confesores de la fe fueron colgados al patíbulo. El bárbaro suplicio se prolongó grandemente. Alegres y serenos los invictos héroes subieron al patíbulo iluminados por la visión del cielo mientras Ormal y sus satélites, llenos de satánica alegría, no cesaban de vomitar blasfemias e insultos. San Pedro de Assche en el momento del martirio tenía 42 años de edad.
Junio 11: Beato Guido de Cortona. Sacerdote de la Primera Orden (1190‑1250). Su culto y misa fueron concedidos por Gregorio XIII en 1583.
Guido, compañero de San Francisco, nació en Cortona hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Pasó su juventud adquiriendo una buena cultura que le permitió llegar a ser sacerdote, y dado a la oración, la mortificación y el trabajo en ayuda de los pobres.
En 1211 el Poverello de Asís fue huésped suyo. Comieron juntos y cuando tomaban el postre, le confió al Santo con gran sencillez su deseo de hacerse discípulo suyo. Preguntó qué debía hacer y la respuesta fue breve. Dar todo a los pobres, renunciando a todos los bienes terrenos. Guido no perdió tiempo. Siguió con tanta rapidez el consejo del Pobrecillo, que al otro día, arreglados todos sus asuntos, pudo recibir el hábito y ceñir la cuerda de la penitencia franciscana. Cortona tuvo así en las afueras de los muros su conventillo de Hermanos Menores, del cual Guido fue el alma y guía. Fue sacerdote y hermano, sin faltar en nada a la humildad franciscana y a la perfecta modestia. El Santo de Asís lo amó sinceramente y lo estimó como a pocos otros discípulos. Pero lo quiso particularmente el pueblo de Cortona, del cual el Beato fue un gran bienhechor. La devoción popular le atribuye clamorosos milagros, como el del agua convertida en vino, de la harina prodigiosamente multiplicada, de la curación de un paralítico y sobre todo el de volver a la vida a una muchacha caída en un pozo. Entre los milagros y las muchas buenas obras, la oración y la penitencia, las prácticas religiosas y el cuidado del convento transcurrió serena y luminosa la vida de Guido.
Con el Seráfico Padre se retiró por algún tiempo a un lugar solitario a un kilómetro de Cortona, llamado el conventico de Las Celdas, que se considera uno de los primeros construidos en la Orden, y cultivó más intensamente la vida de piedad y de mortificación. Más tarde visitó a San Francisco de Asís y obtuvo el permiso de la predicación, con la cual, como con sus milagros, recogió abundantes frutos de bien. Al volver Francisco a Cortona, fue nuevamente a donde él, y recibió del mismo un gran elogio delante de los cortoneses, que obtuvieron la seguridad de la poderosa intercesión que él siempre había ejercitado en su favor, predicción que no quedó sin cumplirse.
Un día el Patriarca de Asís, muerto hacía cerca de veinte años, se apareció al fraile cortonés anunciándole la hora de la recompensa. Cuando ésta llegó, pareció que Guido partiera para un viaje largamente ansiado, en compañía de la persona más amada: “He aquí a mi querido San Francisco, exclamó agonizando. Todos de pies! Vamos tras él”. A los 60 años de edad, voló su alma de la tierra al cielo en junio de 1250. Su cuerpo permaneció donde vivió y murió, en Cortona, que así vino a ser la ciudad del Beato Guido, antes de ser, unos decenios después, la ciudad de Santa Margarita, la mujer apasionada, después del hombre generoso y bienhechor.
Junio 12: Beata Yolanda, Duquesa de Polonia. Viuda, religiosa de la Segunda Orden (1235‑1298). Aprobó su culto León XII el 26 de septiembre de 1827.
Yolanda, princesa de Polonia, nació en 1235, hija de Bela IV rey de Hungría y de María Lascaris, de la casa imperial griega. Fue hermana de Cunegunda, venerada también como santa. También su padre era Terciario franciscano. Su familia hundía sus raíces en la santidad de Santa Eduviges, San Esteban rey y San Ladislao. Lateralmente estaba emparentada con Santa Margarita, reina de Suecia.
Siendo aún niña, Yolanda fue encomendada a su hermana Cunegunda, que se había casado con el rey de Polonia, en todo digno de su esposa, tanto que era llamado Boleslao el Casto. Yolanda al crecer también encontró esposo en el país adoptivo de su hermana. Era otro Boleslao, duque de Kalisz, llamado Boleslao el Pío. Así la hija del rey de Hungría, que había crecido en Bohemia y desposada con un noble polaco, fue considerada y amada allí como en su propia patria.
El reinado de Yolanda y Boleslao no tuvo larga duración. Pronto murió el esposo de Yolanda. Ella había tenido tres hijas: colocó dos con digno matrimonio, y junto con la tercera hija, que aspiraba a la vida religiosa, se retiró entre las clarisas de Sandeck. En aquel modesto convento vivía ya su hermana, la viuda reina Cunegunda, fundadora del mismo. El silencio del claustro escondió así por muchos años las virtudes de las tres mujeres, excepcionales por nacimiento y por vocación. En 1292 murió Cunegunda. Yolanda, para huir a las incursiones de los bárbaros, dejó aquel monasterio y pasó a otro más al occidente, el convento de las clarisas de Gniezno. Era un convento fundado por su esposo Boleslao el Pío, sin pensar él que más tarde su propia esposa se ocultaría entre aquellas hijas de Santa Clara bajo el hábito franciscano. A pesar de ser la superiora, actuaba como si fuera inferior a todas: practicó intensamente las virtudes cristianas y religiosas, especialmente la humildad, la oración y la meditación de la pasión de Cristo. Se dice inclusive que tuvo revelaciones y apariciones de Jesús crucificado.
Supo conducir a sus cohermanas por la vida de las más heroicas virtudes, precediéndolas en la práctica de la penitencia y de la contemplación con una generosidad constante que era alimentada por la meditación diaria de la Pasión de Cristo. El Esposo celestial la recompensó apareciéndosele varias veces y embriagándola con las delicias de su amor. La soledad no le impidió ocuparse de los pobres, a quienes daba alegremente alimento y generosas ofrendas.
En 1298 enfermó gravemente y predijo la hora de su muerte. Mientras sus cohermanas lloraban alrededor de su lecho de enferma, las exhortó a la fidelidad en la observancia de la regla y a la perseverancia en el desprecio de las cosas terrenas. Luego habló con ellas de la magnífica recompensa que la esperaba en el cielo. Fortalecida con los últimos sacramentos, se durmió dulcemente en el Señor. Era el 11 de junio de 1298. Tenía 63 años de edad.
Junio 13: San Antonio de Padua. Sacerdote, doctor evangélico de la Primera Orden (1191‑1231). Canonizado por Gregorio IX el 30 de mayo de 1232.
San Antonio nació en Lisboa en 1191, de familia de la pequeña nobleza, y en el bautismo recibió el nombre de Fernando, hijo de Martín d’Alfonso y María Taveira. Educado en la escuela de la catedral pasó la adolescencia en la inocencia de costumbres. Entró luego en el Monasterio de San Vicente de los Canónigos Regulares de San Agustín, dos años después se trasladó al de Santa Cruz, de Coimbra, donde en nueve años completó su formación científica y teológica y fue consagrado sacerdote. Impresionado por la vista de los restos de los cinco protomártires franciscanos, muertos por la fe en Marruecos el 16 de enero de 1220, pidió ingreso a la Orden de los Hermanos Menores para predicar el evangelio a los sarracenos y morir mártir, y tomó elnombre de Antonio. En el otoño de 1220 partió para Marruecos, donde enfermó y tuvo que emprender el regreso a su patria. Los vientos desviaron la nave de modo que la llevaron a las costas de Sicilia. De allí fue a Asís al capítulo de Pentecostés de 1221, donde se encontró con San Francisco. Fray Graciano, Ministro provincial de la Romaña, lo asignó al eremitorio de Montepaolo, donde vivió vida ascética y penitente. En ocasión de una ordenación en Forlì, al faltar el predicador, se le pidió que predicara, y entonces reveló el tesoro de su gran doctrina. Desde entonces fue destinado a la vida activa y apostólica, que desarrolló en la predicación, en la enseñanza, en el gobierno de sus cohermanos como Ministro provincial, y en la composición de sus escritos. Predica en Rimini, donde convierte al hereje Bonilio, realiza el milagro de la mula, que ayuna tres días y se arrodilla delante de la Eucaristía; predica a los peces en el litoral Adriático. Es el primero entre los Hermanos Menores, que en Bolonia, enseña teología a los cohermanos, por encargo de San Francisco, quien en una carta lo llama su Obispo.
