Abril 1: Beato
Gandolfo de Binasco. Sacerdote de la Primera Orden († 1260). León
XIII aprobó su culto el 10 de marzo de 1881.
Gandolfo nació entre finales del siglo XII
y principios del XIII en la provincia de Milán, diócesis de Pavía. Fue educado
cristianamente por sus padres, iniciado por su padre en la literatura y en la
doctrina cristiana. Fascinado por el ejemplo de la vida y de la regla
evangélica de San Francisco, su contemporáneo, con heroica generosidad
dejó el mundo, distribuyó entre los pobres sus riquezas y pidió ser admitido en
la Orden de los Hermanos Menores. Como auténtico seguidor del seráfico
Pobrecillo, se dedicó al estudio, a la oración y a la penitencia. Sacerdote de
Cristo, dedicó toda su vida al bien de las almas en el ministerio de la
predicación y la evangelización. Con los pies descalzos y el crucifijo en la
mano, al cual llamaba su arma, predicó en las más grandes ciudades de Italia,
con palabra simple y ardiente; las conversiones fueron numerosísimas. Lunes,
miércoles y viernes ayunaba a pan y agua. Observaba rigurosamente tres
cuaresmas al año, la de Pascua, la de Navidad y la llamada de los «Benditos»,
que comenzaba con la Epifanía y duraba cuarenta días, su vestido era una áspera
túnica que le cubría su macilento cuerpo, mortificado con el cilicio.
Estaba íntimamente convencido de que el
apostolado de la palabra sólo tiene eficacia para llevar las almas a Cristo y
expiar y reparar los pecados de la humanidad cuando va acompañado de la oración
y la penitencia. Después de muchas peregrinaciones apostólicas llegó a Sicilia
donde transcurrió la última parte de su vida penitente.
En un eremitorio solitario cerca de Polizzi
Generosa, a 98 kilómetros de Palermo, se retiró para entregarse con más
libertad a una vida enteramente celestial, y recrear su espíritu en la
meditación del paraíso. Fray Pascual, hombre virtuoso, fue su compañero de
oración y soledad.
Varias veces Gandolfo dejó el eremitorio para ir a la evangelización. En
1260 fue invitado a predicar la cuaresma en Polizzi Generosa. Fue una
predicación que produjo grandes frutos. Sólo la interrumpió para visitar y
asistir antes de la muerte a su fiel seguidor fray Pascual que había
permanecido en el eremitorio. El miércoles santo, mientras predicaba, fue
interrumpido por el ruido de una imprevista bandada de golondrinas que entraron
en el templo. En el nombre del Señor les impuso silencio y ellas callaron. El
sábado santo el Beato anunció al pueblo de Polizzi que ya no lo volverían a oír
predicar. En efecto, aquel mismo día se sintió mal, recibió el viático y la
unción de los enfermos. Luego tomó entre sus manos el crucifijo, lo besó
repetidamente con profundos gemidos, y expiró serenamente. Era el 3 de abril de
1260. Glorioso en prodigios, León XIII aprobó su culto el 10 de marzo de 1881.
Abril 2: Beato
Leopoldo de Gaiche, Sacerdote de la Primera Orden (1732‑1815).
Beatificado por León XIII el 12 de marzo de 1893.
Leopoldo, bautizado con el nombre de
Giovanni, nació en Gaiche, Perusa, el 30 de octubre de 1732 y murió en
Monteluco de Espoleto el 2 de abril de 1815. Sus padres, José Croci y Antonia
María Giorgi, eran campesinos acomodados que educaron a su hijo en la vida
cristiana con sencillez y profundidad. Deseoso de consagrarse a Dios, escogió
la Orden de los Hermanos Menores y vistió el hábito el 19 de marzo de 1751 en
el convento de San Bartolomé de Civitola. De 1752 a 1757 se dedicó al
estudio de literatura, filosofía y teología. Ordenado sacerdote el 5 de marzo
de 1757, enseñó filosofía y teología con gran provecho de los estudiantes. Su
constante amor al saber se aprecia por sus manuscritos.
El campo de acción a que el Beato Leopoldo
ligó principalmente su nombre fue la predicación, a la cual se sentía más
atraído por sus excelentes cualidades de orador. Se distinguió sobre todo en
los cursos de misiones, que duraban por lo menos 15 días, con 3 o 4 sermones
diarios, siguiendo el método de San Leonardo de Puerto Mauricio, cuyo
reglamento para las Misiones llevaba siempre consigo y daba a leer al grupo de
misioneros que él dirigía. Viajaba siempre a pie.
En todas sus misiones eran característicos
los «despertadores», que tenían como misión despertar a los que vivían en
pecado. Después de una incisiva predicación, a menudo se flagelaba las
espaldas. Durante las misiones predicadas por él se hacían dos procesiones, una
penitencial en la cual participaban todos con los pies descalzos y coronas de
espinas en la cabeza, y la otra de la Virgen, en la cual intervenían
especialmente mujeres y muchachas vestidas de blanco. En 47 años de
ininterrumpido apostolado, según un pequeño “Diario de
predicaciones”, tuvo 30 cursos de Misiones, de 15 días de duración, predicando
varias veces al día, 40 cuaresmas, 14 cursos de adviento, 94 cursos de
ejercicios espirituales, muchas otras predicaciones aisladas en variados
lugares y circunstancias. Donde predicaba, inculcaba la devoción a la Pasión y
muerte de Jesús, por lo cual al termianr las misiones erigía el Via-crucis
(erigió 73). levantaba cruces conmemorativas sobre los montes y en las
llanuras. Los frutos recogidos de esta intensa predicación fueron copiosísimos.
Dentro de la Orden de los Hermanos Menores Fray Leopoldo desempeñó
importantes oficios: fue guardián, custodio de Provincia y Ministro provincial
de la Umbría. San Leonardo de Puerto Mauricio al morir dejó su
espiritualidad a otro gigante de los Retiros, el beato Leopoldo de Gaiche, que
en 47 años de predicación, respaldados con una penitencia implacable,
evangeliza la Umbría y el Lacio y lo fortalece y defiende contra los errores,
oponiéndose con su palabra poderosa a la corrupción de las costumbres. Tiene el
dolor de ver suprimido su querido convento de Monteluco, transformado por él en
Retiro modelo. Al caer el gobierno napoleónico, Leopoldo pudo retornar a su
retiro, pero gozó poco de la paz del retorno: ya enfermo y sin fuerzas por la
ancianidad, murió el 2 de abril de 1815, con llanto general de las gentes de
Espoleto. Tenía 83 años.
Abril 3: Beato Juan
de Penna. Sacerdote de la Primera Orden (hacia 1200‑ hacia 1271). Pío
VII concedió su oficio y misa en su honor el 20 de noviembre de 1806.
Juan, nacido hacia 1200 en Penna
San Giovanni, en la provincia de Macerata, pertenece a aquella primera
generación franciscana que hizo gloriosa la región de las Marcas. Es comúnmente
contado entre los discípulos de San Francisco sin que se puedan precisar
sus relaciones con el santo Fundador.
El capítulo 45 de las Florecillas de
San Francisco describe con vivos colores el candor de su alma, la vocación
franciscana, el largo apostolado en Provenza y en su patria, las experiencias
místicas, y las arduas pruebas a que fue sometido por el espíritu del mal al
final de sus días.
Juan, de unos quince años, fue atraído a la
naciente familia franciscana por la predicación de Fray Felipe, uno de los
primeros discípulos enviados por San Francisco a evangelizar las Marcas y
vistió el hábito de los Hermanos Menores en el convento de Recanati. Más tarde
llegó a ser sacerdote.
Su nombre está ligado a la primera
expedición franciscana a Provenza. Entre los treinta hermanos destinados por
San Francisco en el Capítulo de 1217 a la Galia Narbonesa, y bajo el mando
de Fray Juan Bonelli de Florencia, figura nuestro “Frater Joannes de Pinna
Picena”. De su ministerio en aquella región, que se prolongó por unos
veinticinco años, nada de particular nos han transmitido las fuentes. Sabemos
que se distinguió por el celo apostólico y por la elocuencia de su palabra,
hasta ser tenido como “predicador digno de veneración y admiración”. Junto con
los demás religiosos, se dedicó a frenar y combatir la herejía de los
albigenses, que en aquellos años bullía por toda Francia, y a restaurar las
costumbres y la concordia entre las regiones y las facciones. Se recuerda de
modo especial su caridad en la asistencia a los leprosos y otros enfermos. Con
su santa vida y actividad contribuyó a la primera difusión y al afianzamiento
del franciscanismo en tierras de Francia.
Las Florecillas de San Francisco
hablan así de él: “Viviendo en gran honestidad, santidad y ejemplaridad,
creciendo siempre en virtud y en gracia de Dios, era sumamente amado por los
hermanos y los seglares”. Es probable que haya conocido a San Antonio de
Padua en los años en que el santo predicó en Limoges y Tolosa y que haya
intervenido en el capítulo de Arles, célebre por la presencia del mismo santo y
de una aparición de San Francisco a los hermanos.
Después de veinticinco años de apostolado en Provenza, regresó a su
ciudad natal, donde transcurrió los últimos treinta años de su larga
peregrinación terrena, alternando los trabajos apostólicos con la contemplación
de las cosas celestiales. Fue avisado por un ángel de que su caminar terreno
estaba a punto de terminar. Superó los últimos ataques del demonio y murió
serenamente el 3 de abril de 1271. Tenía 71 años.
Abril 4: San Benito
de Palermo (el Moro). Religioso de la Primera Orden 1526‑1589.
Canonizado por Pío VII el 24 de mayo de 1807.
San Benito el Moro nació en 1526 en
San Fratello, provincia de Mesina, de padres cristianos, Cristóbal
Manassari y Diana Larcari, descendientes de esclavos negros. De adolescente
Benito cuidaba el rebaño del patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado
el «santo moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños,
fundada en la región natal por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la regla de
San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino
para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte de Lanza, fue
elegido superior por sus compañeros.
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que
Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una
Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos
Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado
por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana
Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a Palermo,
vivió allí veinticuatro años.
Al principio ejerció el oficio de cocinero
con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron
muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio, que en 1578,
siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres
años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión
del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su
santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas
manifestaciones del pueblo y de sus cohermanos.
Nombrado maestro de novicios, atendió a
este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se
creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió a su
primitivo oficio de cocinero. Un gran número de devotos iba a él a consultarlo,
entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de
Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre
al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose
hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento
la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus
oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de
las almas.
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su
muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1598 expiró
dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo:
“En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Su culto se difundió ampliamente
y vino a ser el protector de los pueblos negros.
Abril 5: Beata
María Crescencia Höss. Virgen Religiosa de la Tercera Orden Regular
(1682‑1744). Beatificada por León XIII el 7 de octubre de 1900.
