martes, 12 de septiembre de 2017

Acerca de la Santísima Virgen María

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María.
Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.
Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María.
Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas.
Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara

San Bernardo
Hom. sobre la Virgen Madre, 2

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En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María.

Santo Cura de Ars
Sermón sobre la esperanza

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María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar

San Alfonso Mª Ligorio
Visitas al Stmo. Sacramento, 25

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Honra, reverencia y respeta con especial amor a la sagrada y gloriosa Virgen María, porque es Madre de nuestro Padre soberano y, por consiguiente, nuestra gran Madre. Recurramos, pues, a ella, y como hijuelos suyos echémonos en su regazo en todo tiempo y ocurrencia, con firmisima confianza; invoquemos a esta dulce Madre, imploremos su amor maternal, procuremos imitar sus virtudes y tengamos un afecto verdaderamente filial con esta Señora

San Francisco de Sales
Introd. a la vida devota, II, 16

Jaculatoria


Santísima Vírgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra,
ruega por nosotros, intercede por nosotros!

martes, 25 de abril de 2017

Oraciones en Latín

El Latín es la lengua sagrada de la Iglesia


Signación

Per signun crucis de inimícis nostris líbera nos, Deus noster. 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. 

Persignarse 

In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. Amen 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen


AVE MARIA

Ave María, gratia plena, 
Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus, 
et benedictus fructus ventris tui Iesus.


Sancta Maria, Mater Dei, 
ora pro nobis peccatoribus,
 
nunc et in ora mortis nostrae.
 
Amen.


Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.   Santa María madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora, y en la hora de nuestra muerte.


Gloria Minor


Gloria Patri, et Filio, et Spíritui Sancto.
Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saécula saeculórum. Amen.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amen.

 PATER NOSTER


Pater noster, qui es in caelis: santificétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in caelo, et in terra.

Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentatiónem; sed líbera nos a malo. Amen

Padre nuestro, que estás en el cielo: santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. 

Danos hoy nuestro pan de cada día; y perdona nuestras ofensas así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación; y líbranos del mal.
Amen

SALVE

Sálve Regína, Máter misericórdiae;
Vita, dulcédo, et spes nóstra, sálve.
Ad te clamámus, éxsules, fílii Evae.

Ad te suspirámus, geméntes et fléntes
in hac lacrimárum válle.

Eia ergo, advocáta nóstra, Illos túos misericórdes óculos ad nos convérte. Et Jésum, benedíctum frúctum véntris túi, Nobis post hoc exsílium osténde.

O clémens, O pía, O dúlcis Vírgo María.

V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix. 
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.



Dios te salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia; vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¡Ea, pues, Señora, abogada nuestra! 

Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente! Oh Piadosa! Oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Gloria Mayor

Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis,
Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,

Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.

Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.


Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias.

Señor Dios, Rey Celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre.

Tu que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nos
tu que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestras súplicas.
Tu que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros.
Porque sólo tú eres Santo,
sólo tu Señor,
Sólo tú Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.


CREDO

 Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula. Deum de Deo, Lumen de Lumine, Deum verum de Deo vero, genitum non factum, consubstantialem Patri; per quem omnia facta sunt. Qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis.

 Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est. Crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato, passus et sepultus est, et resurrexit tertia die, secundum Scripturas, et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus est cum gloria, iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis.


Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per prophetas.

Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et expecto resurrectionem mortuorum, et vitam venturi saeculi. Amen.

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra, De todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, Nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Engendrado, no creado, De la misma naturaleza del Padre, Por quien todo fue hecho, Que por nosotros los hombres, Y por nuestra salvación bajó del cielo,

Y por obra del Espíritu Santo Se encarnó de María Virgen, Y se hizo hombre, Y por nuestra causa, Fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, Padeció y fue sepultado, Y resucitó al tercer día, Según las Escrituras, Y subió al cielo, Y está sentado a la derecha del Padre, Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, Y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, Que procede del Padre y del Hijo, Que con el Padre y el Hijo, Recibe una misma adoración y gloria, Y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, Que es una, santa, católica y apostólica, Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados, Espero la resurrección de los muertos. Y la vida del mundo futuro. Amén! 

Adoro Te Devote

Adoro Te Devote, latens Deitas, quae sub his figuris vere latitas: tibi se cor meum totum subiicit, quia te contemplans totum deficit.

Visus, tactus, gustus in te fallitur, sed auditu solo tuto creditur; credo quidquid dixit Dei Filius: nil hoc verbo Veritatis verius.

In cruce latebat sola Deitas, at hic latet simul et humanitas; ambo tamen credens atque confitens, peto quod petivit latro paenitens.