Hacia 1225 se traslada a Francia Meridional, predica en varias ciudades, entre ellas Bourges y Limoges, enseña en Montpellier, en Tolosa y en Puy‑en‑Velay. Después de la Pascua de 1227 regresa a Italia, en el Capítulo General de aquel año es elegido Ministro provincial de Italia septentrional, visita a sus religiosos, predica y escribe sus “Sermones Dominicales”. Hacia la Pascua de 1228 predica en presencia de cardenales y del papa Gregorio IX, el cual lo llama “Arca del Testamento y Arca de las Sagradas Escrituras”. En 1230, exonerado del oficio de Ministro Provincial, con mayor disponibilidad se dedica al ministerio de la evangelización y compone los “Sermones de Sanctis”, en el monte de la Verna.
El año 1231 marca el apogeo del apostolado de San Antonio, que tuvo un carácter social. Predica la cuaresma, con fuerza ante Ezcelino da Romano se interesa por la liberación del conde de san Bonifacio y de otros jefes güelfos. Se retira a Camposampiero donde su amigo Tiso. Luego, mientras es llevado a Padua, con un ataque de hidropesía, el 13 de junio de 1231 a los 40 años de edad muere santamente en Arcella, consolado con celestes visiones y asistido por su discípulo Fr. Lucas Belludi. Once meses después es canonizado por Gregorio IX en Espoleto. Pío XII el 16 de enero de 1946 lo declara doctor evangélico. Padua le erigió un templo que es una obra maestra de la arquitectura.
Junio 14: San Francisco de Bruselas. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1548‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Francisco Rhodes nació en 1548 en Bruselas, capital de Bélgica. Muy joven entró en la Orden de los Hermanos Menores. Después del noviciado, y la profesión realizó provechosamente sus estudios literarios, filosóficos y teológicos y fue ordenado sacerdote después de una intensa preparación espiritual. Se propuso un amplio programa de apostolado en la enseñanza, en la predicación de la palabra divina, sobre todo entre la población infestada por el calvinismo y en el cuidado de los enfermos, pero su apostolado solamente duró dos años.
Religioso de costumbres sin mancha y de ingenio versátil, tenía un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura. Apenas ordenado ministro del Señor, se asoció a su cohermano San Antonio Hoornaert para evangelizar la población rural. El porvenir les sonreía pleno de esperanzas, cuando la persecución calvinista cortó esta lozana flor.
En junio de 1572 los calvinistas de Gorcum, después de ocupar el convento retuvieron a los religiosos franciscanos junto con otros sacerdotes y religiosos, y los llevaron por muchos poblados exponiéndolos a la burla de la población. Los condujeron prisioneros a Brielle y los torturaron de mil maneras para obtener que renunciaran a la fe católica en la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice, pero ellos permanecieron firmes en la fe y por esto fueron asesinados el 9 de julio de 1572.
A las dos de la mañana de aquel día, Omal y sus esbirros sacaron de la cárcel a los confesores de la fe y los llevaron al lugar del suplicio. Primero fue inmolado el superior de las franciscanos, San Nicolás Pick. El heroico religioso dirigió a sus cohermanos una cálida exhortación a la perseverancia en la profesión de la fe y al martirio, luego subió la escala y prosiguió bendiciendo al Señor y exhortando, hasta que la soga le cortó la voz. San Jerónimo de Werten, vicario del convento, fue el segundo en subir la escala fatal, murió invocando a la Virgen María. Luego uno tras otro los confesores de la fe fueron suspendidos en las vigas del patíbulo y quedaron horrendamente destrozados. El cruel suplicio se prolongó grandemente mientras Ormal y los calvinistas llenos de alegría satánica vomitaban blasfemias contra las inermes víctimas. Los cuerpos de los mártires fueron ignominiosamente mutilados y luego sepultados en dos fosas. El Señor los glorificó con estupendos milagros. En 1616 sus cuerpos fueron transportados a la iglesia de los franciscanos de Bruselas. San Francisco Rhodes tenía apenas 24 años cuando sufrió el martirio y junto con los otros cohermanos.
Junio 15: San Antonio de Hoornaert. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden († 1572) Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Hoornaert, región del territorio de Gorcum, en Holanda, fue la patria chica del glorioso mártir San Antonio. Sus padres eran muy pobres de bienes de fortuna, pero ricos de virtudes, honestos y muy aferrados a la fe católica.
Recibido entre los Hermanos Menores del convento de Gorcum, terminado el noviciado, hecha la profesión, después de los estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado sacerdote y de inmediato se dedicó a la evangelización de la gente del campo, recorriendo parroquias y pequeños poblados se ocupaba en la predicación, instrucción, confesión y atención a los enfermos. Su palabra ardiente y el ejemplo de una vida auténticamente franciscana contribuyeron a preservar muchas familias de los errores calvinistas. Las ininterrumpidas correrías apostólicas, los sacrificios enfrentados con evangélica serenidad, lo hicieron apreciado y popular entre las poblaciones del campo y mucho más grato al Señor, quien le preparaba en el cielo un lugar, la corona y el triunfo eterno de los santos mártires.
Fue arrestado con los demás cohermanos y conducido a la cárcel, donde pasó días de dolor, pero dando pruebas de gran confianza y fortaleza en los sacrificios. A las dos de la mañana del 9 de julio de 1572, Omal y sus secuaces sacaron de la prisión a las víctimas y los llevaron al lugar del suplicio, dando orden de que el primer inmolado fuera el superior, San Nicolás Pick. El heroico franciscano dirigió a sus cohermanos estas exhortaciones: “Queridos hijos, amados compañeros de sufrimiento, escuchad a quien es vuestro padre y hermano, copartícipe de los mismos padecimientos por la defensa de la inmaculada esposa de Cristo la Iglesia Católica, apostólica y romana. En el momento de separarnos os suplico y os conjuro a perseverar con valor y constancia hasta el fin, por nuestra santa fe. Ninguno de vosotros se aparte de sus cohermanos en la hora misma de la victoria. Levantad la mirada al cielo, llevando en vuestras manos la palmas de nuestro holocausto, prontos a introducirnos hacia el trono del Cordero sin mancha, Jesús, quien fue el primero en derramar su sangre por la salvación de la humanidad. Valor, hermanos y compañeros queridos, que ninguno de nosotros rehúse la preciosa corona, estad prontos a dar la vida por aquel que primero sacrificó su propia vida por nosotros. Yo estoy a punto de daros ejemplo, os precedo en el camino que conduce a la gloria. Seguidme con firmeza. Nos encontraremos nuevamente felices e inmortales en la ciudad de los elegidos”.
Todos perseveraron firmes en la fe católica, por lo cual fueron asesinados el 9 de julio de 1572.
Junio 16: San Antonio de Werten. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1522‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Antonio nació en 1522 en la pequeña ciudad de Werten, en la región de Horn, en Holanda septentrional, de familia acomodada y católica. Dotado de ingenio vivaz, de corazón generoso, de carácter extrovertido, de espíritu franco y magnánimo, pidió y obtuvo ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores. Después del noviciado, la profesión religiosa y los estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado sacerdote. Junto con su paisano San Jerónimo de Werten trabajó intensamente para ser útil a sus conacionales. Fue eficaz predicador de la palabra de Dios y desarrolló este ministerio, no solamente en las iglesias, sino también en las plazas públicas, en las calles, en las aldeas y en las casas privadas, yendo de puerta en puerta, para refutar los errores que en aquellos días se difundían en su patria, para fortalecer a sus conacionales en la fe, tan amenazada por los calvinistas. El objetivo de su predicación era la auténtica exposición del evangelio según las directivas de la Iglesia católica y del Romano Pontífice.
En uno de sus últimos discursos pronunció estas solemnes palabras: “Hermanos míos, perseverad constantes en la oración junto con María, la Madre de Jesús. Amad a la Iglesia una, santa, católica, apostólica, romana, que nunca ha tenido tanta necesidad de las oraciones de sus hijos como hoy. Estad en vela y permaneced firmes en la fe. La persecución se avecina y subvertirá, arruinará y desolará nuestros campos”. Fue un verdadero profeta.
