martes, 4 de abril de 2017

Santoral Franciscano: Abril

Abril 1: Beato Gandolfo de Binasco. Sacerdote de la Primera Orden († 1260). León XIII aprobó su culto el 10 de marzo de 1881.
Gandolfo nació entre finales del siglo XII y principios del XIII en la provincia de Milán, diócesis de Pavía. Fue educado cristianamente por sus padres, iniciado por su padre en la literatura y en la doctrina cristiana. Fascinado por el ejemplo de la vida y de la regla evangélica de San Francisco, su contemporáneo, con heroica generosidad dejó el mundo, distribuyó entre los pobres sus riquezas y pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores. Como auténtico seguidor del seráfico Pobrecillo, se dedicó al estudio, a la oración y a la penitencia. Sacerdote de Cristo, dedicó toda su vida al bien de las almas en el ministerio de la predicación y la evangelización. Con los pies descalzos y el crucifijo en la mano, al cual llamaba su arma, predicó en las más grandes ciudades de Italia, con palabra simple y ardiente; las conversiones fueron numerosísimas. Lunes, miércoles y viernes ayunaba a pan y agua. Observaba rigurosamente tres cuaresmas al año, la de Pascua, la de Navidad y la llamada de los «Benditos», que comenzaba con la Epifanía y duraba cuarenta días, su vestido era una áspera túnica que le cubría su macilento cuerpo, mortificado con el cilicio.
Estaba íntimamente convencido de que el apostolado de la palabra sólo tiene eficacia para llevar las almas a Cristo y expiar y reparar los pecados de la humanidad cuando va acompañado de la oración y la penitencia. Después de muchas peregrinaciones apostólicas llegó a Sicilia donde transcurrió la última parte de su vida penitente.
En un eremitorio solitario cerca de Polizzi Generosa, a 98 kilómetros de Palermo, se retiró para entregarse con más libertad a una vida enteramente celestial, y recrear su espíritu en la meditación del paraíso. Fray Pascual, hombre virtuoso, fue su compañero de oración y soledad.
Varias veces Gandolfo dejó el eremitorio para ir a la evangelización. En 1260 fue invitado a predicar la cuaresma en Polizzi Generosa. Fue una predicación que produjo grandes frutos. Sólo la interrumpió para visitar y asistir antes de la muerte a su fiel seguidor fray Pascual que había permanecido en el eremitorio. El miércoles santo, mientras predicaba, fue interrumpido por el ruido de una imprevista bandada de golondrinas que entraron en el templo. En el nombre del Señor les impuso silencio y ellas callaron. El sábado santo el Beato anunció al pueblo de Polizzi que ya no lo volverían a oír predicar. En efecto, aquel mismo día se sintió mal, recibió el viático y la unción de los enfermos. Luego tomó entre sus manos el crucifijo, lo besó repetidamente con profundos gemidos, y expiró serenamente. Era el 3 de abril de 1260. Glorioso en prodigios, León XIII aprobó su culto el 10 de marzo de 1881.
Abril 2: Beato Leopoldo de Gaiche, Sacerdote de la Primera Orden (1732‑1815). Beatificado por León XIII el 12 de marzo de 1893.
Leopoldo, bautizado con el nombre de Giovanni, nació en Gaiche, Perusa, el 30 de octubre de 1732 y murió en Monteluco de Espoleto el 2 de abril de 1815. Sus padres, José Croci y Antonia María Giorgi, eran campesinos acomodados que educaron a su hijo en la vida cristiana con sencillez y profundidad. Deseoso de consagrarse a Dios, escogió la Orden de los Hermanos Menores y vistió el hábito el 19 de marzo de 1751 en el convento de San Bartolomé de Civitola. De 1752 a 1757 se dedicó al estudio de literatura, filosofía y teología. Ordenado sacerdote el 5 de marzo de 1757, enseñó filosofía y teología con gran provecho de los estudiantes. Su constante amor al saber se aprecia por sus manuscritos.
El campo de acción a que el Beato Leopoldo ligó principalmente su nombre fue la predicación, a la cual se sentía más atraído por sus excelentes cualidades de orador. Se distinguió sobre todo en los cursos de misiones, que duraban por lo menos 15 días, con 3 o 4 sermones diarios, siguiendo el método de San Leonardo de Puerto Mauricio, cuyo reglamento para las Misiones llevaba siempre consigo y daba a leer al grupo de misioneros que él dirigía. Viajaba siempre a pie.
En todas sus misiones eran característicos los «despertadores», que tenían como misión despertar a los que vivían en pecado. Después de una incisiva predicación, a menudo se flagelaba las espaldas. Durante las misiones predicadas por él se hacían dos procesiones, una penitencial en la cual participaban todos con los pies descalzos y coronas de espinas en la cabeza, y la otra de la Virgen, en la cual intervenían especialmente mujeres y muchachas vestidas de blanco. En 47 años de ininterrumpido apostolado, según un  pequeño “Diario de predicaciones”,  tuvo 30 cursos de Misiones, de 15 días de duración, predicando varias veces al día, 40 cuaresmas, 14 cursos de adviento, 94 cursos de ejercicios espirituales, muchas otras predicaciones aisladas en variados lugares y circunstancias. Donde predicaba, inculcaba la devoción a la Pasión y muerte de Jesús, por lo cual al termianr las misiones erigía el Via-crucis (erigió 73). levantaba cruces conmemorativas sobre los montes y en las llanuras. Los frutos recogidos de esta intensa predicación fueron copiosísimos.
Dentro de la Orden de los Hermanos Menores Fray Leopoldo desempeñó importantes oficios: fue guardián, custodio de Provincia y Ministro provincial de la Umbría. San Leonardo de Puerto Mauricio al morir dejó su espiritualidad a otro gigante de los Retiros, el beato Leopoldo de Gaiche, que en 47 años de predicación, respaldados con una penitencia implacable, evangeliza la Umbría y el Lacio y lo fortalece y defiende contra los errores, oponiéndose con su palabra poderosa a la corrupción de las costumbres. Tiene el dolor de ver suprimido su querido convento de Monteluco, transformado por él en Retiro modelo. Al caer el gobierno napoleónico, Leopoldo pudo retornar a su retiro, pero gozó poco de la paz del retorno: ya enfermo y sin fuerzas por la ancianidad, murió el 2 de abril de 1815, con llanto general de las gentes de Espoleto. Tenía 83 años.
Abril 3: Beato Juan de Penna. Sacerdote de la Primera Orden (hacia 1200‑ hacia 1271). Pío VII concedió su oficio y misa en su honor el 20 de noviembre de 1806.
Juan, nacido hacia 1200 en Penna San Giovanni, en la provincia de Macerata, pertenece a aquella primera generación franciscana que hizo gloriosa la región de las Marcas. Es comúnmente contado entre los discípulos de San Francisco sin que se puedan precisar sus relaciones con el santo Fundador.
El capítulo 45 de las Florecillas de San Francisco describe con vivos colores el candor de su alma, la vocación franciscana, el largo apostolado en Provenza y en su patria, las experiencias místicas, y las arduas pruebas a que fue sometido por el espíritu del mal al final de sus días.
Juan, de unos quince años, fue atraído a la naciente familia franciscana por la predicación de Fray Felipe, uno de los primeros discípulos enviados por San Francisco a evangelizar las Marcas y vistió el hábito de los Hermanos Menores en el convento de Recanati. Más tarde llegó a ser sacerdote.
Su nombre está ligado a la primera expedición franciscana a Provenza. Entre los treinta hermanos destinados por San Francisco en el Capítulo de 1217 a la Galia Narbonesa, y bajo el mando de Fray Juan Bonelli de Florencia, figura nuestro “Frater Joannes de Pinna Picena”. De su ministerio en aquella región, que se prolongó por unos veinticinco años, nada de particular nos han transmitido las fuentes. Sabemos que se distinguió por el celo apostólico y por la elocuencia de su palabra, hasta ser tenido como “predicador digno de veneración y admiración”. Junto con los demás religiosos, se dedicó a frenar y combatir la herejía de los albigenses, que en aquellos años bullía por toda Francia, y a restaurar las costumbres y la concordia entre las regiones y las facciones. Se recuerda de modo especial su caridad en la asistencia a los leprosos y otros enfermos. Con su santa vida y actividad contribuyó a la primera difusión y al afianzamiento del franciscanismo en tierras de Francia.
Las Florecillas de San Francisco hablan así de él: “Viviendo en gran honestidad, santidad y ejemplaridad, creciendo siempre en virtud y en gracia de Dios, era sumamente amado por los hermanos y los seglares”. Es probable que haya conocido a San Antonio de Padua en los años en que el santo predicó en Limoges y Tolosa y que haya intervenido en el capítulo de Arles, célebre por la presencia del mismo santo y de una aparición de San Francisco a los hermanos.
Después de veinticinco años de apostolado en Provenza, regresó a su ciudad natal, donde transcurrió los últimos treinta años de su larga peregrinación terrena, alternando los trabajos apostólicos con la contemplación de las cosas celestiales. Fue avisado por un ángel de que su caminar terreno estaba a punto de terminar. Superó los últimos ataques del demonio y murió serenamente el 3 de abril de 1271. Tenía 71 años.
Abril 4: San Benito de Palermo (el Moro). Religioso de la Primera Orden 1526‑1589. Canonizado por Pío VII el 24 de mayo de 1807.
San Benito el Moro nació en 1526 en San Fratello, provincia de Mesina, de padres cristianos, Cristóbal Manassari y Diana Larcari, descendientes de esclavos negros. De adolescente Benito cuidaba el rebaño del patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado el «santo moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños, fundada en la región natal por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la regla de San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros.
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a Palermo, vivió allí veinticuatro años.
Al principio ejerció el oficio de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio, que en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas manifestaciones del pueblo y de sus cohermanos.
Nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió a su primitivo oficio de cocinero. Un gran número de devotos iba a él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de las almas.
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1598 expiró dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Su culto se difundió ampliamente y vino a ser el protector de los pueblos negros.
Abril 5: Beata María Crescencia Höss. Virgen Religiosa de la Tercera Orden Regular (1682‑1744). Beatificada por León XIII el 7 de octubre de 1900.
María Crescencia Hoss, fue la penúltima de ocho hermanos. Nació el 20 de octubre de 1682 en Kaufbeuren, diócesis de Augusta, Baviera. Superadas dificultades familiares y la oposición de la superiora del convento, el 5 de junio de 1703 fue admitida entre las Terciarias Franciscanas de Mayerhoff en Kaufbeuren. Los primeros años de vida religiosa no fueron fáciles, dada la incomprensión de la superiora Madre Teresa Schmidt. La situación cambió radicalmente en 1707 con la nueva superiora, Madre María Juana Altwoegerin. De 1709 a 1744 María Crescencia desempeñó los oficios más importantes del convento: portera, maestra de novicias y superiora.