María Crescencia Hoss, fue la penúltima de
ocho hermanos. Nació el 20 de octubre de 1682 en Kaufbeuren, diócesis de
Augusta, Baviera. Superadas dificultades familiares y la oposición de la
superiora del convento, el 5 de junio de 1703 fue admitida entre las Terciarias
Franciscanas de Mayerhoff en Kaufbeuren. Los primeros años de vida religiosa no
fueron fáciles, dada la incomprensión de la superiora Madre Teresa Schmidt. La
situación cambió radicalmente en 1707 con la nueva superiora, Madre María Juana
Altwoegerin. De 1709 a 1744 María Crescencia desempeñó los oficios más
importantes del convento: portera, maestra de novicias y superiora.
Por dieciséis años fue portera, oficio muy
humilde, pero para ella fue campo de apostolado intenso, que realizó con prudencia
y caridad. Católicos y luteranos socorridos por ella la llamaron “madre de los
pobres”. En 1726 la nombraron maestra de novicias, oficio que desempeñó con
absoluta consagración durante quince años. Día y noche estaba enteramente a
disposición de las novicias, las escuchaba, las estimulaba y las fortalecía en
las dificultades, pero sobre todo las exhortaba a la práctica de la humildad,
ofreciéndoles continuos ejemplos. Les recomendaba la práctica del silencio, el
recogimiento, la lectura de libros sagrados, en especial de los evangelios, las
exhortaba a tener como maestro de su vida a Jesús Crucificado. Fue también
sabia consejera para todos los que recurrían a ella en busca de consuelo en sus
penas y fortaleza en las dificultades. Sus numerosas cartas, publicadas unas,
inéditas otras, son una clara muestra del gran bien que hizo a las almas.
El 23 de julio de 1741 Sor María Crescencia fue elegida superiora de la
comunidad, a pesar de sus muchos esfuerzos por renunciar, sugeridos por su
humildad. El Ministro provincial de los Franciscanos, que presidía el capítulo,
la persuadió de aceptar. En los tres años de gobierno se convirtió en la
segunda fundadora del monasterio. Con muy buen sentido para la selección de
vocaciones, solía decir: «Dios quiere el convento rico de virtudes y no de
bienes temporales». Los puntos principales de su programa fueron: ilimitada
confianza en la divina Providencia, prontitud para los actos de la vida común,
amor a la pobreza, al silencio y al recogimiento, devoción a Jesús Crucificado,
a la Eucaristía y a la Inmaculada Madre celestial. Durante la cuaresma de 1744
enfermó gravemente y en la noche de Pascua del 5 de abril de 1744 pasó a
recibir el premio de sus virtudes en el cielo.
Abril 6: Beato
Guillermo de Sicli. Ermitaño de la Tercera Orden (1309‑1404). Pablo III
concedió en su honor oficio y Misa el 27 de junio de 1539.
Nació en 1309 en Noto, Sicilia, de familia
ilustre. A los 16 años fue escogido como paje en la corte de Federico II de
Aragón, rey de Sicilia. En una batida de cacería en 1335 en los alrededores de
Catania, Federico II fue atacado por un jabalí; Guillermo hizo frente a la
fiera y salvó al rey, pero sufrió la fractura del fémur derecho; su estado de
salud se agravó tanto, que recibió el santo viático con profundo recogimiento.
Durante la noche se le apareció Santa Agueda y le dijo: “Levántate, Guillermo
hermano, abandona la corte y vete a la soledad, allí Dios te hablará al
corazón”. Curado pero desertor, se presentó al soberano y le reveló la
aparición y le comunicó su decisión de consagrarse a Dios. De él obtuvo un
lugar llamado “La celda del Castillo”, en los alrededores de Noto, cerca de la
iglesia del Crucificado. Se convenció de aceptar también un caballo y una
pequeña suma de dinero, pero lo uno y lo otro los dio luego a un pobre, cuyos
míseros vestidos tomó para sí.
En la “Celda” vivió en completa pobreza y
por algunos años en compañía del cohermano Terciario Franciscano
San Conrado Confalonieri de Piacenza, que luego vino a ser protector de
Noto. Cuando éste, para apartarse todavía más del mundo escogió la localidad
llamada Pizzoni, Guillermo recibió de la Madre de Dios la orden de ir a Sicli,
en 1345, para renovar el culto a la Madona de la Pietá. Al lado de la iglesita
se construyó con sus manos un pequeño eremitorio. Vivió en áspera penitencia y
en oración fervorosa y constante, difundiendo la devoción a la Madre Dolorosa y
haciendo bien a todos. En 1350 recibió la visita de San Conrado
Confalonieri y con él pasó en oración toda la cuaresma. En 1382 amplió la
iglesia de Santa María de la Pietà. La devoción a nuestra Señora volvió a
florecer. La estima y veneración que los habitantes de Sicli y de las regiones
limítrofes tuvieron por el heroico ermitaño fueron tales, que en poco tiempo
aquel lugar solitario se convirtió en meta de peregrinaciones frecuentes y
fuente de celestiales prodigios.
Fray Guillermo, ermitaño terciario
franciscano, vivió en este nuevo eremitorio durante 57 años. Dormía en la dura
tierra, se alimentaba de lo que la caridad de los fieles le llevaba en señal de
devoción y reconocimiento. Su oración era constante, continua su unión con
Dios.
El 4 de abril de 1404, a los noventa y cinco años de edad, se abrieron
ante él las puertas del cielo. Las campanas sonaron a fiesta y anunciaron su
muerte bienaventurada. Clero y pueblo se dirigieron al eremitorio, donde
encontraron al anciano ermitaño con las manos juntas tendido en tierra, rodeado
de esplendores celestiales. Parecía absorto en éxtasis. Fue trasladado
procesionalmente a Sicli a la iglesia de San Mateo, y sepultado en una
urna de mármol.
Abril 7: Beata
María Asunta Pallotta. Virgen de la Tercera Orden Regular (1878‑1905).
Religiosa Franciscana Misionera de María. Beatificada por Pío XII, el 7 de
noviembre de 1954.
María Asunta Pallotta, hija de Luis
Pallotta y Eufrasia Casali, nació en Force (Ascoli Piceno) el 20 de agosto de
1878, primogénita entre cinco hermanos. Vivió los primeros años en Castel di
Croce hasta que su familia se trasladó definitivamente a Force. No pudo seguir estudios
regulares pues muy pronto tuvo que dedicarse al trabajo.
La determinación de abandonar el mundo
surgió en ella de una manera súbita e imperiosa, por lo cual, ayudada de
personas buenas, dada la pobreza de su familia, se dirigió a la casa de
probación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María el 4 de mayo de
1898. Vivió en Roma, Grottaferrata y Florencia, distinguiéndose por la
sencillez, la humildad, la prontitud para realizar los servicios más modestos y
los trabajos más pesados.
El Instituto de las Hermanas Franciscanas
de María recibía su bautismo de sangre, el 7 de julio de 1900, al ser
martirizadas por los Boxers siete misioneras en Shansi, China. La fundadora les
comunicó a las hermanas de la joven Congregación la noticia entre dolorida y
orgullosa. Hacia 1903 María Asunta pidió a la fundadora ser enviada a China,
para dar la vida por Cristo y por la fe.
La petición fue aceptada y el 19 de marzo
del año siguiente, después de recibir la bendición de San Pío X, junto con
otras nueve hermanas, se embarcaba en Nápoles para el Shansi, la misma misión
de las mártires, a donde llegó tres meses más tarde. Su deseo era el de
entregarse al apostolado, en cambio fue destinada a la cocina.
El invierno fue rigurosísimo; en los primeros meses del año siguiente,
1905, en todo Shansi cundió una terrible epidemia de tifo, y además de varias
huérfanas, murieron cuatro religiosas, la tercera de las cuales fue sor María
Asunta. Había caído enferma el 19 de marzo, aniversario de su partida de
Italia. La tarde del 7 de abril recibió los últimos sacramentos y veinte
minutos antes de morir, un perfume misterioso inundó las habitaciones donde
ella había vivido. En 1913, al exhumarla su cuerpo fue hallado en perfecto
estado de conservación. Los chinos la llamaron, «la santa de los perfumes». Es
la primera Franciscana Misionera de María que, sin pasar por el martirio,
recibió el reconocimiento oficial de su santidad. Ella hubiera querido
convertir a todos los habitantes de China, pero su apostolado fue veloz: se
terminó a los 27 años de edad.
Abril 8: Beato
Julián de San Agustín. Religioso de la Primera Orden (hacia 1553‑1606).
Beatificado por León XII el 23 de mayo de 1825.
Julián Martinet nació en Soria (Medina
Celi) en Castilla la Vieja, España, hijo de Andrés Martinet, francés fugitivo
de Tolosa a causa de los calvinistas, y de Catalina Gutiérrez, joven obrera de
Aguaviva. Ya enteramente educado, en edad juvenil vistió el hábito de los
Hermanos menores en el Convento‑Retiro de Salceda. Desde un comienzo se dio a
tan exageradas penitencias, que sus cohermanos lo juzgaron loco y le
aconsejaron retirarse. Después de mucha insistencia, fue recibido nuevamente,
pero luego fue despedido por los mismos motivos. Entonces se pasó a vivir cerca
del convento llevando una vida eremítica, cada día pedía a los frailes un trozo
de pan; y éstos conmovidos por su vida santa, lo aceptaron por tercera vez en
el convento y así finalmente pudo emitir la profesión en la Orden franciscana
en calidad de religioso laico. Después de una breve permanencia en los
conventos de Alcalá de Henares y de Ocaña, regresó al convento de
San Diego de Alcalá. Al encomendársele el oficio de limosnero se
distinguió por la rigurosa mortificación, la pobreza y la humildad. Favorecido
con el don de profecía y de ciencia infusa, mereció una gran veneración de
parte del pueblo, al que edificó con sus virtudes y donde logró muchas
conversiones.
El amor hacia Dios le inspiraba comprensión
para con el prójimo. La miseria de los pobres despertaba en él una tierna compasión.
Se interesaba por sus necesidades, los consolaba hablándoles de la felicidad
del cielo; exhortaba a los ricos a ayudar a los pobres y a darles trabajo.
Dividía su alimento con los hambrientos.
Era maravilloso su apostolado cuando de
puerta en puerta pedía la limosna. Por muchos años ejercitó este apostolado con
humildad y paciencia, tenía para todos una palabra de aliento, para llevar
almas a Dios, quien glorificaba la humildad de su siervo con prodigios: muchos
enfermos fueron curados, multiplicaba los alimentos; profesores de la
universidad de Alcalá a menudo iban a consultarle sobre difíciles asuntos y
volvían maravillados de sus respuestas, convencidos de que Dios le había
infundido la ciencia.
Después de una vida pura, inocente, mortificada, plena de obras buenas,
Fray Julián vio llegar finalmente la hora de la recompensa. Recibió los últimos
sacramentos con gran fervor, y luego, con el rostro iluminado por una luz
divina, abandonó el destierro para llegar a la patria del cielo. Era el 8 de
abril de 1606. Tenía 53 años de edad. A la noticia de su muerte el clero, los
profesores de la universidad, los nobles y sobre todo el pueblo que él había
amado tanto, acudieron al convento de los Hermanos Menores para venerar al
siervo de Dios, cuyo cuerpo permaneció expuesto por dieciocho días. Numerosos
milagros sucedieron en su tumba, que fue colocada en una capilla que el pueblo
de inmediato llamó de San Julián. En Alcalá le dedicaron una calle: Calle
San Julián.