Era lema de los mártires de Gorcum este: “El Papa es la piedra angular, la roca sobre la cual está construida la Iglesia de Cristo; separarse del Papa es separarse de la Iglesia, renunciar a la Iglesia es renunciar a Jesucristo, de quien es esposa la Iglesia”. Este acto de fe con firme convicción fue repetido por los mártires. Una vez fue enviado a ellos en la cárcel un tal Juan Omal, sacerdote católico y canónigo de la catedral de Lieja, luego apóstata y fanático calvinista. Sus palabras no lograron remover a los heroicos confesores de la fe. Omal, lleno de furor, saliendo, gritó: “Muy bien, vilísimos papistas, preparaos para la más despiadada e infame muerte!, malditos, os arrepentiréis de vuestra obstinación!”.
En los Países Bajos la rebelión protestante tuvo también el carácter de lucha nacionalista contra los Aubsburgo, y lanzó a los Gueusos contra los religiosos católicos. En 1572, en Gorcum, los gueusos del mar, verdaderos piratas, ahorcaron a un dominicano, un agustino, cuatro sacerdotes seculares, once Hermanos Menores, entre ellos San Antonio de Werten, quien, torturado muchas veces, sostuvo a sus cohermanos hasta el final, y bajo la tortura agradecía al verdugo. Atormentados de mil modos para que renunciaran a la fe católica, en la eucaristía y en el primado del Romano Pontífice; todos permanecieron firmes en la fe y por eso fueron asesinados el 9 de julio de 1572. San Antonio de Werten tenía 50 años.
Junio 17: Beato Pedro Gambacorta, Ermitaño de la Tercera Orden Regular (1355‑1435) Fundador de la Orden de los Girolamini. Aprobó su culto Inocencio XII el 9 de diciembre de 1693.
Pedro Gambacorta nació el 15 de febrero de 1355 en Pisa. Vino al mundo precisamente cuando su familia, venida a menos políticamente, era vencida por sus enemigos. Pedro tenía tres meses cuando debió partir al destierro con sus padres. Creció fiero y soberbio, digno heredero de una familia que aun en el exilio conservaba intacta su ambición, unida todavía a un inolvidable poderío político. Cuando su hermana Tora huyó de la casa para convertirse en la Hermana Clara, también él se unió a su hermano mayor, Andrés, para forzar la puerta del convento y traer nuevamente a casa a la muchacha, pero inútilmente, el comportamiento de su hermana lo impresionó profundamente y mucho más lo conmovió la muerte de su hermano y de su madre. Entonces, abandonando las ambiciones de poder, se aisló en la soledad, cerca de Urbino, en un lugar silvestre llamado Montebello, donde tomó el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y vivió de limosnas llegando a construir una iglesita y un minúsculo monasterio.
Sus primeros compañeros fueron algunos malvivientes convertidos por él y transformados en devotos ermitaños. Para ellos dictó una regla penitente y meditativa, dando vida a una Congregación que fue llamada de los Pobres Ermitaños de San Jerónimo y después de su muerte se llamó del Beato Pedro de Pisa, o de los Girolamini.
La gran prueba para él, que se creía ya del todo desprendido de su viejo mundo, llegó en 1393, cuando supo que su padre había sido asesinado por instigación de un adversario, después de que allí mismo habían muerto misteriosamente tres hermanos suyos. La antigua sangre Gambacorta hervía en él con el deseo ardiente de la venganza, que solamente con un esfuerzo tenaz de su voluntad logró dominar y perdonar, recobrando la paz de su alma.
En los decenios siguientes Pedro Gambacorta multiplicó las fundaciones de la congregación, en Urbino, en Fano, en Pésaro, en Treviso, Padua, Roma y sobre todo en Venecia, donde los ermitaños de San Jerónimo se fundieron con un grupo de terciarios franciscanos, fundando un hospital y un monasterio.
Pedro iba a menudo a los diversos eremitorios donde era necesaria u oportuna su presencia para formar y confirmar con el ejemplo o la palabra en la vida eremítica y cenobítica a sus cada vez más numerosos discípulos. Pero su residencia ordinaria era en Montebello, donde con mayor facilidad podía gustar la más íntima unión con Dios en la oración común y privada, en la recitación y el canto de los salmos, en la contemplación de las verdades de la fe, en el estudio y en el trabajo, en una vida heroica de penitencia y mortificación, en todo regulada por sabias ordenaciones. Estas constituciones produjeron frutos de verdadera santidad: son diecisiete los Beatos venerados en los altares y muchos los venerables y religiosos muertos con fama de santidad.
Pedro murió en Venecia el 17 de junio de 1435 a la edad de ochenta años, después de haber visto aprobada por Martín V y Eugenio IV su Congregación de los Girolamini.
Junio 18: San Godofredo de Merville. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1512‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Godofredo nació en 1512 en Merville, ciudad de Francia septentrional en la orilla izquierda del río Lys. Siendo joven abrazó la vida franciscana en la Orden de los Hermanos Menores. Hecho el noviciado y cumplido el proceso formativo requerido, fue ordenado sacerdote. Ejerció el ministerio sacerdotal con celo y fervor. Fue luego enviado al convento de Gorcum, donde dedicó su vida al ministerio de la penitencia. Eran muchos los que acudían a él en plan de conversión, para todos tenía una palabra de aliento, de exhortación y de perdón. Especialmente los pecadores conmovidos por sus paternales exhortaciones, pudieron iniciar su conversión y su retorno a Dios. Fue también sacristán y cuidó el culto divino y la devoción sobre todo a la Eucaristía y a la Virgen María. Otra cosa digna de observar en la vida de san Godofredo era su amor por la pintura. De su pincel salieron numerosas imágenes sagradas que él regalaba a las familias pobres, para que tuvieran siempre ante los ojos los ejemplos de Jesús, de María y de los Santos, para que fueran intercesores ante Dios y para que pudieran imitar sus virtudes. Fue este un precioso y fecundo apostolado en medio de un pueblo devastado por los calvinistas. Las imágenes sagradas siempre han ejercido gran influjo en el espíritu religioso y han llevado a la devoción cristiana. Más tarde otros pintores reproducirían su imagen con la aureola de los mártires de Cristo.
En 1572 las herejías de Lutero y de Calvino habían apartado de la Iglesia católica a gran parte de Europa. En los Países Bajos los calvinistas poco a poco habían conquistado el poder y perseguían ferozmente a los católicos.
En el mes de junio de 1572 los calvinistas, después de apoderarse de la ciudad de Gorcum, apresaron a San Godofredo de Merville y a los demás cohermanos del convento franciscano, los llevaron por muchos lugares exponiéndolos a las burlas de la población. Después los condujeron presos a Brielle, torturándolos de mil maneras, para que renunciaran a la fe católica en la Eucaristía y en el primado del Romano Pontífice, pero ellos permanecieron firmes en la fe, y fueron asesinados el 9 de julio de 1572. San Godofredo de Merville tenía 60 años cuando sufrió el martirio.
Junio 19: Beata Miguelina de Pésaro. Viuda de la Tercera Orden (1300‑1356). Aprobó su culto Clemente XII el 24 de abril de 1737.
Miguelina nació en Pésaro en 1300. Su padre, Antonio dei Pardi, era de condición muy acomodada. Su madre no lo era menos. Apenas cumplidos los doce años fue dada por sus padres como esposa a un noble Malatesta, el cual murió después de ocho años de matrimonio, dejándola con un único hijo: Pardino.
Por aquel tiempo llegó a Pésaro, procedente de Siria, una santa mujer llamada Sor Soriana, porque vestía como una religiosa. Miguelina, fascinada por sus virtudes, quiso tenerla como huésped en su casa y con el paso de los días sintió nacer en su ánimo el deseo de practicar la perfección evangélica; pero el apego a sus riquezas, el amor a su único hijo y la vanidad femenina todavía se lo impedían. Un día Soriana, encontrándose junto con Miguelina en la iglesia de San Francisco, arrobada en éxtasis, sintió una voz que le aseguraba que pronto Miguelina la seguiría por el mismo camino. Posteriormente ambas recibieron una confirmación de esto mientras estaban en oración ante el Crucifijo. Después una misteriosa coincidencia pareció confirmar aquella voz: el pequeño Pardino, atacado de epilepsia murió en poco tiempo.