Por dieciséis años fue portera, oficio muy humilde, pero para ella fue campo de apostolado intenso, que realizó con prudencia y caridad. Católicos y luteranos socorridos por ella la llamaron “madre de los pobres”. En 1726 la nombraron maestra de novicias, oficio que desempeñó con absoluta consagración durante quince años. Día y noche estaba enteramente a disposición de las novicias, las escuchaba, las estimulaba y las fortalecía en las dificultades, pero sobre todo las exhortaba a la práctica de la humildad, ofreciéndoles continuos ejemplos. Les recomendaba la práctica del silencio, el recogimiento, la lectura de libros sagrados, en especial de los evangelios, las exhortaba a tener como maestro de su vida a Jesús Crucificado. Fue también sabia consejera para todos los que recurrían a ella en busca de consuelo en sus penas y fortaleza en las dificultades. Sus numerosas cartas, publicadas unas, inéditas otras, son una clara muestra del gran bien que hizo a las almas.
El 23 de julio de 1741 Sor María Crescencia fue elegida superiora de la comunidad, a pesar de sus muchos esfuerzos por renunciar, sugeridos por su humildad. El Ministro provincial de los Franciscanos, que presidía el capítulo, la persuadió de aceptar. En los tres años de gobierno se convirtió en la segunda fundadora del monasterio. Con muy buen sentido para la selección de vocaciones, solía decir: «Dios quiere el convento rico de virtudes y no de bienes temporales». Los puntos principales de su programa fueron: ilimitada confianza en la divina Providencia, prontitud para los actos de la vida común, amor a la pobreza, al silencio y al recogimiento, devoción a Jesús Crucificado, a la Eucaristía y a la Inmaculada Madre celestial. Durante la cuaresma de 1744 enfermó gravemente y en la noche de Pascua del 5 de abril de 1744 pasó a recibir el premio de sus virtudes en el cielo.

Abril 6: Beato Guillermo de Sicli. Ermitaño de la Tercera Orden (1309‑1404). Pablo III concedió en su honor oficio y Misa el 27 de junio de 1539.
Nació en 1309 en Noto, Sicilia, de familia ilustre. A los 16 años fue escogido como paje en la corte de Federico II de Aragón, rey de Sicilia. En una batida de cacería en 1335 en los alrededores de Catania, Federico II fue atacado por un jabalí; Guillermo hizo frente a la fiera y salvó al rey, pero sufrió la fractura del fémur derecho; su estado de salud se agravó tanto, que recibió el santo viático con profundo recogimiento. Durante la noche se le apareció Santa Agueda y le dijo: “Levántate, Guillermo hermano, abandona la corte y vete a la soledad, allí Dios te hablará al corazón”. Curado pero desertor, se presentó al soberano y le reveló la aparición y le comunicó su decisión de consagrarse a Dios. De él obtuvo un lugar llamado “La celda del Castillo”, en los alrededores de Noto, cerca de la iglesia del Crucificado. Se convenció de aceptar también un caballo y una pequeña suma de dinero, pero lo uno y lo otro los dio luego a un pobre, cuyos míseros vestidos tomó para sí.
En la “Celda” vivió en completa pobreza y por algunos años en compañía del cohermano Terciario Franciscano San Conrado Confalonieri de Piacenza, que luego vino a ser protector de Noto. Cuando éste, para apartarse todavía más del mundo escogió la localidad llamada Pizzoni, Guillermo recibió de la Madre de Dios la orden de ir a Sicli, en 1345, para renovar el culto a la Madona de la Pietá. Al lado de la iglesita se construyó con sus manos un pequeño eremitorio. Vivió en áspera penitencia y en oración fervorosa y constante, difundiendo la devoción a la Madre Dolorosa y haciendo bien a todos. En 1350 recibió la visita de San Conrado Confalonieri y con él pasó en oración toda la cuaresma. En 1382 amplió la iglesia de Santa María de la Pietà. La devoción a nuestra Señora volvió a florecer. La estima y veneración que los habitantes de Sicli y de las regiones limítrofes tuvieron por el heroico ermitaño fueron tales, que en poco tiempo aquel lugar solitario se convirtió en meta de peregrinaciones frecuentes y fuente de celestiales prodigios.
Fray Guillermo, ermitaño terciario franciscano, vivió en este nuevo eremitorio durante 57 años. Dormía en la dura tierra, se alimentaba de lo que la caridad de los fieles le llevaba en señal de devoción y reconocimiento. Su oración era constante, continua su unión con Dios.
El 4 de abril de 1404, a los noventa y cinco años de edad, se abrieron ante él las puertas del cielo. Las campanas sonaron a fiesta y anunciaron su muerte bienaventurada. Clero y pueblo se dirigieron al eremitorio, donde encontraron al anciano ermitaño con las manos juntas tendido en tierra, rodeado de esplendores celestiales. Parecía absorto en éxtasis. Fue trasladado procesionalmente a Sicli a la iglesia de San Mateo, y sepultado en una urna de mármol.
Abril 7: Beata María Asunta Pallotta. Virgen de la Tercera Orden Regular (1878‑1905). Religiosa Franciscana Misionera de María. Beatificada por Pío XII, el 7 de noviembre de 1954.
María Asunta Pallotta, hija de Luis Pallotta y Eufrasia Casali, nació en Force (Ascoli Piceno) el 20 de agosto de 1878, primogénita entre cinco hermanos. Vivió los primeros años en Castel di Croce hasta que su familia se trasladó definitivamente a Force. No pudo seguir estudios regulares pues muy pronto tuvo que dedicarse al trabajo.
La determinación de abandonar el mundo surgió en ella de una manera súbita e imperiosa, por lo cual, ayudada de personas buenas, dada la pobreza de su familia, se dirigió a la casa de probación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María el 4 de mayo de 1898. Vivió en Roma, Grottaferrata y Florencia, distinguiéndose por la sencillez, la humildad, la prontitud para realizar los servicios más modestos y los trabajos más pesados.
El Instituto de las Hermanas Franciscanas de María recibía su bautismo de sangre, el 7 de julio de 1900, al ser martirizadas por los Boxers siete misioneras en Shansi, China. La fundadora les comunicó a las hermanas de la joven Congregación la noticia entre dolorida y orgullosa. Hacia 1903 María Asunta pidió a la fundadora ser enviada a China, para dar la vida por Cristo y por la fe.
La petición fue aceptada y el 19 de marzo del año siguiente, después de recibir la bendición de San Pío X, junto con otras nueve hermanas, se embarcaba en Nápoles para el Shansi, la misma misión de las mártires, a donde llegó tres meses más tarde. Su deseo era el de entregarse al apostolado, en cambio fue destinada a la cocina.
El invierno fue rigurosísimo; en los primeros meses del año siguiente, 1905, en todo Shansi cundió una terrible epidemia de tifo, y además de varias huérfanas, murieron cuatro religiosas, la tercera de las cuales fue sor María Asunta. Había caído enferma el 19 de marzo, aniversario de su partida de Italia. La tarde del 7 de abril recibió los últimos sacramentos y veinte minutos antes de morir, un perfume misterioso inundó las habitaciones donde ella había vivido. En 1913, al exhumarla su cuerpo fue hallado en perfecto estado de conservación. Los chinos la llamaron, «la santa de los perfumes». Es la primera Franciscana Misionera de María que, sin pasar por el martirio, recibió el reconocimiento oficial de su santidad. Ella hubiera querido convertir a todos los habitantes de China, pero su apostolado fue veloz: se terminó a los 27 años de edad.
Abril 8: Beato Julián de San Agustín. Religioso de la Primera Orden (hacia 1553‑1606). Beatificado por León XII el 23 de mayo de 1825.
Julián Martinet nació en Soria (Medina Celi) en Castilla la Vieja, España, hijo de Andrés Martinet, francés fugitivo de Tolosa a causa de los calvinistas, y de Catalina Gutiérrez, joven obrera de Aguaviva. Ya enteramente educado, en edad juvenil vistió el hábito de los Hermanos menores en el Convento‑Retiro de Salceda. Desde un comienzo se dio a tan exageradas penitencias, que sus cohermanos lo juzgaron loco y le aconsejaron retirarse. Después de mucha insistencia, fue recibido nuevamente, pero luego fue despedido por los mismos motivos. Entonces se pasó a vivir cerca del convento llevando una vida eremítica, cada día pedía a los frailes un trozo de pan; y éstos conmovidos por su vida santa, lo aceptaron por tercera vez en el convento y así finalmente pudo emitir la profesión en la Orden franciscana en calidad de religioso laico. Después de una breve permanencia en los conventos de Alcalá de Henares y de Ocaña, regresó al convento de San Diego de Alcalá. Al encomendársele el oficio de limosnero se distinguió por la rigurosa mortificación, la pobreza y la humildad. Favorecido con el don de profecía y de ciencia infusa, mereció una gran veneración de parte del pueblo, al que edificó con sus virtudes y donde logró muchas conversiones.
El amor hacia Dios le inspiraba comprensión para con el prójimo. La miseria de los pobres despertaba en él una tierna compasión. Se interesaba por sus necesidades, los consolaba hablándoles de la felicidad del cielo; exhortaba a los ricos a ayudar a los pobres y a darles trabajo. Dividía su alimento con los hambrientos.
Era maravilloso su apostolado cuando de puerta en puerta pedía la limosna. Por muchos años ejercitó este apostolado con humildad y paciencia, tenía para todos una palabra de aliento, para llevar almas a Dios, quien glorificaba la humildad de su siervo con prodigios: muchos enfermos fueron curados, multiplicaba los alimentos; profesores de la universidad de Alcalá a menudo iban a consultarle sobre difíciles asuntos y volvían maravillados de sus respuestas, convencidos de que Dios le había infundido la ciencia.
Después de una vida pura, inocente, mortificada, plena de obras buenas, Fray Julián vio llegar finalmente la hora de la recompensa. Recibió los últimos sacramentos con gran fervor, y luego, con el rostro iluminado por una luz divina, abandonó el destierro para llegar a la patria del cielo. Era el 8 de abril de 1606. Tenía 53 años de edad. A la noticia de su muerte el clero, los profesores de la universidad, los nobles y sobre todo el pueblo que él había amado tanto, acudieron al convento de los Hermanos Menores para venerar al siervo de Dios, cuyo cuerpo permaneció expuesto por dieciocho días. Numerosos milagros sucedieron en su tumba, que fue colocada en una capilla que el pueblo de inmediato llamó de San Julián. En Alcalá le dedicaron una calle: Calle San Julián.