Plagas, sicut Thomas, non intueor; Deum tamen meum te confiteor; fac me tibi semper magis credere, in te spem habere, te diligere.

O memoriale mortis Domini! panis vivus, vitam praestans homini! praesta meae menti de te vivere et te illi semper dulce sapere

Pie pellicane, Iesu Domine, me immundum munda tuo sanguine; cuius una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere. Iesu, quem velatum nunc aspicio, oro fiat illud quod tam sitio; ut te revelata cernens facie, visu sim beatus tuae gloriae. Amen


Te Adoro devotamente, oculta Deidad, que bajo estas sagradas Especies te ocultas verdaderamente. A Tí mi corazón se somete totalmente, pues al contemplarte se siente desfallecer por completo.

La vista, el tacto, el gusto al juzgar de Ti, se equivocan, solo con el oído se llega a tener fe segura. Creo lo que dijo el Hijo de Dios; nada hay mas verdadero que esta palabra de la Verdad.

En la cruz, se ocultaba solo la Divinidad; mas aquí se oculta hasta la Humanidad. Pero yo, creyendo y confesando ambas cosas, pido lo que pidió el ladrón arrepentido.

Tus llagas no las veo, como las vio Tomás; pero te confieso por Dios mío. Haz que crea yo en Ti mas y mas, que espere en Ti, y te ame.

 ¡Oh memorial de la muerte del Señor! ¡Oh Pan Vivo, que das vida al hombre! Da a mi alma que de ti viva, y acierte siempre a disfrutar de tu dulce sabor.

Piadoso Pelícano, Jesús Señor: límpiame a mi inmundo con tu Sangre; una gota de Ésta puede limpiar al mundo entero de todo pecado. ¡Oh Jesús, a quien ahora veo velado! Te pído que se cumpla aquello que yo tanto anhelo: que viéndote finalmente  cara a cara, sea yo dichoso con la vista de tu gloria. Amen


Pange Lingua

Pange Lingua, gloriosi Corporis mysterium,
Sanguinisque pretiosi, quem in mundi pretium fructus ventris generosi Rex effudit Gentium.

Nobis datus, nobis natus ex intacta Virgine, et in mundo conversatus, sparso verbi semine, sui moras incolatus miro clausit ordine.

In supremae nocte cenae recumbens cum fratribus observata lege plene cibis in legalibus, cibum turbae duodenae se dat suis manibus.

Verbum caro, panem verum verbo carnem efficit: fitque sanguis Christi merum, et si sensus deficit, ad firmandum cor sincerum sola fides sufficit.


Tantum ergo Sacramentum veneremur cernui: et antiquum documentum novo cedat ritui: praestet fides supplementum sensuum defectui.

Genitori, Genitoque laus et iubilatio, salus, honor, virtus quoque sit et benedictio: procedenti ab utroque compar sit laudatio. Amen.


V/. Panem de caelo praestitisti eis;
R/. Omne delectamentum in se habentem.


Oremus. Deus, qui nobis sub Sacramento mirabili Passionis tuae memoriam reliquisti; tribue, quaesumus, ita nos Corporis et Sanguinis tui sacra mysteria venerari, ut redemptionis tuae fructum in nobis iugiter sentiamus: Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. R/. Amen. 

Canta, lengua el Misterio del Cuerpo Glorioso y de la Sangre Preciosa que como precio del mundo fruto de un vientre generoso, el Rey envió a los hombres.

A nosotros dado, para nosotros nacido de una Virgen intacta, recorriendo el mundo, esparcida la semilla del Verbo, viviendo un tiempo entre los suyos finalizó [el orden anterior] de admirable modo:

En la suprema noche de la cena reunido con sus hermanos observada la totalidad de la Ley: con la comida en forma legal, se dio por sus manos como alimento a los Doce.

La palabra es carne: al pan con la palabra convierte en verdadera carne, y hace el puro vino de la Sangre de Cristo. Y si los sentidos no alcanzan para afirmarlo el corazón sincero es suficiente la sola fe.

A tan alto, pues, Sacramento veneremos inclinados y el antiguo orden litúrgico ceda el paso al nuevo Rito. Añada la fe lo que falta al defecto de los sentidos

Al Engendrador y al Engendrado Alabanza, alegría, salud, honor, fuerza y bendición. Y al que procede de uno y otro vaya una alabanza comparable. Amen.

V/. Les has dado Señor, el pan del cielo
R/. Que contiene en si todas las delicias


Oremos. Oh Dios, que bajo un sacramento admirable, nos has dejado el memorial de tu pasión; concédenos, Señor, celebrar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que sintamos sin cesar en nosotros el fruto de tu redención. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen

Angelus


V/. Angelus Dómini nuntiávit Maríæ.
R/. Et concépit de Spíritu Sancto.