Ahora necesitaba liberarse de las riquezas y renunciar a las vanidades del mundo: aconsejada por Soriana entró en la Tercera Orden Franciscana e hizo voto a Dios de vivir en obediencia, pobreza y castidad, llevando así por primera vez a Pésaro la Tercera Orden. Después de este importante paso, Soriana desapareció de la escena. Miguelina avanzando en el camino de la santidad, decidió vivir a la letra las palabras del Evangelio: vendió todos sus bienes y sus joyas y el dinero recabado lo distribuyó entre los pobres.
La devoción a la Pasión de Jesús, objeto continuo de sus meditaciones, la movió a visitar los Santos Lugares y logró cumplir su deseo con una peregrinación a Palestina. Visitó uno por uno los lugares santificados por la presencia de Jesús, de María y de los Apóstoles. Es más fácil imaginar que describir los consuelos espirituales que saboreó en esta peregrinación. El lugar preferido de Miguelina durante su permanencia en Jerusalén fue la Basílica del Santo Sepulcro y el Monte Calvario. Un día, mientras oraba en este santuario fue arrobada en éxtasis; el Salvador, apareciéndosele, la iluminó y la consoló de modo tan maravilloso, que, volviendo en sí, habló con tal ardor de la Pasión de Cristo, que conmovió a cuantos la escuchaban. Regresó a Italia llevando consigo los más dulces recuerdos de aquella inolvidable peregrinación. A los 56 años de edad, recibido el santo viático, murió el 19 de junio de 1356, fiesta de la Santísima Trinidad.
Junio 20: San Willehad de Dinamarca. Sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1482‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Willehad de Dinamarca nació en 1482, tenía 90 años cuando sufrió el martirio, después de haber huido una primera vez a la persecución de los luteranos en Dinamarca. Siendo muy joven se consagró al servicio del Señor tomando el hábito y siguiendo la regla de San Francisco de Asís en la Orden de los Hermanos Menores. Pronto fue un auténtico religioso que se distinguió por su santidad.
En el siglo XVI los Hermanos Menores de Dinamarca tenían 15 conventos y numerosos hermanos. El Protestantismo se abatió como un rayo sobre los católicos y en parte sobre el Clero. Los Franciscanos defendieron valientemente la fe católica, algunos de ellos sufrieron persecuciones y cárcel, otros afrontaron el martirio, otros en cambio fueron expulsados brutalmente de sus conventos y debieron tomar el camino del destierro, y llegaron a Noruega, Suecia, Finlandia, Laponia y otras regiones nórdicas, donde ejercieron un ministerio apostólico difícil.
Willehad se refugió en Holanda, donde Dios lo preparaba para un nuevo campo de batalla y le reservaba la palma del martirio. Fue acogido en el convento de Gorcum, en este seráfico asilo el prófugo dio ejemplos de virtudes eminentes: pobrísimo, poseía sólo el breviario para rezar el oficio divino; penitente, no dormía nunca en el lecho, sino directamente sobre el duro suelo; ayunaba varias veces a la semana, a pan y agua; sometía su cuerpo a frecuentes flagelaciones. Su rostro aparecía tan demacrado que daba la impresión de tener solamente huesos y piel. Todos lo llamaban “el padre penitente”. Fue religioso humilde de corazón, obediente, devoto, asiduo en la oración. Dios lo glorificó con especiales carismas. Aprisionado por los Geusos, en la cárcel siempre se le vio de rodillas; junto con su cohermano San Nicasio siempre era asiduo en la oración. Para él la cárcel, más que una celda, era un templo.
Los gueusos no respetaron su venerable canicie, más bien lo maltrataron más que a los demás. De los labios del santo anciano salía solamente esta invocación: “Deo gratias!”, frase que él pronunció también antes de ofrecer su cuello a la soga. Así quiso agradecer a Dios por el gran don del martirio. También oró por los mismos verdugos y les agradeció porque le apresuraban la entrada a la patria celestial. San Willehad de Dinamarca era el más anciano del grupo de mártires.
Junio 21: San Nicasio Jonson, sacerdote y mártir en Gorcum, de la Primera Orden (1522‑1572). Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Nicasio Jonson nació en el castillo de Heeze en 1522. Su padre, Adriano, era ilustre por su honestidad de vida y sobre todo por su inflexible fe. Nicasio fue enviado por él una vez terminados sus estudios y alcanzada la edad, a la célebre universidad de Lovaina, donde por sus rápidos progresos en el estudio, obtuvo el bachillerato en filosofía y teología.
Después de haber meditado seriamente sobre sus posibilidades una vez laureado, decidió hacerse religioso. Ingresó en la Orden de los Hermanos Menores, donde se distinguió por su piedad y mortificación. Consagrado sacerdote, se dedicó al apostolado de la evangelización y de la enseñanza. Severa austeridad, continuos ayunos, asidua oración, éxtasis dichosos, dulces coloquios con el Señor fueron la síntesis de su vida.
Fue predicador persuasivo y asiduo, sus explicaciones bíblicas las hacía con expresiones fáciles y profundas, adaptadas a la mentalidad de los oyentes. Parecía que el Espíritu Santo lo inspiraba. Con inmensa tristeza veía expandirse el calvinismo, con la difusión de libelos difamatorios contra la Iglesia católica, contra el Papa, contra el dogma de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Para atacar estos errores decidió divulgar la buena prensa. Reunió libros de devoción y de catequesis, compuso otros él mismo, otros los tradujo al holandés. Ayudado por la caridad de bienhechores los imprimió y divulgó ampliamente entre las familias y el pueblo, con inmenso provecho espiritual de muchos, que abjuraban de los errores y retornaban a la Iglesia.
Nicasio también tuvo el don de profecía. En efecto, varias veces predijo graves calamidades que habían de golpear a su patria. Predijo la feroz persecución de los calvinistas contra sacerdotes, religiosos y fieles. Nadie podría sustraerse a ella sin renegar de su fe. A los débiles en la fe les sugería ocultarse o en sus propias casas o en los bosques. En cambio él, fuerte en la fe y confiado en la ayuda divina, no pensó ni en huir ni en ocultarse. Fue arrestado por los gueusos y llevado junto con los otros cohermanos al martirio, que para él se prolongó por varias horas. El verdugo llevó a cabo la infame ejecución en medio de la noche. El lazo mortal, en vez de apretarle la garganta, se le enredó en la cabeza, y el mártir tuvo que sufrir por largas horas el espantoso suplicio. Tenía 50 años de edad.
Junio 22: Beata Florida Cevoli (Lucrecia Elena), Virgen de la Segunda Orden. (1685‑1767). Beatificada por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.(Fiesta: junio 12).
Nació en Pisa el 11 de diciembre de 1685, hija del Conde Curzio Cevoli y la condesa Laura della Seta. Encomendada para su educación a las monjas de S. Martín de Pisa, siente cada vez más fuerte la vocación a la vida religiosa y entra en el monasterio de las Clarisas capuchinas en Città di Castello, Perusa, Umbría, el 3 de junio de 1703, con el nombre de Sor Florida. Educada por Santa Verónica de Giuliani, maestra de novicias, una y otra ardían en el mismo deseo de conformarse completamente a Cristo Crucificado. Desempeñó todos los oficios del monasterio, desde cocinera, maestra de novicias, hasta el de abadesa, con gran espíritu de servicio, y el carisma de gobierno. Movía a la observancia con el ejemplo de su propia vida. Sus devociones especiales fueron, la Eucaristía, Cristo Crucificado y la Virgen Dolorosa. Socorría solícitamente a los pobres y se preocupaba por que a los trabajadores del convento se les tratara con toda justicia. Con los trabajos del monasterio procuraba ayudar a las iglesias pobres. Inculcaba siempre la oración por la difusión de la fe y por los bienhechores. Murió el 12 de junio de 1767, a los 82 años de edad.
Junio 23: San José Cafasso. Sacerdote de la Tercera Orden (1811‑1860). Fue canonizado por Pío XII el 22 de junio de 1947.
San José Cafasso nació el 15 de enero de 1811 en Castelnuovo de Asti. Fue maestro de Don Bosco, fue sacerdote modelo, guía del clero turinés, mejor, “perla del clero italiano”. Fue un nuevo San Luis Gonzaga por la inocencia y pureza, un San Vicente de Paúl por su gran caridad para con todos, especialmente los encarcelados y los condenados a muerte, un San Carlos Borromeo por la austeridad de su vida y por la reforma de la Iglesia. Un San Alfonso de Ligorio por el estudio de la moral, un San Francisco de Sales por su dulzura y bondad.