Abril 9: Beato Tomás de Tolentino. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1271‑1321). León XIII aprobó su culto el 23 de julio de 1894.
Tomás de Tolentino y tres compañeros también franciscanos: el sacerdote Jaime de Padua, el clérigo fray Pedro de Siena y el religioso Fray Demetrio de Tillis, de origen georgiano o armenio, conocedor de lenguas asiáticas, murieron mártires en India. Sólo el culto de Tomás fue confirmado por León XIII el 23 de julio de 1894.
Nacido en 1271 en Tolentino, Tomás entró a la Orden de los Hermanos Menores en 1285 y forma parte de los espirituales de las Marcas, secuaces de Angel Clareno. En 1290 parte como misionero a través de Grecia llega a Armenia, donde los franciscanos alcanzan la amistad del rey Aitón II, que en 1291 envía a Tomás como su legado al Papa Nicolás IV, al rey de Francia y al rey de Inglaterra para solicitar ayuda contra los sarracenos. En 1296 por segunda vez vuelve a Italia para defender a los espirituales clarenianos ante el Ministro General Juan de Morrovalle y la “communitas de la Orden”.
En 1307 lo encontramos de nuevo en Europa como enviado especial de Juan de Montecorvino, el célebre misionero franciscano y primer Arzobispo de Pekín, para pedir ayuda y especialmente personal para la misión de China. En esta ocasión Tomás se entrevistó con Clemente V en Poitiers, y obtuvo de él muchas ayudas. En los años 1308‑1320 ejerció el apostolado en China, junto al gran misionero Juan de Montecorvino. Hacia finales de 1320 lo encontramos en Ormuz, en el Golfo Pérsico; con los tres compañeros los hermanos Jaime, Pedro y Demetrio, llega al actual Bombay. Desembarcan en la isla Salsetta, en la ciudad de Tana, donde los acogen algunos cristianos nestorianos. Hospedados en una familia fueron identificados por los mahometanos de la ciudad y conducidos ante el Cadi (Juez), al cual explica la doctrina cristiana, no sin atacar la doctrina musulmana, el Corán y a Mahoma. Esta fue la acusación causa de su condena y del martirio. Cuatro sicarios los arrestan nuevamente y los decapitan, comenzando por Tomás, mientras Fray Pedro, por el momento escapa a la muerte, pero alcanzado más tarde es decapitado también. El martirio de los tres primeros tuvo lugar el 3 de abril y el de Pedro el 11 de abril de 1321 siempre en Tana.
El sacrificio de estos heroicos mártires está documentado en las relaciones privadas y sobre todo por la del Beato Odorico de Pordenone, misionero y viajero contemporáneo en China. En 1326 llegó a Tana, transportó por el mar los cuerpos de los mártires, no sin gravísimos peligros, a Zaiton, en China y describió su martirio. La cabeza del Beato Tomás fue enviada a Tolentino, su patria, donde el glorioso mártir y conciudadano fue venerado con culto público, confirmado por León XIII el 23 de julio de 1894.
Abril 10: Beato Marcos Fantuzzi de Bolonia. Sacerdote de la Primera Orden (1405‑1479). Pío IX aprobó su culto el 5 de marzo de 1868.
Nació en 1405, hijo de Bartolomé y Lisa Fantuzzi. En el bautismo le pusieron el nombre de Paz o Pasotto. Su padre fue decapitado por participar en una conjuración contra el gobierno de la ciudad, de manera que su educación corrió por cuenta de la madre. Ella esperaba encaminarlo hacia la carrera universitaria. Y efectivamente realizó brillantemente sus estudios. Pero después de una severa crisis religiosa, ingresó a la Orden Franciscana, aconsejado por su conciudadano el Beato Jaime Primaticci. Este hecho y la distribución de sus bienes entre los pobres, causaron gran revuelo en Bolonia. El 25 de abril de 1431, fiesta de San Marcos Evangelista, tomó el hábito religioso cambiando el nombre de bautismo por el del santo evangelista. Se dedicó a un profundo estudio teológico: sus textos preferidos fueron las «Homilías» de San Juan Crisóstomo y de San León Magno, Papa.
Ordenado sacerdote, en varias épocas entró en contacto con los grandes santos y predicadores de la época: San Bernardino de Siena, San Juan de Capistrano, San Jaime de la Marca, que lo impulsaron grandemente a la predicación. Primero predicó en zonas rurales, luego comenzó a subir a los grandes púlpitos de Italia y finalmente su acción de enseñanza y apostolado se extendió a Austria, Alemania, Polonia y Rusia. En 1463 fue en calidad de misionero y peregrino a Palestina, visitando devotamente los santos lugares. De regreso a Italia continuó su apostolado de la predicación. Durante las solemnes predicaciones se empeñó firmemente en pacificar los ánimos, devolver la concordia a las ciudades divididas en facciones, promover la asistencia a los pobres y necesitados. Fundó en varias ciudades italianas los Montes de Piedad, para cerrar el paso a los préstamos onerosos de los usureros. Combatió los movimientos heréticos de los flagelantes y de los fratricelos, que en aquel tiempo se difundían en algunas zonas de Italia.
Se distinguió en la dirección de algunos conventos locales y luego como Vicario provincial. Precisamente por estas sus dotes y capacidades, el 27 de abril de 1452 fue elegido en Aquila Vicario general de la Orden, cargo trienal al cual fue nuevamente llamado en 1464. En este  oficio quiso tomar contacto con los conventos esparcidos en Europa, para lo cual hizo numerosos viajes por Italia y fuera de Italia, contribuyendo así a un mayor desarrollo de la Orden. No eran tiempos fáciles para la Orden Franciscana, agitada por corrientes y tomas de posición internas no siempre ortodoxas. Precisamente en tales ocasiones Marcos demostró la capacidad de superior, uniendo la firmeza a la caridad. Durante el pontificado de Sixto IV se empeñó en impedir la unificación de las diversas familias franciscanas que este papa tenía intención de realizar. Esta enérgica oposición le creó gravísimas incomodidades, junto con graves acusaciones y contratiempos.
La muerte lo encontró en Piacenza, donde había ido a predicar la cuaresma, el 10 de abril de 1479. Su cuerpo a partir de 1626 es venerado en la basílica de Santa María de Campagna.
Abril 11: Beato Angel de Chiavasso. Sacerdote de la Primera Orden (1411‑1495). Aprobó su culto Benedicto XIV el 25 de abril de 1753.
Angel Carletti, bautizado con el nombre de Antonio,  nació en 1411 en Chiavasso, en el Piamonte. Estudió en su ciudad natal y luego en Bolonia, donde obtuvo la láurea en derecho canónico y civil. Culto, brillante, docto, tenía por delante una brillante carrera, y su madre ya le había escogido mujer de acuerdo con su condición. Pero el joven secretamente ya había decidido desposarse con la pobreza evangélica, la dama de san Francisco y sus frailes.
Dio este paso cuando tenía 33 años, después de la muerte de su madre. Sus bienes los dividió por mitades entre su hermano y los pobres. La Orden de los Hermanos Menores, que poco antes había perdido a San Bernardino de Siena, lo recibió con su ingenio, su fe, su espíritu de renuncia. Con tales dotes, Fray Angel de Chiavasso fue predicador, estudioso y teólogo, polemista y maestro de almas.
Se confiaron a su dirección personajes como el duque de Savoya Carlos I, y la Beata Paula Gambara Costa, condesa de Binasco y  Santa Catalina de Génova. Y precisamente para ayudar a los directores de almas compuso su «Suma de los casos de conciencia», tratados con delicadeza verdaderamente angelical.
Por encargo de Sixto IV predicó la cruzada contra los turcos que ocupaban a Otranto, en 1480. Fue apóstol en los valles alpinos contra los herejes, obteniendo espectaculares y conmovedoras conversiones. Pobrísimo por renuncia voluntaria, fue gran benefactor de los pobres, a quienes defendió de los prepotentes y de los usureros.
Los breves papales no lograron alejarlo de las responsabilidades importantes de la Orden, entre ellas la de Vicario General de la Orden. Después de la edad de ochenta años finalmente pudo volver a ser el humilde hermano en el convento de Cuneo, donde murió en 1495, y donde todavía hoy se venera su cuerpo incorrupto.
El 10 de diciembre de 1520, en Wittemberg, el monje rebelde Martín Lutero, arrojó a las llamas no sólo la bula papal de excomunión, sino también el «Código de derecho canónico», la «Suma de los casos», del beato Carletti, llamada comúnmente «Suma angélica», y que el reformador alemán definía como «más que diabólica». Angel Carletti había muerto un cuarto de siglo antes, en 1495 y es cierto que si todos los religiosos de la época hubieran sido como él, la polémica de los reformadores habría perdido mucho de su atractivo.
Abril 12: Beata Pierina Morosini. Virgen y mártir de la Orden Franciscana seglar (1931‑1957). Beatificada por Juan Pablo II el 4 de octubre de 1987.
Hija mayor de los esposos Roque Morosini y Sara Noris, nació en Fiobbio, diócesis y provincia de Bérgamo, el 7 de enero de 1931. Educada cristianamente por sus padres, y en especial por su madre. Hizo sus estudios primarios con buenos resultados, pero, debido a la pobreza de la familia, que necesitaba de su trabajo, aprendió el oficio de la costura, y a la edad de quince años se colocó a trabajar en la fábrica de confecciones Honeger de Albino. Allí iba todos los días a pie, con la alegría de ser útil a los suyos. En el ambiente de trabajo se distinguió siempre por su diligencia y cortesía, su espíritu reservado, su fe y caridad, de modo que se ganó la estima y el respeto de los directivos y de sus compañeros de trabajo, a quienes edificaba con su ejemplo. Inscrita en la Juventud Femenina de la Acción Católica participó en la peregrinación a Roma para la beatificación de María Goretti (27.04.1947); fue el único viaje que realizó en su vida. Se empeñó activamente en todas las obras parroquiales, especialmente como celadora del seminario y de las Misiones. Cada mañana antes de ir al trabajo se acercaba a la mesa eucarística y mientras iba al trabajo o regresaba del mismo, rezaba siempre el Rosario.