Ave María …

V/. Ecce ancílla Dómini.
R/.Fiat mihi secúndum verbum tuum.


   Ave María . . .


V/. Et Verbum caro factum est.
R/. Et habitávit in nobis.


   Ave María . . .

V/. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.
R/. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.



V/. Orémus Grátiam tuam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Angelo nuntiánte, Christi Fílii tui Incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. Amen.

EL Ángel del Señor anunció a María.
Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Ave María…

He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra
Ave María…

Y el Verbo se hizo carne.
Y habitó entre nosotros.
    Ave María . . .

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
 
Oremos—Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén


Regina Coeli

Regina cœli, lætáre, allelúia,
Quia quem meruísti portáre, allelúia,
Resurréxit sicut dixit, allelúia;
Ora pro nobis Deum, allelúia.
 
V. Gaude et lætáre, Virgo María, allelúia. 
R. Quia surréxit Dóminus vere, allelúia. 
 
Orémus— Deus, qui per resurrectiónem Fílii tui, Dómini nostri Iesu Christi, mundum lætificáre dignátus es: præsta, quæsumus, ut per eius Genetrícem Vírginem Maríam, perpétuæ capiámus gáudia vitæ. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. Amen.

ALÉGRATE, Reina del cielo, aleluya,
Porque el que mereciste llevar en tu seno, aleluya,
Ha resucitado, según predijo, aleluya;
Ruega por nosotros a Dios, aleluya

V. Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente, aleluya

Oremos— Oh Dios que por la Resurrección de tu Hijo, Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos por su Madre, la Virgen María, alcanzar el gozo de la vida eterna. Por el Jesucristo Nuestro Señor. Amén


Veni, Creator Spitius

Veni, Creator Spiritus
mentes tuorum visita
Imple superna gratia quae
tu creasti pectora.

Qui Paraclitus diceris,
donum Dei Altissimi,
fons vivus, ignis, caritas,
et spiritalis unctio.

Tu septiformis munere,
dexterae paternae digitus,
tu rite promissum Patris,
sermone ditans guttura.

Accende lumen sensibus,
infunde amorem cordibus,
infirma nostri corporis,
virtute firmans perpeti.

Hostem repellas longius,
pacemque dones protinus,
ductore sic te praevio,
vitemus omne noxium.

Per te sciamus da Patrem,
noscamus atque Filium,
teque utriusque Spiritum
credamus omni tempore.

Deo Patri sit gloria,
et Filio qui a mortuis surrexit,
ac Paraclito in saeculorum saecula. Amen.

Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado.

Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos. Amén.


TE DEUM



Te Deum laudamus: te Dominum confitemur.
Te aeternum patrem, omnis terra veneratur.

Tibi omnes angeli, tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim, incessabili voce proclamant:

"Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra majestatis gloriae tuae."

Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.

Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.

Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes, in gloria Patris.

Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine, et benedic hereditati tuae.
Et rege eos, et extolle illos usque in aeternum.

Per singulos dies benedicimus te;
et laudamus nomen tuum in saeculum,
et in saeculum saeculi.

Dignare, Domine, die isto sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine, miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum.
A Ti, oh Dios, te alabamos, a Ti, Señor, te reconocemos.
A Ti, eterno Padre, te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran. Los querubines y serafines te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos.
Los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.

A Ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A Ti la Iglesia santa, extendida por toda la tierra,te aclama: Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la Gloria eterna nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor Ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Tí. En Tí, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre.


ANIMA CHRISTI

Latin


Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Passio Christi, conforta me.
O bone Iesu, exaudi me.
Intra tua vulnera absconde me.
Ne permittas me separari a te.
Ab hoste maligno defende me.
In hora mortis meae voca me.
Et iube me venire ad te,
ut cum Sanctis tuis laudem te
in saecula saeculorum.
Amen 

Español
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén. 


MISTERIOS DEL ROSARIO

Gaudii Mysteria

I. Incarnatio Verbi Dei ex Spiritu Sancto in sinu Virginis Mariae.
II. Visitatio Beatae Mariae Virginis ad Elisabeth.
III. Nativitas Filii Dei in Bethlehem Iuda.
IV. Purificatio Beatae Mariae Virginis et Presentatio Pueri in Templo.
V. Inventio Pueri in Templo in medio Legis doctorum.

Lucis Mysteria

I. Baptisma Iesu Christi a Ioanne praecursore apud Iordanem.
II. Miraculum ad nuptias in Cana Galilaeae.
III. Proclamatio Regni Dei et invitatio ad conversionem.
IV. Transfiguratio Iesu Christi super montem Thabor.
V. Institutio Sanctissimae Eucharistiae Sacrificii et Sacramenti.