Al verlo, era un padrecito debilucho y pálido, con la columna vertebral desviada, lo que lo hacía caminar gacho, “una media criatura”, como él mismo se definía con agudeza. Y sin embargo en su breve vida de 49 años el padrecito enfermizo y frágil llevó a cabo una mole de trabajos de una amplitud y profundidad increíbles, recogiendo una grande y difícil cosecha de almas.
Nacido, al igual que don Bosco, de familia campesina, modesta pero profundamente religiosa, no deseó sino el sacerdocio, entendido como total consagración a Jesús y al bien de las almas. En 1832 fue ordenado sacerdote, luego continuó en Turín los estudios teológicos. Pocos años después, ya era asistente del teólogo Guala, y cuando éste se retiró, su delicado cargo pasó al muy joven maestro. Cafasso fue hábil maestro de retórica y luminoso docente de teología. Seguía las ideas y el ejemplo de San Alfonso de Ligorio. Su escuela, a más de instruir la inteligencia, formaba el alma, comunicando a su alrededor el calor de una fe y de un entusiasmo insólitos. Se hizo hijo de San Francisco inscribiéndose en la Tercera Orden Franciscana, como lo hicieron sus ilustres cohermanos San Juan Bosco y San José Benito Cottolengo. Fue rector del convictorio eclesástico de Turín, pero su actividad no se limitó a las lecciones y a los estudiantes. Permanecía en el confesionario durante horas, asediado por una turba de penitentes, de dudosos, a menudo escarnecedores y provocadores. Para todos, inclusive para los incrédulos, un encuentro con Cafasso marcaba un vuelco en la vida, a menudo decisivo. En el confesionario y en las visitas a los enfermos, obró innumerables conversiones.
También fue capellán de las cárceles de Turín y logró dedicar a esta misión un tiempo y una actividad prodigiosa. En las celdas de los encarcelados pasaba como un ángel sereno, tenía una palabra buena para todos. Se hizo hermano, confidente y consuelo de los delincuentes más endurecidos. En las ejecuciones capitales, seguía al condenado en el lúgubre cortejo para hablarle y subir con él al patíbulo, abrazarlo y ser abrazado por él, antes de hacerlo besar el crucifijo. Por esto fue llamado el Santo de los condenados a muerte o el Santo de la horca. El 23 de junio de 1860 a los 49 años de edad, moría serenamente el que había sido maestro y bienhechor, sabio docente, director espiritual, confesor paternal, patrono de las cárceles y de los condenados a muerte.
Junio 24: Santa Vicenta Gerosa. Virgen de la Tercera Orden (1784‑1847). Fundadora de las Hermanas de la Niña María. Canonizada por Pío XII el 18 de mayo de 1950 (Su fiesta junio 29).
Vicenta Gerosa nació en Lovere, sobre el lago de Isso (Lombardía) de familia de comerciantes acomodados y prósperos. Su infancia transcurrió parte en el colegio, incomodada por varios lutos y vicisitudes políticas. Debió también acostumbrarse al trabajo, pero su ocupación preferida era recoger a otras jóvenes para adiestrarlas en varios trabajos domésticos y estar juntas en oración. Era de gran provecho para su alma la presencia de dos sacerdotes santos, deseosos de desarrollar las obras de caridad. Le llegó un nuevo impulso con la llegada de Bartolomea Capitanio. Pronto Vicenta fue atraída por su entusiasmo, y aceptó fundar con ella una Congregación consagrada a la caridad para con los necesitados y particularmente los enfermos. Con anterioridad se había inscrito en la Tercera Orden franciscana, y del franciscanismo había aprendido un espíritu profundamente evangélico.
Con sólo 26 años en 1833 muere Bartolomea Capitaneo: su muerte pareció comprometerlo todo; pero Vicenta recibió consejos para continuar y fue así como superando una a una las dificultades de las diversas aprobaciones del gobierno austríaco y de la Iglesia, el 25 de marzo de 1835 se pudo proceder a la vestición en el nuevo Instituto. Desde entonces el Instituto se difundía y las casas se multiplicaban. La gran prueba del cólera en 1836 reveló al pueblo a aquellas nuevas hermanas como verdaderos ángeles de caridad. Sólo en 1841 pudo tener lugar la ceremonia de la profesión religiosa.
Vicenta Gerosa viene a ser al primera en la Congregación de las Hermanas de la Niña María. No quiso asumir el título de superiora, sino de hermana mayor. Redactó con particular sabiduría las Constituciones del Instituto pensando en la formación espiritual e intelectual de las nuevas hermanas. Sin grandes dotes de ingenio, sin gran cultura, Sor Vicenta Gerosa fue una maravillosa directora de espíritu y una hábil organizadora.
Ella conocía al Crucificado, es decir, conocía el secreto del sacrificio, de la paciencia, por lo cual la serenidad y la confianza la acompañaban constantemente.
En 1840 una carta apostólica de Gregorio XVI aprobaba el Instituto de Lovere. A la muerte de la hermana mayor, a los 63 años de edad el 20 de junio de 1847, ya se contaban 24 casas de las Hermanas de la Niña María esparcidas por todo el mundo, desde Palestina hasta América. También esto movió a Pío XII a la canonización de Santa Vicenta el 18 de mayo de 1950.
Junio 25: Santos Juan ZhangHuan, Patricio Dong Bodi, Felipe Zhang Zihe, Juan Zhang  Jingguang, y Juan Wang Rui, Seminaristas mártires de Tayuenfu. († 9 de julio de 1900). Canonización: octubre 1 de 2000. Su fiesta el 8 de julio.
Con los misioneros, las hermanas y los empleados de la misión de Tai‑yuen‑fu, también fueron apresados siete seminaristas que decidieron no separarse de los obispos y de sus misioneros. A las propuestas de renegar de la fe, que les hacía el mandarín, respondieron con un firme «no». También los obispos y los misioneros los exhortaron a ponerse a salvo, pero ellos les suplicaron que los dejaran participar de la gloria del martirio. Los seminaristas mártires, por razones ajenas a su voluntad, fueron sólo cinco:
Juan ZhangHuan (1882‑1900), Hijo de Chang Te‑chuen y María Lu, nacido en Pin‑yao. Había entrado en el seminario a los once años de edad “Estudiaba con mucha diligencia y cumplidor de su deber. De carácter muy vivo, pero ejemplar entre sus compañeros. Había progresado mucho en el estudio del chino. Había recibido ya las órdenes menores. Primero había estado en Kolao‑ku, y luego había pasado a Ta‑yuen‑fu, había iniciado la teología y se había hecho terciario franciscano. De carácter inquieto debió imponerse fuertes renuncias para vencerse. Muy devoto, de misa, comunión, rosario y viacrucis diarios. Pudiendo librarse del martirio rechazó resueltamente la propuesta que le hicieron en tal sentido.
Patricio Dong Bodi (1862‑1900) Seminarista. Nació en Ku‑tchen‑in, China, en 1882. Tenía doce años cuando fue aceptado en el seminario menor de Tong‑el‑kou. Pasó al seminario mayor de Tai‑yuen‑fu y se hizo terciario franciscano. El obispo Francisco Fogolla fue su rector. Y premió la bondad del joven escogiéndolo como compañero de viaje a Italia, con ocasión de la Exposición Misionera Mundial de Turín de 1898. Con él y otros chinos fue a Francia, Bélgica e Inglaterra, dejando en todas partes óptimas impresiones de alma cándida y privilegiada. A su regreso de Italia expresó su gran deseo de hacerse Hermano Menor. Estando a punto de entrar al noviciado se desencadenó la persecución religiosa de los boxers. De Patricio se recuerda esta anécdota: Mientras estaba en la cárcel, obtuvo permiso para volver al seminario por un objeto que apreciaba mucho y para saludar a los papás, familiares y amigos. Todos lo apremiaban y sus padres lo hacían con llanto, para que no volviera a la cárcel sino que se pusiera a salvo. El rehusó enérgicamente todas las propuestas. Temiendo perder la ocasión del martirio, que todo hacía prever próximo, volvió pronto a la cárcel. Tenía 18 años.
Felipe Zhang Zihe (1880‑1900). Seminarista. Nació en 1880 en Sinsian, Shansi, hijo de fervorosos cristianos. Otros dos hermanos suyos murieron mártires por la fe. A los dieciséis años sintió en forma irresistible la voz del Señor que lo llamaba al sacerdocio, entró en el seminario donde se mostró dócil, manso, y sobre todo devoto. Tardo de ingenio, tuvo que enfrentar muchas dificultades en el estudio y sobre todo en la lengua latina, dificultad que él supo superar con esfuerzo de voluntad, con empeño asiduo, propios de almas generosas y nobles que saben hacer frente a todo para realizar su propio ideal.