Como de costumbre, el 4 de abril de 1957 había comenzado oportunamente su actividad acostumbrada. En las primeras horas de la tarde, mientras regresaba de Albino a su casa, en un lugar solitario fue abordada por un joven que no le ocultó sus torpes propósitos. Pierina trató de hacerle entender la gravedad de sus intenciones y le opuso una fuerte resistencia. Fue inútil. Agredida, se defendió con todas sus fuerzas. Herida mortalmente en la nuca con una piedra repetidas veces, siguió pronunciando palabras de fe y de heroico perdón, hasta que entró en un coma irreversible. Hallada más tarde en el lugar de su martirio, fue llevada al hospital de Bérgamo, donde, sin volver en sí, falleció el 6 de abril siguiente. Tenía 26 años de edad. El cirujano que la visitó en el hospital, inmediatamente exclamó: «Tenemos una nueva María Goretti» y cuantos conocían su bondad y rectitud, de inmediato la consideraron mártir. Beatificada por el Papa Juan Pablo II el 4 de octubre de 1987. La Beata Pierina ofrece un sendero luminoso para todos los que sienten la fascinación de los retos del evangelio.
Abril 13: Beato Juan XXIII (Angel José Roncalli) Papa. Terciario Franciscano (1881‑1963). Beatificación: septiembre 3 de 2000, Juan Pablo II.  (Fiesta: octubre 11).
Nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte (Bérgamo), bautizado el mismo día. Estudió en el seminario diocesano de Roma, ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904. Profesor en el Seminario diocesano (1905‑1914), Secretario del Obispo Mons. Giacomo Maria Radini Tedeschi. 1915‑1918, Capellán militar. 1919‑1920, Director espiritual del Seminario Diocesano, funda la “Casa para estudiantes”. De 1921 a 1925, Presidente del Consejo central de Italia para la Propagación de la Fe. El 19 de marzo de 1925, es nombrado Visitador apostólico en Bulgaria, ordenado obispo. Nombrado primer delegado apostólico en Bulgaria en 1931, en 1934 es trasladado con el mismo cargo a Turquía. De 1944‑1953, Nuncio Apostólico en Francia. En 1953, nombrado Patriarca de Venecia. Elegido Papa el 28 de octubre de 1958, toma el nombre de Juan XXIII. El 25 de enero de 1959 anuncia la celebración del 21 Concilio Ecuménico. Del 24 al 31 de enero de 1960, celebra el Sínodo Diocesano de Roma. Fue el primer Papa que rompió el encierro voluntario en El Vaticano, de donde salió repetidamente a cumplir deberes humanitarios o a satisfacer su devoción. Peregrinó a Asís antes de iniciar el Concilio, lo mismo que a diversos Santuarios de Italia. Se volvieron comunes sus visitas inesperadas a parroquias y conventos. El 15 de mayo de 1961 publica la encíclica Mater et Magistra, el 11 de octubre de 1962 abre el Concilio Ecuménico Vaticano II. El 11 de abril de 1963 publica la Encíclica Pacem in Terris. Cuando se esperaba que sería su pontificado breve y de mera transición, el Espíritu Santo lo iluminó para la realización del Concilio Vaticano II, con el afán de airear la Iglesia, y desencadenar un enorme proceso de renovación, hacerla mirar al mundo con los ojos de Dios y responder a sus inquietudes actuales. Fue el Papa Bueno, querido por todos. Su última enfermedad mantuvo a todo el mundo pendiente. Murió santamente el 3 de junio de 1963.
Abril 14: Beata María Restituta (Elena) Kafka (1894‑1943). TOR, Virgen y Mártir. Beatificada por Juan Pablo II en Viena el 21 de junio de 1998. (Su fiesta el 29 de octubre).
Nació el 1 de mayo de 1894 en Hussowitz, Moravia, hija de Antonio y María Stehlik. De niña trabajó como doméstica y como vendedora ambulante de tabacos. Hacia los 15 años decidió hacerse religiosa. Superada la oposición inicial de sus padres, en 1914 fue recibida entre las Hermanas Franciscanas de la Caridad Cristiana, en Viena. Primeramente trabajó en los hospitales Neunkirchen y Lainz; en 1919 fue trasladada al hospital de Mölding, donde se debió desempeñar como enfermera en la sala de cirugía; por su gran habilidad se ganó el aprecio de los médicos, hasta llegar a ser una especie de instructora para los recién llegados. Se prodigaba incansablemente en el servicio a los enfermos y a sus cohermanas, si bien a veces algunas personas no congeniaban con ella por sus actitudes firmes y resueltas. Al entrar al gobierno el nacionalsocialismo también allí comenzó la persecución contra la Iglesia. Sor María Restituta defendió con firmeza los derechos de los enfermos y de los pobres y la libertad religiosa de los enfermos, negándose a aceptar las restricciones injustas que se trataba de imponer. Personalmente colocó Crucifijos en los diferentes lugares del hospital, contra expresas prohibiciones de las autoridades. A lo largo de su vida cultivó una especial devoción a la Santísima Virgen Dolorosa. Acusada injustamente, fue detenida por la Gestapo el 18 de febrero de 1942. En la cárcel debió padecer hambre y condiciones higiénicas infrahumanas durante trece meses. Condenada finalmente a la pena capital, se preparó devotamente: emitió en voz alta su profesión religiosa y recibió la sagrada comunión, repitiendo: “He vivido para Cristo y por Cristo ansío morir”. Fue decapitada el 30 de marzo de 1943.
Abril 15: San Benito José Labre. Peregrino, cordígero de la Tercera Orden (1748‑1783) Canonizado el 8 de diciembre de 1881 por León XIII.
Nació en Amettes, Francia el 26 de marzo de 1748. Su familia vivía del producto de una finca, pero vivían precariamente, pues eran 15 hijos.
Benito José era el mayor, hizo los primeros estudios en su pueblo natal, mostrando una seriedad superior a su edad. A los 12 años de edad, su tío materno, el sacerdote Francisco José, le enseñó los primeros elementos de latín. A los 16 años manifestó el deseo de hacerse trapense, a lo cual se opuso su familia; cuando la madre lo reprendía por algunos sacrificios demasiado duros para su edad, él le respondía cariñosamente que no se preocupara, pues él debía prepararse para realizar su vocación de Trapense. Se hizo peregrino, no por el gusto de vagar, sino para ir a pie a las diversas trapas francesas, cuyas puertas siempre tocó en vano. Primero, era demasiado joven, luego demasiado débil. A lo largo de los caminos pudo saciar su sed de oración en los santuarios de Francia, España e Italia.
En Italia descubrió su verdadera vocación. El Señor lo llamaba a una soledad mayor aun que la de los claustros: lo puso en los caminos y en los caminos habría de permanecer, llegando a ser el «vagabundo de Dios». Se desprendía de todo, abandonaba su cuerpo a la intemperie, vestido de andrajos, entre insectos, las llagas corroían sus carnes, pero se elevaba siempre más en una oración de la cual nadie podía distraerlo. Iba ceñido con una cuerda, la de los cordígeros de San Francisco de la Tercera Orden que le habían dado en la Basílica de San Francisco en Asís. De sus espaldas pendía un saco que contenía todas sus riquezas: «La Imitación de Cristo», el nuevo Testamento y el breviario que recitaba diariamente. Tenía sobre el pecho un crucifijo, al cuello una corona, en las manos un rosario. Un bocado de pan y alguna hierba le bastaban para su alimento diario. Lo que recibía por caridad y juzgaba superfluo, lo distribuía a otros pobres. Casi siempre dormía al aire libre, al pie de un árbol, al lado de una cerca. Visitó varias veces a Loreto, Asís, Nápoles, Bari, Fabriano, Einsiedeln, Compostela, Paray‑le‑Monial.
Los últimos años de su vida los pasó en Roma, dormía habitualmente en un rincón de las ruinas del Coliseo. Una mañana de abril de 1783 fue encontrado desmayado en la calle que conduce a Santa María ai Monti, y murió el 16 del mismo mes en la trastienda de un carnicero que lo había recogido. Tenía 35 años. En cuanto expiró, corrió la voz por toda Roma: «Ha muerto el Santo!».

Abril 16: Aniversario de la fundación de la Orden Franciscana. Memoria de San Francisco de Asís. Renovación de la Profesión Religiosa.
San Francisco de Asís, místico cantor de las criaturas, Santo del Amor y de la Fraternidad universal, renovador de la sociedad en el espíritu del Evangelio, estigmatizado por Cristo, después de su conversión acogió a los discípulos que quisieron ponerse bajo su dirección. Primero fueron doce, después aumentaron cada vez más. «La Orden de los Hermanos Menores» brotó de la mente y del corazón de Francisco, que ya era todo de Dios y de las almas, en Rivotorto, en la Porciúncula. Obtuvo de Inocencio III la aprobación de la Orden el 16 de abril de 1209 verbalmente; y por escrito, de Honorio III el 29 de noviembre de 1223, con la bula “Solet annuere”. A sus seguidores el Poverello les entregó su amor a la pobreza, su mensaje de Paz y Bien y el código del Evangelio como norma de vida.
Los hijos de San Francisco están esparcidos por todo el mundo y desarrollan actividades pastorales, misioneras, científicas, educativas, caritativas, asistenciales. Constituyen el más fuerte movimiento al servicio de la Iglesia. Franciscanos se llaman todos los que pertenecen a las tres órdenes instituidas por San Francisco.
PRIMERA ORDEN: Dividida en tres familias: Franciscanos Hermanos Menores: 18.000 religiosos en unos 3.200 conventos. Se proponen la conformidad con Cristo en la pobreza evangélica, en el apostolado de la predicación a los fieles y a los infieles, Franciscanos Hermanos Menores Conventuales: 4.000 religiosos en 672 conventos. Se proponen observar el Evangelio de Jesucristo viviendo en obediencia, sin propio y en castidad y en el apostolado en todas sus formas, entre fieles, disidentes e infieles. Franciscanos Hermanos Menores Capuchinos: Unos 12.500 religiosos en unos 1.300 conventos. Se proponen la imitación de Cristo en el ascetismo y en el apostolado, según la más estricta tradición franciscana. En conjunto los franciscanos de la Primera Orden son unos 34.000 religiosos en unos 5.100 conventos.
SEGUNDA ORDEN: Fundada por San Francisco en la Porciúncula el 18 de marzo de 1212, cuando vistió el sayal de las damas pobres de la penitencia a Santa Clara. El ideal evangélico se extendía así a las mujeres. Las Clarisas, divididas en diversas familias, hoy en conjunto son unas 22.000 en 1.075 monasterios.
TERCERA ORDEN, instituida por San Francisco en 1221, para invitar a los que viven en el mundo a una más perfecta vida evangélica. Hoy se divide en Tercera Orden Regular (que viven en comunidad) unos 2.500 religiosos y unas 100.000 religiosas hermanas de varios centenares  de congregaciones o institutos (alrededor de 400). La Orden Franciscana Seglar cuenta con más de 3.000.000 de Terciarios y terciarias en el mundo.