Doloris Mysteria

I. Oratio Iesu Christi in horto Gethsemani super monten Olivarum.
II. Flagellatio Iesu Christi ad columnam.
III. Coronatio spinarum.
IV. Sanctae Crucis baiulatio.
V. Divini Salvatoris nostri crucifixio, mors et sepultura.

Gloriae Mysteria

I. Resurrectio Iesu Christi a mortuis.
II. Ascensio Iesu Christi in coelos.
III. Missio Spiritus Sancti Paraclyti as Apostolos.
IV. Gloriosa Beatae Mariae Virginis in coelum Assumptio.
V. Coronatio Beatae Mariae Virginis Regina coelorum in terris.
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la cual recomendamos visitar a todos nuestros lectores, como una página de verdadero valor doctrinal. Dios bendiga a sus creadores y autores.

lunes, 10 de abril de 2017

J.Joergensen. Prólogo

J. Joergensen:
San Francisco de Asís



Índice

Libro primero


Libro segundo


Libro tercero

Libro cuarto

Prólogo: Johannes Joergensen, historiador y poeta de San Francisco

por Teodoro de Wyzewa y Francesc Gamissans, o.f.m.


Entre las más prestigiosas biografías de san Francisco de Asís escritas a finales del siglo XIX y principios del XX -cuando se produce un renacer del estudio de las fuentes franciscanas, propiciado por Paul Sabatier y el centro franciscano de Quaracchi (Italia)-, destaca la que escribió el danés Johannes Joergensen. Aquí vamos a ofrecer un perfil de la vida y personalidad del autor, tomado mayormente del P. Pavez, y, tomada del P. Gamissans, una breve presentación de la excelente biografía: San Francisco de Asís. Su vida y su obra.

I. Perfil biográfico

Johannes Joergensen nació de una familia protestante de marinos en Svendborg, isla de Fionía (Dinamarca), el 6 de noviembre de 1866.

A la edad de 16 años se trasladó a Copenhague con objeto de dar comienzo a sus estudios universitarios. En el mundo del pensamiento ardía por entonces la fiebre del positivismo y el darwinismo que invadieron el saber humano en el último tercio del siglo XIX. Surgieron del poderoso avance de las ciencias experimentales y empíricas, y llevan en su esencia la negación de todo lo no verificable o de sentido trascendente.

Después de cursar, con extraordinario lucimiento, las Humanidades en la Universidad de Copenhague, a los veinte años de su edad se entregó con ardor al estudio de las ciencias naturales y al examen de los más recientes problemas de la zoología comparada, adquiriendo cuantioso caudal de doctrina positivista que muy pronto hizo servir a la causa materialista, darwinista y anticristiana, cuyas huestes dirigía en los países escandinavos el profesor Georges Brandes. Poco tardó en llegar a ser uno de los jefes principales de este movimiento, agrupándose en torno suyo una verdadera falange de universitarios que saludaban con férvido entusiasmo cada escrito del joven maestro. El mismo Dr. Brandes le felicitó muchas veces por el valioso contingente que le aportaba, consagrándose todo entero al triunfo de sus ideales.

Sin embargo, no fue mucho el tiempo que el ardoroso polemista duró en la brecha. Su inteligencia era demasiado clara, y bastante sano su corazón para que no viera lo falso y peligroso del sistema a que había empezado a servir con tan generosas convicciones, dignas de más noble objeto y empleo. Al cabo de un año de rudo combatir comenzó a cejar en la demanda y acabó por condenarse al silencio y entregarse a nuevos y más profundos estudios, emprendiendo viaje científico y artístico por Alemania e Italia y dejando a sus compañeros de lucha en la más ansiosa expectación.

Cuando regresó a su patria anunció que iba a publicar sus impresiones de turista en un libro, que apareció en los primeros meses de 1895 con el título de El libro de viaje, y en el que, a vueltas de algunas descripciones pintorescas en que daba libre vuelo a su fantasía de poeta, el entusiasta defensor de las teorías brandesianas se deshacía en alabanzas de la hermosura, grandeza y santidad de la religión católica.

Empezaba por describir las principales etapas de su excursión. Entrando en Alemania, en vez de irse a las grandes capitales de estilo moderno, de costumbres refinadas, prefirió visitar las pequeñas ciudades, donde más intacta y virgen se conserva el alma alemana de otros tiempos. Detúvose en Nuremberg, admirando las obras artísticas medievales en que abundan los monumentos de aquella ciudad, especialmente las iglesias y el museo Germánico. Las imágenes de la Virgen sobre todo le cautivaron el alma, haciéndole concebir vehementes sospechas contra el valer y excelencia de aquella «cultura» que él tanto se había afanado por elogiar y propagar. Luego llamó su atención la dulzura y cristiana ingenuidad de las costumbres bávaras, tan opuestas a las del mundo materialista en que él se había educado y de que iba hastiándose cada día más.