Los superiores y compañeros lo amaban y admiraban porque era bueno y caritativo, firme y generoso para secundar nobles iniciativas. Hacía poco había sido trasladado del seminario menor al mayor de Tai‑yuen‑fu, donde con el estudio, la oración y la disciplina se preparaba para ser un digno sacerdote de Cristo, continuador entre su pueblo de la obra evangelizadora de los misioneros. Se hizo terciario franciscano, y la espiritualidad franciscana le ayudó mucho en la elevación de su alma a Dios. La persecución de Yusien le dio la oportunidad de dar su vida por Cristo de acuerdo con sus anhelos y plegarias. Sereno y decidido subió a su Calvario, donde fue decapitado cuando apenas tenía 20 años, el 9 de julio de 1900.Un compañero de seminario que no tuvo la misma suerte, trazó de él esta descripción: “Felipe, de índole buena, era cordial y gentil con todos. Calmado y pacífico, observaba escrupulosamente el reglamento del seminario. Amaba la oración, el estudio, la meditación y era muy devoto”.
Juan Zhang  Jingguang, de Tai‑kuo (1877‑1900). Seminarista. Era el primogénito entre cinco hermanos, hijo de Simón y Ana U, fervientes católicos. Siendo niño todavía, murieron sus padres. Estuvo primero en Kolao‑kou; hizo rápidos progresos en los estudios, de modo que los superiores lo encargaron de enseñar las ceremonias, el latín y otras materias escolares a los compañeros más lentos para el aprendizaje. De carácter dinámico y muy irascible, cuando era vencido por su carácter lo reconocía cándidamente ante su rector, el después obispo mártir Francisco Fogolla. En 1897 recibió las órdenes menores, y por los mismos días recibió el hábito de la Tercera Orden franciscana. Un compañero suyo que no tuvo la gracia del martirio lo describió así: «Juan era modelo para todos nosotros por su diligencia, empeño y constancia en el estudio. Era fervoroso en la oración, se acercaba devotamente a la comunión, participaba activamente en la santa Misa, y hacía largas meditaciones. Había logrado moderar su carácter vivaz con una amable dulzura. Todos aprendimos de él». Al desatarse la persecución fue hecho prisionero. Aunque tuvo la oportunidad, no quiso huir. Le propusieron renegar de su fe y él lo rechazó enérgicamente. Tenía veintidós años.
Juan Wang Rui (1885‑1900) Seminarista. Nació en Wenshu, en Shansi, el 25 de febrero de 1885, hijo de José y Cecilia Liu, cristianos. Su padre era presidente de la comunidad cristiana del lugar. Juan recibió una buena formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros cuatro compañeros para ir a Italia para participar en la Exposición Misional de Turín, de donde regresaron en 1899. Juan es el más joven del grupo. Apreciado por su piedad y su carácter amable y jovial, era el benjamín del seminario. En Turín pronto se convirtió en el ídolo de todos. Su pabellón siempre estaba atestado de visitantes, que no se cansaban de admirar y oír orar en chino al pequeño seminarista. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera Orden Franciscana.
La Madre María de la Pasión, fundadora de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, escribe: “Juan Wang era un pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos de la música china. Sus serenatas eran un poco discutibles por la armonía, pero no por ello eran menos curiosas e interesantes”. Durante el tiempo de prisión Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini, su rector, le parecía una ligereza, por lo cual un día lo llamó: “Juan, no es tiempo para divertirse, ya se acerca el momento del martirio”. Juan sonriendo le contestó: “Pero, Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Si nos matan acaso no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres!”.
Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los había visitado, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada, oraban y seguían en sus juegos. Tenía 15 años y cuatro meses de edad.
Junio 27: (Mártires polacos del Holocausto 2): Hermanos Menores: Beatos P. Cristian Gondek, Fr. Marcin Oprzadek, P. Anastasio Pankiewicz, P. Narciso Turchan, Fr. Bruno Zembol, Fr. Fidel Chojnacki, Fr. Sinforiano Ducki, P. Aniceto Koplinski. P. Enrique Krzysztofik, P. Florian Stepniak. Mártires de la Primera Orden.
P. Cristian Gondek (1909‑1942). Sacerdote profeso, ingresó en la Orden en 1928. Vicario del convento de Wloclaweck. Arrestado el 26 de agosto de 1940, llevado sucesivamente a los campos de Szczyglin, Sachsenhausen y Dachau, donde murió el 23 de julio de 1942 totalmente agotado por las condiciones inhumanas del campo. Se preparó muy conscientemente para la muerte que veía llegar.
Fr. Marcin Oprzadek (1884‑1942). Religioso profeso, ingresó a la edad de 28 años. Religioso de intensa oración, humilde, paciente y confiado en la Providencia divina. Arrestado el 26 de agosto de 1940 con el P. Gondek, el 18 de mayo de 1942 fue sacado del campo y asesinado en la cámara de gas.
P. Anastasio Pankiewicz (1882‑1942). Sacerdote de la Primera Orden. Había ingresado a los diecisiete años de edad. Heroico pastor de almas, organizó el centro pastoral y escolar del Barrio Doly en Lodz, fundador de las Hermanas Antonianas de Cristo Rey. Arrestado el 10 de octubre de 1941, deportado al campo de Dachau, permaneció allí hasta su muerte, asignado al “reparto de inválidos”, murió en la cámara de gas el 20 de mayo de 1942. Consciente de su inminente muerte, se confesó y luego dijo a su amigo: “Estoy tranquilo y listo para morir”.
P. Narciso Turchan (1879‑1942). Sacerdote de la Primera Orden, menor, había ingresado en 1895. Guardián del convento de Wloclawek. Celoso pastor, predicador, catequista. Arrestado el 6 de noviembre de 1940, llevado al campo de concentración de Dachau, donde murió el 19 de marzo de 1942, agotado por las torturas.
Fr. Bruno Zembol (1905‑1942). Religioso profeso en la Orden de los Hermanos Menores desde 1922. Fiel observante de la regla franciscana. Arrestado el 19 de noviembre de 1939, llevado a la cárcel de Lublin y luego al campo de concentración de Sachenhausen y finalmente a Dachau, donde murió el 21 de agosto de 1942 agotado por las condiciones inhumanas del campo. Sus compañeros de prisión lo calificaron como “un hombre de bondad angelical”.

Hermanos menores Capuchinos:
Fray Fidel Chojnacki (1906‑1942). Religioso profeso capuchino desde 1933. Estudiante de teología, arrestado el 25 de enero de 1940. Murió el 9 de julio de 1942 en el campo de Dachau, agotado por los malos tratos y la tuberculosis. Al ser transferido a la sección de los “inválidos”, se despidió diciendo: “Alabado sea Jesucristo. Hasta que nos veamos en el cielo!”.
Fr. Sinforiano Ducki (1888‑1942). Religioso capuchino profeso desde 1918. Vivía en el convento de Varsovia. Arrestado el 26 de junio de 1941, detenido primero en Pwiak, Varsovia, y luego transferido al campo de exterminio de Auschwitz, asesinado por los guardias del campo el 11 de abril de 1942.
P. Aniceto Koplinski (1875‑1941). Sacerdote profeso, capuchino desde los 18 años, ordenado sacerdote en 1900. En Varsovia, donde vivió desde 1918, se hizo famoso como limosnero y protector de los pobres, llamado el “san Francisco de Varsovia”. Arrestado en la noche entre el 26 y el 27 de julio de 1941, junto con los 22 religiosos. No se valió de su ascendencia alemana para salvarse de la muerte. El 4 de septiembre junto con otros religiosos, fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió en la cámara de gas el 16 de octubre de 1941. En los interrogatorios declaró: “Soy sacerdote y donde quiera que haya hombres, allí trabajo: sean ellos hebreos o polacos, y más si sufren y son pobres”. Sus últimas palabras fueron: “Debemos beber hasta el fondo este cáliz”.