Abril 9: Beato
Tomás de Tolentino. Sacerdote y mártir de la Primera Orden (1271‑1321).
León XIII aprobó su culto el 23 de julio de 1894.
Tomás de Tolentino y tres compañeros
también franciscanos: el sacerdote Jaime de Padua, el clérigo fray Pedro de
Siena y el religioso Fray Demetrio de Tillis, de origen georgiano o armenio,
conocedor de lenguas asiáticas, murieron mártires en India. Sólo el culto de
Tomás fue confirmado por León XIII el 23 de julio de 1894.
Nacido en 1271 en Tolentino, Tomás entró a
la Orden de los Hermanos Menores en 1285 y forma parte de los espirituales de
las Marcas, secuaces de Angel Clareno. En 1290 parte como misionero a través de
Grecia llega a Armenia, donde los franciscanos alcanzan la amistad del rey
Aitón II, que en 1291 envía a Tomás como su legado al Papa Nicolás IV, al rey
de Francia y al rey de Inglaterra para solicitar ayuda contra los sarracenos.
En 1296 por segunda vez vuelve a Italia para defender a los espirituales
clarenianos ante el Ministro General Juan de Morrovalle y la “communitas de la
Orden”.
En 1307 lo encontramos de nuevo en Europa
como enviado especial de Juan de Montecorvino, el célebre misionero franciscano
y primer Arzobispo de Pekín, para pedir ayuda y especialmente personal para la
misión de China. En esta ocasión Tomás se entrevistó con Clemente V en
Poitiers, y obtuvo de él muchas ayudas. En los años 1308‑1320 ejerció el
apostolado en China, junto al gran misionero Juan de Montecorvino. Hacia
finales de 1320 lo encontramos en Ormuz, en el Golfo Pérsico; con los tres
compañeros los hermanos Jaime, Pedro y Demetrio, llega al actual Bombay.
Desembarcan en la isla Salsetta, en la ciudad de Tana, donde los acogen algunos
cristianos nestorianos. Hospedados en una familia fueron identificados por los
mahometanos de la ciudad y conducidos ante el Cadi (Juez), al cual explica la
doctrina cristiana, no sin atacar la doctrina musulmana, el Corán y a Mahoma.
Esta fue la acusación causa de su condena y del martirio. Cuatro sicarios los
arrestan nuevamente y los decapitan, comenzando por Tomás, mientras Fray Pedro,
por el momento escapa a la muerte, pero alcanzado más tarde es decapitado
también. El martirio de los tres primeros tuvo lugar el 3 de abril y el de
Pedro el 11 de abril de 1321 siempre en Tana.
El sacrificio de estos heroicos mártires está documentado en las
relaciones privadas y sobre todo por la del Beato Odorico de Pordenone,
misionero y viajero contemporáneo en China. En 1326 llegó a Tana, transportó
por el mar los cuerpos de los mártires, no sin gravísimos peligros, a Zaiton,
en China y describió su martirio. La cabeza del Beato Tomás fue enviada a
Tolentino, su patria, donde el glorioso mártir y conciudadano fue venerado con
culto público, confirmado por León XIII el 23 de julio de 1894.
Abril 10: Beato
Marcos Fantuzzi de Bolonia. Sacerdote de la Primera Orden (1405‑1479).
Pío IX aprobó su culto el 5 de marzo de 1868.
Nació en 1405, hijo de Bartolomé y Lisa
Fantuzzi. En el bautismo le pusieron el nombre de Paz o Pasotto. Su padre fue
decapitado por participar en una conjuración contra el gobierno de la ciudad,
de manera que su educación corrió por cuenta de la madre. Ella esperaba
encaminarlo hacia la carrera universitaria. Y efectivamente realizó
brillantemente sus estudios. Pero después de una severa crisis religiosa,
ingresó a la Orden Franciscana, aconsejado por su conciudadano el Beato Jaime
Primaticci. Este hecho y la distribución de sus bienes entre los pobres,
causaron gran revuelo en Bolonia. El 25 de abril de 1431, fiesta de
San Marcos Evangelista, tomó el hábito religioso cambiando el nombre de
bautismo por el del santo evangelista. Se dedicó a un profundo estudio
teológico: sus textos preferidos fueron las «Homilías» de San Juan
Crisóstomo y de San León Magno, Papa.
Ordenado sacerdote, en varias épocas entró
en contacto con los grandes santos y predicadores de la época:
San Bernardino de Siena, San Juan de Capistrano, San Jaime de la
Marca, que lo impulsaron grandemente a la predicación. Primero predicó en zonas
rurales, luego comenzó a subir a los grandes púlpitos de Italia y finalmente su
acción de enseñanza y apostolado se extendió a Austria, Alemania, Polonia y
Rusia. En 1463 fue en calidad de misionero y peregrino a Palestina, visitando
devotamente los santos lugares. De regreso a Italia continuó su apostolado de
la predicación. Durante las solemnes predicaciones se empeñó firmemente en
pacificar los ánimos, devolver la concordia a las ciudades divididas en
facciones, promover la asistencia a los pobres y necesitados. Fundó en varias
ciudades italianas los Montes de Piedad, para cerrar el paso a los préstamos
onerosos de los usureros. Combatió los movimientos heréticos de los flagelantes
y de los fratricelos, que en aquel tiempo se difundían en algunas zonas de
Italia.
Se distinguió en la dirección de algunos
conventos locales y luego como Vicario provincial. Precisamente por estas sus
dotes y capacidades, el 27 de abril de 1452 fue elegido en Aquila Vicario
general de la Orden, cargo trienal al cual fue nuevamente llamado en 1464. En
este oficio quiso tomar contacto con los conventos esparcidos en Europa,
para lo cual hizo numerosos viajes por Italia y fuera de Italia, contribuyendo
así a un mayor desarrollo de la Orden. No eran tiempos fáciles para la Orden
Franciscana, agitada por corrientes y tomas de posición internas no siempre ortodoxas.
Precisamente en tales ocasiones Marcos demostró la capacidad de superior,
uniendo la firmeza a la caridad. Durante el pontificado de Sixto IV se empeñó
en impedir la unificación de las diversas familias franciscanas que este papa
tenía intención de realizar. Esta enérgica oposición le creó gravísimas
incomodidades, junto con graves acusaciones y contratiempos.
La muerte lo encontró en Piacenza, donde había ido a predicar la
cuaresma, el 10 de abril de 1479. Su cuerpo a partir de 1626 es venerado en la
basílica de Santa María de Campagna.
Abril 11: Beato Angel de
Chiavasso. Sacerdote de la Primera Orden (1411‑1495). Aprobó su culto Benedicto XIV
el 25 de abril de 1753.
Angel Carletti, bautizado con el nombre de
Antonio, nació en 1411 en Chiavasso, en el Piamonte. Estudió en su ciudad
natal y luego en Bolonia, donde obtuvo la láurea en derecho canónico y civil.
Culto, brillante, docto, tenía por delante una brillante carrera, y su madre ya
le había escogido mujer de acuerdo con su condición. Pero el joven secretamente
ya había decidido desposarse con la pobreza evangélica, la dama de san
Francisco y sus frailes.
Dio este paso cuando tenía 33 años, después
de la muerte de su madre. Sus bienes los dividió por mitades entre su hermano y
los pobres. La Orden de los Hermanos Menores, que poco antes había perdido a
San Bernardino de Siena, lo recibió con su ingenio, su fe, su espíritu de
renuncia. Con tales dotes, Fray Angel de Chiavasso fue predicador, estudioso y
teólogo, polemista y maestro de almas.
Se confiaron a su dirección personajes como
el duque de Savoya Carlos I, y la Beata Paula Gambara Costa, condesa de Binasco
y Santa Catalina de Génova. Y precisamente para ayudar a los directores
de almas compuso su «Suma de los casos de conciencia», tratados con delicadeza
verdaderamente angelical.
Por encargo de Sixto IV predicó la cruzada
contra los turcos que ocupaban a Otranto, en 1480. Fue apóstol en los valles
alpinos contra los herejes, obteniendo espectaculares y conmovedoras
conversiones. Pobrísimo por renuncia voluntaria, fue gran benefactor de los
pobres, a quienes defendió de los prepotentes y de los usureros.
Los breves papales no lograron alejarlo de
las responsabilidades importantes de la Orden, entre ellas la de Vicario
General de la Orden. Después de la edad de ochenta años finalmente pudo volver
a ser el humilde hermano en el convento de Cuneo, donde murió en 1495, y donde
todavía hoy se venera su cuerpo incorrupto.
El 10 de diciembre de 1520, en Wittemberg, el monje rebelde Martín
Lutero, arrojó a las llamas no sólo la bula papal de excomunión, sino también
el «Código de derecho canónico», la «Suma de los casos», del beato Carletti,
llamada comúnmente «Suma angélica», y que el reformador alemán definía como
«más que diabólica». Angel Carletti había muerto un cuarto de siglo antes, en
1495 y es cierto que si todos los religiosos de la época hubieran sido como él,
la polémica de los reformadores habría perdido mucho de su atractivo.
Abril 12: Beata Pierina
Morosini. Virgen y mártir de la Orden Franciscana seglar (1931‑1957). Beatificada
por Juan Pablo II el 4 de octubre de 1987.
Hija mayor de los esposos Roque Morosini y
Sara Noris, nació en Fiobbio, diócesis y provincia de Bérgamo, el 7 de enero de
1931. Educada cristianamente por sus padres, y en especial por su madre. Hizo
sus estudios primarios con buenos resultados, pero, debido a la pobreza de la
familia, que necesitaba de su trabajo, aprendió el oficio de la costura, y a la
edad de quince años se colocó a trabajar en la fábrica de confecciones Honeger
de Albino. Allí iba todos los días a pie, con la alegría de ser útil a los
suyos. En el ambiente de trabajo se distinguió siempre por su diligencia y
cortesía, su espíritu reservado, su fe y caridad, de modo que se ganó la estima
y el respeto de los directivos y de sus compañeros de trabajo, a quienes
edificaba con su ejemplo. Inscrita en la Juventud Femenina de la Acción
Católica participó en la peregrinación a Roma para la beatificación de María
Goretti (27.04.1947); fue el único viaje que realizó en su vida. Se empeñó
activamente en todas las obras parroquiales, especialmente como celadora del
seminario y de las Misiones. Cada mañana antes de ir al trabajo se acercaba a
la mesa eucarística y mientras iba al trabajo o regresaba del mismo, rezaba
siempre el Rosario.
Como de costumbre, el 4 de abril de 1957 había comenzado oportunamente
su actividad acostumbrada. En las primeras horas de la tarde, mientras
regresaba de Albino a su casa, en un lugar solitario fue abordada por un joven
que no le ocultó sus torpes propósitos. Pierina trató de hacerle entender la
gravedad de sus intenciones y le opuso una fuerte resistencia. Fue inútil.