De Nuremberg pasó a Rothemburgo, la más castiza de las ciudades alemanas, donde recibió análogas impresiones estéticas y morales que en la estación precedente, pareciéndole cada vez más cierto que aquella vida, a un tiempo mismo intensa y modesta, en todo conforme con la tradición antigua, era el verdadero ideal de su propia vida. Saliendo de Rothemburgo se fue a visitar a un pintor amigo suyo, que se ocupaba en decorar los muros de la famosa abadía benedictina de Beuron, donde se le ofreció por primera vez ocasión de contemplar de cerca la vida monacal, que no conocía más que de oídas y al través de relatos de enemigos apasionados. Allí le embistió tenazmente la idea de que esa vida monástica, contra la cual había alimentado tan siniestros prejuicios, no era menos noble y digna de respeto que la que hacía la dorada juventud de Copenhague alrededor de la cátedra del Dr. Brandes, y de que la decantada «cultura moderna» no era ya condición tan indispensable, como él se había figurado, al bienestar de los individuos y de los pueblos.

Por fin salió de Alemania y entró en Italia y, consecuente con su sistema de evitar el bullicio de las grandes ciudades, se dirigió a Asís, la ciudad de los recuerdos santos, de las tradiciones sencillas y puras, donde hasta las piedras hablan al viajero de alma ingenua y soñadora el lenguaje de la poesía y del heroísmo cristiano en su más alto grado. Poco a poco la asidua lectura de los Fioretti (Florecillas) y de la Leyenda dorada, el grandioso espectáculo de las ceremonias del culto católico, el trato constante y fraternal de los religiosos franciscanos le fueron revelando y ratificando la pureza y legitimidad del ideal moral por él entrevisto en Nuremberg y en Rothemburgo.

Hallóse un 1 de agosto en el «perdón» de Santa María de los Ángeles (Indulgencia de la Porciúncula), donde le sucedió un caso extraño, y fue que, mientras una muchedumbre de peregrinos oraba y entonaba cánticos piadosos ante el ara del perdón, observó que un grupo de extranjeros que ocupaban una de las tribunas de la gran basílica estaban riéndose despreciativamente de la devoción de aquellas buenas gentes y glosándola a simples efectos de la ignorancia y del atraso. El joven viajero miró con repugnancia el acto incivil de aquellos civilizados, y todas sus simpatías se fueron tras los devotos ganadores de «la indulgencia», y él mismo acabó por acompañarlos, cayendo de rodillas, casi sin advertirlo, ante el altar de la capilla de la Porciúncula, de donde a poco se levantó avergonzado y salió de la Iglesia. «Pero -son sus propias palabras- salió llevándose la íntima persuasión de que también él acababa de recibir allí algo así como un perdón de San Francisco».

Se volvió a la ciudad y, a medida que iba divisando las torres y techos, y la imponente arcada que circunda el sacro convento, y el campanario que se yergue sobre la triple iglesia de Cimabue y de Giotto, más claro iba viendo que nunca en su vida había entrado en su alma tamaño caudal de gozo y de pura felicidad.

Así y todo, no creía aún. Con todas las emociones católicas de Asís y las emociones poético-históricas de Nuremberg y Rothemburgo, no lograba aún triunfar de su pertinaz escepticismo. Su imaginación era presa de las nuevas maravillas que ante ella se desplegaban; su razón se inclinaba ante la evidencia de la inanidad de sus dudas y de sus certidumbres; pero el reacio era su corazón, que persistía negándose a abrazar las nuevas ideas religiosas: extraño drama interno, que él describía con absoluta sinceridad y con manifiesta e irresistible simpatía hacia las cosas y personas que había tratado en su viaje, pero que él no veía sino como a través de misterioso velo, pugnando inútilmente por acercarse a ellas y entrar en su dichosa compañía.

Por fin, un día de 1898, su propia continua reflexión sobre su conciencia le reveló la verdadera causa que le separaba de la fe cristiana: su aversión al milagro, que él mismo se esforzaba por mantener y fomentar. Observó que había en él una formal voluntad de no creer y de apoyar con positivos argumentos su propia incredulidad. No había tal lucha entre la luz y la justicia de una parte, y de otra los dogmas absurdos y opresores de la religión. No. Todo esto vio claro que no era más que un montón informe de fútiles pretextos a que él recurría para cohonestar su aversión a las verdades eternas. El paso al catolicismo tuvo lugar en Copenhague a finales del año 1898, cumplidos sus 30 años. Viviría luego algo más de otros sesenta.