RENOVACION DE LA PROFESION RELIGIOSA:
Oh Dios Padre nuestro, recordamos agradecidos el día en que, por medio de tu Espíritu Santo, nos llamaste a seguir las huellas del Poverello de Asís para ser en el mundo fermento de vida evangélica. Conscientes del don de tu llamamiento, te repetimos nuestra respuesta de amor, renovando gozosos los compromisos asumidos en la Fraternidad. Acepta esta humilde ofrenda de nuestras voluntades, y, por intercesión de María Virgen, del Padre San Francisco y de todos los Santos, socorre nuestra debilidad con la abundancia de tu gracia. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Abril 17: Santa Bernardita Soubirous. Virgen Cordígera de la Tercera Orden (1844‑1879). Canonizada por Pío XI el 8 de diciembre de 1933.
Nació en Lourdes el 7 de enero de 1844, la mayor de nueve hijos del molinero Francisco y Luisa Casterot. En 1845 estuvo a punto de morir por el cólera, debido a lo cual siembre tuvo una salud precaria. Por cuidar a sus hermanitos y a las ovejas no pudo frecuentar la escuela. Deseosa de hacer la primera comunión, fue preparada por las Hermanas de Nevers. Se propuso entonces recibir la comunión con la mayor frecuencia posible.
Del 11 de febrero al 16 de julio de 1858, en la gruta de Massabielle, en el transcurso de 18 apariciones la Bienaventurada Virgen María viene a Bernardita, la hace su confidente, instrumento de su maternal ternura y de la misericordia omnipotente del Hijo. La primera aparición tiene lugar el 11 de febrero. Hacía frío y en la casa Soubirous no había leña. Bernardita, su hermana Antonieta y una compañera fueron enviadas a buscar ramas secas. Atravesaron el río Gave, en la roca de Massabielle, que formaba una pequeña gruta, había mucha leña. Bernardita, que había quedado sola, oyó un rumor, la gruta se llenó de luz, una espléndida Señora apareció sobre la roca de la gruta. Instintivamente la muchacha se arrodilló, sacó el rosario y comenzó a rezar, haciendo pasar entre sus dedos las cuentas del rosario. La Señora tenía en la mano el Rosario sin responder al Ave María, solamente al final de la decena se unía a Bernardita para rezar el Gloria. Cuando terminó el Rosario, la bella Señora desapareció. Las apariciones se repitieron dieciocho veces y Bernardita no se contradijo nunca describiendo a la bella Señora. Cuando por tres veces le preguntó quién era, por tres veces la oyó responder: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
A la gruta acudían fieles numerosos en oración. Del lado del monte brotó una fuente milagrosa: los ciegos recobraban la vista, los sordos el oído y todos quedaban curados... El 3 de julio de 1858 Bernardita recitó la última oración en la gruta, luego partió para Nevers e ingresó en la vida religiosa. El día en que tomó el hábito dijo a sus cohermanas: “He venido aquí para esconderme”. Por 20 años llevó  vida oculta como religiosa, en medio de grandes pruebas y sufrimientos. El 22 de septiembre de 1878 pronuncia los votos perpetuos y el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, es recibida como “cordígera de San Francisco de Asís”, en la gran familia franciscana. Sin fuerzas, oprimida por el asma, respiraba difícilmente. A las expresiones de extrañeza, ella respondía que tales sufrimientos eran necesarios, era preciso que ella sufriese para seguir siendo digna de haber visto a la Virgen Inmaculada.
El 28 de marzo de 1879 recibió con viva fe los últimos sacramentos; el 16 de abril se unió a las oraciones por los agonizantes murmurando: “Rogad por mí, pobre pecadora”. Luego inclinó la cabeza y su alma voló al cielo para contemplar a Dios y a la bella Señora que había visto ya en la tierra. Tenía 35 años.
Abril 18: Beato Andrés Hibernón, Religioso de la Primera Orden (1534‑1602). Beatificado por Pío VI el 22 de mayo de 1791.
Andrés Hibernón, nació en Alcantarilla, cerca de Murcia, España, de familia oriunda de Cartagena, de mala situación económica. Pasó la niñez en Alcantarilla y Valencia, en casa de sus tíos. Fueron características suyas en la adolescencia una viva piedad, el espíritu de trabajo, animado por la esperanza de mejorar la situación de pobreza de sus padres y proveer a la dote de su hermana. Habiendo ahorrado una suma determinada se fue para su casa, pero en el camino le robaron todo. El, que ya venía madurando el propósito de dedicarse a Dios, vio en este acontecimiento una llamada divina, y entró como hermano religioso entre los Hermanos Menores en Cartagena, en 1556. Después de siete años pidió licencia para pasar a la reforma de San Pedro de Alcántara, donde la disciplina era más austera.
Una pobreza llevada al extremo, los trabajos más duros, la petición de limosnas, las continuas penitencias dieron a su vida un aura de santidad que suscitó la admiración de su cohermano San Pascual Bailón, de San Juan de Rivera, Arzobispo de Valencia, de muchos ilustres contemporáneos y sobre todo del pueblo que lo observaba, lo admiraba y lo seguía. Fue de gran ayuda para sus cohermanos sacerdotes en la asistencia a los moribundos y en la conversión de los mahometanos.
En el convento encontró la soledad, la pobreza, la penitencia, todo lo que puede conducir a un alma a la más alta perfección. Los trabajos más humildes y difíciles eran los suyos. La recolección de limosna de casa en casa era para él el más grande apostolado. Para todos tenía una buena palabra, una sonrisa, un consejo.
Los pobres encontraron en él un hermano y un amigo siempre listo a consolarlos, a ayudarles, a orientarlos hacia personas que pudieran darles un trabajo. Con su ardiente palabra y con la fuerza de sus virtudes condujo hacia Dios a pecadores, condujo a la fe a mahometanos. Recitaba oraciones, ganaba indulgencias, participaba en misas en sufragio de las almas del purgatorio. Cuando hablaba del Pesebre de Jesús, de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo y de la dulcísima Madre celestial María, su rostro se iluminaba y cuantos lo oían sentían gran gozo espiritual. Alimentaba una filial devoción a Nuestra Señora, cada día recitaba la Corona de las siete alegrías y el oficio parvo de la Virgen, y visitaba sus santuarios. Dios glorificó la santidad de Andrés con el don de los milagros, bilocación, profecía multiplicación de los víveres, curación de los enfermos.
Con cuatro años de anticipación, predijo el día y hora de su muerte. Recibió con devoción los últimos sacramentos. Después de haber recitado con voz apagada la corona de la Virgen, se durmió dulcemente en el Señor, en el convento de Gandía, el 18 de abril de 1602, a los 68 años de edad. Por su intercesión se realizaron numerosos milagros.
Abril 19: Beato Conrado de Ascoli Piceno. Sacerdote de la Primera Orden (1234‑1289). Pío VI concedió Oficio y Misa en su honor el 30 de agosto de 1783.
Nació en Ascoli Piceno, de la familia Miliani, el 18 de septiembre de 1234. Junto con Jerónimo Masci, el futuro Nicolás IV, se hizo religioso en Ascoli y estudió en el Sacro convento de Asís y en Perusa, donde obtuvo el título de doctor. Siempre en compañía de su amigo Jerónimo Masci, enseñó luego en las escuelas de la Orden en Roma, Y cuando Jerónimo fue hecho Ministro general de la Orden, Conrado obtuvo de él licencia para ir como misionero al Africa. Recorrió evangelizando varias regiones de Libia y fue el primer misionero y explorador de Cirenaica.
Cuando Nicolás III encargó a Masci inducir al rey de Francia a desistir de la guerra contra España, le asignó por compañero a Conrado. Resuelta felizmente la misión de paz, regresaron a Roma, donde Masci en 1278 fue nombrado cardenal. Conrado, después de una permanencia de dos años en Roma, fue enviado a París para enseñar teología en la Universidad de dicha ciudad, donde se mostró como insigne maestro. En 1288, Jerónimo Masci fue elevado al trono pontificio con el nombre de Nicolás IV, y llamó a su lado a Conrado para aprovechar sus luminosos consejos.
Cuando oyó rumores de su inminente elevación al cardenalato, que se habían difundido en el ambiente parisino, él respondió en el discurso de despedida en una plaza pública exhortando a todos a amar las virtudes cristianas, sobre todo la vida oculta. Extenuado por el largo viaje, a principios de marzo llegó a Ascoli, donde fue recibido con grandes honores. Un mes después enfermó y predijo el día y hora de su muerte. Cuando se agravó el mal, recibió con angelical fervor los últimos sacramentos, se hizo colocar sobre el desnudo suelo y se durmió serenamente en el Señor. Era el 19 de abril de 1289. Tenía 55 años.
Nicolás IV sintió profundamente su muerte, y, confirmando que había tenido la intención de hacerlo cardenal, ordenó que se levantara un solemne mausoleo sobre su tumba en San Lorenzo delle Piagge. Después sus despojos mortales fueron transportados a la iglesia de San Francisco (mayo 28 de 1371).
Entre las virtudes practicadas por Conrado, fue característica la de la penitencia: revestido de un áspero hábito, caminaba con los pies descalzos, descansaba solamente unas pocas horas en una dura tabla, ayunaba a pan y agua cuatro de los siete días de la semana. Como base de su apostolado había puesto la devoción a la Santísima Trinidad, gracias a la cual obtuvo curaciones de toda clase y dos casos de resurrección de muertos. Florecieron mientras vivía aún, muchas leyendas sobre su santidad. Se le rindió culto popular desde tiempo inmemorial en las Marcas y en las diversas familias de la Orden minorítica.
Abril 20: Sierva de Dios Maria Josefa del Niño Jesús (Bárbara Micarelli) (1845‑1909).
Fundadora de las Misioneras Franciscanas del Niño Jesús. (Fiesta, abril 19).
Nacida en Sulmona el 3 de diciembre de 1845, hija de Bernardino Micarelli y Celestina Santini, Bárbara Micarelli vive la infancia y la niñez en su ciudad natal. En 1858 viven en L’Aquila. Hace sus estudios con las Hermanas Maestras Pías del Niño Jesús, Hacia los 20 años gravemente enferma es sanada milagrosamente por intercesión de San José y siente la inspiración de dedicarse al servicio de los miserables, huérfanos, abandonados y a fundar un Instituto de Hermanas al servicio de la Iglesia. Simultáneamente se siente movida fuertemente a buscar luz y apoyo en San Francisco de Asís. A la muerte de su madre y el matrimonio de su hermana María Donata, 1869, con su hermana Carmela se dedica a las obras de caridad. El 21 de noviembre de 1870 sale de su casa y comienza a llevar vida común con su hermana Carmela y Catalina Vicentini, con quienes, bajo la autoridad del Arzobispo de L’Aquila se dedica a enseñar el catecismo, la educación e instrucción, organiza la escuela de trabajo, visita a los enfermos y a los pobres en sus casas. Al crecer el número de alumnas se traslada a la casa paterna y muy pronto a otro local más amplio junto a Santa María di Farfa. Este servicio atrae a muchos pero despierta la resistencia del ambiente masónico de L’Aquila de la época.