Agredida, se defendió con todas sus fuerzas. Herida mortalmente en la nuca con
una piedra repetidas veces, siguió pronunciando palabras de fe y de heroico
perdón, hasta que entró en un coma irreversible. Hallada más tarde en el lugar
de su martirio, fue llevada al hospital de Bérgamo, donde, sin volver en sí,
falleció el 6 de abril siguiente. Tenía 26 años de edad. El cirujano que la
visitó en el hospital, inmediatamente exclamó: «Tenemos una nueva María
Goretti» y cuantos conocían su bondad y rectitud, de inmediato la consideraron
mártir. Beatificada por el Papa Juan Pablo II el 4 de octubre de 1987. La Beata
Pierina ofrece un sendero luminoso para todos los que sienten la fascinación de
los retos del evangelio.
Abril 13: Beato Juan XXIII (Angel José Roncalli) Papa.
Terciario Franciscano (1881‑1963). Beatificación: septiembre 3 de 2000, Juan
Pablo II. (Fiesta: octubre 11).
Nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte (Bérgamo), bautizado
el mismo día. Estudió en el seminario diocesano de Roma, ordenado sacerdote el
10 de agosto de 1904. Profesor en el Seminario diocesano (1905‑1914),
Secretario del Obispo Mons. Giacomo Maria Radini Tedeschi.
1915‑1918, Capellán militar. 1919‑1920, Director espiritual del
Seminario Diocesano, funda la “Casa para estudiantes”. De 1921 a 1925,
Presidente del Consejo central de Italia para la Propagación de la Fe. El 19 de
marzo de 1925, es nombrado Visitador apostólico en Bulgaria, ordenado obispo.
Nombrado primer delegado apostólico en Bulgaria en 1931, en 1934 es trasladado
con el mismo cargo a Turquía. De 1944‑1953, Nuncio Apostólico en Francia. En
1953, nombrado Patriarca de Venecia. Elegido Papa el 28 de octubre de 1958,
toma el nombre de Juan XXIII. El 25 de enero de 1959 anuncia la celebración del
21 Concilio Ecuménico. Del 24 al 31 de enero de 1960, celebra el Sínodo
Diocesano de Roma. Fue el primer Papa que rompió el encierro voluntario en El
Vaticano, de donde salió repetidamente a cumplir deberes humanitarios o a
satisfacer su devoción. Peregrinó a Asís antes de iniciar el Concilio, lo mismo
que a diversos Santuarios de Italia. Se volvieron comunes sus visitas
inesperadas a parroquias y conventos. El 15 de mayo de 1961 publica la
encíclica Mater et Magistra, el 11 de octubre de 1962 abre el Concilio
Ecuménico Vaticano II. El 11 de abril de 1963 publica la Encíclica Pacem in
Terris. Cuando se esperaba que sería su pontificado breve y de mera transición,
el Espíritu Santo lo iluminó para la realización del Concilio Vaticano II, con
el afán de airear la Iglesia, y desencadenar un enorme proceso de renovación,
hacerla mirar al mundo con los ojos de Dios y responder a sus inquietudes actuales.
Fue el Papa Bueno, querido por todos. Su última enfermedad mantuvo a todo el
mundo pendiente. Murió santamente el 3 de junio de 1963.
Abril 14: Beata
María Restituta (Elena) Kafka (1894‑1943). TOR, Virgen y Mártir.
Beatificada por Juan Pablo II en Viena el 21 de junio de 1998. (Su fiesta el 29
de octubre).
Nació el 1 de mayo de 1894 en Hussowitz, Moravia, hija de Antonio y
María Stehlik. De niña trabajó como doméstica y como vendedora ambulante de
tabacos. Hacia los 15 años decidió hacerse religiosa. Superada la oposición
inicial de sus padres, en 1914 fue recibida entre las Hermanas Franciscanas de
la Caridad Cristiana, en Viena. Primeramente trabajó en los hospitales
Neunkirchen y Lainz; en 1919 fue trasladada al hospital de Mölding, donde se debió
desempeñar como enfermera en la sala de cirugía; por su gran habilidad se ganó
el aprecio de los médicos, hasta llegar a ser una especie de instructora para
los recién llegados. Se prodigaba incansablemente en el servicio a los enfermos
y a sus cohermanas, si bien a veces algunas personas no congeniaban con ella
por sus actitudes firmes y resueltas. Al entrar al gobierno el
nacionalsocialismo también allí comenzó la persecución contra la Iglesia. Sor
María Restituta defendió con firmeza los derechos de los enfermos y de los
pobres y la libertad religiosa de los enfermos, negándose a aceptar las
restricciones injustas que se trataba de imponer. Personalmente colocó
Crucifijos en los diferentes lugares del hospital, contra expresas
prohibiciones de las autoridades. A lo largo de su vida cultivó una especial
devoción a la Santísima Virgen Dolorosa. Acusada injustamente, fue detenida por
la Gestapo el 18 de febrero de 1942. En la cárcel debió padecer hambre y
condiciones higiénicas infrahumanas durante trece meses. Condenada finalmente a
la pena capital, se preparó devotamente: emitió en voz alta su profesión
religiosa y recibió la sagrada comunión, repitiendo: “He vivido para Cristo y
por Cristo ansío morir”. Fue decapitada el 30 de marzo de 1943.
Abril 15: San Benito
José Labre. Peregrino, cordígero de la Tercera Orden (1748‑1783)
Canonizado el 8 de diciembre de 1881 por León XIII.
Nació en Amettes, Francia el 26 de marzo de
1748. Su familia vivía del producto de una finca, pero vivían precariamente,
pues eran 15 hijos.
Benito José era el mayor, hizo los primeros
estudios en su pueblo natal, mostrando una seriedad superior a su edad. A los
12 años de edad, su tío materno, el sacerdote Francisco José, le enseñó los
primeros elementos de latín. A los 16 años manifestó el deseo de hacerse
trapense, a lo cual se opuso su familia; cuando la madre lo reprendía por
algunos sacrificios demasiado duros para su edad, él le respondía cariñosamente
que no se preocupara, pues él debía prepararse para realizar su vocación de
Trapense. Se hizo peregrino, no por el gusto de vagar, sino para ir a pie a las
diversas trapas francesas, cuyas puertas siempre tocó en vano. Primero, era
demasiado joven, luego demasiado débil. A lo largo de los caminos pudo saciar
su sed de oración en los santuarios de Francia, España e Italia.
En Italia descubrió su verdadera vocación.
El Señor lo llamaba a una soledad mayor aun que la de los claustros: lo puso en
los caminos y en los caminos habría de permanecer, llegando a ser el «vagabundo
de Dios». Se desprendía de todo, abandonaba su cuerpo a la intemperie, vestido
de andrajos, entre insectos, las llagas corroían sus carnes, pero se elevaba
siempre más en una oración de la cual nadie podía distraerlo. Iba ceñido con
una cuerda, la de los cordígeros de San Francisco de la Tercera Orden que
le habían dado en la Basílica de San Francisco en Asís. De sus espaldas
pendía un saco que contenía todas sus riquezas: «La Imitación de Cristo», el
nuevo Testamento y el breviario que recitaba diariamente. Tenía sobre el pecho
un crucifijo, al cuello una corona, en las manos un rosario. Un bocado de pan y
alguna hierba le bastaban para su alimento diario. Lo que recibía por caridad y
juzgaba superfluo, lo distribuía a otros pobres. Casi siempre dormía al aire libre,
al pie de un árbol, al lado de una cerca. Visitó varias veces a Loreto, Asís,
Nápoles, Bari, Fabriano, Einsiedeln, Compostela, Paray‑le‑Monial.
Los últimos años de su vida los pasó en Roma, dormía habitualmente en un
rincón de las ruinas del Coliseo. Una mañana de abril de 1783 fue encontrado
desmayado en la calle que conduce a Santa María ai Monti, y murió el 16 del
mismo mes en la trastienda de un carnicero que lo había recogido. Tenía 35
años. En cuanto expiró, corrió la voz por toda Roma: «Ha muerto el Santo!».
Abril 16: Aniversario
de la fundación de la Orden Franciscana. Memoria de San Francisco de Asís.
Renovación de la Profesión Religiosa.
San Francisco de Asís, místico cantor
de las criaturas, Santo del Amor y de la Fraternidad universal, renovador de la
sociedad en el espíritu del Evangelio, estigmatizado por Cristo, después de su
conversión acogió a los discípulos que quisieron ponerse bajo su dirección.
Primero fueron doce, después aumentaron cada vez más. «La Orden de los Hermanos
Menores» brotó de la mente y del corazón de Francisco, que ya era todo de Dios
y de las almas, en Rivotorto, en la Porciúncula. Obtuvo de Inocencio III la
aprobación de la Orden el 16 de abril de 1209 verbalmente; y por escrito, de
Honorio III el 29 de noviembre de 1223, con la bula “Solet annuere”. A sus
seguidores el Poverello les entregó su amor a la pobreza, su mensaje de Paz y
Bien y el código del Evangelio como norma de vida.
Los hijos de San Francisco están
esparcidos por todo el mundo y desarrollan actividades pastorales, misioneras,
científicas, educativas, caritativas, asistenciales. Constituyen el más fuerte
movimiento al servicio de la Iglesia. Franciscanos se llaman todos los que
pertenecen a las tres órdenes instituidas por San Francisco.
PRIMERA ORDEN: Dividida en tres familias:
Franciscanos Hermanos Menores: 18.000 religiosos en unos 3.200 conventos. Se
proponen la conformidad con Cristo en la pobreza evangélica, en el apostolado
de la predicación a los fieles y a los infieles, Franciscanos Hermanos Menores
Conventuales: 4.000 religiosos en 672 conventos. Se proponen observar el
Evangelio de Jesucristo viviendo en obediencia, sin propio y en castidad y en
el apostolado en todas sus formas, entre fieles, disidentes e infieles.
Franciscanos Hermanos Menores Capuchinos: Unos 12.500 religiosos en unos 1.300
conventos. Se proponen la imitación de Cristo en el ascetismo y en el
apostolado, según la más estricta tradición franciscana. En conjunto los
franciscanos de la Primera Orden son unos 34.000 religiosos en unos 5.100
conventos.
SEGUNDA ORDEN: Fundada por
San Francisco en la Porciúncula el 18 de marzo de 1212, cuando vistió el
sayal de las damas pobres de la penitencia a Santa Clara. El ideal evangélico
se extendía así a las mujeres. Las Clarisas, divididas en diversas familias,
hoy en conjunto son unas 22.000 en 1.075 monasterios.
TERCERA ORDEN, instituida por
San Francisco en 1221, para invitar a los que viven en el mundo a una más
perfecta vida evangélica. Hoy se divide en Tercera Orden Regular (que viven en
comunidad) unos 2.500 religiosos y unas 100.000 religiosas hermanas de varios
centenares de congregaciones o institutos (alrededor de 400). La Orden
Franciscana Seglar cuenta con más de 3.000.000 de Terciarios y terciarias en el
mundo.