J. Joergensen estaba verdadera y definitivamente convertido al catolicismo. Al año siguiente creyó que debía explicar a sus antiguos compañeros de lucha antirreligiosa los motivos de su conversión, lo que hizo en forma de respuesta a los reproches de un amigo, en un breve escrito que intituló La mentira de la vida y la verdad de la vida. «Vosotros creéis -decía a los materialistas daneses- que vais buscando la verdad, la felicidad, la libertad; pero esos no son más que pretextos para excusaros de examinar con seriedad el problema de vuestra vida. Yo también he corrido tras estos objetos con más febril ansiedad y perseverancia que vosotros, sin parar un momento hasta encontrarlos, y no los encontré nunca hasta el día en que me arrojé en los brazos de la fe cristiana».

De más está advertir que no por haber renunciado Joergensen a sus antiguas ideas, dio también de mano a su profesión de hombre de letras: la prosiguió con más ardor que antes. Apenas convertido publicó un interesante estudio histórico-estético sobre la abadía de Beuron y una colección de Parábolas, que es acaso su obra poética más pura y acabada. Otras son: El último día, Los enemigos del infierno, El fuego eterno, Eva (novela), etc., etc.; pero ninguna de estas iguala en bellezas literarias ni en tesoros de descripción pintoresca a su hermoso libro de las Peregrinaciones franciscanas, superior, por la delicadeza y profundidad del sentimiento religioso, al Libro de viaje.

El ex-compañero de luchas de Mr. Brandes, traído a la fe cristiana por el espectáculo de las ceremonias franciscanas de Asís y la lectura de los antiguos biógrafos de san Francisco, volvió de nuevo a Italia a visitar todos los lugares que conservan vestigios y memorias del gran Patriarca, el santo favorito de su devoción y amor; y las impresiones de este viaje son las que nos describe en sus Peregrinaciones con ese estilo suyo sobrio, delicado, lleno de unción a la vez científica y piadosa.

Pero este libro de las Peregrinaciones no era más que una introducción a otro de más aliento y de mayores proporciones, en que el joven converso iba a derramar a manos llenas los tesoros de su erudición, discernimiento histórico, exquisita poesía y, más que todo eso, de su devoción filial al Santo bendito de sus más íntimos amores, el Seráfico Patriarca de los pobres, a cuya especial intercesión él atribuía el haber dado con la luz y la felicidad después de larga noche de dudas y de falsa cultura. Este libro es: San Francisco de Asís. Su vida y su obra.

Johannes Joergensen murió en su ciudad natal, Svendborg, el 29 de mayo de 1956. Fue voluntad suya morir donde nació; que sus huesos volviesen a Dinamarca; que reposaran en la tierra de su linaje. El nonagenario escritor y poeta, si tuvo cuna protestante, vida azarosa luego y conversión sincera después, descansa ahora en paz en tumba católica.

II. La biografía  «San Francisco de Asís»

Pensador, historiador, escritor y periodista, J. Joergensen era de natural romántico y sentimental, poeta inspirado y muy leído. En todas sus obras hagiográficas armoniza la poesía con la verdad histórica. Así lo lleva a cabo en las biografías de santa Catalina de Siena, Don Bosco, Charles de Foucauld, santa Brígida y otras. Por lo que se refiere a San Francisco de Asís, hay que añadir su especial devoción al santo, quien, a su juicio, «fue también un poeta y un converso».

1. Características de la obra
El libro sobre el Pobrecillo de Asís de J. Joergensen salió en original danés y en Copenhague el año 1907. Fue inmediatamente traducido a varias lenguas; en castellano gozamos de dos versiones distintas: la de R. M. Tenreiro (Madrid 1925, 3.ª ed.), y la de A. Pavez (Santiago de Chile 1913; Buenos Aires 1945); en nuestro trabajo citamos esta última por considerarla más lograda. Precede una larga introducción y una concienzuda investigación (no incluida en las traducciones al castellano) sobre las fuentes franciscanas como habían hecho ya Paul Sabatier y los acreditados historiadores franciscanos de Quaracchi, con quienes mantuvo una sincera amistad. Estudia con suma detención el enorme cuerpo documental, compulsado en archivos y bibliotecas. En estas fuentes de información apoya su relato histórico, que lleva a cabo mediante los métodos modernos de crítica interna y externa, como quien aspira a que se le dé fe en lo que afirma y sostiene.