En la Navidad de 1879, en Roma, con el nombre de Sor María Josefa del Niño Jesús, recibe el hábito franciscano de la penitencia de manos del Ministro general de los Hermanos Menores, Fr. Bernardino de Portogruaro, y nace así la comunidad de las Misioneras Franciscanas del Niño Jesús.
La comunidad crece incesantemente en L’Aquila, no sin dificultades, como la muerte de los dos primeros Comisarios franciscanos PP. Eusebio da Pratola y Pascual da Gambatesa, y las posteriores incomprensiones. Comienzan las nuevas fundaciones, entre ellas la de Santa María de los Angeles, a donde traslada la madre fundadora el noviciado para arraigar la formación del Instituto en la fuente de la espiritualidad franciscana. Allí abre la escuela de estudio y trabajo, visita a los enfermos, asiste a los moribundos, enseña el catecismo. Entretanto son aprobadas las Reglas y Constituciones del Instituto.
En el primer Capítulo general del Instituto, en 1894, por incomprensiones personales, por interferencias externas, y contradicciones respecto al gobierno del Instituto, la madre Fundadora es depuesta del gobierno, nombrada maestra de novicias y luego enviada a Cerdeña (noviembre de 1897) con el pretexto de fundar allí una casa. Al enfermarse gravemente regresa a Italia, y no pudiendo continuar su viaje a Asís a causa de su enfermedad, permanece en Roma hospedándose en casa de dos piadosas señoras; debido a sus dificultades con el Instituto se ve forzada a permanecer en Roma por diez años, en medio de enfermedades y el abandono de las suyas. Cuando cree superadas las dificultades en el Instituto, después del Capítulo de 1906, regresa a Santa María de los Angeles el 25 de marzo de 1909, deseosa de encontrar y abrazar nuevamente a sus hermanas; pero no es acogida en la casa. ¿Una nueva versión de la Perfecta Alegría? Por esto se ve obligada a buscar hospedaje entre las Hermanas Franciscanas de Asís, donde muere perdonando y pidiendo perdón el 19 de abril de 1909, asistida por el P. Feliciano Brinci, franciscano. Sus restos mortales fueron trasladados a la capilla de la casa Madre construida en Santa María de los Angeles por la Madre Matilde Zambini para acoger en su Instituto a la Madre Fundadora.
El Instituto de las Hermanas Misioneras Franciscanas del Niño Jesús se abre a la misión “ad gentes” y funda en Perú (1927), Libia (1929), Bélgica (1952), Estados Unidos (1961), Colombia (1964), Argentina (1964), Filipinas (1980), Bolivia (1982) Albania (1992), Paraguay (1997). Está en proceso de Beatificación.
Abril 21: San Conrado de Parzham. Religioso de la Primera Orden. (1818‑1894). Canonizado por Pío XI el 20 de mayo de 1934.
Conrado Birdorfer es el segundo alemán canonizado después de la escisión luterana, precedido por San Fidel de Sigmaringen, protomártir de la Propaganda Fide.
Nació el 22 de diciembre de 1818 de una familia numerosa, propietaria de una empresa en Venushof, en el valle del Rott, en la diócesis de Passavia. Huérfano a los 16 años, se dedicó a los trabajos agrícolas, distinguiéndose por la práctica de la virtud y el espíritu de oración. Sintiéndose llamado a la vida religiosa, entró de 31 años a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y emitió la profesión el 4 de octubre de 1852. Destinado al oficio de portero en el convento‑santuario de Altötting (Baja Baviera), permaneció allí 43 años, edificando a sus cohermanos y a los peregrinos mediante el ejercicio de la caridad y de una paciencia inalterable. Estaba como un centinela, dispuesto allí para dar consejos, una buena palabra  que devolviera la confianza a los desalentados. Su piedad eucrística y su devoción a a Virgen eran la fuente de aquella serenidad que contagiaba a quienes se le acercaban. Solía decir: “La Cruz es mi libro… una mirada a ella me enseña cómo debo actuar en cada circunstancia”.
Devoto de la Virgen y de la Eucaristía, dotado de dones extraordinarios, como el espíritu de profecía, llevó a cabo un despertar de la fe en las regiones donde se difundió la fama de su santidad. Animado por el celo apostólico también colaboró en la obra benéfica a favor de la infancia abandonada y periclitante conocida con el nombre de Liebesswerk.
El 18 de abril de 1894, después de haber acolitado la misa fue a la portería, pero allí se sintió mal, pidió a otro hermano que lo reemplazara en el trabajo esperando recuperar las fuerzas, pero las fuerzas no le volvieron. Después de Vísperas se dijo al superior humildemente: “Padre, ya no puedo más”... El le ordenó guardar cama en la celda llamada de la Sma. Virgen. Fray Conrado, sin dejar notar que sufría, apretando entre las manos el crucifijo y el rosario, se entregó a la oración. La mañana del 21 de abril recibió la santa comunión, la unción de los enfermos y la absolución general. La calma y la serenidad que brillaban en el rostro del piadoso religioso no dejaban ver la inminencia de la muerte. En cierto momento oyó sonar repetidamente la campanilla de la puerta, fiel a su deber hasta última hora, con gran esfuerzo se levantó e intentó salir, pero no tuvo fuerzas; pasó en aquel momento un novicio que con la ayuda de otros lo volvió a acomodar en el lecho. Pronto entró en agonía. Le rezaron las oraciones de los moribundos y a las 20 horas, al Ave María de la tarde, expiró santamente con la vista puesta en el cielo, el 21 de abril de 1894. Tenía 76 años de edad. A su muerte se agolparon muchos, sobre todo niños, a venerar sus despojos mortales.
Abril 22: Beato Francisco de Fabriano. Sacerdote de la Primera Orden. (hacia 1261‑1322). Pío VI aprobó su culto el 1 de abril de 1775.
Nació en Fabriano (Ancona) hijo del médico Compagno Venimbeni y Margarita di Federico. Entró en la Orden Franciscana de dieciséis años de edad, después de haber hecho estudios de filosofía. Durante el año de noviciado, transcurrido en Fabriano, obtuvo permiso de ir a Asís para ganar la indulgencia de la Porciúncula. Allí conversó con fray León, uno de los primeros compañeros de San Francisco, y, según su testimonio, muy precioso para la historiografía franciscana, leyó sus «escritos».
En 1316 y en el trienio 1318‑21 fue superior del nuevo convento construido por los hermanos de Fabriano. Durante su superiorato, al celebrarse en la ciudad por segunda vez el capítulo provincial, Francisco apeló a sus conciudadanos, que proveyeron generosamente al sostenimiento de los hermanos asistentes de todas partes de las Marcas.
Con los dineros recibidos de su padre construyó una biblioteca donde reunió una notable cantidad de manuscritos. Esto le valió el título de «primer fundador de bibliotecas» en la Orden Franciscana.
Su amor a los pobres fue grande. Ayudó a gran número de indigentes; él mismo preparaba cada día el alimento para sus predilectos, luego lo distribuía en la puerta del convento, donde acudían los pobres. Vestía una burda túnica que parecía un cilicio por su aspereza. Se flagelaba con ásperas disciplinas, dormía pocas horas en un duro jergón y el resto de la noche lo transcurría en oración. Incansable en su celo por las almas: pasaba muchas horas en el confesionario o en el anuncio de la palabra de Dios. Asistía a los enfermos y los preparaba para una buena muerte. Tema de su contemplación eran los misterios de la Pasión de Cristo, que le hacían derramar abundantes lágrimas. Celebraba la santa Misa con angélico fervor. Devotísimo de las almas del purgatorio no cesaba de ofrecer sufragios por ellas.
Francisco conoció con tiempo el día de su muerte; el 22 de abril de 1322 serenamente se durmió en el Señor, a los 61 años de edad, de los cuales 45 pasó en el ejercicio de las más heroicas virtudes.
Abril 23: Beato Gil de Asís. Discípulo de San Francisco, clérigo de la Primera Orden († 1262). Pío VI aprobó su culto el 4 de julio de 1777.
Entre los primeros compañeros de San Francisco está el Beato Gil de Asís, el cual respaldó su petición de hacerse Hermano Menor cediendo inmediatamente su propio manto cuando al convento de los hermanos llegó un pobre a pedir alguna cosa.
Sencillo, humilde, iletrado, sabía sin embargo impulsar a todos al amor de Dios y expresar dichos llenos de seráfica doctrina. La mayor parte de su vida se caracterizó por peregrinaciones: a Santiago de Compostela, al Monte Gargano (Santuario de San Miguel Arcángel), a Tierra Santa y más tarde al Africa. Ocupaba el tiempo de permanencia y sus esperas forzosas y se ganaba la caridad de las gentes con sus trabajos manuales. Hacía de todo: cargaba agua, recogía nueces o leña, nunca ocioso, siempre en silencio con Dios, con quien hablaba en la oración y en la contemplación, única fuente de su sabiduría cristiana. Así vino a ser el ejemplar de la vida franciscana primitiva, cuyo claustro es el mundo, su ocupación cualquier trabajo honesto y humilde, y su delicia estar con Dios en las noches silenciosas.
El día de San Jorge, el 23 de abril de 1209, Gil después de escuchar la Misa en Asís, bajó a la Porciúncula con la intención de dirigirse a San Francisco. Lo encontró saliendo de un bosquecillo y se le echó a los pies. «¿Qué quieres?», le preguntó Francisco. «Quiero quedarme contigo», respondió Gil. Y se quedó. Francisco lo declaró de inmediato «caballero de la mesa redonda» y en su compañía partió para la Marca de Ancona. A lo largo del camino fray Gil alababa a Dios y lleno de gratitud se postraba en tierra y besaba la hierba, las flores y las piedras. Cuando san Francisco predicaba él permanecía estático y decía a los demás: «Escúchenlo, porque habla maravillosamente». Fuera del tiempo necesario para la oración y la lectura del breviario, Gil trabajaba continuamente y como pago sólo recibía lo estrictamente necesario para la vida. Son célebres sus dichos llenos de sabiduría religiosa y de espíritu práctico. Una vez amonestó a un predicador parlanchín, gritándole detrás: «Bao, bao, bao, hablo mucho, poco hago». Con frecuencia su sabiduría era bondadosamente irónica, como cuando un hermano dijo que había soñado en el infierno y no había visto allí ningún hermano menor, le respondió: «Seguramente no bajaste hasta el fondo!». Ante uno que hablaba mucho sin pensar, dijo: «Pienso que uno debería tener el cuello largo como la grulla; así la palabra tendría que pasar por muchos nudos antes de subir a la boca!».