RENOVACION DE LA PROFESION RELIGIOSA:
Oh Dios Padre nuestro, recordamos agradecidos el día en que, por medio
de tu Espíritu Santo, nos llamaste a seguir las huellas del Poverello de Asís
para ser en el mundo fermento de vida evangélica. Conscientes del don de tu
llamamiento, te repetimos nuestra respuesta de amor, renovando gozosos los
compromisos asumidos en la Fraternidad. Acepta esta humilde ofrenda de nuestras
voluntades, y, por intercesión de María Virgen, del Padre San Francisco y
de todos los Santos, socorre nuestra debilidad con la abundancia de tu gracia.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Abril 17: Santa
Bernardita Soubirous. Virgen Cordígera de la Tercera Orden (1844‑1879).
Canonizada por Pío XI el 8 de diciembre de 1933.
Nació en Lourdes el 7 de enero de 1844, la
mayor de nueve hijos del molinero Francisco y Luisa Casterot. En 1845 estuvo a
punto de morir por el cólera, debido a lo cual siembre tuvo una salud precaria.
Por cuidar a sus hermanitos y a las ovejas no pudo frecuentar la escuela.
Deseosa de hacer la primera comunión, fue preparada por las Hermanas de Nevers.
Se propuso entonces recibir la comunión con la mayor frecuencia posible.
Del 11 de febrero al 16 de julio de 1858,
en la gruta de Massabielle, en el transcurso de 18 apariciones la Bienaventurada
Virgen María viene a Bernardita, la hace su confidente, instrumento de su
maternal ternura y de la misericordia omnipotente del Hijo. La primera
aparición tiene lugar el 11 de febrero. Hacía frío y en la casa Soubirous no
había leña. Bernardita, su hermana Antonieta y una compañera fueron enviadas a
buscar ramas secas. Atravesaron el río Gave, en la roca de Massabielle, que
formaba una pequeña gruta, había mucha leña. Bernardita, que había quedado
sola, oyó un rumor, la gruta se llenó de luz, una espléndida Señora apareció
sobre la roca de la gruta. Instintivamente la muchacha se arrodilló, sacó el
rosario y comenzó a rezar, haciendo pasar entre sus dedos las cuentas del
rosario. La Señora tenía en la mano el Rosario sin responder al Ave María, solamente
al final de la decena se unía a Bernardita para rezar el Gloria. Cuando terminó
el Rosario, la bella Señora desapareció. Las apariciones se repitieron
dieciocho veces y Bernardita no se contradijo nunca describiendo a la bella
Señora. Cuando por tres veces le preguntó quién era, por tres veces la oyó
responder: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
A la gruta acudían fieles numerosos en
oración. Del lado del monte brotó una fuente milagrosa: los ciegos recobraban
la vista, los sordos el oído y todos quedaban curados... El 3 de julio de 1858
Bernardita recitó la última oración en la gruta, luego partió para Nevers e
ingresó en la vida religiosa. El día en que tomó el hábito dijo a sus
cohermanas: “He venido aquí para esconderme”. Por 20 años llevó vida
oculta como religiosa, en medio de grandes pruebas y sufrimientos. El 22 de
septiembre de 1878 pronuncia los votos perpetuos y el 8 de diciembre, fiesta de
la Inmaculada, es recibida como “cordígera de San Francisco de Asís”, en
la gran familia franciscana. Sin fuerzas, oprimida por el asma, respiraba
difícilmente. A las expresiones de extrañeza, ella respondía que tales
sufrimientos eran necesarios, era preciso que ella sufriese para seguir siendo
digna de haber visto a la Virgen Inmaculada.
El 28 de marzo de 1879 recibió con viva fe los últimos sacramentos; el
16 de abril se unió a las oraciones por los agonizantes murmurando: “Rogad por
mí, pobre pecadora”. Luego inclinó la cabeza y su alma voló al cielo para
contemplar a Dios y a la bella Señora que había visto ya en la tierra. Tenía 35
años.
Abril 18: Beato
Andrés Hibernón, Religioso de la Primera Orden (1534‑1602). Beatificado
por Pío VI el 22 de mayo de 1791.
Andrés Hibernón, nació en Alcantarilla,
cerca de Murcia, España, de familia oriunda de Cartagena, de mala situación
económica. Pasó la niñez en Alcantarilla y Valencia, en casa de sus tíos.
Fueron características suyas en la adolescencia una viva piedad, el espíritu de
trabajo, animado por la esperanza de mejorar la situación de pobreza de sus padres
y proveer a la dote de su hermana. Habiendo ahorrado una suma determinada se
fue para su casa, pero en el camino le robaron todo. El, que ya venía madurando
el propósito de dedicarse a Dios, vio en este acontecimiento una llamada
divina, y entró como hermano religioso entre los Hermanos Menores en Cartagena,
en 1556. Después de siete años pidió licencia para pasar a la reforma de
San Pedro de Alcántara, donde la disciplina era más austera.
Una pobreza llevada al extremo, los
trabajos más duros, la petición de limosnas, las continuas penitencias dieron a
su vida un aura de santidad que suscitó la admiración de su cohermano
San Pascual Bailón, de San Juan de Rivera, Arzobispo de Valencia, de
muchos ilustres contemporáneos y sobre todo del pueblo que lo observaba, lo
admiraba y lo seguía. Fue de gran ayuda para sus cohermanos sacerdotes en la
asistencia a los moribundos y en la conversión de los mahometanos.
En el convento encontró la soledad, la
pobreza, la penitencia, todo lo que puede conducir a un alma a la más alta
perfección. Los trabajos más humildes y difíciles eran los suyos. La
recolección de limosna de casa en casa era para él el más grande apostolado.
Para todos tenía una buena palabra, una sonrisa, un consejo.
Los pobres encontraron en él un hermano y
un amigo siempre listo a consolarlos, a ayudarles, a orientarlos hacia personas
que pudieran darles un trabajo. Con su ardiente palabra y con la fuerza de sus
virtudes condujo hacia Dios a pecadores, condujo a la fe a mahometanos.
Recitaba oraciones, ganaba indulgencias, participaba en misas en sufragio de
las almas del purgatorio. Cuando hablaba del Pesebre de Jesús, de la Pasión,
muerte y resurrección de Cristo y de la dulcísima Madre celestial María, su
rostro se iluminaba y cuantos lo oían sentían gran gozo espiritual. Alimentaba
una filial devoción a Nuestra Señora, cada día recitaba la Corona de las siete
alegrías y el oficio parvo de la Virgen, y visitaba sus santuarios. Dios
glorificó la santidad de Andrés con el don de los milagros, bilocación,
profecía multiplicación de los víveres, curación de los enfermos.
Con cuatro años de anticipación, predijo el día y hora de su muerte.
Recibió con devoción los últimos sacramentos. Después de haber recitado con voz
apagada la corona de la Virgen, se durmió dulcemente en el Señor, en el
convento de Gandía, el 18 de abril de 1602, a los 68 años de edad. Por su
intercesión se realizaron numerosos milagros.
Abril 19: Beato Conrado
de Ascoli Piceno. Sacerdote de la Primera Orden (1234‑1289). Pío VI concedió Oficio y Misa
en su honor el 30 de agosto de 1783.
Nació en Ascoli Piceno, de la familia
Miliani, el 18 de septiembre de 1234. Junto con Jerónimo Masci, el futuro
Nicolás IV, se hizo religioso en Ascoli y estudió en el Sacro convento de Asís
y en Perusa, donde obtuvo el título de doctor. Siempre en compañía de su amigo
Jerónimo Masci, enseñó luego en las escuelas de la Orden en Roma, Y cuando
Jerónimo fue hecho Ministro general de la Orden, Conrado obtuvo de él licencia
para ir como misionero al Africa. Recorrió evangelizando varias regiones de
Libia y fue el primer misionero y explorador de Cirenaica.
Cuando Nicolás III encargó a Masci inducir
al rey de Francia a desistir de la guerra contra España, le asignó por
compañero a Conrado. Resuelta felizmente la misión de paz, regresaron a Roma,
donde Masci en 1278 fue nombrado cardenal. Conrado, después de una permanencia
de dos años en Roma, fue enviado a París para enseñar teología en la
Universidad de dicha ciudad, donde se mostró como insigne maestro. En 1288,
Jerónimo Masci fue elevado al trono pontificio con el nombre de Nicolás IV, y
llamó a su lado a Conrado para aprovechar sus luminosos consejos.
Cuando oyó rumores de su inminente
elevación al cardenalato, que se habían difundido en el ambiente parisino, él
respondió en el discurso de despedida en una plaza pública exhortando a todos a
amar las virtudes cristianas, sobre todo la vida oculta. Extenuado por el largo
viaje, a principios de marzo llegó a Ascoli, donde fue recibido con grandes
honores. Un mes después enfermó y predijo el día y hora de su muerte. Cuando se
agravó el mal, recibió con angelical fervor los últimos sacramentos, se hizo
colocar sobre el desnudo suelo y se durmió serenamente en el Señor. Era el 19
de abril de 1289. Tenía 55 años.
Nicolás IV sintió profundamente su muerte,
y, confirmando que había tenido la intención de hacerlo cardenal, ordenó que se
levantara un solemne mausoleo sobre su tumba en San Lorenzo delle Piagge.
Después sus despojos mortales fueron transportados a la iglesia de
San Francisco (mayo 28 de 1371).
Entre las virtudes practicadas por Conrado, fue característica la de la
penitencia: revestido de un áspero hábito, caminaba con los pies descalzos,
descansaba solamente unas pocas horas en una dura tabla, ayunaba a pan y agua
cuatro de los siete días de la semana. Como base de su apostolado había puesto
la devoción a la Santísima Trinidad, gracias a la cual obtuvo curaciones de
toda clase y dos casos de resurrección de muertos. Florecieron mientras vivía
aún, muchas leyendas sobre su santidad. Se le rindió culto popular desde tiempo
inmemorial en las Marcas y en las diversas familias de la Orden minorítica.
Abril 20: Sierva de Dios Maria Josefa
del Niño Jesús (Bárbara Micarelli) (1845‑1909).
Fundadora de las Misioneras Franciscanas
del Niño Jesús. (Fiesta, abril 19).
Nacida en Sulmona el 3 de diciembre de
1845, hija de Bernardino Micarelli y Celestina Santini, Bárbara Micarelli vive
la infancia y la niñez en su ciudad natal. En 1858 viven en L’Aquila. Hace sus
estudios con las Hermanas Maestras Pías del Niño Jesús, Hacia los 20 años
gravemente enferma es sanada milagrosamente por intercesión de San José y
siente la inspiración de dedicarse al servicio de los miserables, huérfanos,
abandonados y a fundar un Instituto de Hermanas al servicio de la Iglesia.
Simultáneamente se siente movida fuertemente a buscar luz y apoyo en
San Francisco de Asís. A la muerte de su madre y el matrimonio de su
hermana María Donata, 1869, con su hermana Carmela se dedica a las obras de caridad.