P. Enrique Krzysztofik (1908‑1942). Sacerdote capuchino, profeso desde 1927. Guardián y director de estudios del convento de Lublin. De extraordinario celo, fe y entrega a la causa de Dios. Arrestado el 25 de enero de 1940 y deportado al campo de Dachau. Sostén espiritual de los que sufrían y de los moribundos. En su última carta a los seminaristas les escribía: “Estoy pavorosamente flaco... Peso 35 kilos. Me duelen todos los huesos. Estoy tirado en la cama como en la cruz con Cristo. Pero estoy contento de estar y sufrir con él. Ruego y ofrezco a Dios estos mis sufrimientos por ustedes”. Murió el 4 de agosto de 1942.
P. Florian Stepniak (1912‑1942). Sacerdote profeso capuchino desde 1931. Vivía en el convento de Lublin, hombre de singular fe y bondad. Arrestado el 25 de enero de 1940, deportado a Dachau, en los momentos de incertidumbre y terror, sostenía el ánimo de sus compañeros de prisión, que lo llamaban “padre espiritual” del bloque de los condenados, y “sol del campo”. El 12 de agosto de 1942 fue sacado del campo en el “reparto de inválidos” y asesinado en la cámara de gas.
Junio 28: Santas María Ermelina de Jesús, María de la Paz, María Clara, María de Santa Natalia, María de San Justo, María Adolfina, María Amandina, Franciscanas Misioneras de María, Mártires de Tai‑yuen‑fu († 9 de julio de 1900). Canonización: Juan Pablo II, octubre 1 de 2000. (Su fiesta, el 8 de julio).
El 9 de julio de 1900, con los mártires franciscanos de la Primera Orden dieron su vida siete Franciscanas Misioneras de María, llevadas a China por Mons. Fogolla el 4 de mayo de 1899. Un soldado pagano que presenció el martirio decía después: “Lo que más impresionaba era ver estas vírgenes europeas que morían cantando y sonriendo. Verdaderamente es grande la religión que sabe infundir tanta alegría ante la muerte”:
María Ermelina de Jesús (Irma Grivot). Nació el 28 de abril de 1866 en Baune (Dijon), Francia, era la Superiora del grupo. Dotada de no común ingenio, unido a un carácter firme y resuelto, había hecho brillantemente los estudios hasta obtener el diploma de docente. Después de su consagración en el Instituto de María de la Pasión en septiembre de 1896, fue un ejemplo constante de perfección hasta el punto de que aun Mons. Fogolla quedó sorprendido de la prudencia no común de la joven hermana. Solía repetir: “A pesar de nuestras preocupaciones sigo tranquila y confiada. Somos todos hijos de Dios y nos entregamos a su Divina Providencia. Lo que Dios cuida está bien cuidado”. Invitada a huir, Hermelina protestó vivamente que había ido para dar la sangre por Jesucristo y quiso seguir a los Obispos y Misioneros en la cárcel y a lo largo del suplicio. Vino a ser protomártir de su instituto a los 34 años de edad.
María de la Paz (María Ana Giuliani) (1875‑1900), asistente de la superiora, es la más joven de las protomártires. Nació en Bolsena (Viterbo) el 13 de diciembre de 1875. Ingresó en el Instituto en 1892. En Francia, Austria e Italia dejó en todas partes el perfume de sus virtudes. Dios reservó a la joven hermana horas de agonía dolorosa. Un año antes del martirio escribía: “La persecución amenaza. Los chinos tienen sed de sangre de mártires. Se dice que estamos más cerca del cielo y que para llegar allí sólo falta un paso”. Alma eminentemente musical, María de la Paz, al aparecer los asesinos, entonó el triunfal “Te Deum” que sus compañeras prosiguieron hasta el momento del martirio.
María Clara (Clelia Nanetti). Nació en 1872 en S. Maria Maddalena, diócesis de Adria‑Rovigo de padres piadosos. A los 18 años en Roma ingresó en el Instituto. Tomó el hábito en 1892. A los que la compadecían por su decisión de hacerse religiosa les decía: “Cuando yo sea religiosa viviré como religiosa y no retrocederé. Mi vida será toda del Señor y de los hermanos”. También en China hizo honor a su programa de vida: “Las manos en el trabajo y el corazón en el cielo!”. Con una vida de recogimiento, de trabajo y de intensa piedad, se preparó para el martirio. Avanzó a la cabeza del grupo de hermanas hacia el lugar del suplicio y fue la primera en ofrecer la cabeza a la espada.
María de Santa Natalia (Juana María Kerguin). Nació en Belle-Isle-en‑Terre, Francia, el 5 de mayo de 1864. A los 24 años ingresó en la comunidad. Le gustaba llamarse “el burrito de San Francisco”. “Estoy feliz en China porque siento que estoy en mi vocación – escribía a la fundadora – y quiero ganar muchas almas para Dios”. Es la mayor en edad del grupo, pero también la más sencilla y humilde. El trabajo incansable realizado en la atmósfera sobrenatural de alegría franciscana y el sufrimiento físico son las dos características suyas.
María de San Justo (Ana Moreau) (1866‑1900). Nació en Rouen, Loira Inferior, el 9 de abril de 1866. Su vocación misionera nació leyendo los Anales de la Propagación de la Fe. “Ir a China, hacer algo grande y dar finalmente la vida por los pobres chinos... Este es mi sueño!”. Ingresó a escondidas de la familia en la comunidad en Chatelets; tomó el hábito el 23 de octubre de 1890. Fue un verdadero modelo de actividad y piedad. Padeció grandes sufrimientos interiores y su alma anhelaba las grandes cumbres místicas. En una de sus últimas cartas escribió: “El buen Dios sigue haciéndome sufrir, pero al mismo tiempo me socorre con su gracia... Pasaré gustosa días enteros a los pies del Santísimo Sacramento; es tan dulce derramar el propio corazón en el del Maestro”. “Tengo un solo deseo: el de ser una verdadera Franciscana Misionera de María. No obstante la lejanía, quiero permanecer siempre apegada a mi instituto y conservar su espíritu. En prueba de ello firmo esta hoja con mi propia sangre”.
María Adolfina (Ana Diericks) (1866‑1900). Nació en Ossendrecht, Holanda, el 8 de marzo de 1866. El 19 de marzo de 1892 ingresó en la comunidad, en Amberes. Siempre humilde y oculta, en el trabajo y en la oración, reservándose los trabajos más duros con alegría y espontaneidad. El año que pasó en China lo vivió en el fiel cumplimiento de sus compromisos religiosos, en obediencia, prodigándose de la mañana a la tarde y con frecuencia también en las horas silenciosas de la noche en el servicio a todos. Siempre había deseado y pedido el martirio. “Si tengo la fortuna de ser mártir – decía un día a sus compañeras – vendré, pasaré por todas las celdas y a cada una le daré un pedazo de mi palma”. Supo confesar valientemente su fe ante el tirano.
María Amandina (Paulina Jeuris) (1872‑1900). Amandina nació en Schakebroeck, Bélgica, el 28 de diciembre de 1872. Ingresó al Instituto en Amberes, en 1895. En China fue encargada de la dirección del dispensario donde los enfermos acudían en gran número y siempre encontraban a la hermana sonriente y lista a darles con el remedio una buena palabra. Sor Hermelina escribía de ella: “Es muy joven en edad, pero fuerte de carácter. Ríe y canta todo el día; esto no está mal...” Y ella misma escribía: “Siempre estoy contentísima y agradezco todos los días al buen Jesús por todas las gracias que me ha dado al darme a mí y a mis tres hermanas un puesto en la vida religiosa. Puedo afirmar con toda seguridad que estoy tan contenta como es posible estarlo aquí”. Los Chinos la llamaban “la virgen europea que ríe siempre”, por su inalterable serenidad. En el momento del martirio todavía no había cumplido los 28 años.
Junio 29: Santos Pedro y Pablo Apóstoles.
La fiesta de hoy es antiquísima. Fue incorporada al santoral romano mucho antes que la de Navidad. En el siglo cuarto se celebraban ya tres misas: una en San Pedro en el Vaticano, otra en San Pablo Extramuros. la tercera en las catacumbas de San Sebastián, donde probablemente estuvieron ocultos por un tiempo los cuerpos de los dos santos Apóstoles.
Simón era un pescador de Betsaida, que más tarde se había establecido en Cafarnaum. Su hermano Andrés lo introduce al seguimiento de Jesús: pero Simón quizás había sido preparado para este encuentro por Juan el Bautista. Cristo le cambia el nombre y lo llama PEDRO, de “piedra”, para realizar en su persona el tema de la piedra fundamental. Pedro es uno de los primeros testigos que ve la tumba vacía y tiene una especial aparición de Jesús resucitado. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. He rogado por ti, para que nunca desfallezca tu fe. Y tú, una vez confirmado en la fe, confirma a tus hermanos”.