Raoul Manselli, investigador de primera fila, escribe: «La prueba más álgida de amor a Francisco y a Asís la dio Johannes Joergensen, uno de los líricos más grandes de la literatura danesa, cuando quiso dedicarse a historias del Medievo, a fuentes, a herejes y estudiosos, para aproximarse más al santo, al que le acercó sobre todo su condición de cristiano y alma de poeta». Se entregó con tesón y humildad a la elaboración de la biografía del Pobrecillo de Asís con plena conciencia de la dificultad que entrañaba.

En la Introducción del libro sitúa a san Francisco en el marco de su tiempo, describiendo el escenario y entorno político, civil y religioso de la época y los pueblos en los cuales el santo desenvolvió su fecunda acción apostólica. Lo que sin duda hace más amable su obra es el caudal de sentido poético de que se halla impregnado su espíritu cuando narra hechos concretos. No podía ser de otro modo tratándose del Pobrecillo de Asís que, si no fue un poeta académico, lo fue en los actos de su vida y en aquel simpático y penetrante amor a la naturaleza. Joergensen articula armónicamente los hechos en doble clave, histórica rigurosa y estilo lírico, dado que de otra manera sería mutilar dos veces al Creador. «Lo bello es el resplandor de lo verdadero», filosofaba Platón, y Joergensen lo entiende así cuando lo describe en su San Francisco, y lo siente incluso en sí mismo y en todos sus libros.

2. Parangón entre Johannes Joergensen y Paul Sabatier
Es interesante hilvanar un parangón entre Johannes Joergensen, católico, y Paul Sabatier, protestante. Sabatier conquistó fama mundial por su Vie de Saint François d'Assise. Se le considera como uno de los pioneros en el descubrimiento y estudio crítico-interpretativo de las fuentes franciscanas durante aquella época. Incrementó sus estudios con otras obras y trabajos, especialmente con la edición de textos franciscanos primitivos e inéditos.

Joergensen fue contemporáneo de Sabatier y ambos fueron amigos personales. Son considerados como dos polos de atracción, con influjos diversos. Manselli asevera que la mayoría de los biógrafos posteriores a Sabatier y Joergensen, «no pueden sustraerse del círculo mágico de los dos».
Si bien eran amigos, difieren substancialmente en la interpretación de hechos importantes de la vida de san Francisco. Veamos algunos.

El biógrafo danés acentúa la humanidad del Pobrecillo de Asís. Quizás no se detiene del todo en la experiencia mística del santo, debido a que no poseía una preparación teológica cabal. Se concentra más en valorar el alma poética del que fue trovador de Asís. Cierto que algunas páginas llegan al límite extremo, más allá del cual la historia corre el riesgo de convertirse en novela, pero cabe no señalar lagunas de calibre ni una predisposición intencionada cuando distingue la simple leyenda de la rigurosa historia. Por otra parte, como alguien ha escrito, la leyenda es la quinta esencia de la historia porque nos da su espíritu...

Sabatier, por el contrario, influido por el positivista Renán, del cual recibió el encargo de escribir una biografía de san Francisco, se ciñe estrictamente a los textos primitivos, algunos descubiertos por él mismo. Este método le induce a negar el ámbito sobrenatural inverificable; al mantener vivo el escrúpulo de una investigación erudita, se ciñe a testimonios críticamente discutibles por unos, pero avalados por otros.

Otra divergencia de opinión: J. Joergensen presenta un Francisco con una incondicional adhesión al papa de Roma y a la Santa Sede. Fundamenta su argumentación en las palabras del santo fundador contenidas en la Regla: «El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor Papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia romana» (2 R 1,2).

Sabatier, por el contrario, en su célebre biografía franciscana, presenta al santo como un hombre liberal y liberado de la tiranía de Roma, víctima del poder absolutista -tanto en lo temporal como en lo espiritual- representado por los pontífices Inocencio III y Honorio IV. Fundamenta su tesis en el Testamento del santo cuando dice: «Nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio» (Test 14). El historiador protestante da a estas palabras un sentido restrictivo de reproche a la jerarquía eclesiástica, tanto de Asís como de Roma. Esta visión indignó a la Curia vaticana, que incluyó su obra en el Índice de libros prohibidos. 

Hay que reconocer, sin embargo, que Paul Sabatier rectificó en parte sus criterios en ediciones posteriores de su libro.

Otro aspecto discrepante entre los dos historiadores es la interpretación que dan de la experiencia religiosa de Francisco. Joergensen, que se considera fiel a los biógrafos contemporáneos del santo, revela a Francisco como el hombre que descubre a Cristo y se esfuerza en imitarle incluso en los más mínimos detalles hasta ser llamado otro Cristo en la tierra ("alter Christus").