El 21 de noviembre de 1870 sale de su casa y comienza a llevar vida común con
su hermana Carmela y Catalina Vicentini, con quienes, bajo la autoridad del
Arzobispo de L’Aquila se dedica a enseñar el catecismo, la educación e
instrucción, organiza la escuela de trabajo, visita a los enfermos y a los
pobres en sus casas. Al crecer el número de alumnas se traslada a la casa
paterna y muy pronto a otro local más amplio junto a Santa María di Farfa. Este
servicio atrae a muchos pero despierta la resistencia del ambiente masónico de
L’Aquila de la época.
En la Navidad de 1879, en Roma, con el
nombre de Sor María Josefa del Niño Jesús, recibe el hábito franciscano de la
penitencia de manos del Ministro general de los Hermanos Menores,
Fr. Bernardino de Portogruaro, y nace así la comunidad de las Misioneras
Franciscanas del Niño Jesús.
La comunidad crece incesantemente en
L’Aquila, no sin dificultades, como la muerte de los dos primeros Comisarios
franciscanos PP. Eusebio da Pratola y Pascual da Gambatesa, y las posteriores
incomprensiones. Comienzan las nuevas fundaciones, entre ellas la de Santa
María de los Angeles, a donde traslada la madre fundadora el noviciado para
arraigar la formación del Instituto en la fuente de la espiritualidad
franciscana. Allí abre la escuela de estudio y trabajo, visita a los enfermos,
asiste a los moribundos, enseña el catecismo. Entretanto son aprobadas las
Reglas y Constituciones del Instituto.
En el primer Capítulo general del
Instituto, en 1894, por incomprensiones personales, por interferencias
externas, y contradicciones respecto al gobierno del Instituto, la madre
Fundadora es depuesta del gobierno, nombrada maestra de novicias y luego
enviada a Cerdeña (noviembre de 1897) con el pretexto de fundar allí una casa.
Al enfermarse gravemente regresa a Italia, y no pudiendo continuar su viaje a
Asís a causa de su enfermedad, permanece en Roma hospedándose en casa de dos
piadosas señoras; debido a sus dificultades con el Instituto se ve forzada a
permanecer en Roma por diez años, en medio de enfermedades y el abandono de las
suyas. Cuando cree superadas las dificultades en el Instituto, después del
Capítulo de 1906, regresa a Santa María de los Angeles el 25 de marzo de 1909,
deseosa de encontrar y abrazar nuevamente a sus hermanas; pero no es acogida en
la casa. ¿Una nueva versión de la Perfecta Alegría? Por esto se ve obligada a
buscar hospedaje entre las Hermanas Franciscanas de Asís, donde muere
perdonando y pidiendo perdón el 19 de abril de 1909, asistida por el P.
Feliciano Brinci, franciscano. Sus restos mortales fueron trasladados a la
capilla de la casa Madre construida en Santa María de los Angeles por la Madre
Matilde Zambini para acoger en su Instituto a la Madre Fundadora.
El Instituto de las Hermanas Misioneras Franciscanas del Niño Jesús se
abre a la misión “ad gentes” y funda en Perú (1927), Libia (1929), Bélgica
(1952), Estados Unidos (1961), Colombia (1964), Argentina (1964), Filipinas
(1980), Bolivia (1982) Albania (1992), Paraguay (1997). Está en proceso de
Beatificación.
Abril 21: San Conrado
de Parzham. Religioso de la Primera Orden. (1818‑1894). Canonizado por
Pío XI el 20 de mayo de 1934.
Conrado Birdorfer es el segundo alemán
canonizado después de la escisión luterana, precedido por San Fidel de
Sigmaringen, protomártir de la Propaganda Fide.
Nació el 22 de diciembre de 1818 de una
familia numerosa, propietaria de una empresa en Venushof, en el valle del Rott,
en la diócesis de Passavia. Huérfano a los 16 años, se dedicó a los trabajos
agrícolas, distinguiéndose por la práctica de la virtud y el espíritu de
oración. Sintiéndose llamado a la vida religiosa, entró de 31 años a la Orden
de los Hermanos Menores Capuchinos y emitió la profesión el 4 de octubre de
1852. Destinado al oficio de portero en el convento‑santuario de Altötting
(Baja Baviera), permaneció allí 43 años, edificando a sus cohermanos y a los
peregrinos mediante el ejercicio de la caridad y de una paciencia inalterable.
Estaba como un centinela, dispuesto allí para dar consejos, una buena palabra
que devolviera la confianza a los desalentados. Su piedad eucrística y su
devoción a a Virgen eran la fuente de aquella serenidad que contagiaba a
quienes se le acercaban. Solía decir: “La Cruz es mi libro… una mirada a ella
me enseña cómo debo actuar en cada circunstancia”.
Devoto de la Virgen y de la Eucaristía,
dotado de dones extraordinarios, como el espíritu de profecía, llevó a cabo un
despertar de la fe en las regiones donde se difundió la fama de su santidad.
Animado por el celo apostólico también colaboró en la obra benéfica a favor de
la infancia abandonada y periclitante conocida con el nombre de Liebesswerk.
El 18 de abril de 1894, después de haber acolitado la misa fue a la
portería, pero allí se sintió mal, pidió a otro hermano que lo reemplazara en
el trabajo esperando recuperar las fuerzas, pero las fuerzas no le volvieron.
Después de Vísperas se dijo al superior humildemente: “Padre, ya no puedo
más”... El le ordenó guardar cama en la celda llamada de la Sma. Virgen. Fray
Conrado, sin dejar notar que sufría, apretando entre las manos el crucifijo y
el rosario, se entregó a la oración. La mañana del 21 de abril recibió la santa
comunión, la unción de los enfermos y la absolución general. La calma y la
serenidad que brillaban en el rostro del piadoso religioso no dejaban ver la
inminencia de la muerte. En cierto momento oyó sonar repetidamente la
campanilla de la puerta, fiel a su deber hasta última hora, con gran esfuerzo
se levantó e intentó salir, pero no tuvo fuerzas; pasó en aquel momento un novicio
que con la ayuda de otros lo volvió a acomodar en el lecho. Pronto entró en
agonía. Le rezaron las oraciones de los moribundos y a las 20 horas, al Ave
María de la tarde, expiró santamente con la vista puesta en el cielo, el 21 de
abril de 1894. Tenía 76 años de edad. A su muerte se agolparon muchos, sobre
todo niños, a venerar sus despojos mortales.
Abril 22: Beato
Francisco de Fabriano. Sacerdote de la Primera Orden. (hacia 1261‑1322).
Pío VI aprobó su culto el 1 de abril de 1775.
Nació en Fabriano (Ancona) hijo del médico
Compagno Venimbeni y Margarita di Federico. Entró en la Orden Franciscana de
dieciséis años de edad, después de haber hecho estudios de filosofía. Durante
el año de noviciado, transcurrido en Fabriano, obtuvo permiso de ir a Asís para
ganar la indulgencia de la Porciúncula. Allí conversó con fray León, uno de los
primeros compañeros de San Francisco, y, según su testimonio, muy precioso
para la historiografía franciscana, leyó sus «escritos».
En 1316 y en el trienio 1318‑21 fue superior
del nuevo convento construido por los hermanos de Fabriano. Durante su
superiorato, al celebrarse en la ciudad por segunda vez el capítulo provincial,
Francisco apeló a sus conciudadanos, que proveyeron generosamente al
sostenimiento de los hermanos asistentes de todas partes de las Marcas.
Con los dineros recibidos de su padre
construyó una biblioteca donde reunió una notable cantidad de manuscritos. Esto
le valió el título de «primer fundador de bibliotecas» en la Orden Franciscana.
Su amor a los pobres fue grande. Ayudó a
gran número de indigentes; él mismo preparaba cada día el alimento para sus
predilectos, luego lo distribuía en la puerta del convento, donde acudían los
pobres. Vestía una burda túnica que parecía un cilicio por su aspereza. Se flagelaba
con ásperas disciplinas, dormía pocas horas en un duro jergón y el resto de la
noche lo transcurría en oración. Incansable en su celo por las almas: pasaba
muchas horas en el confesionario o en el anuncio de la palabra de Dios. Asistía
a los enfermos y los preparaba para una buena muerte. Tema de su contemplación
eran los misterios de la Pasión de Cristo, que le hacían derramar abundantes
lágrimas. Celebraba la santa Misa con angélico fervor. Devotísimo de las almas
del purgatorio no cesaba de ofrecer sufragios por ellas.
Francisco conoció con tiempo el día de su muerte; el 22 de abril de 1322
serenamente se durmió en el Señor, a los 61 años de edad, de los cuales 45 pasó
en el ejercicio de las más heroicas virtudes.
Abril 23: Beato Gil
de Asís. Discípulo de San Francisco, clérigo de la Primera Orden
(† 1262). Pío VI aprobó su culto el 4 de julio de 1777.
Entre los primeros compañeros de
San Francisco está el Beato Gil de Asís, el cual respaldó su petición de
hacerse Hermano Menor cediendo inmediatamente su propio manto cuando al
convento de los hermanos llegó un pobre a pedir alguna cosa.
Sencillo, humilde, iletrado, sabía sin
embargo impulsar a todos al amor de Dios y expresar dichos llenos de seráfica
doctrina. La mayor parte de su vida se caracterizó por peregrinaciones: a
Santiago de Compostela, al Monte Gargano (Santuario de San Miguel
Arcángel), a Tierra Santa y más tarde al Africa. Ocupaba el tiempo de
permanencia y sus esperas forzosas y se ganaba la caridad de las gentes con sus
trabajos manuales. Hacía de todo: cargaba agua, recogía nueces o leña, nunca
ocioso, siempre en silencio con Dios, con quien hablaba en la oración y en la
contemplación, única fuente de su sabiduría cristiana. Así vino a ser el
ejemplar de la vida franciscana primitiva, cuyo claustro es el mundo, su
ocupación cualquier trabajo honesto y humilde, y su delicia estar con Dios en
las noches silenciosas.
El día de San Jorge, el 23 de abril de
1209, Gil después de escuchar la Misa en Asís, bajó a la Porciúncula con la
intención de dirigirse a San Francisco. Lo encontró saliendo de un
bosquecillo y se le echó a los pies. «¿Qué quieres?», le preguntó Francisco.
«Quiero quedarme contigo», respondió Gil. Y se quedó. Francisco lo declaró de
inmediato «caballero de la mesa redonda» y en su compañía partió para la Marca
de Ancona. A lo largo del camino fray Gil alababa a Dios y lleno de gratitud se
postraba en tierra y besaba la hierba, las flores y las piedras. Cuando san
Francisco predicaba él permanecía estático y decía a los demás: «Escúchenlo,
porque habla maravillosamente». Fuera del tiempo necesario para la oración y la
lectura del breviario, Gil trabajaba continuamente y como pago sólo recibía lo
estrictamente necesario para la vida. Son célebres sus dichos llenos de
sabiduría religiosa y de espíritu práctico. Una vez amonestó a un predicador
parlanchín, gritándole detrás: «Bao, bao, bao, hablo mucho, poco hago». Con
frecuencia su sabiduría era bondadosamente irónica, como cuando un hermano dijo
que había soñado en el infierno y no había visto allí ningún hermano menor, le
respondió: «Seguramente no bajaste hasta el fondo!». Ante uno que hablaba mucho
sin pensar, dijo: «Pienso que uno debería tener el cuello largo como la grulla;
así la palabra tendría que pasar por muchos nudos antes de subir a la boca!».