Después de la Ascensión Pedro asume la dirección de la comunidad cristiana, enuncia el esquema de la buena nueva y por primera vez toma conciencia de abrir la Iglesia a los paganos. Pablo no duda en contradecirlo en la famosa discusión de Antioquía. Cuando Pedro va a Roma, se convierte en apóstol de todos. Entonces cumple plenamente su misión de “piedra angular” reuniendo en un solo “edificio” a judíos y paganos y sella esta misión derramando su sangre sobre la colina Vaticana en el martirio de la crucifixión.
PABLO, después de su conversión en el camino de Damasco, recorre en cuatro o cinco viajes los países del Mediterráneo. Hace el primer viaje con Bernabé. Parten de Antioquía, se detienen en la isla de Chipre y luego recorren la actual Turquía. Después de la reunión de los apóstoles en Jerusalén, Pablo inicia el segundo viaje, expresamente “como enviado de los Doce”. Vuelve a atravesar a Turquía, evangeliza a Frigia y Galacia. Pasa luego a Europa junto con Lucas y funda la comunidad de Filipos. Después de un período de prisión, evangeliza a Grecia. En Corinto funda una comunidad que le crea dificultades. Luego vuelve a Antioquía. Un tercer viaje lo lleva a Turquía, a Efeso y a otras iglesias por él fundadas en Grecia y en Corinto. Después de su regreso a Jerusalén, es arrestado por los hebreos y metido en prisión. Siendo ciudadano romano, Pablo apela al César. Emprende así el cuarto viaje y llega a Roma hacia el año 60. Dura en prisión hasta el año 63 aproximadamente, entra en frecuente contacto con los cristianos de esta ciudad. Escribe cartas a las diversas iglesias por él fundadas, en total 14, escritas durante sus itinerarios apostólicos. En el 63 realiza probablemente su quinto viaje, a España. Pablo sufre el martirio al ser decapitado, en Roma, en las cercanías de la actual basílica de San Pablo Extramuros, hacia el año 67.
Pedro y Pablo: dos nombres que a lo largo de los siglos han personificado la Iglesia entera en su ininterrumpida tradición. El Papa, el Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, con el espíritu de los apóstoles, guía a través de los siglos infaliblemente a la Iglesia de Cristo.
=Junio 29: Beato Bienvenido de Gubbio. Religioso de la Primera Orden († 1232). Gregorio IX e Inocencio XII en 1697 concedieron en su honor oficio y misa.
En 1222 San Francisco estaba en Gubbio. Se le presentó Bienvenido, noble caballero, ilustre por su valor militar, suplicándole con profunda humildad que lo admitiera en la Orden de los hermanos Menores para combatir las santas batallas de la penitencia y de la pobreza y llevar a todas partes la paz y el bien. San Francisco en otras oportunidades, como había hecho con Angel Tancredo, había hecho discípulos suyos a hombres que habían ejercido el duro oficio de las armas, porque veía en la obediencia, en las fatigas, en las privaciones y en los peligros de la vida militar una eficaz preparación para los sacrificios diarios de la vida religiosa. Por lo mismo, acogió gustoso al nuevo aspirante, que fue “bienvenido” entre sus discípulos.
Bienvenido escogió para sí los trabajos más humildes y pesados, distinguiéndose por su pronta obediencia, una modestia acorde con su santa vocación. Amante de la pobreza evangélica, se contentaba con un hábito pobre, y a su cuerpo agobiado por las fatigas, le daba sólo el alimento necesario. En poco tiempo alcanzó un alto nivel de experiencias místicas, confirmadas entre otras por el don de lágrimas. Deploraba las culpas de los pecadores y con la oración, la palabra y el llanto pedía su conversión. La Eucaristía fue el centro irradiador de toda su vida. A veces Jesús se le aparecía bajo la forma de niño, que desde la hostia santa descendía a sus brazos, lo embriagaba de dulzura y en su alma le dejaba un aroma celestial.
San Francisco lo encargó del cuidado de los leprosos en los hospitales. Este ejercicio de caridad lo llevó a una alta perfección. En efecto, ante un mal tan repugnante, cada día debía vencerse a sí mismo para superar la resistencia natural, y con heroico valor continuar su trabajo. Los enfermos le quedaban agradecidos, y conmovidos por su santidad, se encomendaban a sus oraciones.
Pero la austeridad de su vida y el apostolado en medio de los leprosos, bien pronto debilitaron sus energías. Supo  llevar el peso de largas y graves enfermedades con paciencia y resignación. Así, en su propio dolor pudo continuar el sacrificio de inmolación que había ofrecido al Señor en toda su vida al servicio de los hermanos leprosos en los hospitales, llegando en este arduo y asiduo ministerio a las cumbres de la santidad. La contemplación, el amor a la Eucaristía, la devoción a la Virgen, la imitación del Seráfico Padre, la paciencia en las enfermedades y sobre todo la inagotable caridad para con los leprosos fueron las diversas etapas que lo llevaron a la santidad. El 27 de junio de 1232 murió en Corneto, en la Apulia.
Junio 30: Beato Raimundo Lulio, Mártir de la Tercera Orden (1235‑1316). Aprobó su culto Clemente XIII el 19 de febrero de 1763.
Raimundo Lulio (o Ramón Lull), nació en 1235, de familia noble, en Mallorca, pocos años antes conquistada por Jaime I de Aragón. Pasó su juventud como empleado en la corte de Aragón, entre la alegría y los placeres de las fiestas, en las que desahogaba su maestría tocando los instrumentos musicales, en la poesía y en los torneos de caballeros. Se casó y habría continuado su vida licenciosa si una monición de Dios no lo hubiera decidido a consagrar sus fuerzas a él. Una predicación sobre el pobrecillo de Asís escuchada el día de su fiesta, lo hizo decidirse a inscribirse en la Tercera Orden de la penitencia y a ponerse en marcha para poner por obra la voluntad de Dios. Con el consentimiento de su mujer, después de haber distribuido sus bienes entre los pobres, comenzó a prepararse para emprender un profundo trabajo de evangelización, particularmente entre los Sarracenos. De esta manera fue él quien ideó la obra que posteriormente se llamó la Congregación de la propagación de la fe, con anticipaciones geniales de métodos misionales.
A esta obra de sensibilización coronada con la institución de los colegios correspondientes, unió varios viajes a tierras de misión y la activa evangelización de los Moros en su isla. Estos trabajos no le impidieron componer por lo menos 313 obras sobre todos los conocimientos humanos posibles. Todavía hoy son interesantes sus escritos sobre los modos de evangelizar a los Moros, a los Hebreos y a los diversos herejes. Sus obras científicas son espectaculares, y sugestivas las de experiencia mística.
Puesto que los misioneros, caballeros de la fe, debían encontrarse con los infieles Mahometanos, necesitaban una lanza de combate, constituida por el conocimiento de la lengua árabe. Y el antiguo trovador funda el colegio de Miramar en la isla de Mallorca para los franciscanos destinados a misioneros entre los Islamitas, un colegio donde ante todo se aprendía la lengua árabe. Como buen caballero, no podía concebir una aventura sin el amor por una mujer, a saber, no podía concebir una misión sin la devoción a María. En efecto, él fue uno de los primeros defensores de la doctrina de la Inmaculada Concepción de María.
Visitó varias veces a Roma; en 1311 participó en el Concilio de Vienne (Francia), hablando ante los padres conciliares en contra del averroísmo, que negaba la inmortalidad del alma y afirmaba la eternidad del mundo, y en la promoción de sus grandes ideales.

Su sueño era morir mártir en tierra de infieles. Fue escuchado. A los 81 años, todavía gallardo y batallador, fue lapidado en Bugía, en la costa de Argelia después de haber soportado malos tratos y cárcel, y haber sido apedreado. Dos mercaderes genoveses lo encontraron herido y pensaron llevarlo a morir en la ciudad de ellos; pero una borrasca empujó la nave hacia Mallorca, y así, moribundo, el poeta misionero, el caballero de la Virgen, pudo volver a ver las costas de su patria antes de expirar, mártir de la fe, “Doctor iluminado”, Raimundo Lulio, el 29 de junio de 1316.

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