Entre 1215 y 1219 estuvo como ermitaño en las afueras de Asís. Entre 1219 y 1220 estuvo como misionero en Túnez, del 23 de junio de 1225 al 31 de enero de 1226, vivió en Rieti, en casa del cardenal Niccoló, deseoso de gozar de sus conversaciones espirituales.
Fray Gil era un contemplativo, un místico, que entraba en éxtasis con sólo oír mencionar el paraíso. San Francisco y San Buenaventura tuvieron para con él una gran admiración. Más tarde, muerto ya San Francisco, su vida transcurrió en los eremitorios de la Umbría, sobre todo en el de Monterípido, donde murió muy anciano el 23 de abril de 1262. Cercano a la muerte, cuando las autoridades de Perusa enviaron gente armada a custodiarlo, les envió recado para asegurarles que nunca las campanas de Perusa resonarían por su canonización ni por milagro alguno suyo. Llamado Beato por la voz del pueblo, la Iglesia le confirmó este título por medio de Pío VI el 4 de julio de 1777.
Abril 24. San Fidel de Sigmaringen. Sacerdote, mártir de la Primera Orden (1577‑1622). Canonizado por Benedicto XIV en 1746.
Fidel Reyd, hijo de Juan Reyd y Genoveva Rosamberger,  nació en Sigmaringen (Alemania) en 1577. Fue óptimo y apreciado jurista en Comar, Alsacia, después de haber estudiado en Friburgo, Suiza. Hablaba correctamente, además de su lengua materna, el francés y el italiano. Recto y devoto, fue abogado justo y caritativo, asumía gratuitamente la defensa de los pobres. Por esto mereció el apelativo de “Abogado de los pobres”, al lado de San Ivo de Bretaña, San Alfonso de Ligorio y San Andrés Avelino.
A los treinta y cinco años de edad, convencido de los peligros morales que su carrera le presentaba, y para evitar las injusticias casi inevitables en la profesión de las leyes, abandonó los códigos y pandectas para seguir otra vocación. Decidió hacerse hermano menor Capuchino en Friburgo, donde había estudiado. Pero antes quiso ser ordenado sacerdote, a fines de 1616. Se impuso obediencia, pobreza, humildad, espíritu de penitencia, de austeridad y de renuncia penitente. Elegido superior del convento de Weltkirchen, en Suiza, se dedicó con fervor a las obras apostólicas, en un momento muy difícil. En efecto, en el cantón suizo de los Grigioni, una dolorosa separación dividía a los católicos de los calvinistas, división que había degenerado en una sangrienta lucha política entre los Valligioni y el emperador de Austria.
El Papa Benedicto XIV escribió de él: «San Fidel derramaba la plenitud de su caridad en confortar y ayudar al prójimo, abrazaba con paternal corazón a todos los afligidos, sustentaba a numerosos pobres con limosnas recogidas por todas partes. Aliviaba la soledad de los huérfanos y las viudas, obteniéndoles el socorro de parte de los poderosos y de los príncipes. Ayudaba incansablemente a los prisioneros con todos los auxilios corporales y espirituales posibles, visitaba con solicitud a los enfermos, los alentaba, los reconciliaba con Dios, y los preparaba para enfrentar la batalla final. Este hombre Fiel de nombre y de hecho, sobresalió en la constante defensa de la fe católica».
Fidel anhelaba dar toda su sangre por el Señor y fue escuchado por Dios. En efecto, enviado a Suiza por la Propaganda Fide para dirigir la misión entre los herejes, las numerosas conversiones realizadas por él le acarrearon la ira de los jefes, que irrumpieron con disparos de fusil durante una predicación. Luego fue agredido fuera de la iglesia y herido de muerte. Sus últimas palabras fueron de perdón para sus asesinos. Su cuerpo fue bárbaramente desmembrado. Era el 24 de abril de 1622. Tenía 45 años. Sus restos reposan en el Duomo de Coira (Suiza). Su muerte conmovió hasta a los contendientes más cerrados y apresuró la pacificación. Los acontecimientos posteriores demostraron que el sacrificio de San Fidel no había sido en vano.
Abril 25: Beato Pedro de Betancur. Religioso de la Tercera Orden Regular (1626‑1667). Fundador de los Hermanos y las Hermanas Betlemitas. Beatificado por Juan Pablo II el 22 de junio de 1980.
Pedro de Betancur de San José nació de una familia pobre en Chasna o Villaflor (Tenerife) el 21 de marzo de 1626 y recibió una sana y sólida educación cristiana. Gran parte del día la pasaba pastoreando el rebaño en las cañadas de Teide. En el contacto con la naturaleza reforzó su afición a la contemplación y a la experiencia de Dios. Era el mayor entre cinco hermanos y llegó a ser un joven modelo. El capitán de las milicias Pedro Soler de Padilla lo escogió como compañero en su viaje a España, viviendo en Madrid. Oyó hablar de las Indias, meta en aquel tiempo de exploradores y cazadores de riquezas. En Pedro nació la vocación de mensajero del Evangelio. A los 24 años de edad dejó a Tenerife y se embarcó para el nuevo mundo el 18 de septiembre de 1649. La navegación fue prolongada y no exenta de dificultades. Sólo después de 17 meses tocaron tierra firme. El 18 de febrero de 1651 atravesó el puente de Matasanos por el que se llegaba a la floreciente ciudad de Santiago de los Caballeros en Guatemala, en el valle de Panchoy. En llegando allí exclamó: «Aquí quiero vivir y morir!».
En la nueva tierra trabajó, estudió, conoció la dura vida de los indios y de los esclavos. Maduró la vocación de ser pobre y consagrarse a los pobres, vivir y morir con ellos. Abrió su pequeña vivienda a los niños, a los cuales enseñaba catecismo y nociones elementales del saber. El método era original: con el canto, el juego, la danza. También la oración, como el Rosario, se podía hacer cantando y caminando. Así dio comienzo a su obra de evangelización. Transcurría los días entre el trabajo, la escuela, visita a los pobres y a los enfermos.
Guatemala ya era rica en conventos. Pedro se sintió atraído hacia el ideal franciscano. Se hizo terciario para ser franciscano y al mismo tiempo tener la libertad de un laico. Con el hábito de la penitencia tomó el oficio de encargado de la capilla del Calvario y de organizador de celebraciones de la Palabra de Dios. Una casita de paja fue el primer centro de su obra de caridad. «Casita de nuestra Señora de Belén», como la llamó. Transformada, servía de oratorio, escuela, enfermería, centro catequístico. Su ejemplo movió a otros terciarios que lo siguieron. Así se formó el primer núcleo de la Compañía Betlemita. Pensó también en los enfermos y en los convalecientes, contribuyendo a edificar un hospital con sus mismas manos. Dio comienzo a una Congregación de Hermanas Terciarias Franciscanas Betlemitas.
Una enfermedad repentina, quizás pulmonía, lo redujo al lecho. El 20 de abril de 1667 dictó su testamento. El 25 siguiente pareció entrar en éxtasis. Fue su muerte. A su sucesor, a todos los hermanos y hermanas de su Congregación les recomendó la humildad, la pobreza y la caridad. Quiso que el misterio de la Natividad del Señor fuera el emblema de su Orden. El testimonio de la vida y la heroicidad de las virtudes le merecieron la glorificación.
Abril 26: Beata María Bernarda Bütler, Virgen de la Tercera Orden Regular, Fundadora de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora (1848‑1924). Beatificada por Juan Pablo II el 29 de octubre de 1995. (Su fiesta es el 19 de mayo).
María Bernarda (Verena) Bütler nació en Auw, Suiza, el 28 de mayo de 1848, cuarta entre ocho hijos de Enrique y Catalina Bütler, modestos campesinos pero sabios padres cristianos. En 1867, acogiendo la invitación del Señor y guiada por su párroco, Verena ingresó entre las Clarisas Capuchinas del monasterio de Altstätten, en la diócesis de San Gall, edificando a sus hermanas con una vida ejemplar. Fue maestra de novicias y posteriormente superiora del Monasterio durante nueve años. Advirtiendo en su corazón una fuerte atracción por la vida misionera, aceptó de buen grado el llamado de Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo, en Ecuador, que le pedía ir como misionera a su diócesis. Superadas las dificultades iniciales y obtenido el indulto pontificio, el 19 de junio de 1888 María Bernarda y seis compañeras partieron para Ecuador, donde fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, para dedicarse con mayor libertad a las obras de caridad.
La meta de su evangelización era la extensión del Reino de Dios, la contemplación de la Trinidad, de la cual emana todo amor y misericordia, el Corazón de Jesús, la Eucaristía y María Santísima fueron el centro de su espiritualidad. El Señor guiaba a su sierva hacia otros campos necesitados. En 1895, la violenta persecución religiosa acaecida en el Ecuador, obligó a María Bernarda a refugiarse en Colombia. Recibida por Mons. Eugenio Biffi, la madre llegó a Cartagena en compañía de sus 15 primeras hermanas, el día 2 de agosto, fiesta de Santa María de los Angeles. Colombia fue la tierra donde Dios quiso que la heroica Madre se quedara para siempre y donde finalmente se consolidó su obra.
Después de haber guiado a su Congregación religiosa por casi treinta años, María Bernarda se durmió en el Señor el 19 de mayo de 1924, llorada por todos los pobres de la ciudad y por todos aclamada como santa.
Abril 27: Beato Jaime de Bitetto (Ilírico). Religioso de la Primera Orden (1400‑1490) Clemente XI aprobó su culto.
Nació en Dalmacia (de ahí el sobrenombre de Ilírico), más probablemente en Zara (según otros en Estridonio) hacia 1400, hijo de Leonardo y Beatriz Varinguer. De unos veinte años de edad entró a la Orden de los Hermanos Menores en Zara, en calidad de hermano religioso. En 1438 acompañó a Italia a su provincial; al llegar a Bari, pidió y obtuvo el poder permanecer en dicha provincia. Vivió doce años en diversos conventos y luego fue destinado a Bitetto, donde, salvo breves temporadas, permaneció hasta su muerte, por lo cual se le apoda también de Bitetto. Ejercitó principalmente el oficio de limosnero, y de esta forma ejerció un fructuoso apostolado; se distinguió por su caridad heroica durante la peste de 1482. Obró prodigios, algunos de ellos un tanto extraños y dignos del mundo de las «Florecillas». Los habitantes de la Apulia del siglo XV, durante 40 años vieron y admiraron al humilde penitente fray Jaime recorrer sus caminos, tocar de puerta en puerta, para pedir la limosna en el nombre del Señor y dar a cambio una palabra de aliento que brotaba de su gran corazón rebosante de caridad divina. Sólo Dios sabe cuánto bien hizo él con el buen ejemplo y con la palabra sencilla y persuasiva.