Entre 1215 y 1219 estuvo como ermitaño en
las afueras de Asís. Entre 1219 y 1220 estuvo como misionero en Túnez, del 23
de junio de 1225 al 31 de enero de 1226, vivió en Rieti, en casa del cardenal
Niccoló, deseoso de gozar de sus conversaciones espirituales.
Fray Gil era un contemplativo, un místico, que entraba en éxtasis con
sólo oír mencionar el paraíso. San Francisco y San Buenaventura
tuvieron para con él una gran admiración. Más tarde, muerto ya
San Francisco, su vida transcurrió en los eremitorios de la Umbría, sobre
todo en el de Monterípido, donde murió muy anciano el 23 de abril de 1262.
Cercano a la muerte, cuando las autoridades de Perusa enviaron gente armada a
custodiarlo, les envió recado para asegurarles que nunca las campanas de Perusa
resonarían por su canonización ni por milagro alguno suyo. Llamado Beato por la
voz del pueblo, la Iglesia le confirmó este título por medio de Pío VI el 4 de
julio de 1777.
Abril 24. San Fidel
de Sigmaringen. Sacerdote, mártir de la Primera Orden (1577‑1622).
Canonizado por Benedicto XIV en 1746.
Fidel Reyd, hijo de Juan Reyd y Genoveva
Rosamberger, nació en Sigmaringen (Alemania) en 1577. Fue óptimo y
apreciado jurista en Comar, Alsacia, después de haber estudiado en Friburgo,
Suiza. Hablaba correctamente, además de su lengua materna, el francés y el
italiano. Recto y devoto, fue abogado justo y caritativo, asumía gratuitamente
la defensa de los pobres. Por esto mereció el apelativo de “Abogado de los
pobres”, al lado de San Ivo de Bretaña, San Alfonso de Ligorio y
San Andrés Avelino.
A los treinta y cinco años de edad,
convencido de los peligros morales que su carrera le presentaba, y para evitar
las injusticias casi inevitables en la profesión de las leyes, abandonó los
códigos y pandectas para seguir otra vocación. Decidió hacerse hermano menor
Capuchino en Friburgo, donde había estudiado. Pero antes quiso ser ordenado
sacerdote, a fines de 1616. Se impuso obediencia, pobreza, humildad, espíritu
de penitencia, de austeridad y de renuncia penitente. Elegido superior del
convento de Weltkirchen, en Suiza, se dedicó con fervor a las obras
apostólicas, en un momento muy difícil. En efecto, en el cantón suizo de los
Grigioni, una dolorosa separación dividía a los católicos de los calvinistas,
división que había degenerado en una sangrienta lucha política entre los
Valligioni y el emperador de Austria.
El Papa Benedicto XIV escribió de él:
«San Fidel derramaba la plenitud de su caridad en confortar y ayudar al
prójimo, abrazaba con paternal corazón a todos los afligidos, sustentaba a
numerosos pobres con limosnas recogidas por todas partes. Aliviaba la soledad
de los huérfanos y las viudas, obteniéndoles el socorro de parte de los
poderosos y de los príncipes. Ayudaba incansablemente a los prisioneros con
todos los auxilios corporales y espirituales posibles, visitaba con solicitud a
los enfermos, los alentaba, los reconciliaba con Dios, y los preparaba para
enfrentar la batalla final. Este hombre Fiel de nombre y de hecho, sobresalió
en la constante defensa de la fe católica».
Fidel anhelaba dar toda su sangre por el Señor y fue escuchado por Dios.
En efecto, enviado a Suiza por la Propaganda Fide para dirigir la misión entre
los herejes, las numerosas conversiones realizadas por él le acarrearon la ira
de los jefes, que irrumpieron con disparos de fusil durante una predicación.
Luego fue agredido fuera de la iglesia y herido de muerte. Sus últimas palabras
fueron de perdón para sus asesinos. Su cuerpo fue bárbaramente desmembrado. Era
el 24 de abril de 1622. Tenía 45 años. Sus restos reposan en el Duomo de Coira
(Suiza). Su muerte conmovió hasta a los contendientes más cerrados y apresuró
la pacificación. Los acontecimientos posteriores demostraron que el sacrificio
de San Fidel no había sido en vano.
Abril 25: Beato
Pedro de Betancur. Religioso de la Tercera Orden Regular (1626‑1667).
Fundador de los Hermanos y las Hermanas Betlemitas. Beatificado por Juan Pablo
II el 22 de junio de 1980.
Pedro de Betancur de San José nació de
una familia pobre en Chasna o Villaflor (Tenerife) el 21 de marzo de 1626 y
recibió una sana y sólida educación cristiana. Gran parte del día la pasaba
pastoreando el rebaño en las cañadas de Teide. En el contacto con la naturaleza
reforzó su afición a la contemplación y a la experiencia de Dios. Era el mayor
entre cinco hermanos y llegó a ser un joven modelo. El capitán de las milicias
Pedro Soler de Padilla lo escogió como compañero en su viaje a España, viviendo
en Madrid. Oyó hablar de las Indias, meta en aquel tiempo de exploradores y
cazadores de riquezas. En Pedro nació la vocación de mensajero del Evangelio. A
los 24 años de edad dejó a Tenerife y se embarcó para el nuevo mundo el 18 de
septiembre de 1649. La navegación fue prolongada y no exenta de dificultades.
Sólo después de 17 meses tocaron tierra firme. El 18 de febrero de 1651
atravesó el puente de Matasanos por el que se llegaba a la floreciente ciudad
de Santiago de los Caballeros en Guatemala, en el valle de Panchoy. En llegando
allí exclamó: «Aquí quiero vivir y morir!».
En la nueva tierra trabajó, estudió,
conoció la dura vida de los indios y de los esclavos. Maduró la vocación de ser
pobre y consagrarse a los pobres, vivir y morir con ellos. Abrió su pequeña
vivienda a los niños, a los cuales enseñaba catecismo y nociones elementales
del saber. El método era original: con el canto, el juego, la danza. También la
oración, como el Rosario, se podía hacer cantando y caminando. Así dio comienzo
a su obra de evangelización. Transcurría los días entre el trabajo, la escuela,
visita a los pobres y a los enfermos.
Guatemala ya era rica en conventos. Pedro
se sintió atraído hacia el ideal franciscano. Se hizo terciario para ser
franciscano y al mismo tiempo tener la libertad de un laico. Con el hábito de
la penitencia tomó el oficio de encargado de la capilla del Calvario y de
organizador de celebraciones de la Palabra de Dios. Una casita de paja fue el
primer centro de su obra de caridad. «Casita de nuestra Señora de Belén», como
la llamó. Transformada, servía de oratorio, escuela, enfermería, centro
catequístico. Su ejemplo movió a otros terciarios que lo siguieron. Así se
formó el primer núcleo de la Compañía Betlemita. Pensó también en los enfermos
y en los convalecientes, contribuyendo a edificar un hospital con sus mismas
manos. Dio comienzo a una Congregación de Hermanas Terciarias Franciscanas
Betlemitas.
Una enfermedad repentina, quizás pulmonía, lo redujo al lecho. El 20 de
abril de 1667 dictó su testamento. El 25 siguiente pareció entrar en éxtasis.
Fue su muerte. A su sucesor, a todos los hermanos y hermanas de su Congregación
les recomendó la humildad, la pobreza y la caridad. Quiso que el misterio de la
Natividad del Señor fuera el emblema de su Orden. El testimonio de la vida y la
heroicidad de las virtudes le merecieron la glorificación.
Abril 26: Beata
María Bernarda Bütler, Virgen de la Tercera Orden Regular, Fundadora de
las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora (1848‑1924).
Beatificada por Juan Pablo II el 29 de octubre de 1995. (Su fiesta es el 19 de
mayo).
María Bernarda (Verena) Bütler nació en
Auw, Suiza, el 28 de mayo de 1848, cuarta entre ocho hijos de Enrique y
Catalina Bütler, modestos campesinos pero sabios padres cristianos. En 1867,
acogiendo la invitación del Señor y guiada por su párroco, Verena ingresó entre
las Clarisas Capuchinas del monasterio de Altstätten, en la diócesis de
San Gall, edificando a sus hermanas con una vida ejemplar. Fue maestra de
novicias y posteriormente superiora del Monasterio durante nueve años.
Advirtiendo en su corazón una fuerte atracción por la vida misionera, aceptó de
buen grado el llamado de Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo, en
Ecuador, que le pedía ir como misionera a su diócesis. Superadas las
dificultades iniciales y obtenido el indulto pontificio, el 19 de junio de 1888
María Bernarda y seis compañeras partieron para Ecuador, donde fundó la
Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, para
dedicarse con mayor libertad a las obras de caridad.
La meta de su evangelización era la
extensión del Reino de Dios, la contemplación de la Trinidad, de la cual emana
todo amor y misericordia, el Corazón de Jesús, la Eucaristía y María Santísima
fueron el centro de su espiritualidad. El Señor guiaba a su sierva hacia otros
campos necesitados. En 1895, la violenta persecución religiosa acaecida en el
Ecuador, obligó a María Bernarda a refugiarse en Colombia. Recibida por Mons.
Eugenio Biffi, la madre llegó a Cartagena en compañía de sus 15 primeras
hermanas, el día 2 de agosto, fiesta de Santa María de los Angeles. Colombia
fue la tierra donde Dios quiso que la heroica Madre se quedara para siempre y
donde finalmente se consolidó su obra.
Después de haber guiado a su Congregación religiosa por casi treinta
años, María Bernarda se durmió en el Señor el 19 de mayo de 1924, llorada por
todos los pobres de la ciudad y por todos aclamada como santa.
Abril 27: Beato
Jaime de Bitetto (Ilírico). Religioso de la Primera Orden (1400‑1490)
Clemente XI aprobó su culto.
Nació en Dalmacia (de ahí el sobrenombre de
Ilírico), más probablemente en Zara (según otros en Estridonio) hacia 1400,
hijo de Leonardo y Beatriz Varinguer. De unos veinte años de edad entró a la
Orden de los Hermanos Menores en Zara, en calidad de hermano religioso. En 1438
acompañó a Italia a su provincial; al llegar a Bari, pidió y obtuvo el poder
permanecer en dicha provincia. Vivió doce años en diversos conventos y luego
fue destinado a Bitetto, donde, salvo breves temporadas, permaneció hasta su
muerte, por lo cual se le apoda también de Bitetto. Ejercitó principalmente el
oficio de limosnero, y de esta forma ejerció un fructuoso apostolado; se
distinguió por su caridad heroica durante la peste de 1482. Obró prodigios,
algunos de ellos un tanto extraños y dignos del mundo de las «Florecillas». Los
habitantes de la Apulia del siglo XV, durante 40 años vieron y admiraron al
humilde penitente fray Jaime recorrer sus caminos, tocar de puerta en puerta,
para pedir la limosna en el nombre del Señor y dar a cambio una palabra de
aliento que brotaba de su gran corazón rebosante de caridad divina. Sólo Dios
sabe cuánto bien hizo él con el buen ejemplo y con la palabra sencilla y
persuasiva.