Sabatier, por el contrario, describe al santo como un simple profeta laico, denunciador, como hemos dicho, de los abusos del poder civil y religioso. Volviendo a su escepticismo, niega la estigmatización del santo, un evento místico no dado en anteriores siervos de Dios, avalado por algunos contemporáneos, como san Buenaventura, Doctor de la Iglesia, digno de toda reputación. Asimismo no admite el hecho de la indulgencia de la Porciúncula o del "perdón de Asís".

Por lo que se refiere a este último acontecimiento, Joergensen, al principio, tampoco lo reconocía como un hecho histórico, pero luego se retractó, convencido de los serios argumentos de los historiadores franciscanos de Quaracchi y en particular del prestigioso investigador alemán, E. Holzapfel, especialista en historia franciscana y amigo de Joergensen. Lo expresó éste con suma humildad en la Presentación de la edición italiana de su libro: «Mi primera idea ha cambiado en esta edición, inducido y convencido por los argumentos de mi estimadísimo padre Eriberto Holzapfel». Según los mejores críticos modernos el hecho de los estigmas en san Francisco es históricamente uno de los más demostrados; negándolo se renunciaría a prestar fe a cualquier otro documento de valor indiscutible.

Finalmente, por lo que a los escritos de san Francisco se refiere, Joergensen y Sabatier son unánimes en darles valor histórico, pero difieren en su interpretación: el primero pone el acento en textos poéticos y de más calor humano; el segundo se ciñe a resaltar la influencia e intromisión de la Curia romana en los mismos, especialmente en la Regla.

En resumen: no es excesivo afirmar que J. Joergensen percibió en Francisco de Asís un convertido frente a las inquietudes juveniles del siglo XIII, un trovador en busca de la verdad y del bien, y un cantor de las maravillas de la creación. En su vida, Joergensen, como Francisco, aceptó con humildad la llamada divina a la conversión; los dos, más o menos a la misma edad.

3. Estilo literario de Joergensen
Johannes Joergensen no se cansa de afirmar que, desde siempre, Francisco amaba la poesía y el canto, incluso antes de su conversión. Después, su lirismo místico se inspira en la naturaleza toda. «Para apreciar este fenómeno debidamente, es menester comprender las relaciones del santo con las maravillas de la creación. Todo ser era para él una viva palabra de Dios. La creatura le servía para comprender al Creador y este sentimiento lo llenaba de una perenne alegría y de un incesante anhelo de rendirle gracias». Para sostener esta opinión, Joergensen cita un texto de las fuentes franciscanas: «Nosotros que estuvimos con él veíamos que era tan grande su gozo interior y exterior en casi todas las criaturas, que, cuando las palpaba o contemplaba, más parecía que moraba en espíritu en el cielo que en la tierra» (EP 118).

Joergensen, poeta como el santo, se detiene con predilección en el estudio del famoso poema de Francisco: Cántico de las criaturas o del Hermano Sol, «la primera flor de la poesía italiana, escrito en su idioma nativo». Le dedica un capítulo entero en el que comenta primero las verdaderas relaciones de Francisco con el mundo creado, que difieren absolutamente del panteísmo. «Su actitud ante la naturaleza fue pura y simplemente la del primer artículo del Credo de la Iglesia». Luego compara este Cántico con el bíblico que entonaron Ananías, Azarías y Misael, con la diferencia de que Francisco añade la bondad y utilidad de cada cosa. Después de transcribir el texto original italiano del Cántico, termina con una breve consideración sobre el hecho de que algunos de los compañeros del Pobrecillo de Asís anduvieran por el mundo -como verdaderos juglares de Dios- entonando la nueva canción.

Los mejores críticos aseveran el carácter poético de la Vida de san Francisco de Joergensen, no apartándose un ápice sin embargo de los datos rigurosamente históricos. Lo constata Manselli: «Joergensen, uno de los líricos más grandes de la literatura danesa, llegó a san Francisco no por sugerencia de un Renán como Sabatier o por estudios de teología o de derecho, sino a partir de la poesía y de la inquietud espiritual. Ha consagrado páginas densas de poesía, en las que se palpa la viveza del recuerdo y la nostalgia». En resumen, el libro refleja la nostalgia e inquietudes interiores que el autor experimentó en su propia vida.

Quizás este último fenómeno ha contribuido a la gran difusión de su obra, vertida a la mayoría de las lenguas europeas. Todavía hoy ocupa un lugar importante entre las múltiples biografías que se han escrito del santo de Asís.


[Teodoro de Wyzewa, Juan Joergensen, en J. Joergensen, San Francisco de Asís, Santiago de Chile 1913, pp. XVI-XXIII.- F. Gamissans, Johannes Joergensen. Historiador y poeta de S. Francisco, en Verdad y Vida 60 (2002) 159-168]