El nombre de nuestro Beato ha permanecido ligado a la gruta de nuestra Señora llamada «La Bendita», no muy lejos del convento. Enamoradísimo de la celestial Madre, pasaba largas horas en oración ante la imagen de María; muchas veces fue visto arrobado en dulcísimos éxtasis.
Dotado de espíritu profético, predijo muchas cosas que luego se cumplieron, entre ellas la curación o la muerte de personas enfermas que recurrían a él. Estos y muchos otros hechos prodigiosos glorificaron la santidad del humilde hermano limosnero y cocinero, quien en su vida nada buscó, nada pidió, nada amó sino a Dios.
Era ya muy anciano y su cuerpo estaba desgastado por las prolongadas penitencias. En los últimos años tenía que ayudarse con el bastón para sostenerse en pie. Finalmente vino la hermana muerte a invitarlo al reposo eterno. Siempre había vivido en el silencio y en la humildad y así su muerte fue rodeada de oración y de silencio. Una antigua pintura lo representa recostado en la dura estera, rodeado de sus cohermanos y de los fieles llorando. El rostro del moribundo está rodeado de una misteriosa luz, el gozo de los santos en el acto solemne de recibir el premio eterno. El Beato Jaime de Bitetto murió el 27 de abril de 1490. Tenía 90 años.
Abril 27: Santa Zita de Lucca (1218-1278) Empleada doméstica TOF. Canonizada en 1696.
Nació Zita en 1218, de padres pobres y devotos. Desde la edad de 12 años trabajó al servicio de la familia Fatinelli, en Lucca. Trabajadora incansable, piadosa y generosa, se hizo famosa por su ayuda a los enfermos, pobres y prisioneros.  Su dedicación al servicio le provocó envidia de sus colegas, que soportó pacientemente.
Es un buen ejemplo para aquellas personas que no hacen el bien esperando hacer algo mejor. Es la patrona de las empleadas del servicio doméstico.
Abril 28: Beato Luquesio de Poggibonsi. De la Tercera Orden (1181‑1260). Inocencio XII en 1694 concedió oficio y misa en su honor.
Luquesio nació en Gaggiano, caserío del Chianti. Siempre había deseado seguir la carrera de las armas y era del partido de los Güelfos. Pero después de haber participado en las luchas políticas a sus propias expensas, decidió retirarse y se trasladó a Poggibonsi (Siena), donde comenzó a ejercer el comercio con lo cual recuperó su holgura económica perdida en las lides políticas. Casado, era muy consciente de que una mujer es muy buena si no malgasta la hacienda. Pero poco a poco, de avaro que era, comenzó a ser generoso y fue acercándose paulatinamente a las prácticas piadosas, al igual que su mujer.
Ambos esposos eran bien diferentes de lo que habían sido de jóvenes. En aquel tiempo pasó por la región San Francisco, a quien Luquesio conocía ya como hijo de su colega Pedro de Bernardone, pero luego logró conocerlo también como santo y lo alojó gustoso en su casa. Impresionados por su espíritu de pobreza y sencillez, él y su esposa Buonadonna fueron a preguntarle a San Francisco cómo podían ellos, casados y con hijos, seguir el camino del Evangelio y poder tener una regla como ya les había dado a los Hermanos y a las Hermanas. Debía ser una norma de vida cuya observancia sirviera para imitar a aquellos que se habían consagrado a Dios.
Con tal fin Francisco venía pensando ya de tiempo atrás en una institución que agrupase bajo una regla de vida también a los laicos casados y trabajadores, que por lo mismo no podían observar completamente los tres votos de castidad, pobreza y obediencia.
Lo que en última instancia lo llevó a concretar esta idea fue la petición de los dos esposos de Poggibonsi. Señaló a Luquesio y a su mujer un vestido semejante al de los Hermanos. Más tarde les envió la regla de la llamada «Tercera Orden Franciscana», definida como «medula del santo Evangelio».
Los terciarios franciscanos se difundieron rápidamente y de manera sorprendente, puede decirse que en los siglos sucesivos muchos en Europa fueron terciarios franciscanos. En Italia, entre las glorias de la Tercera Orden se cuentan Giotto de Bondone, Dante Alighieri y Cristóbal Colón.
La tradición según la cual los dos esposos de Poggibonsi fueron los dos primeros terciarios franciscanos no es segura. Pero ellos fueron los primeros en alcanzar la gloria del altar porque en Poggibonsi el culto a los beatos Luquesio y Buonadona comenzó inmediatamente después de su muerte.
Muchos episodios, prodigiosos o edificantes se narran acerca del resto de su vida, que ciertamente se desarrolló santamente, en busca de una perfección siempre creciente, siguiendo cada vez más estrictamente la regla dada por San Francisco para la Tercera Orden. Luquesio y Buonadona fueron los primeros en practicarla, como medio de honestidad, de paz y de amor en la tierra, y de eterna bienaventuranza en el cielo. Murió el 26 de abril de 1260 y su cuerpo se venera en la iglesia de los hermanos menores.
Abril 29: Beato Benito de Urbino. Sacerdote de la Primera Orden (1560‑1625). Beatificado por Pío IX el 15 de enero de 1867.
Marco (este era su nombre de bautismo) nació el 13 de septiembre de 1560 de la ilustre familia de los Passionei. Quedó huérfano a los diez años; de carácter reflexivo, fue enviado a las universidades de Perusa y de Padua, donde obtuvo la láurea en filosofía y en leyes. De ahí se dirigió a Roma a la corte del cardenal Juan Jerónimo Albani; pero pronto debió regresar a Urbino a causa de dificultades familiares. Entretanto maduraba su vocación religiosa, de modo que a los veintitrés años pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Su constitución grácil y delicada creó serios obstáculos, que fueron superados por su tenaz insistencia y las óptimas condiciones morales del postulante.
Finalmente en 1585 fue admitido a la profesión religiosa, en la cual tomó el nombre de Benito. Realizados los estudios sagrados fue ordenado sacerdote y aprobado para el ministerio de la predicación, al cual se dedicó con fervor de alma y simplicidad de palabra. Escogido como compañero por San Lorenzo de Brindis para la misión entre los Husitas y los Luteranos en Bohemia en 1599, debió pronto regresar a la patria a causa de la delicada salud y la dificultad para aprender la lengua local. Prosiguió la predicación, dedicándose especialmente a la educación de los jóvenes, y sobre todo al empeño ascético. Desempeñó los oficios de guardián y definidor.
Profundamente humilde, evitaba cuanto pudiera producirle honores. Con paciencia y resignación toleró las enfermedades que martirizaban su frágil cuerpo hasta reducirlo a piel y huesos. Se flagelaba con disciplinas de hierro y llevaba a la cintura el cilicio. Se alimentaba escasamente, siempre viajaba descalzo, corto el sueño, muchas las horas consagradas a la oración, a la predicación y al confesionario. Para él, el sufrir era gozar, el sufrimiento lo asemejaba al Crucificado. El dolor es prenda segura de eterna felicidad. Con tiempo predijo su muerte, que esperó sereno y gozoso como su seráfico Padre para volar al cielo.
Al acercarse la última hora, pidió el viático y la unción de los enfermos, que recibió piadosamente. La tarde del 30 de abril de 1625 plácido y sereno entregó su alma en manos del Señor, en Fossombrone, en el convento de Montesacro, donde se conserva su cuerpo. Tenía 65 años, de los cuales vivió 41 en la Orden franciscana en el ejercicio de las más heroicas virtudes. Sus funerales fueron una solemne manifestación de piedad y de veneración. Los milagros hicieron glorioso su sepulcro.
Abril 30: San José Benito Cottolengo. Sacerdote de la Tercera Orden (1786‑1842). Fundador de Congregaciones masculinas y femeninas. Canonizado por Pío XI el 19 de marzo de 1934.
José Benito Cottolengo nació en Bra, en el Piamonte, de una familia de sólida tradición cristiana, el 3 de mayo de 1786, primogénito de doce hijos. Educado por su madre en las obras de misericordia para con los pobres y enfermos. Consagrado sacerdote el 8 de junio de 1811 se dedicó con celo al ministerio pastoral como vicepárroco en Corneliano d’Alba. Luego en Turín obtuvo la láurea en teología; nombrado canónigo, se inscribió en la Tercera Orden Franciscana. Parecía destinado a tareas bien distintas de las que había soñado de niño, de dedicarse a los pobres. Un caso imprevisto, el de una pobre mujer francesa, a la cual no se quisieron abrir las puertas de ningún hospital, fue el arranque para la gran obra en la humildad y simplicidad franciscana más genuina. Los locales crecieron, pero se hizo necesario abandonarlos; volvió a empezar en Valdocco, y más y más, siempre sin un centavo y siempre listo a pagar a todos los acreedores, se construyó una ciudad que acoge todas las miserias humanas que los otros no quieren o no pueden curar. Y pronto tuvo a su lado grupos de jóvenes, mujeres y hombres que vinieron a formar las congregaciones de caridad, de oración y de escuela que llenaron el «Cottolengo».
La preferencia en las aceptaciones era siempre para los más necesitados y excluidos. Las recomendaciones hacían más daño que provecho. Cada día visitaba a los enfermos. Para los epilépticos quería paredes acolchadas, para que no se hicieran daño. A los bobos, los llamaba «los buenos hijos». También hizo milagros, como cuando multiplicó las cerezas para poder darles a todos. Otras veces con una bendición curó enfermos, multiplicó la harina, dio poderes medicinales al agua del pozo. Rechazó ayudas del rey Carlos Alberto afirmando que su obra era sostenida por la Divina Providencia y por nuestra Señora. A los pies de la estatua de nuestra Señora encontró muchas veces las sumas necesarias para pagar a los acreedores. A menudo las cuentas eran saldadas misteriosamente por una bellísima señora. El demonio quiso muchas veces obstaculizar su obra, inclusive apareciéndosele. Cottolengo decía: «No tengan miedo, nuestra Señora está con nosotros nos protege y defiende».

El sábado 30 de abril de 1842 moría en Chieri, a los 56 años. Había salido de su «Casita de la Divina Providencia» para dejar el espacio a la nueva guardia. Pero la obra de su amor y de su extraordinaria fe sigue viva y crece según sus directivas. Cottolengo fue canonizado el 19 de marzo de 1934 por Pío XI, y definido por él como «un genio del bien».

No hay comentarios:

Publicar un comentario