El nombre de nuestro Beato ha permanecido
ligado a la gruta de nuestra Señora llamada «La Bendita», no muy lejos del
convento. Enamoradísimo de la celestial Madre, pasaba largas horas en oración
ante la imagen de María; muchas veces fue visto arrobado en dulcísimos éxtasis.
Dotado de espíritu profético, predijo
muchas cosas que luego se cumplieron, entre ellas la curación o la muerte de
personas enfermas que recurrían a él. Estos y muchos otros hechos prodigiosos
glorificaron la santidad del humilde hermano limosnero y cocinero, quien en su
vida nada buscó, nada pidió, nada amó sino a Dios.
Era ya muy anciano y su cuerpo estaba
desgastado por las prolongadas penitencias. En los últimos años tenía que
ayudarse con el bastón para sostenerse en pie. Finalmente vino la hermana
muerte a invitarlo al reposo eterno. Siempre había vivido en el silencio y en
la humildad y así su muerte fue rodeada de oración y de silencio. Una antigua
pintura lo representa recostado en la dura estera, rodeado de sus cohermanos y
de los fieles llorando. El rostro del moribundo está rodeado de una misteriosa luz,
el gozo de los santos en el acto solemne de recibir el premio eterno. El Beato
Jaime de Bitetto murió el 27 de abril de 1490. Tenía 90 años.
Abril 27: Santa
Zita de Lucca (1218-1278) Empleada doméstica TOF. Canonizada en
1696.
Nació Zita en 1218, de padres
pobres y devotos. Desde la edad de 12 años trabajó al servicio de la familia
Fatinelli, en Lucca. Trabajadora incansable, piadosa y generosa, se hizo famosa
por su ayuda a los enfermos, pobres y prisioneros. Su dedicación al
servicio le provocó envidia de sus colegas, que soportó pacientemente.
Es un buen ejemplo para aquellas personas que no
hacen el bien esperando hacer algo mejor. Es la patrona de las empleadas del
servicio doméstico.
Abril 28: Beato
Luquesio de Poggibonsi. De la Tercera Orden (1181‑1260). Inocencio XII
en 1694 concedió oficio y misa en su honor.
Luquesio nació en Gaggiano, caserío del
Chianti. Siempre había deseado seguir la carrera de las armas y era del partido
de los Güelfos. Pero después de haber participado en las luchas políticas a sus
propias expensas, decidió retirarse y se trasladó a Poggibonsi (Siena), donde
comenzó a ejercer el comercio con lo cual recuperó su holgura económica perdida
en las lides políticas. Casado, era muy consciente de que una mujer es muy
buena si no malgasta la hacienda. Pero poco a poco, de avaro que era, comenzó a
ser generoso y fue acercándose paulatinamente a las prácticas piadosas, al
igual que su mujer.
Ambos esposos eran bien diferentes de lo
que habían sido de jóvenes. En aquel tiempo pasó por la región
San Francisco, a quien Luquesio conocía ya como hijo de su colega Pedro de
Bernardone, pero luego logró conocerlo también como santo y lo alojó gustoso en
su casa. Impresionados por su espíritu de pobreza y sencillez, él y su esposa
Buonadonna fueron a preguntarle a San Francisco cómo podían ellos, casados
y con hijos, seguir el camino del Evangelio y poder tener una regla como ya les
había dado a los Hermanos y a las Hermanas. Debía ser una norma de vida cuya
observancia sirviera para imitar a aquellos que se habían consagrado a Dios.
Con tal fin Francisco venía pensando ya de
tiempo atrás en una institución que agrupase bajo una regla de vida también a
los laicos casados y trabajadores, que por lo mismo no podían observar
completamente los tres votos de castidad, pobreza y obediencia.
Lo que en última instancia lo llevó a
concretar esta idea fue la petición de los dos esposos de Poggibonsi. Señaló a
Luquesio y a su mujer un vestido semejante al de los Hermanos. Más tarde les
envió la regla de la llamada «Tercera Orden Franciscana», definida como «medula
del santo Evangelio».
Los terciarios franciscanos se difundieron
rápidamente y de manera sorprendente, puede decirse que en los siglos sucesivos
muchos en Europa fueron terciarios franciscanos. En Italia, entre las glorias
de la Tercera Orden se cuentan Giotto de Bondone, Dante Alighieri y Cristóbal
Colón.
La tradición según la cual los dos esposos
de Poggibonsi fueron los dos primeros terciarios franciscanos no es segura.
Pero ellos fueron los primeros en alcanzar la gloria del altar porque en
Poggibonsi el culto a los beatos Luquesio y Buonadona comenzó inmediatamente
después de su muerte.
Muchos episodios, prodigiosos o edificantes se narran acerca del resto
de su vida, que ciertamente se desarrolló santamente, en busca de una
perfección siempre creciente, siguiendo cada vez más estrictamente la regla
dada por San Francisco para la Tercera Orden. Luquesio y Buonadona fueron
los primeros en practicarla, como medio de honestidad, de paz y de amor en la
tierra, y de eterna bienaventuranza en el cielo. Murió el 26 de abril de 1260 y
su cuerpo se venera en la iglesia de los hermanos menores.
Abril 29: Beato Benito
de Urbino. Sacerdote de la Primera Orden (1560‑1625). Beatificado por Pío IX el 15
de enero de 1867.
Marco (este era su nombre de bautismo)
nació el 13 de septiembre de 1560 de la ilustre familia de los Passionei. Quedó
huérfano a los diez años; de carácter reflexivo, fue enviado a las
universidades de Perusa y de Padua, donde obtuvo la láurea en filosofía y en
leyes. De ahí se dirigió a Roma a la corte del cardenal Juan Jerónimo Albani;
pero pronto debió regresar a Urbino a causa de dificultades familiares.
Entretanto maduraba su vocación religiosa, de modo que a los veintitrés años
pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Su
constitución grácil y delicada creó serios obstáculos, que fueron superados por
su tenaz insistencia y las óptimas condiciones morales del postulante.
Finalmente en 1585 fue admitido a la
profesión religiosa, en la cual tomó el nombre de Benito. Realizados los
estudios sagrados fue ordenado sacerdote y aprobado para el ministerio de la
predicación, al cual se dedicó con fervor de alma y simplicidad de palabra.
Escogido como compañero por San Lorenzo de Brindis para la misión entre
los Husitas y los Luteranos en Bohemia en 1599, debió pronto regresar a la
patria a causa de la delicada salud y la dificultad para aprender la lengua
local. Prosiguió la predicación, dedicándose especialmente a la educación de
los jóvenes, y sobre todo al empeño ascético. Desempeñó los oficios de guardián
y definidor.
Profundamente humilde, evitaba cuanto
pudiera producirle honores. Con paciencia y resignación toleró las enfermedades
que martirizaban su frágil cuerpo hasta reducirlo a piel y huesos. Se flagelaba
con disciplinas de hierro y llevaba a la cintura el cilicio. Se alimentaba
escasamente, siempre viajaba descalzo, corto el sueño, muchas las horas
consagradas a la oración, a la predicación y al confesionario. Para él, el
sufrir era gozar, el sufrimiento lo asemejaba al Crucificado. El dolor es
prenda segura de eterna felicidad. Con tiempo predijo su muerte, que esperó
sereno y gozoso como su seráfico Padre para volar al cielo.
Al acercarse la última hora, pidió el viático y la unción de los
enfermos, que recibió piadosamente. La tarde del 30 de abril de 1625 plácido y
sereno entregó su alma en manos del Señor, en Fossombrone, en el convento de
Montesacro, donde se conserva su cuerpo. Tenía 65 años, de los cuales vivió 41
en la Orden franciscana en el ejercicio de las más heroicas virtudes. Sus
funerales fueron una solemne manifestación de piedad y de veneración. Los
milagros hicieron glorioso su sepulcro.
Abril 30: San José
Benito Cottolengo. Sacerdote de la Tercera Orden (1786‑1842). Fundador
de Congregaciones masculinas y femeninas. Canonizado por Pío XI el 19 de marzo
de 1934.
José Benito Cottolengo nació en Bra, en el
Piamonte, de una familia de sólida tradición cristiana, el 3 de mayo de 1786,
primogénito de doce hijos. Educado por su madre en las obras de misericordia
para con los pobres y enfermos. Consagrado sacerdote el 8 de junio de 1811 se
dedicó con celo al ministerio pastoral como vicepárroco en Corneliano d’Alba.
Luego en Turín obtuvo la láurea en teología; nombrado canónigo, se inscribió en
la Tercera Orden Franciscana. Parecía destinado a tareas bien distintas de las
que había soñado de niño, de dedicarse a los pobres. Un caso imprevisto, el de
una pobre mujer francesa, a la cual no se quisieron abrir las puertas de ningún
hospital, fue el arranque para la gran obra en la humildad y simplicidad
franciscana más genuina. Los locales crecieron, pero se hizo necesario
abandonarlos; volvió a empezar en Valdocco, y más y más, siempre sin un centavo
y siempre listo a pagar a todos los acreedores, se construyó una ciudad que
acoge todas las miserias humanas que los otros no quieren o no pueden curar. Y
pronto tuvo a su lado grupos de jóvenes, mujeres y hombres que vinieron a
formar las congregaciones de caridad, de oración y de escuela que llenaron el
«Cottolengo».
La preferencia en las aceptaciones era
siempre para los más necesitados y excluidos. Las recomendaciones hacían más
daño que provecho. Cada día visitaba a los enfermos. Para los epilépticos
quería paredes acolchadas, para que no se hicieran daño. A los bobos, los
llamaba «los buenos hijos». También hizo milagros, como cuando multiplicó las
cerezas para poder darles a todos. Otras veces con una bendición curó enfermos,
multiplicó la harina, dio poderes medicinales al agua del pozo. Rechazó ayudas
del rey Carlos Alberto afirmando que su obra era sostenida por la Divina
Providencia y por nuestra Señora. A los pies de la estatua de nuestra Señora
encontró muchas veces las sumas necesarias para pagar a los acreedores. A
menudo las cuentas eran saldadas misteriosamente por una bellísima señora. El
demonio quiso muchas veces obstaculizar su obra, inclusive apareciéndosele.
Cottolengo decía: «No tengan miedo, nuestra Señora está con nosotros nos
protege y defiende».
El sábado 30 de abril de 1842 moría en Chieri, a los 56 años. Había
salido de su «Casita de la Divina Providencia» para dejar el espacio a la nueva
guardia. Pero la obra de su amor y de su extraordinaria fe sigue viva y crece
según sus directivas. Cottolengo fue canonizado el 19 de marzo de 1934 por Pío
XI, y definido por él como «un genio del bien».
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